No han pasado muchos años desde aquellos disturbios de las banlieues (suburbios) francesas, donde los jóvenes se enfrentaron a la policía; mostraron todo su enfado ante el elevado paro que sufren y la discriminación a la que son sometidos, aunque sean ciudadanos franceses con todos los derechos, nacidos allí, pero de padres o abuelos inmigrantes. Y sin embargo, no se consideran franceses: la patria republicana de la fraternidad les niega el amor y el respeto. Ni tampoco del país de sus padres, son unos sin patria y estaban, y siguen, enfadados.
No he podido evitar aquellos acontecimientos cuando leí El País el pasado 3 de marzo. “Yo no me siento español”, rezaba el artículo. No, no eran entrevistas ni estudios a ningún simpatizante del nacionalismo periférico. Por mucho que manifiesten este sentimiento, no harán lo mismo que en los suburbios franceses. Son los hijos de los inmigrantes, nacidos aquí o llegados desde muy pequeños.
Un 65% de ellos, entre los jóvenes de 12 y 17 años, no se considera español. El 40% no tiene interés en quedarse y prefiere ir a otro país desarrollado, como Estados Unidos. Aunque la discriminación es mínima, a su juicio muchos creen que los españoles se sienten superiores.
Los datos de la encuesta publicada no son, en general, muy malos. Pero sí es un aviso de que no hay que descuidar estas cuestiones. Francia las olvidó y ahí se ve lo que pasó en 2006. No hace mucho hubo tensiones en Alcorcón. Está en manos de los Gobiernos de los diversos ámbitos evitar estas tendencias a separarse, recluidos en su mundo, con los suyos, donde se puedan identificar.
Pero también está en manos de los propios inmigrantes y del resto de españoles, y mucho más de los padres de las familias. Si algunos se manifiestan tantas veces para quejarse de abortos, homosexuales y educaciones para la ciudadanía, esperemos que al menos, ejerciendo ese derecho a educar a sus hijos, les eduquen valores para integrar a los que vienen o han venido.
La escuela, está claro, no puede hacer mucho si los padres no hacen nada. Muchos, realmente, no hacen nada (por desidia o por imposibilidad de horario, de ahí que hay que reflexionar mucho acerca de los horarios de trabajo).
En definitiva, que no tengamos una banlieue a la española.
caso fabra2, el nunca acabar!!!
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