Gasto, sospechas y poca vergüenza. Esos tres términos distinguen al partido conservador. El departamento de Seguridad de la consejería de Interior del Gobierno autonómico de Madrid tiene tres ramas. Según cuenta El País, hay un director general, Enrique Barón; un director del área de Seguridad, Sergio Gamón; y un asesor de Seguridad, Marcos Peña. No hay jerarquía entre ellos. Ello se debe a la desconfianza que existe entre los propios miembros del ejecutivo conservador de Esperanza Aguirre.
Gamón era hombre de confianza de Aguirre. Es el que entró en el despacho del hombre de confianza de Prada, Juan Carlos Fernández, y le requisaron documentos y el ordenador. Durante el paso de Prada y Granados por Interior, el director general despachaba con el vicepresidente, Ignacio González, o el viceconsejero de Interior, afín al vicepresidente. No hablaba ni con Prada o Granados. Sin poder echarle, al ser afín al vicepresidente, Granados montó su equipo, el del espionaje, con guardias civiles de Valdemoro (de donde fue alcalde) y con Marcos Peña.
Cuando se hizo público el robo del ordenador Gamón fue destituido y trasladado a la dirección de área de seguridad y se nombró a Barón como director general. Granados no pudo deshacerse de Gamón, y creó esa área. Anda, pero decían que como había crisis iban a hacer reajustes. Ya, ya. Todo es un juego y una cadena de favores, cargos sin contenido y despilfarro a mansalva. Mientras todo esto pasaba, se espiaba a González, a Cobo, a Lapuerta, a Prada, etcétera. El nuevo en la lista es Ildefonso de Miguel, gerente del Canal de Isabel II, afín al vicepresidente.
Estos políticos son una vergüenza. No es ya ideología, principios o un programa. Es todo un clientelismo, más apropiado a la Roma republicana e imperial, con su corrupción, sus favores y sus matones. Las ideas son una fachada, tras la cual se entregan al pillaje del presupuesto público para llenar la administración de amigos para pagar los favores. Total, cargos creados ex novo para hacer de la administración un INEM para sus amigos. ¡Se quejaba la Comunidad de Madrid de los liberados sindicales! Hay una diferencia: los liberados sindicales se dedican en exclusiva a defender a sus compañeros de trabajo en sus reivindicaciones laborales. Eso en teoría, claro, porque si no es así son igual de parásitos.
Desde la ciudadanía se tiene el arma del voto, de la opinión, de la expresión y de la manifestación para hacer patente el desprecio a esa clase de políticos. Claro que no es lo mismo una manifestación orquestada por la COPE, el Foro de la Familia (excluyente) o cualquier otro tipo de asociación o partido con el fin de hacerle la guerra al Gobierno de España y ser la correa de transmisión de esos políticos repugnantes. Vamos, un rebaño de ovejas sumisas, pero entrenadas como lobos contra el “enemigo”.
Ni liberados para tocarse las narices, ni cargos sin sentido para dar cobijo a todos. Todo eso es un gasto espurio en tiempo de crisis y de no crisis. Parece que la clase política se olvida de que está al servicio exclusivo de los intereses de los ciudadanos, y no al servicio de una minoría para repartirse el pastel. No olvidemos que la ciudadanía en su conjunto es la portadora de la soberanía nacional y, recordando una frase muy apropiada: “El pueblo no debería temer a sus gobernantes, son los gobernantes los que deberían temer al pueblo”. Y si eso no gusta, que los caraduras se vayan a sus casas.
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