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jueves, 2 de diciembre de 2010

Érase una vez... unos yankis en la corte del rey Remendón

Érase una vez que había una guerra muy, muy lejos. Un Imperio estaba dirigido por un ambicioso emperador, Arbusto II. Este emperador quería hacer vasallos al resto de países. A muchos los tenía ya dominados; otros desafiaban su dominio como podían. Eran países muy pobres, aunque tenían fabulosas riquezas en sus tierras, pero sus líderes eran también muy malos. Sucedía que este emperador hacía la guerra contra esos países justificando que había que acabar con la maldad de esos dirigentes que hacían mucho daño a sus respectivos pueblos. Lo que pretendía ocultar este emperador es que, en realidad, hacía la guerra para robar sus riquezas y extender su dominio por todo el orbe.

Pues bien, este emperador declaró la guerra a la satrapía de Babilonia. Además de soldados, a Babilonia fueron muchas otras personas, periodistas, que iban a contar al resto del mundo lo que ocurría allí y cómo se desarrollaba la guerra. Sin embargo, a este emperador y a su corte no le gustaba nada que hubiera gente que contara las cosas malas que allí pasaban. Por lo menos, quería que se guardaran de decir y de ver ciertas cosas. En esas circunstancias, los soldados del emperador mataron a José Couso, un periodista de Iberia.

En Iberia, la gente reaccionó muy mal. Los dirigentes de Iberia estaban liderados por Botella I, un pequeño hombre que tenía veleidades de caudillo, pero que en realidad era el vasallo más servil del emperador. Este caudillo quiso hacer oídos sordos a la opinión de sus oponentes y del pueblo, que exigía justicia para Couso y que los soldados del emperador se sometieran a un juicio de crímenes de guerra. Los oponentes del caudillo estaban liderados por Remendón, un hombre de tan buenas intenciones que era llamado "Bambi" por los siervos del caudillo Botella I. Los hombres de Remendón se pusieron de lado de la familia de Couso y prometieron justicia si el pueblo les apoyaba para derrotar al caudillo Botella I.

Y así sucedió. El heredero del caudillo Botella I, un "señor de los hilillos" de nombre El Tato, fue derrotado junto a toda su jauría de siervos por las mentiras de los ataques a Madrid. El bambi Remendón nombró como fiel lugarteniente a María Teresa Hernández de la Vera, como canciller de exteriores a Miguel Ángel Moritos, a Juan Fernando López Palomar como ministro de justicia, a Javier Zamora como fiscal de la audiencia y a Cándido Noble-Cumplido como fiscal del reino. Todos estos fieles lugartenientes del bambi debían asegurar que se iba a cumplir con la justicia.

En el reino de Iberia se decía que la justicia era independiente, que los caudillos no podían entrometerse en sus asuntos, y que el propio país era independiente. El Imperio se iba a meter en muchos problemas, y rápidamente el emperador Arbusto II supo que el bambi Remendón era más bien un león. Tenía que tomar cartas en el asunto.

Pronto se abrió un caso contra los soldados del emperador que mataron a José Couso. Un juez pidió que detuvieran a esos tres soldados para juzgarlos. Pero por mucho que insistía no resultaba nada fácil. La audiencia del reino, que era la que impartía justicia, intentaba que el caso no saliera adelante. Lo triste de esta historia, queridos lectores, es que los tres asesinos de Couso continuaron libres.

Lo que ocurrió entonces fue muy, muy importante. Un chivato consiguió información de los órganos de espionaje y diplomacia del Imperio y los difundió al resto del mundo. Entre esos datos, se descubrieron cosas muy, muy graves. Algunos escritos contaban que los lugartenientes del león bambi Remendón, es decir, De la Vera, Moritos y López Palomar, habían mentido al pueblo. Decían ser los defensores de la justicia y de Couso, pero lo que no contaron es que en realidad ayudaron a los siervos y espías del Imperio a ocultar los delitos, y que los fiscales Zamora y Noble-Cumplido contaron a los espías y embajadores del emperador cómo hacer como que ayudaban, pero en realidad no ayudaban. Además, los embajadores del emperador intentaban presionar a los fiscales del reino para archivar las causas, cosa que consiguieron varias veces.

Entonces la gente se enfadó más y más. Muchos que sentían simpatía por el bambi Remendón se sintieron muy desilusionados. También sintieron que los lugartenientes de Remendón les habían tomado por tontos. Y a la gente no le gusta que les tomen por tontos. Lo que ocurrió, aún está por llegar. ¿Creéis que la gente sentirá vergüenza del bambi Remendón y de sus lugartenientes? ¿Creéis que los siervos de Remendón dejarán su silencio, se levantarán y exigirán castigo ejemplar por estos engaños? Esto, queridos lectores, está aún por verse.

Así que, colorín colorado, este cuento, ¿ha acabado?

1 comentario:

  1. No me parece justo que se tilde de asesinos a unas personas que solamente estaban cumpliendo su trabajo desde el desconocimiento de un civil que no puede imaginarse lo que estaba pasando. Además de que el término de "asesino" habla de quién comete asesinato, que se trata de un homicidio premeditado y con alevosía. Es suponer demasiado, juzgando a unas personas sin conocer a ciencia cierta las circunstancias existentes.

    Por no decir que estar en una zona de guerra como parte de tu trabajo implica asumir unos riesgos (como el hecho de que en una guerra no existen las leyes civiles).


    Un saludo y disculpas si he parecido ofensivo.

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