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viernes, 28 de septiembre de 2007

La consulta de Ibarrexte


El lehendakari Juan José Ibarretxe ha anunciado en el debate de política general del Parlamento vasco que convocará a los vascos a decidir sobre su futuro el próximo 25 de Octubre de 2008, bien como consulta vinculante o no.

Para ello quiere pactar con el gobierno central un acuerdo que contenga el respeto a la voluntad del pueblo vasco, aprobar el acuerdo en el Parlamento vasco y convocar el referéndum, o bien una consulta no vinculante, y en caso de no ser aprobada disolver la cámara y convocar elecciones.

Bien, las funciones de un gobierno autónomo deben consistir en la mejora del nivel de vida de sus ciudadanos, punto. ¿Acaso el actual gobierno vasco lleva a cabo una buena gestión? La respuesta es no. La política del gobierno, conformado por dos partidos nacionalistas, uno democristiano, otro socialdemócrata y un partido federalista ex-comunista, ha girado más al debate identitario que en la preocupación por el bienestar social más allá de los planes de viviendas impulsados por Ezker Batua; ha primado una de las dos lenguas oficiales en el territorio vasco, el euskera frente al castellano; se muestra insensible a la angustia de parte de la sociedad vasca, que vive aterrada frente a los sectores más radicales del nacionalismo, que tanto hablan de democracia y de libertad de decisión pero tratan de fascistas, o peor, agreden, a quienes no defienden sus postulados. Y la máxima expresión de esa violencia radical es ETA.

Ibarretxe pretende hacer llevar a Euskadi a un paraíso inventado, basado en una historia inexistente y en unos derechos malinterpretados a sabiendas. Porque, en contra de los postulados del nacionalismo radical vasco, el Estado español, España, no oprime a ninguna nación vasca. Porque, en contra de los postulados del nacionalismo reaccionario españolista, la sociedad vasca no merece que se la confunda con las ideas de una minoría.

La sociedad vasca no se halla oprimida, más que por parte del nacionalismo abertzale. La sociedad vasca ya tiene su libertad de decisión, y la ejerce cada día, cada ciudadano, cada individuo. La sociedad vasca ya tiene su Estado, que es España, y España es la garantía para los vascos que sus derechos democráticos y su nivel de vida van a ser garantizados, porque una Euskadi sin España es una Euskadi en peligro de caer bajo el terror de ETA o de vivir bajo un gobierno perpetuo del PNV al estilo del PRI mexicano, con todo lo que ello conlleva.

Visto que el PNV manifiesta su incapacidad de garantizarse el apoyo social mediante medidas reales, sólo por declaraciones patrióticas, no se puede contar con él para una Euskadi más libre y próspera. Tampoco con Eusko Alkartasuna o Aralar, cuya máxima es todos los problemas se resuelven con la independencia, es también la manifestación de no poner sus fuerzas para la defensa de las medidas sociales progresistas, independientemente de si Euskadi permanece o no en España; es casi como traicionar a las clases humildes y aparcar sus aspiraciones de bienestar.

Del Partido Popular tampoco se puede contar, obcecado en su visión cerrada de España como nación uniforme. De Ezker Batua resulta casi gracioso que su hermana mayor, Izquierda Unida, eche pestes de cualquier cooperación con la derecha, y en Euskadi gobierne con un partido tan de derechas y tradicionalista como es el PNV, y al igual que EA y Aralar prefiera seguir por la vía de proponer autodeterminaciones o federalismos, eso no es lo que sus votantes o potenciales votantes quieren, y así se refleja en sus escasos resultados electorales. De los abertzales es mejor no hablar, solo desear que sigan el camino de Aralar y condenen la violencia, amén de respetar a quienes no opinan acorde a su pensamiento único.

Es necesario más que nunca al Partido Socialista de Euskadi, en su papel de no dejarse llevar por ningún nacionalismo de ningún tipo, con su carácter transversal e interclasista, para convencer a la sociedad de la unitilidad del nacionalismo en un mundo cada vez más intercultural, más próximo y más culto. Son necesarias la defensa de las aspiraciones de las clases humildes, la gestión eficaz de las competencias institucionales, la buena conducción de una economía social de libre mercado, solidaria y respetuosa con los derechos de todos los trabajadores.

La generación de riqueza y su justa distribución, la defensa de la democracia participativa y de los derechos humanos, los valores de la paz, del respeto y de la justicia social, la administración competente... frente al nacionalismo excluyente, la imposición de una lengua y una cultura frente a la pluralidad, el pensamiento único, el mirar a otro lado frente a la violación de los derechos, una administración corrupta, ineficaz y llena de nepotismo.

Son los valores por los que debe presentarse el socialismo democrático.

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