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miércoles, 16 de septiembre de 2009

¿Existe un complot en la derecha italiana para derribar a Berlusconi?


El Ducetto respondió al escándalo de las “velinas” con una querella en masa contra los periódicos, no sólo italianos sino también franceses y españoles. Sus fiestas privadas han erosionado su imagen y su base, por mucho que se quiera proclamar “mejor primer ministro de la Historia” (cosa que en Italia debería estar entre Cavour, artífice de la unificación o De Gasperi). La Iglesia no está posicionada en su contra, pero ya no le dispensa su apoyo. Con ella, buena parte del electorado católico, que tiene como alternativa a la Unión de los Demócratas Cristianos y de Centro (UDC). Ahora, el conflicto llega a sus aliados políticos.


No diría comienzan a aflorar las diferencias con sus socios, porque ya eran evidentes las rivalidades y la mutua desconfianza. Diría que están llegando a una situación límite. Gianfranco Fini, el eterno sucesor, ha tenido que querellarse contra el propio periódico de Berlusconi, Il Giornale, por acusar a miembros de su antiguo partido de implicación en un escándalo de prostitución. Fini, que ha pasado del fascismo al centrismo (no sé si por convicción o por rentabilidad), parece albergar esperanzas de poner fin, lo antes posible, a la era Berlusconi y darle al centroderecha una imagen más democrática y respetuosa.


Casini, líder de la UDC, ve en la crisis política la oportunidad de ampliar su espacio y recuperar para su partido el antiguo poder de la corrupta Democracia Cristiana. Ofrece sus 35 parlamentarios para crear una mayoría alternativa, sumando sus diputados a los del Partido Democrático y a los que Fini pudiera llevarse en caso de su marcha del partido berlusconiano, unos 50, de la vieja Alianza Nacional. Una mayoría precaria y por lo tanto suicida. En estos movimientos en la derecha están también los intentos de acabar con la nefasta influencia de la Liga Norte y su líder Umberto Bossi.


Umberto Bossi ha vuelto a repetir que el norte de Italia será independiente algún día. Esto es el ya acostumbrado ritual dialéctico del partido xenófobo, sin consecuencias prácticas en la secesión. Su discurso viene a ser una amenaza para el Gobierno, exigiendo más poder o si no abandonan la mayoría y hacen caer a Berlusconi, como sucedió en 1994 (¿no os recuerda a lo que hacen algunos partidos en España?).


La derecha no apartará a Berlusconi, no al menos que sea un hecho comprobado que los lastre en las próximas elecciones. Las elecciones regionales de 2010 serán la prueba de fuego del centroderecha. La mejor garantía de la salida de Berlusconi (y la peor para la labor de la justicia y el respeto a la democracia) sería la garantía de ser elegido Presidente de la República, el cargo máximo, y libre de los muchos juicios pendientes. En esa operación Fini sería el sucesor y la Liga Norte saldría del Gobierno por la UDC de Casini. Sin un pacto así, el partido berlusconiano mostrará su debilidad y volverá a dividirse.


¿Y qué ocurre en la izquierda? El Partido Democrático celebrará su primer Congreso en octubre. Su actual líder, Franceschini, repetirá con toda probabilidad. En la nueva crisis del centroderecha, sin embargo, el PD no está aprovechando la situación para obtener rédito político y posicionarse como alternativa única, sin recurrir a las aventuras de Fini o a las idas y venidas de la UDC. Más a la izquierda del PD, la coalición para las pasadas elecciones europeas Izquierda y Libertad (Partido Socialista, Verdes, Izquierda Democrática, Movimiento por la Izquierda y Unir la Izquierda) debate configurarse como federación permanente (defendido por socialistas y verdes) o como partido unido (por los demás).


En lo que queda de los comunistas italianos, los intentos de unificación de Refundación Comunista y el Partido de los Comunistas Italianos, más otros más pequeños, de momento no han avanzado. El tiempo, la división y las personalidades juegan en su contra. Los partidos a la izquierda del PD están perdiendo su espacio. La supervivencia puede venir de la unidad de todos estos pequeños partidos de izquierda en uno solo, recogiendo los ideales del socialismo democrático y del ecologismo, al modo de los partidos poscomunistas nórdicos. Olvidando, eso sí, la importancia de dónde vienen por dónde estarán. Olvidando las facciones dispuestas a dividirse hasta el infinito, ocupando el espacio que el electorado italiano les otorgue y siendo una base firme a futuras mayorías de izquierda.

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