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lunes, 21 de enero de 2008

El renacimiento socialista


El arco político italiano, fragmentado en multitud de partidos a izquierda y derecha y polarizado en dos bloques antagónicos, está moviéndose. La derecha berlusconiana intenta reagruparse en el Partido de la Libertad, pero ni los democristianos de centro ni la ex fascista Alianza Nacional parecen tener mucho empeño en la unidad de la derecha. Por otro lado, la izquierda, agrupada en la coalición L’Unione, parece querer asentarse en tres grandes ramas: los Demócratas de Izquierda y los cristianos progresistas de La Margarita han creado el Partido Democrático, aún de dudosa definición ideológica, una mezcla de socialdemocracia, liberalismo social y humanismo cristiano; la izquierda radical de Federación de los Verdes, Izquierda Democrática, Refundación Comunista y Partido de los Comunistas Italianos está formando una alianza que provisionalmente recibe el nombre de la “Cosa Rossa”; y, por último, el Partido Socialista Italiano ha resurgido de la “diáspora socialista”, como ellos lo llamaban.

Son los Socialistas Democráticos Italianos, Los Socialistas Italianos, Socialismo es Libertad, Democracia y Socialismo, Nuevo Partido Socialista Italiano y La Rosa en el Puño, entre independientes provenientes de otros partidos de la izquierda.

Desde los escándalos de corrupción que minaron la República Italiana y redujeron a las cenizas al Partido Socialista, a otros partidos del pentapartito y a la todopoderosa Democracia Cristiana, la política italiana ha venido bamboleándose entre Berlusconi y Prodi. Divisiones, escisiones, crisis de gobierno… en una palabra: inestabilidad.

Y ya, por fin superada la crisis, de la atomización a la concentración. Todo llama a que el gobierno Prodi no sobrevivirá mucho por las continuas crisis en las mayorías parlamentarias: Mastella, líder de los democristianos de UDEUR, entre otros de su partido, ha sido acusado de corrupción y la salida del gobierno de este partido dificulta la escasa mayoría parlamentaria de izquierdas.

No me atrevería a diagnosticar el resultado de unas futuras elecciones en Italia, no sé a ciencia cierta qué sucedería, si una victoria del centroderecha por el ridículo de las formaciones minoritarias de la izquierda para imponer sus tesis frente a las mayorías, pero también en cierto la contestación que Berlusconi sufre en su propia coalición: el democristiano Casini y el derechista Fini son partidarios del relevo en la cabeza de la coalición. Uno de ellos, casualmente. Rajoy no es el único líder (¿realmente lo es?) de la derecha europea cuyo liderazgo es puesto en duda. ¿Podría triunfar la izquierda? Es posible, máxime con la renovación que supone la fundación del Partido Democrático y la elección como máximo líder de Walter Veltroni, popular alcalde de Roma y muy valorado en toda Italia (como vemos no sólo España tiene un alcalde muy popular en toda la nación, sólo que Veltroni sí goza de la simpatía de su partido). Lo claro es que las siguientes darán una izquierda redefinida: Partido Democrático, Partido Socialista y la alianza radical, más algún pequeño satélite que se resista a la integración. Fragmentación, sí, pero menos.

Y sin embargo no puedo dejar de alabar los sistemas multipartitos. La necesidad de someter a un partido mayoritario o a un candidato al diálogo con otras formaciones y la elaboración del programa común no es otra cosa que el práctico ejercicio de la democracia, y la imposibilidad de la imposición de un único programa político frente al resto de la sociedad. El punto flaco de Italia es su inestabilidad. Cuando hace unos meses visité Roma pude ver la gran proliferación de la propaganda política, y unido al conocimiento de la alta participación electoral podemos suponernos que Italia es un país democrático de gran actividad y relación partidos-ciudadanía. ¡Y ese es un punto importante en cualquier democracia!

Los partidos políticos no son instrumentos monolíticos dirigidos por la dictadura férrea de una cúpula elitista, o, al menos, no es ese el camino a seguir. Los partidos están atados a la sociedad: su comportamiento se mueve en torno a los intereses y ánimos de sus potenciales electores, de las reacciones y opiniones de los sectores mediáticos y del contexto político y económico internacional. Así pues, el sistema democrático de partido es por esencia vivo y plenamente libre. ¿Y el sistema representativo puede tornar participativo? La respuesta es sí, e internet es un arma fabulosa para lograr la participación.

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