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lunes, 17 de diciembre de 2007

Relaciones Laborales, Sindicalismo y Movimiento Obrero (III)

Sindicalismo revolucionario francés

Nace en el II Imperio francés después de una dilatada gestación, marcada por las decepciones políticas experimentadas por los trabajadores que actuaron junto a la burguesía republicana en las situaciones revolucionarias. Existe por tanto una desconfianza del sindicalismo por los partidos políticos.

En la Restauración borbónica de 1814-1830 emergió un asociacionismo obrero en sectores artesanales con forma de mutualismo. Cubrían riesgos de enfermedad, vejez y defunción cubiertos por elevadas cotizaciones de sus miembros (una jornada por mes). Las ayudas se deslizaba a la resistencia para impedir descensos salariales en crisis, las protestas fueron espontáneas y descoordinadas. En el sector textil tuvieron un carácter violento semejante a la violencia luddita.

El socialismo moderno comienza con el utópico de Claude Henry, conde de Saint-Simon.

La revolución de Julio de 1830 marcó el comienzo de una etapa que se prolongó hasta la revolución de 1848. El liberalismo de Luis Felipe de Orleáns impulsó un desarrollo económico transformador con la réplica de una profusión doctrinal: Proudhon, Fourier, Blanc y Cabet ponen de manifiesto la falacia de la armonía social de la economía de libre mercado autorregulado. Es una época de germinación ideológica más que de asociación obrera.

En el II Imperio se da una industrialización acelerada y proletarización laboral, con una inicial represión del movimiento obrero para luego un paternalismo cesarista, legalizando las coaliciones obreras para incluir el sindicalismo en el régimen. Eran de inspiración proudhiana, pero sin dejar de lado el marxismo que entró por la Sección Francesa de la Primera Internacional, en 1865.

Con el fin del II Imperio dio paso a la convergencia obrera en la Comuna de París de 1871, pero su derrota desemboca una violenta represión en los primeros años de la III República, sin reorganización sindical hasta 1876 cuando un congreso obrero en París se reafirmó en desvincular al sindicalismo de la política de partidos. En el congreso de 1879 se aceptaron las tesis colectivistas del socialismo y la creación de una federación de trabajadores, creándose el Partido Obrero Francés, marxista y liderado por Jules Güesde. Los guedistas eran partidarios de la sumisión del sindicalismo a la estrategia de partido, pero se quedaron en minoría frente a los posibilistas de Brousse y Allemane, defensores de un sindicalismo autónomo. Esto llevó a la escisión en 1882 de los posibilistas que crearon la Federación de los Trabajadores Socialistas de Francia. A su vez de éstos se escindió el grupo de Allemane en 1890 fundando el Partido Obrero Socialista Revolucionario.

La actividad sindical quedó regulada por ley el 21 de marzo de 1884. La rivalidad socialista por la hegemonía del movimiento sindical propició la entrada del anarquismo. La táctica anarquista de independencia política y la táctica de acción directa y huelga general propició un reordenamiento de fuerzas que creó la Confederación General del Trabajo (CGT) en el congreso de Limoges de 1895. Sus estatutos de la confederación, mal estructurada orgánicamente y de sindicatos muy diversos no fueron aprobados hasta el congreso de Montpellier de 1902. Se estableció el apoliticismo partidista y el objetivo de acabar con el régimen del trabajo asalariado.

La idea de huelga general revolucionaria fue teorizada por Pelloutier y divulgada por Briand (luego ministro y presidente de gobierno) atrajo a muchos socialistas. En el congreso sindical de Nantes de 1894 la oposición guedista a la huelga revolucionaria fue derrotada, lo que fracturó el movimiento obrero francés en una rama sindical (CGT) y una rama política formada por las corrientes socialistas que se reunificaron en 1905 en la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO) por el liderazgo de Jean Jaures.

La reunificación socialista obligó a la CGT a replantear la relación sindicato-partido en el congreso de Amiens de 1906. Acudieron 61 federaciones que agrupaban 2.399 sindicatos con un total de 120.000 afiliados. El resultado fue la Carta de Amiens porque la propuesta de aproximas la CGT a la SFIO salió derrotada. El congreso al aprobar la expulsión de la ideología partidista definió un sindicalismo revolucionario. Propugna la acción directa reivindicativa directa como labor cotidiana y la huelga general revolucionaria como instrumento de la clase obrera para establecer la futura sociedad, organizada por el principio de libre asociación de productores, tras la destrucción del Estado y de la propiedad privada.

Al romper con la relación partidista y con las instituciones el sindicalismo revolucionario se autoconcebía como movimiento minoritario avanzado que actuaba sin tener en cuenta a la masa inconsciente no iluminada por el espíritu vivificador de la rebeldía. Se explica su baja afiliación y la proliferación de huelgas con resultados dramáticos. Ante el activismo sindical los gobiernos franceses de 1906 a 1913 respondieron con una brutal represión, recurriendo frecuentemente al ejército. En 1914 la CGT contaba con 600.000 afiliados de un total de 15 millones de asalariados en Francia.

Pese a que en caso de conflicto la CGT declararía una huelga general revolucionaria al estallar la I.G.M y decretarse la movilización general la confederación deploró el hecho y colaboró en la defensa de la patria. En Gran Bretaña los sindicatos cortaron las huelgas renunciando a ese derecho que también habían hecho los sindicatos alemanes.

El internacionalismo proletario de Marx no superó la prueba de 1914, no sólo en las relaciones laborales sino en la inhibición del Estado liberal.

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