Resultados:
Presidenciales (principales candidatos):
Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores, izquierda): 46,91%, 56,05% en segunda vuelta
José Serra (Partido de la Social Democracia, centro): 32,61%, 43,94% en segunda vuelta
Marina Silva (Partido Verde, ecologista): 19,33%
Legislativas (513 diputados y 81 senadores):
Bloque lulista: 359 diputados y 54 senadores
Bloque de centro derecha: 154 diputados y 27 senadores
Lula deja la presidencia brasileña en medio del respeto general de sus conciudadanos, con una aprobación abrumadora (más del 80%) y con el orgullo de haber hecho de Brasil un país mejor en su etapa presidencial. ¡Quién lo diría viendo con el miedo con el que recibieron a este sindicalista y opositor a la dictadura militar allá por 2002! La pobreza no ha desaparecido, las favelas no han desaparecido y problemas como la cuestión de la tierra, la alta desigualdad en la riqueza, la violencia siguen siendo materia pendiente.
Pero Lula ha sentado las bases del nuevo Brasil contemporáneo y ha desarrollado lo que un programa socialdemócrata puede ofrecer en un país con grandes posibilidades económicas, mala distribución de la riqueza y crecimiento económico que beneficiaba a un reducido sector social, que es como se lo encontró en 2002.
No puede decirse cosa diferente de Dilma Rousseff. Es la heredera de Lula, elegida directamente por él para la candidatura por el Partido de los Trabajadores. Ha ganado las elecciones gracias al carisma de Lula; pero el carisma no se hereda. Lula seguirá siendo una influencia muy importante en su presidencia, vista por muchos como meramente transitoria a un nuevo mandato del histórico fundador del PT, debido a la limitación de mandatos consecutivos que establece la Constitución brasileña.
Sin duda, Brasil necesita muchos más años de lulismo, ya que la tarea de llevar a un país a la categoría de potencia mundial y resolver sus graves problemas sociales no es cuestión de dos mandatos, diez años o veinte. Es un proyecto a largo plazo. Ya ha conseguido un éxito.
La presidencia de Lula marca un antes y un después en Brasil, sentando un nuevo consenso en la política brasileña: todo el arco político de Brasil ha acabado por aceptar las reformas sociales de Lula y ha interiorizado que la cuestión social trasciende la lucha política. Gobierne quien gobierne, todos quieren seguir la estela de Lula.
Presidenciales (principales candidatos):
Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores, izquierda): 46,91%, 56,05% en segunda vuelta
José Serra (Partido de la Social Democracia, centro): 32,61%, 43,94% en segunda vuelta
Marina Silva (Partido Verde, ecologista): 19,33%
Legislativas (513 diputados y 81 senadores):
Bloque lulista: 359 diputados y 54 senadores
Bloque de centro derecha: 154 diputados y 27 senadores
Lula deja la presidencia brasileña en medio del respeto general de sus conciudadanos, con una aprobación abrumadora (más del 80%) y con el orgullo de haber hecho de Brasil un país mejor en su etapa presidencial. ¡Quién lo diría viendo con el miedo con el que recibieron a este sindicalista y opositor a la dictadura militar allá por 2002! La pobreza no ha desaparecido, las favelas no han desaparecido y problemas como la cuestión de la tierra, la alta desigualdad en la riqueza, la violencia siguen siendo materia pendiente.
Pero Lula ha sentado las bases del nuevo Brasil contemporáneo y ha desarrollado lo que un programa socialdemócrata puede ofrecer en un país con grandes posibilidades económicas, mala distribución de la riqueza y crecimiento económico que beneficiaba a un reducido sector social, que es como se lo encontró en 2002.
No puede decirse cosa diferente de Dilma Rousseff. Es la heredera de Lula, elegida directamente por él para la candidatura por el Partido de los Trabajadores. Ha ganado las elecciones gracias al carisma de Lula; pero el carisma no se hereda. Lula seguirá siendo una influencia muy importante en su presidencia, vista por muchos como meramente transitoria a un nuevo mandato del histórico fundador del PT, debido a la limitación de mandatos consecutivos que establece la Constitución brasileña.
Sin duda, Brasil necesita muchos más años de lulismo, ya que la tarea de llevar a un país a la categoría de potencia mundial y resolver sus graves problemas sociales no es cuestión de dos mandatos, diez años o veinte. Es un proyecto a largo plazo. Ya ha conseguido un éxito.
La presidencia de Lula marca un antes y un después en Brasil, sentando un nuevo consenso en la política brasileña: todo el arco político de Brasil ha acabado por aceptar las reformas sociales de Lula y ha interiorizado que la cuestión social trasciende la lucha política. Gobierne quien gobierne, todos quieren seguir la estela de Lula.
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