Gordon Brown parece subido a una montaña rusa, tan pronto como sube, cae, y cuando cae, vuelve a subir en el momento más inesperado. Sus primeros meses como sucesor de Tony Blair los encabezó con el lema “Not Flash, Just Gordon” (No Flash, sólo Gordon), como un aire fresco al gobierno y al Laborismo. Cuando todo iba bien, economía incluida, y los Conservadores permanecían aún en la inopia política, se oyó el rumor de las elecciones anticipadas para legitimar su posición, puesto que no ha sido candidato a primer ministro en las elecciones. El miedo a perder le hizo echarse atrás, y eso fue lo que le hundió. Los Conservadores eligieron a David Cameron como líder y se situaron en el primer lugar en las encuestas. En su congreso, los Conservadores estaban en cabeza, pero la crisis ya se sentía en Gran Bretaña. Brown se encontraba a la espera que el Laborismo le echara, conscientes de que pueden perder las elecciones tras 11 años en el poder.
Entonces, el congreso anual del Laborismo dio aires a un nuevo Gordon Brown para capitanear al país en medio de la crisis económica. No por nada ya fue canciller del Exchequer (ministro del Tesoro). Su estrategia: capitalizar los bancos en crisis con el acceso del gobierno a los bancos, prácticamente nacionalizarlos. Casi un viejo remedo de los postulados socialdemócratas, que toda Europa ha copiado. Una economía socialdemócrata descafeinada protagonizada por la antigua derecha neoliberal, ¡hasta ese extremo se han visto obligados a dar la razón a la socialdemocracia! Aunque una política socialdemócrata únicamente en los períodos de crisis no es socialismo, sino oportunismo cínico de esos neoliberales sin ideas coherentes.
Se ha ganado una segunda oportunidad, ésa es la idea. Otros lo comparan con la popularidad ganada por Thatcher tras la Guerra de las Malvinas. Mientras, Brown intenta consolidar su imagen antes de que llegue lo más crudo de la crisis: la recesión y el paro. El Gobierno laborista tiene que mostrar su buen hacer en el terreno económico, antes en bonanza, ahora en las vacas flacas. Y convencer a su base electoral que hace lo correcto por ellos, porque serán los más perjudicados por la crisis del capitalismo descarnado.
Mientras, los Conservadores se han vuelto a quedar sin discurso. Por un lado, y eso les honra, no quieren hacerle la guerra al Gobierno, sabiendo que quedarían como irresponsables ante la ciudadanía por la gravedad de la crisis. Por otro lado, lo que ha llevado a esta crisis ha sido ni más ni menos que la ideología bandera de su antigua líder Margaret Thatcher: se está recogiendo el desastre que ellos sembraron. Y otra razón más, y es que no pueden criticar a los fondos de inversiones porque una parte de ellos financian las arcas del Partido Conservador con el dinero ganado en la especulación del mercado.
Entonces, el congreso anual del Laborismo dio aires a un nuevo Gordon Brown para capitanear al país en medio de la crisis económica. No por nada ya fue canciller del Exchequer (ministro del Tesoro). Su estrategia: capitalizar los bancos en crisis con el acceso del gobierno a los bancos, prácticamente nacionalizarlos. Casi un viejo remedo de los postulados socialdemócratas, que toda Europa ha copiado. Una economía socialdemócrata descafeinada protagonizada por la antigua derecha neoliberal, ¡hasta ese extremo se han visto obligados a dar la razón a la socialdemocracia! Aunque una política socialdemócrata únicamente en los períodos de crisis no es socialismo, sino oportunismo cínico de esos neoliberales sin ideas coherentes.
Se ha ganado una segunda oportunidad, ésa es la idea. Otros lo comparan con la popularidad ganada por Thatcher tras la Guerra de las Malvinas. Mientras, Brown intenta consolidar su imagen antes de que llegue lo más crudo de la crisis: la recesión y el paro. El Gobierno laborista tiene que mostrar su buen hacer en el terreno económico, antes en bonanza, ahora en las vacas flacas. Y convencer a su base electoral que hace lo correcto por ellos, porque serán los más perjudicados por la crisis del capitalismo descarnado.
Mientras, los Conservadores se han vuelto a quedar sin discurso. Por un lado, y eso les honra, no quieren hacerle la guerra al Gobierno, sabiendo que quedarían como irresponsables ante la ciudadanía por la gravedad de la crisis. Por otro lado, lo que ha llevado a esta crisis ha sido ni más ni menos que la ideología bandera de su antigua líder Margaret Thatcher: se está recogiendo el desastre que ellos sembraron. Y otra razón más, y es que no pueden criticar a los fondos de inversiones porque una parte de ellos financian las arcas del Partido Conservador con el dinero ganado en la especulación del mercado.
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