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viernes, 3 de abril de 2009

Todo el poder para el ducetto


La semana pasada ha vivido la entronización de Silvio Berlusconi como líder incontestable de la derecha. Uniendo a su Forza Italia con la posfascista Alianza Nacional en el Popolo della Libertà (Pueblo de la Libertad, Pdl), no hay figura derechista fuera de ese conglomerado que le pueda hacer sombra. Sólo Gianfranco Fini que, aunque originario del fascismo, hay que reconocerle su buen hacer para llevar al viejo Movimiento Social Italiano del fascismo a la derecha democrática. Y más ahora, puesto que parece querer la otra cara del berlusconismo, su faceta más racional, democrática y realista. Berlusconi es ahora el producto de la irracionalidad, del autoritarismo y del desquicie que tiene un país con una clase política totalmente desprestigiada.


Ya no oculta su intención de volver a reformar la Constitución y elevar sus poderes, pasando por encima del Presidente de la República, un símbolo de unidad nacional, y del Parlamento, hogar de los representantes del pueblo. Son instituciones a las que no ha dudado de desprestigiar, y si consigue acabar con el poder legislativo y con el moderador sólo quedará Berlusconi. El ducetto, como lo llamo Antonio di Pietro, de Italia de los Valores, la pequeña pero activa oposición firme a esta nueva era. El Partido Democrático espera, mientras tanto, a ser salvado por Debora Serracchiani.


Tal es la falta de realidad en el hacer del Gobierno italiano que incluso el nuevo duce reta a Franceschini, líder del Partido Democrático, a competir contra él en las europeas. Muy acertadamente, Franceschini le ha respondido con hacer tres debates con él, además de hacer ver que qué hace un primer ministro haciendo campaña electoral en unas elecciones no legislativas, sin resolver la crisis económica que ya es endémica en Italia desde hace años.


Ya ha tenido su ley Acerbo con la porcata de Calderoni para intentar hacer trampa en las elecciones, ya ha tenido su “Matteotti” con Eluana Englaro para ahondar en las leyes que consagran el triunfo del oscurantismo religioso sobre el laicismo democrático… es el nuevo duce, y Europa sigue sin verlo.

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