El Partido Popular ha decidido, por decisión de su no-líder, Mariano Rajoy, negar la mayor y huir hacia delante. En menos de dos días, empezando por la purga de los imputados conservadores, terminamos, o seguimos, con la reimplantación del argumento conspirativo como máxima pepera para sortear las dificultades. Es decir, todos vemos que en el PP, como puede pasar en otro partido, no es el partido corrupto, sino que contiene corruptos, que deben ser purgados. El comportamiento de su no-líder de la no-oposición es, implícitamente y quizás sin quererlo, reconocer que su partido es el partido corrupto.
El no-líder ha tenido que salir de su preferido “no sé” para responder a todo y no responder nada y salir a la palestra. Escoltado por su cúpula, a modo de Última Cena, proclama la existencia de una conspiración contra su partido por parte de los jueces, fiscales, policías, socialistas y, cómo no, El País.
También, en vez de dejar actuar a la justicia, quieren recusar a Garzón e impedir que continúe su investigación de la trama de corrupción. En esto sigue el ejemplo de Madrid de ocultar el curso de la justicia con su comisión fraude. Por añadidura, el partido conservador se torna en partido antisistema. Donde antes dije digo digo Diego, ahora apoyan la huelga de jueces cuanto antes la censuraban. Y para ello rompiendo el pacto de la justicia.
La nula preocupación del no-líder entre la diferencia del ser y el contener lleva a pensar que el partido conservador es el partido de los presuntos. Presuntos imputados y presuntos principios. Cabe reflexionar si el partido de la derecha se fundamenta sobre sus presuntos valores de “centro”, reformismo, liberalismo y humanismo cristiano; o si bien se fundamenta en realidad como una coalición de intereses personales centrados en el enriquecimiento personal a costa de las instituciones, en la demolición del Estado de bienestar para desamparar y explotar a los trabajadores, y en la manipulación de una masa de gente con ideas conservadoras sinceras, a los que se mantiene en el engaño masivo y en el desprecio absoluto, lo que le negaría la categoría de partido con democracia interna.
El no-líder ha tenido que salir de su preferido “no sé” para responder a todo y no responder nada y salir a la palestra. Escoltado por su cúpula, a modo de Última Cena, proclama la existencia de una conspiración contra su partido por parte de los jueces, fiscales, policías, socialistas y, cómo no, El País.
También, en vez de dejar actuar a la justicia, quieren recusar a Garzón e impedir que continúe su investigación de la trama de corrupción. En esto sigue el ejemplo de Madrid de ocultar el curso de la justicia con su comisión fraude. Por añadidura, el partido conservador se torna en partido antisistema. Donde antes dije digo digo Diego, ahora apoyan la huelga de jueces cuanto antes la censuraban. Y para ello rompiendo el pacto de la justicia.
La nula preocupación del no-líder entre la diferencia del ser y el contener lleva a pensar que el partido conservador es el partido de los presuntos. Presuntos imputados y presuntos principios. Cabe reflexionar si el partido de la derecha se fundamenta sobre sus presuntos valores de “centro”, reformismo, liberalismo y humanismo cristiano; o si bien se fundamenta en realidad como una coalición de intereses personales centrados en el enriquecimiento personal a costa de las instituciones, en la demolición del Estado de bienestar para desamparar y explotar a los trabajadores, y en la manipulación de una masa de gente con ideas conservadoras sinceras, a los que se mantiene en el engaño masivo y en el desprecio absoluto, lo que le negaría la categoría de partido con democracia interna.
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