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viernes, 29 de julio de 2011

El "mal holandés"

En la década de 1960, los Países Bajos encontraron yacimientos de gas natural en el pueblo de Slochteren, cerca del mar del Norte. El descubrimiento incrementó las exportaciones de este hidrocarburo y a finales de la década de los 60 produjo un efecto nefasto para la economía neerlandesa: como consecuencia del aumento de la entrada de divisas el florín neerlandés experimentó una gran apreciación y dañó al resto de exportaciones del país, perjudicando a la industria clásica por la desindustrialización provocada por el aumento de mano de obra e inversiones al nuevo sector económico.

El llamado "mal holandés" ha quedado como un ejemplo para la teoría económica de cómo el aumento espectacular de la riqueza repercute negativamente si se destina a la compra de bienes nacionales no importados y no a la importación. Los Países Bajos consiguieron reponerse a este acontecimiento y aprendieron: cada diez años realizan profundas reformas económicas para adaptarse a los ciclos cambiantes. En consecuencia, los Países Bajos siguen siendo una de las grandes economías de la Unión Europea y del mundo, con un muy bajo desempleo e inflación.

Ejemplos como el neerlandés se han dado antes en la historia, como en la entrada de oro americano en la España del siglo XVI, la fiebre del oro de Australia de la década de 1850, y otros tantos en el siglo XX y XXI en diversos países, casi todos relacionados con el descubrimiento de hidrocarburos. Muchos países supieron emplear con acierto los beneficios de su sector petrolífero, y gobiernos como el noruego crearon un fondo de inversiones (Oljefondet) donde destinar los ingresos del petróleo para hacer frente a las variaciones del precio del crudo y para una futura disminución de ingresos y otro fondo para garantizar las pensiones del país.

Sería interesante que el debate público en España, una vez liberados del debate sobre la fecha electoral, abriera un frente sobre la reforma de la economía. No ya de la prima de riesgo o de la colocación de la deuda española, sino de la estructura económica de nuestro país. Aun con todas las reformas, la bajada del empleo anunciada hoy se debe al sector público y la construcción. Seguimos confiando en la construcción. Quizás habría que plantearse por qué la Unión Europea pierde en competitividad y por qué España es tan conservadora para emprender. Al final, volvemos al quiero y no puedo: la necesidad de invertir más en educación y en I+D+i, que como vemos en algunas comunidades, no parece estar en las preocupaciones del cortoplacismo político.

Enlaces de interés:
Christine Ebrahim-zadeh - El síndrome holandés: demasiada riqueza malgastada
Rafel Pampillón - ¿Qué es la enfermedad holandesa (mal holandés)?

viernes, 22 de julio de 2011

Una vuelta a la pregunta ¿qué es la Historia?


Hace casi dos años hice en este blog una reflexión personal acerca de lo que es la Historia. Casi dos años después, quiero volver a plantearme esa cuestión.

En la entrada de septiembre de 2009, recogí su origen griego, ἱστορία, "conocer, informarse de". Los historiadores siempre han pretendido llegar a la verdad de los hechos pasados. Como dije, la "verdad" es algo tan subjetivo que ha querido significar cosas muy distintas. En la gran, si no toda, mayoría de ocasiones, como recogía mi amigo Rou en los comentarios, la Historia "sigue sometida a los designios del importante, del que vence y por lo tanto la objetividad es imposible". Ciertamente, los cronistas trabajaban para las distintas cortes, elaborando una historia que legitimara la posición de los que detentaban el poder.

Algo que parece tan indiscutible, como es la idea de decadencia del Imperio Romano - aunque estuviera presente en los escritos de los romanos de incluso antes del Principado-, es un constructo de los pensadores de la Alta Edad Media para justificar las nuevas monarquías germanas. Los contemporáneos de los últimos emperadores occidentales no tuvieron esa impresión, ni siquiera en 476, año de la caída de Rómulo Augústulo. ¿No siguió existiendo un Imperio Romano en Oriente hasta 1453? Los orientales se consideraban tanto griegos como romanos, sinónimos para ellos, y denominaban a su imperio Romania. Sus conquistadores turcos lo tenían muy claro y lo denominaban Rûm: cuando los turcos selyúcidas conquistaron Anatolia llamaron a su nuevo dominio "Sultanato de Rûm", porque estaba establecido en un territorio que había sido durante mucho tiempo posesión del Imperio Romano. Como la idea de decadencia, la consideración del Imperio oriental como griego y no romano fue establecido en la Alta Edad Media, esta vez por los carolingios y luego por los emperadores del Sacro Imperio Germánico y por el Papado, para justificar la "independencia" de Occidente del Imperio y de la Iglesia oriental y legitimar tanto la preeminencia en Europa occidental del obispo de Roma como la proclamación de Carlomagno y sus vástagos como emperadores. Esa idea fue aceptada por la Ilustración, donde historiadores como Gibbon intentaron descubrir las razones de esa decadencia. Como vemos, la Historia ha ido construyéndose al calor de los intereses de los grupos dominantes e ideas construidas se han convertido en "eternas" y universalmente aceptadas.

En el templo de Delfos estaba inscrita una frase que era de suma importancia para los griegos, "conócete a ti mismo". La Historia forma parte de ese proceso de conocimiento de uno mismo y de los demás. No es sólo mostrar "lo que realmente aconteció", en palabras de Ranke. Bitdrain comentó también en este blog que la Historia "es el arte de proyectar hacia adelante las consecuencias que hacen el presente". Su opinión me parece bastante complementaria a la de E. H. Carr, es "un continuo proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado".

La Historia, por añadir una opinión más, es comprender el pasado para entender el presente. Tiene sus riesgos, obviamente; muchas veces intentamos comprender el pasado o lo que nos rodea desde perspectivas muy contemporáneas o, en nuestro caso, eurocéntricas. La Historia fue moralizante; quizás nunca pierda un poco de eso, si antes servía para dar ejemplos de moral y comportamiento de las grandes figuras de la humanidad, ahora permite comprender cómo vivían, qué pensaban y cómo se comportaban nuestros antepasados y por qué, abriéndonos las puertas al conocimiento de los demás, y por tanto a entendernos a nosotros como parte una sociedad.

jueves, 21 de julio de 2011

El gürtel puede con Camps


Nos habíamos acostumbrado a la fanfarronería de los líderes conservadores. Rajoy no dejaba de apoyar a Francisco Camps, sus lugartenientes desdeñaban la labor de la justicia y el presidente valenciano confundía votos con fallos judiciales inapelables. Por eso, su última victoria electoral, hace apenas dos meses, le convenció de que los votos perdonan todos los delitos, delitos de los que, decía, no era culpable "porque se paga sus trajes".

Bien, al menos los trajes del caso Gürtel, con los que se le acusa de cohecho, no están pagados por él. Porque cuando el juez ya no ha dejado otra opción entre declararse culpable o ir a juicio de una vez, a Camps se le han cerrado todas las salidas: o se enfrentaba al escarnio de seguir siendo presidente de la Comunidad Valenciana declarándose culpable y pagar una multa por evitar un juicio, pero pasando a poseer antecedentes penales, o enfrentarse al juicio y a la posibilidad de ser condenado por cohecho e inhabilitado. Al final, mientras otros acusados han aceptado declararse culpables, Camps ha optado por la vía del medio al hacer caso de las presiones personales y políticas por dejar su cargo. ¿Por qué? Porque en el camino al poder de Mariano Rajoy, un curioso camino donde el caminante no camina, sigo que permanece en el mismo sitio, esperando que le concedan la victoria, no puede haber ningún obstáculo, y la mancha de un presidente conservador condenado, que había sido uno de los principales apoyos de Rajoy contra las pretensiones de otros barones regionales -o baronesas- era una piedra demasiado grande para sortearla.

No obstante, la mancha sigue ahí. Camps no ha dimitido pidiendo perdón, ni reconociendo su culpa. Su discurso de dimisión, que he leído íntegro, es un sinsentido de cabo a rabo. No dice la razón de su dimisión. Es "un sacrificio político y familiar" para la victoria de Rajoy por un proceso, el del Gürtel, "que nadie entiende". Poco más nos explica Camps, ninguna razón real da, pero sigue totalmente convencido que tres mayorías absolutas consecutivas dan la absolución judicial.

Actitudes tan canallas como la del dimitido presidente valenciano evidencian una grave degradación de la política. Personas como esta intentan dar la razón a los que piensan que "todos los políticos son iguales" o que la política no tiene nada que ver con la gente normal. Pero no es cierto. Como en todo, en la política nos encontramos desde la gente más honesta a la más deleznable, y hay muchos así, ciertamente. Pero la política es todo lo que tenga que ver con el ordenamiento de la polis, la cosa pública, que pertenece a todos los ciudadanos. Los ciudadanos tenemos que vigilar con ahínco las decisiones de nuestros representantes y premiar o censurar en consecuencia.

Es necesario, en suma, poseer la virtud política, que deben tener todos aquellos que quieren vivir en sociedad. Políticos como Camps, Rajoy, o muchos otros y de tantos partidos, si aceptan la existencia de gente que abusa de su poder en beneficio personal, carecen de virtud. Los ciudadanos también tienen su parte de la culpa. El voto es libre, cierto, pero concedido a mayores de edad que se supone responsables de sus actos. Votar a un político que se sabe corrupto -¿o es que no sabíamos lo que pasaba con los trajes de Camps hace dos meses, cuando ganó las elecciones regionales?- demuestra muy poca virtud política. Vale el ejemplo de Camps como el de cualquier otro: ninguna persona merece el voto sea de la ideología que sea. Actitudes como la de los políticos corruptos victoriosos electoralmente perjudican el sistema democrático: la mayoría electoral desvirtúa el sentido de la voluntad general y la sustituye por la tiranía de la mayoría, la voluntad de una mayoría movida por sus propios intereses, la oclocracia, en definitiva.

martes, 19 de julio de 2011

A vueltas con España y el Estado Español


La construcción de la nación en España ha traído de cabeza a los historiadores. Entre ellos, por citar dos ejemplos, Borja de Riquer cree que la monarquía de los Austrias no logró integrar los diversos estados de la corona y que el proyecto de nación española del siglo XIX fue un intento fallido y posibilitó el surgimiento del nacionalismo periférico. Juan Pablo Fusi entiende que la construcción nacional española fracasó por la debilidad del Estado al no tener ni recursos ni un proyecto político nacionalizador, pero también por verse desafiado por el nacionalismo periférico. El fuerte localismo controlado por el caciquismo y la inexistencia de un proyecto educativo para alfabetizar y nacionalizar a los españoles, entre otras cosas, provocó esa distinción entre la "España real" y la "España oficial" que mencionaba Ortega y Gasset.

Este largo debate nunca se ha resuelto. La construcción nacional de España, como vemos, fracasó en el siglo XIX e inicios del XX. La II República, de no ser por su brutal y prematuro final, quizás hubiera tenido éxito a largo plazo con sus proyectos de autonomía regional, su ambiciosa reforma educativa inspirada en los valores de la Institución Libre de Enseñanza y la abortada colaboración política entre partidos con vías a la moderación: la Izquierda Republicana de Azaña con los socialistas y la Esquerra Republicana catalana, entonces federalista, por un lado; y la colaboración entre las derechas vasconavarras (PNV, carlistas, católicos) por la autonomía del País Vasco-Navarro y la formación del bloque de derechas con la CEDA y la Lliga Catalana. En un ambiente distinto, de moderación, quizás se hubiera resuelto el problema regional y hubiera triunfado un concepto de España más progresista y liberal. Como sabemos, no sólo la Guerra Civil sino todos los problemas arrastrados sin resolver desde el siglo anterior imposibilitaron esta vía.

El franquismo fue el culpable de la negativización y negación de España: la imposición de un nacionalismo homogeneizador, negando las diferencias culturales regionales, y aplicando una política unitarista y asimilacionista creó una imagen tan negativa de España -católica, uniforme y autoritaria- que el efecto fue la polarización y la reafirmación del nacionalismo periférico, ahora con nuevos argumentos frente al nacionalismo españolista, larvando hasta el fin de la dictadura. Entre esos dos mensajes, la realidad del país -la pluralidad cultural de la sociedad, heterogéneamente diversa incluso en las regiones con mayores particularidades culturales- quedó manipulada. La dictadura consiguió convertir ese proyecto de España como el único existente, como el demonio a combatir por el nacionalismo y la izquierda federalista o autonomista.

El nacionalismo periférico y la extrema izquierda, en su negación de España, la han venido a denominar como "Estado español". "España" es, a pesar de ser la denominación oficial del país, una palabra tabú, un reconocimiento como nación que, a su juicio, no puede tener. Quizás tenga su modo de ser para el argumentario y los textos nacionalistas y antiespañolistas. Por supuesto, confundirlo en términos académicos es un gravísimo error.

¿Qué es un Estado? ¿Qué es una nación? En definitiva, ¿cuándo es acertado decir España o decir Estado español? Por ir a una definición sencilla de lo que es Estado, el Diccionario de la RAE lo define como "conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano". Por añadir la definición de Max Weber, el Estado posee el monopolio legítimo para la coacción o la violencia. Para nación, la RAE señala dos acepciones: "conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno" o "conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común". Y, finalmente, país es la "nación, región, provincia o territorio".

Con estos conceptos, deberemos concluir que no podemos establecer "Estado español" como sustituto de "España" de la manera tan insistente que quieren creer algunos. Para los habitantes de España, es lógico decir "vivo en España" y no "vivo en el Estado español" ya que, según la definición de Estado que hemos recogido, es imposible. Mencionaremos Estado para referirnos a todos o uno de los órganos de gobierno que lo conforman. Al citar, por ejemplo, a las decisiones que han realizado varios países sobre un tema, sabemos que los han ejecutado sus gobiernos, que son representantes de sus países y reconocidos como tales por su población y por la comunidad internacional; por ello, es indistinto decir que "(tal país) ha decidido esto o lo otro" que "(tal gobierno) ha decidido esto o lo otro", puesto que sabemos a qué nos estamos refiriendo. Hace no poco escuché la frase "... Portugal, Francia, Estado español (...) han hecho tal cosa". Aquí se ve una connotación política clara, forzando el lenguaje de una manera ridícula.

Por supuesto que la voz "Estado español" es válida para otras situaciones: comparaciones entre diversos Estados entendidos como superestructuras jurídico-políticas, por emplear un término marxista, donde pudiéramos diferenciar, por ejemplo, la organización federal del "Estado alemán" de la organización autonómica del "Estado español". Este ejemplo nos lleva a una paradoja: gran parte de las fuerzas políticas que critican al "Estado español" forman parte de este al tener representación en diversos órganos como municipios, autonomías, etcétera. Diferenciar estos de los órganos centrales del Estado posee otra connotación política, negando de hecho que esas instituciones son integrantes del Estado legitimado por la Constitución de 1978. Muchas veces oiremos, no solo en los discursos nacionalistas, sino en la prensa menos nacionalista o de boca de muchos entender el Estado como el gobierno y el parlamento central. Sin llegar a ser mussolinianos, nada (de las instituciones españolas) quedan fuera del Estado.

Concluyendo, en este texto no se ha entrado en el tema identitario, aunque nos hemos acercado a él, pues está íntimamente ligado con lo que hemos discutido. No obstante, hay que saber qué conceptos manejamos u oímos y quién o por qué se distorsionan en nombre de qué intenciones.

miércoles, 6 de julio de 2011

"Amreeka", una mirada árabe de Estados Unidos


"(...) He aprendido todo el lenguaje y lo he deshecho para componer
una única palabra: Patria..."

Yo soy de allí
Mahmud Darwish

Patria. ¿Qué es la patria? En wikipedia se recoge un comentario a un ministro italiano: "¿Qué entiende por nación, señor ministro? ¿Es una masa de infelices? Sembramos trigo pero no comemos pan blanco. Cultivamos la vid pero no bebemos vino. Criamos ganado pero no comemos carne. No obstante, usted nos aconseja que no abandonemos nuestra patria. ¿Pero es una patria el lugar donde alguien no puede vivir del propio trabajo?"

Con estas mismas palabras podríamos empezar a hablar de "Amreeka" (la pronunciación en árabe de América), película de la cineasta estadounidense de origen palestino, Cherien Dabis. El título señala la intención de la directora por plasmar en una palabra "que resumiera la mezcla de las dos culturas", la árabe-palestina y la estadounidense, que se relacionan, se chocan y se encuentran finalmente en este precioso relato.

La narración comienza en Palestina, en los territorios ocupados por Israel, donde Muna, una palestina divorciada trabaja en un banco y cuida a su familia, un hijo adolescente y una madre anciana. Cada día, Muna, junto con otros tantos miles de palestinos, sufren la humillación del lento tránsito por los controles del ejército israelí bajo la sombra del nuevo muro de la vergüenza. Humillación que se convierte en una tortura psicológica cotidiana, convertidos todos los palestinos, de todas las condiciones -edad, condición social, sexo...- en un único ser: el sospechoso, el enemigo, el terrorista. Así es la verdadera manifestación del muro: no es la seguridad, es la humillación a todo un pueblo y un insulto perpetuo a la humanidad.


La vida de Muna y su hijo dan un vuelco cuando les conceden el permiso de trabajo en Estados Unidos. Con mucho dolor, dejan su patria y a su familia por la tierra de las oportunidades. Mientras, esa misma tierra, the land of the free and the home of the brave, bombardea e invade Irak. Muna y su hijo Fadi son como aquellos inmigrantes de siglos pasados, los venidos de un continente roto por eternas guerras y, como aquellos, quedan asombrados por las luces y las vastas dimensiones del Nuevo mundo, ese cuyo horizonte está coronado por grandes rascacielos que proclaman en sus cabezas el honor de ser esa patria de la libertad, como antaño la Estatua de la Libertad recibía a los recién llegados recitando con una potente voz silenciosa el poema de Emma Lazarus:

"¡Guardaos, tierras antiguas, vuestra pompa legendaria!, grita ella.
Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres
vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad
(...) ¡Yo elevo mi faro detrás de la puerta dorada!"

Pero, como los inmigrantes de hace un siglo, ellos tenían su Isla de Ellis, una nueva humillación modernizada donde también son el mismo estereotipo: el extranjero, el árabe, el posible terrorista. A partir de aquí, Muna y Fadi deben enfrentarse a un país que aún tiene presente la tragedia del 11-S y está convencido de su liderazgo internacional contra un terrorismo que, resumidamente, creen que combaten en cada país que el gobierno de Bush ha señalado como enemigo. "Mi hermano está luchando en Irak para que sean libres", señala un adolescente en la película, perfecto resumen de las consecuencias de tanta propaganda producida desde el poder: la ignorancia. Porque, ¿no se decía lo mismo de Vietnam?

Dentro de tanta hostilidad y desconfianza, surgen aquellos personajes que no están cortados con el mismo patrón de esa masa recelosa. Con esa visión alegre que nos transmite la película, la conversación entre Muna y el director del nuevo instituto de Fadi, el señor Novatski, es quizás una de las miradas más desenfadadas que resumen las sinrazones de los conflictos: la ignorancia y el temor que caen cuando se descubre que el otro no es como pensábamos, y nos percatamos que no somos tan distintos. En el caso de Novatski, él aprende que no todos los árabes son musulmanes -Muna y su familia son cristianos, "somos una minoría aquí y también allí", se lamenta ella-, y Muna descubre que no todos los judíos son como le han enseñado en Palestina. Y esa es quizás la lección más importante que nos puede dar "Amreeka", que quizás los conflictos serían muchos menos si se dejara a la gente conocerse y hablar tranquilamente, liberados de los prejuicios y estereotipos con los que somos constantemente bombardeados.

"(...) Todos los pájaros que ha perseguido
la palma de mi mano a la entrada del lejano aeropuerto,
todos los campos de trigo,
todas las cárceles
todas las tumbas blancas
todas las fronteras
todos los pañuelos que se agitaron,
todos los ojos,
estaban conmigo, pero ellos
los borraron de mi pasaporte (...)"

Pasaporte
Mahmud Darwish


martes, 5 de julio de 2011

SeR de esta semana

Escrito en el que se hace un resumen de las publicaciones de esta semana en SeR (Socialistas en Red) ###






img logo ser socialistas en red rosa roja
Les presentamos una selección de los escritos de los amigos y compañeros de SeR (Socialistas en Red). Selección acotada entre los días Lunes 27 de junio y Sábado 2 de julio, ambos inclusive.

















img javier bouzas
La cultura de la Transición, ¿qué es? y ¿se muere?

La irrupción del movimiento de los indignados retoma el debate, iniciado hace relativamente poco tiempo, de la denominada "cultura de la Transición". La cultura de la Transición, como cultura dominante, es un modo de entender la situación española tras 1978, las relaciones entre el Estado como promotor de un discurso de legitimación, los intelectuales encargados de "producir" ese discurso y su incidencia en nuestras interacciones con ellos y con el modo de comprender el presente. Nuevos actores y el resurgimiento de antiguos elementos "problemáticos" ¿están suponiendo una amenaza a una forma de gobierno, la democracia representativa y de sistema de partidos actual? o, por el contrario, ¿es una señal de un conflicto generacional en España, basadas en una diferencia de experiencias vividas?