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miércoles, 16 de febrero de 2011

Mesa redonda "¿Hacia dónde va el mundo árabe? en UAM-Filosofía y Letras


Las revoluciones de Túnez y Egipto -creo que ya podemos calificarlas de tal modo- siguen generando charlas y conferencias de los expertos en el mundo árabe. A día de hoy, sin contar la conferencia de ayer en la Universidad Autónoma de Madrid, he podido asistir a la charla de Casa Árabe del 1 de febrero y al debate del Círculo de Bellas Artes del día después, ambos sobre Túnez. No obvio que se habrán desarrollado muchos otros actos por nuestro país, y también por otros países, que sirven, a todos los que tienen el honor de escuchar las palabras de los entendidos en ese mundo, de conocer un poquito más un mundo cuya impresión está contaminada por los estereotipos, los prejuicios y el sesgo de los medios de comunicación, amén de los intereses de nuestros gobiernos. Estas charlas son una gran oportunidad para intentar superar esos muros con los que habitualmente nos enfrentamos en el día a día. Desde esta modesta posición, y el escaso conocimiento propio, os intentaré sintetizar el acto de ayer, día 15 de febrero, realizado en la facultad de Filosofía y Letras de la UAM.

Organizado por el Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y moderado por Ana Planet, profesora de dicho departamento, contó con las intervenciones de dignos expertos en el mundo árabe en nuestro país, muchos agrupados en el Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos (TEIM), cada uno intentándonos acercar qué ocurre en cada uno de los países árabe-islámicos.

Miguel Hernando de Larramendi, profesor de la UCLM, nos acercó a la realidad de los regímenes autoritarios árabes y a la serie de revueltas, hoy olvidadas en Occidente. Esas revueltas, que afloraron en los países árabes a finales de los 80, llevaron al derrocamiento de Burguiba por Ben Ali, en Túnez, y al intento de apertura en Argelia, abortado al querer evitar la victoria electoral de los islamistas y la consiguiente guerra civil. Los regímenes autoritarios, en los últimos veinte años, intentaron una serie de reformas de arriba abajo, muy lentas: apertura al exterior, pluralismo limitado y liberalización y privatización de la economía, con la connivencia de su principal aliado, Estados Unidos, unidos a él en un objetivo común tras el 11-S: luchar contra el islamismo y utilizar el miedo a éste en Occidente para resistir a las presiones de democratización.

Luz Gómez García, profesora de la UAM, a través de unos extractos del libro del libanés Samir Kassir (1960-2005), De la desgracia de ser árabe, nos acercó la visión de este autor, asesinado en Beirut. La mentalidad de Kassir era muy pesimista: veía en las causas del subdesarrollo árabe en el analfabetismo, la gran desigualdad social, la superpoblación de las ciudades, la desertización de las provincias, percepción de no existir un futuro... con ello, Gómez García replicaba ese pesimismo a que ahora el espacio público árabe ha cambiado de manos y deja a esa desgracia de ser árabe en paréntesis.

Daniel Marx nos devolvió la atención en Túnez, diluida tras la importancia que ha cobrado la revolución egipcia en los últimos días, hablándonos de las condiciones del régimen de Ben Ali, las causas de su caída y los interrogantes para el futuro. El régimen benalista tenía dos caras, una liberal, por su herencia del régimen de Burguiba y el éxito económico posterior, y otra autoritaria, con un auténtico estado policial donde había 200.000 policías en un país de poco más de diez millones de habitantes. Era un régimen de "consumir y callar", con un potencial acceso a la clase media pero sin derechos políticos. Este régimen cayó desgastado por cuatro factores: un clima de represión y miedo constante sin la excusa real de peligro islamista, la corrupción de los Trabelsi (la familia de la mujer de Ben Ali), la censura a los medios de comunicación y redes sociales y la crisis económica, con la subida del paro joven, hasta un 44,5% entre los jóvenes diplomados. Marx elevó dos interrogantes: ¿Ben Ali se fue empujado por el ejército o pensaba volver para "salvar al país" del caos que pudiera producirse? Como interrogantes para el futuro, planteó el miedo de que el nuevo gobierno provisional, ya sin benalistas, pudiera controlar el caos y la violencia que pueden desatarse en Túnez; también quién pilotará la transición, cómo se depurarán los crímenes de la dictadura, quién ganará las elecciones o quién reformará la constitución.

Para Bárbara Azaola, profesora de la UAM experta en Egipto, la revolución tunecina abrió un momento de esperanza e ilusión en los egipcios, que sentían la desgracia de que no podrían hacer lo mismo que sus hermanos tunecinos. Pero las revueltas han tenido éxito y acabaron con Mubarak. Gracias a ello, los egipcios han perdido el miedo a manifestarse y a soportar las presiones agónicas de Mubarak para desgastar y desacraditar al movimiento ciudadano. A su vez, dentro del régimen se dio lugar a una serie de tensiones entre la nueva y la vieja guardia del partido pero también dentro del ejército, imponiéndose la vieja guardia y tomando el poder tras la salida de Mubarak. Aún está por ver que esto suponga la verdadera entrega del poder a civiles o, por el contrario, los generales sigan controlando el poder. La nueva junta militar va dando pequeños pasos, como la suspensión de la constitución y del parlamento, pero aún no se han liberado los presos políticos, ni se ha reformado la ley de partidos o tomado medidas respecto a la sempiterna ley de emergencia.

Bernabé López García, experto de la UAM en Marruecos, fue un poco pesimista respecto a posibles cambios en nuestro inmediato vecino árabe. Existe, dijo, una sensación de que el "enemigo exterior" quiere que se agite el cambio y eso provoca una cierta contencion pese a que el nivel de insatisfacción es el mismo que en otros países árabes. Hay convocada una manifestación para el día 20 de febrero, pero sin saber dónde y el motivo para manifestarse. El principal escollo es la figura del rey: muchos están cansados de la monarquía y del lastre que supone para la economía del país, pero otros más están acordes con el principio de "viva el rey y muera el mal gobierno": no es el rey el culpable, sino todos los que están directamente por debajo de él, desde sus amigos hasta los políticos que mantienen el sistema corrupto e inoperante. Izquierda y derecha están unidas en un mismo gobierno que es débil e incapaz de desarrollar ninguna política, sólo se reparten el poder y sus prebendas. Las débiles reformas propiciadas por el rey, tales como el estatuto de la mujer, algo avanzado, y el código de familia, se han detenido y aún permanece la incógnita de si la monarquía se parlamentarizará y seguirá el ejemplo de la transición española.

En una línea general, Bernabé López habló de las revoluciones ocurridas como revoluciones de individuos, algo que seria revolucionario en el mundo árabe: el nacimiento del individuo, rebelado frente al clan, la familia y al "papá Estado/rey/presidente". Sería además una "mutación laica", que no daña las religiones existentes.

Desde Yemen vía Skype, Leyla Hamad nos acercó la realidad de un país olvidado, del largo proceso que ha seguido el presidente Saleh desde su inicial mandato como presidente del tradicionalista Yemen del Norte a presidente del Yemen unificado, con la incorporación del sur marxista y la colaboración con la oposición, primero socialista, luego islamista, a la posterior marginación de ambas. El intento de democratización del país, iniciado a mitad de los años 90, se detuvo, derivando al semipresidencialismo y a un cada vez más al presidencialismo autoritario, con la ampliación de los mandados del presidente y de los diputados y el vacíado de competencias del legislativo. A ello se suma la frustración de la oposición y de la ciudadanía por el proamericanismo de Saleh y su eternización en el poder que, pese a prometer en 2006 que no se presentaría a la reelección, se desdijo de sus palabras y ganó unas elecciones claramente falsificadas.

Amaia Goenaga, también vía Skype pero desde Líbano, nos explicó el significado de las últimas manifestaciones en el país de cedro, no relacionadas con las revoluciones del norte de África, sino con asuntos internos. La situación política se degradó más con el nerviosismo de Hezbolá al estar cercano el anuncio de la acusación del tribunal de justicia por el asesinato del primer ministro Rafik Hariri. Hezbolá, temiendo ser acusado, ha mantenido presiones para hacer caer al gobierno y para desacreditar al tribunal. El primer punto ya lo ha conseguido, con la caída del gobierno de Saad Hariri y el nombramiento de un gobierno dirigido por Najib Mikati, con apoyo de Hezbolá y del bloque prosirio. El sistema libanés, pese a garantizar cierta libertad, es sectario, al dividir el poder por cuotas confesionales y estar sometido al control de las élites de cada comunidad religiosa, impidiendo la existencia de un movimiento nacional único.

Rafael Bustos, profesor de la UCM y colaborador del TEIM, habló del caso argelino. Argelia es un caso distinto al de Túnez o Egipto: el régimen no tiene fisuras internas frente a un movimiento de la calle muy dividido, con el recuerdo de la guerra civil de los años 90, que mantiene una sociedad dividida. El gobierno argelino contribuyó a la poca asistencia de la manifestación del 12 de febrero con el bloqueo de los transportes, y el islamismo, en un bloque de oposición diferente, criticó a los convocantes laicos y estudiantiles.

Waleed Saleh, profesor de la UAM, cree que las revoluciones actuales han derrumbado varios mitos: que los árabes sean sumisos a sus gobiernos o que no estaban preparados para la democracia. También habló de la actual situación de su país natal, Irak. Saleh no cree que sea una democracia real: la guerra destruyó un país que, pese a la dictadura de Sadam, funcionaba y contaba con un gran potencial humano. La democracia ha caído en manos de grupos sectarios que no creen en ella: han destruido a la élite cultural y el poder lo pasan a controlar ignorantes que no saben manejar un país. Por ello, ha crecido la sensación de inseguridad, faltan servicios básicos, el petróleo se vende sin control del gobierno central y todas las regiones están controladas por milicias, ya sean suníes, chíies o kurdas. El gobierno central ha perdido su poder y el país se ha dividido en tres zonas: los kurdos, con afán expansionista a Kirkuk por el petróleo de su región; los suníes, y los chíies del sur, que han establecido de facto una república islámica, bajo control e influencia iraní.

Marta Saldaña, becaria del TEIM, hizo un rápido repaso a los países del golfo pérsico, con revueltas en cada país por el paro joven, la corrupción y la violación de derechos humanos, unido a la discriminación de la población chií en países de regímenes suníes. En Kuwait las protestas consiguieron la dimisión del ministro de Información y el mantenimiento de las protestas para pedir democracia. En Bahrein el lunes 14 de febrero hubo manifestaciones masivas en la capital, Manama, con el resultado de un muerto. Protestaban por el fin de la discriminación a los chíies y por los intentos de equilibrio demográfico con la nacionalización de suníes saudíes. En Arabia Saudí hay movimientos reformistas que elevan peticiones al rey, protestas de mujeres por el amejoramiento del abastecimiento de agua, aprovechado para pedir trabajo y criticar la corrupción existente. En Omán las revueltas son por los precios. En Qatar existe una oposición más débil y las reformas se producen, aunque de forma lenta. En los Emiratos existen presiones para convocar nuevas elecciones, las segundas de su historia.

Luciano Zaccara, profesor en la UAM, habló de las reacciones en Irán a las revoluciones árabes. La revolución egipcia, que coincidió con las fiestas de la revolución iraní, fue aprovechado por el ayatolá Jamenei para manifestar que son las reminiscencias de la revolución islámica de Jomeini. Pero, al mismo tiempo, el régimen prohibía manifestaciones de apoyo al pueblo egipcio de los opositores Musavi y Karrubi. En su lugar, se dio lugar a una manifestación oficialista, de menor asistencia, con difusión de imágenes manipuladas de las manifestaciones de 2009 contra Ahmanineyad, más concurridas.

Por último, Carmen Rodríguez, investigadora de estudios turcos en la UAM, habló de la influencia que puede tener o recibir Turquía de las revoluciones del norte de África. Habló de un "invierno democrático", regresión democrática, opuesto al proceso de reformas democratizadoras iniciado en 1999, el "verano democrático", por la oposición de países de la UE a su ingreso, por las medidas ambivalentes del islamista AKP y la debilidad de la oposición laica, configurándose dos bloques, religioso y laico, muy conservadores e inmóviles. A favor de Turquía, posee una sociedad civil consolidada y experiencias democráticas, descontenta con el modelo actual por la falta de laicización, en su opinión, aunque la "primavera árabe" puede dar un nuevo impulso al proceso democratizador.

Y para finalizar esta extensa síntesis, os añado el vídeo que visionaron al principio de la charla, "Sout al horeya", "la voz de la libertad", de la revolución egipcia.



miércoles, 9 de febrero de 2011

Debate "Túnez, la revolución de un pueblo" en el Círculo de Bellas Artes


El pasado 2 de febrero en el Círculo de Bellas Artes se celebró un debate con motivo de la revolución tunecina, "Túnez, la revolución de un pueblo", moderado por Teresa Aranguren, escritora y periodista, con la intervención de Kamel Jendoubi (que ya participó el día anterior en el coloquio "¿Hacia adónde va Túnez?", en Casa Árabe), presidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos; Miguel Hernando de Larramendi, profesor de Historia en la UCLM y experto en el mundo árabe contemporáneo; y Jesús Núñez, director del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria.

Debido a que Kamel Jendoubi participó en el coloquio del día anterior, que recogí aquí la semana pasada, y que hizo una intervención similar, comentaré la invertención de los otros dos invitados.

El profesor Hernando de Larramendi comentó que las revoluciones del norte de África eran la manifestación de un proceso que nadie quería ver. Nadie pensaba que Ben Ali, el derrocado presidente tunecino, fuera a caer tan rápidamente o que la inmolación de Mohamed Bouaziz llevaría a la situación actual. Dado el tiempo que ha transcurrido, la respuesta que se puede esperar no es si va a haber oportunidad para la democracia, sino si esta perdurará y qué alcance va a tener, tanto para la región del Magreb y del mundo árabe musulmán como para las relaciones internacionales.

Nadie pensaba que esta ola de protestas empezara por Túnez, siguió Larramendi, "fue una sorpresa". Lo ocurrido es, para él, un "efecto demostración" que responde a la sociología del mundo árabe: la juventud ha sido el motor de la revolución. Lo que Túnez está transmitiendo al resto de regímenes "cleptócratas y represores feroces" árabes es que la movilización permite hacerles caer, dado que encierran una gran vulnerabilidad.

Se ha tendido a olvidar por la mediatización entre los regímenes autoritarios y el islamismo que en medio existe una sociedad civil, con formación elevada pero nulas perspectivas laborales. Esas tensiones sociales existen en Túnez y en otros países árabes. Por diferentes motivos y ámbitos había un caldo de cultivo presente que no se ha traducido en movilización política hasta ahora, al unirse las causas políticas con las demandas económicas.

Ya nada será igual. Son revueltas tradicionales frente a la corrupción y a la represión, pero el miedo que había se ha perdido al ver que es posible la confrontación con un Estado incapaz de responder a las demandas expresadas. La revolución en Egipto ayuda a consolidar esta ola de cambios y a que lleguen a otros países (Jordania, Yemen, Palestina, Marruecos...).

Son necesarias las reformas y la democratización. La cumbre de la Liga Árabe celebrada en Túnez en 2004 recurría a argumentos de seguridad para mantener los regímenes autoritarios y negar posibles avances: las reformas nunca pueden venir de fuera sino de dentro, decían.

La capacidad de respuesta en distinta en cada régimen. Túnez no es un ejemplo aislado, proyecta que las demandas económicas buscan atajar el problema de raíz: los regímenes. Nos encontramos, dijo Larramendi, con que, caigan o no, introducir la cuestión de cambio político lleva a que los regímenes tienen que adaptarse: el miedo que existe es que esos cambios sean cosméticos y no reformas profundas.

La respuesta de Mubarak a las protestas es de no aprender del caso tunecino. Como Ben Ali, Mubarak mira al exterior; el tunecino no tuvo quien le apoyase pero Mubarak sabe que su supervivencia depende del apoyo exterior.

Por desgracia, como bien apuntó Larramendi, Túnez ha desaparecido de la actualidad. Su proceso de esperanza hay que seguirlo con atención. Para el resto del mundo árabe, todos los cambios fracasarán si no integran la lección de Túnez de integrar a la juventud como motor de cambio y de la historia.


Jesús Núñez, mucho más crítico con la postura de la Unión Europea y de Estados Unidos, dijo que "no estábamos dormidos". "0jalá", proseguía, porque "sabíamos lo que pasaba". La explicación de Núñez a la postura occidental es que se tomó la opción de asegurar la estabilidad a toda costa de los regímenes existentes, al considerarles como los únicos interlocutores válidos que garantizaban la seguridad de los intereses occidentales en la región. La dialéctica occidental fue la de distinguir a los regímenes entre radicales (ejemplo: Libia) y moderados, añadiendo: "¿por qué hablamos de países moderados, qué vemos a los saudíes?

Esta posición ha funcionado hasta ahora: la estabilidad ha redundado en beneficio de los intereses económicos occidentales. Este juego ya no sirve, en opinión de Núñez: no vale agitar el espanto del islamismo porque antes de los regímenes autoritarios árabes no existía.

Lo que ocurre ahora en el Magreb es un cambio estructural: las cosas no serán igual. No hay que confundir cambio con democracia, porque el primero puede no llevar al segundo. Queda la resistencia de actores locales y externos que apoyaron y apoyan a los regímenes autoritarios; también hay que ver si se consolida la democracia en Túnez: el islamismo no puede destruir la democracia porque aún no existe.

Anteriormente, Obama apoyó a Ben Ali. Ahora dice lo que tiene que decir en el momento de las revueltas. Francia dijo que podía colaborar en la represión policial para mantener el control de la calle. "¿Qué es peor -dijo-, decir o no decir nada como muchos países?", en abierta crítica a muchos países, como España, que no han dicho nada relevante o han esperado hasta ver acontecimientos.

Pesan más los intereses, arrinconando a los valores y principios que defendemos: la UE daba una buena calificación a Túnez para darle el estatuto avanzado a cambio de nada, pese a las denuncias de vulneración de derechos humanos y falta de libertades. Si ahora los regímenes árabes consiguen aguantar la presión un par de semanas y que garantizan la estabilidad a la UE le basta. El interés de la Unión no es que las demandas de la calle se vean satisfechas, sino que haya estabilidad, pues los intereses no han cambiado. Si no se satisfacen las demandas, los futuros estallidos serán más violentos. El protagonismo debe ser local pero la UE tiene que apoyar los cambios o nuevos gobiernos, no atraparlos por la idea europea de estabilidad y dejar que cualquier gobierno lo digo o lo asegure: deben hacerse leyes de amnistía, investigar los crímenes y reformas de las leyes electorales para garantizar la integración de la sociedad.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Conferencia "¿Hacia dónde va Túnez?" en Casa Árabe

La caída de la dictadura de Ben Ali en Túnez es, como vamos comprobando y reflejando desde multitud de foros y medios, la chispa de la oleada democratizadora que protagonizan los ciudadanos árabes. Ayer, en Casa Árabe de Madrid, con Gema Martín Muñoz (directora de Casa Árabe y experta en procesos políticos del norte de África) como moderadora, pudimos conocer las opiniones de Souhayr Belhassen, activista tunecina y presidenta de la Federación Internacional de los Derechos Humanos, y de Kamel Jendoubi, hasta hace poco exiliado tunecino y presidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos y portavoz del Comité por el Respeto de las Libertades y los Derechos Humanos en Túnez. Asimismo, la conferencia fue de las más concurridas de todas las que organiza Casa Árabe, con una presencia destacada de tunecinos entre el público y de expertos en el mundo árabe-musulmán.

Souhayr Belhassen explicó que el proceso político que está viviendo Túnez es un fenómeno tunecino y que ha servido de catalizador para el resto de los países de su entorno: "está trastocando el mundo árabe", dijo. Por fin, las reuniones de los activistas de los derechos humanos, como cualquier reunión de asociaciones civiles, se pueden celebrar sin el control del "partido-estado".

Para ella, esto ha sido posible por la tradición reformista de Túnez, precursora en el mundo árabe del primer sindicato, de la liga de derechos humanos, el código de las personas más laico y medidas avanzadas en derechos de la mujer, anticoncepción y aborto. ¿Cómo pudieron mantenerse las dictaduras de Habib Burguiba primero y la de Ben Ali después? Burguiba fue un "dictador ilustrado" y Ben Ali prometió desarrollo económico a cambio de "infantilismo político". Pero, a la larga, un régimen no puede perdurar cuando sus valores son el ostracismo, la corrupción y el nepotismo. Ello, unido a la marginación de la población del centro del país del desarrollo económico de la costa, la desesperación de la generación más joven, usuaria de Internet y sin empleo y el empobrecimiento de las clases medias, base del régimen de Ben Ali, fue una frustración contenida, que estalló con la inmolación de Mohamed Bouazizi en la ciudad de Sidi Bouzid.

Los sucesos de Túnez son, para Belhassen, una revolución moderna, mixta, laica, democratizadora y responsable. De momento, no ha experimentado ninguna deriva en la lucha social por la dignidad, la democracia y la libertad.

Más extensa fue la intervención de Kamel Jendoubi. Explicó su alegría y su orgullo de ser tunecino, sin que los represente Ben Ali, como estar "en una nube". Más polémico que Belhassen, Jendoubi recordó que el dictador Ben Ali huyó del país sólo hace unos pocos días, y que el régimen, con toda la tecnocracia y aparatos represivos de los que se sirvió para controlar al pueblo aún existen, sin tampoco olvidar que Ben Ali no contó únicamente con apoyos internos, sino también externos, como todos los gobiernos occidentales. Ahora, dijo, "todos dicen ser revolucionarios", en referencia a todos aquellos que apoyaron a Ben Ali: los medios de comunicación, y los intelectuales e ideólogos afectos al dictador derrocado.

No es, en opinión de Jendoubi, una revolución social -"aún"-, sí una revolución política, iniciada por la fractura del espacio público, causada por el intento del régimen por controlar Internet y, sobre todo, Facebook, usada por miles de jóvenes tunecinos. Es una revolución de los actores de la sociedad civil: los parados universitarios con conciencia, en contacto con los sindicalistas y con los abogados, que han nutrido a las protestas de eslóganes, de conciencia. A la existencia de Internet y Facebook, fundamentales para la difusión de noticias y concentraciones, se ha unido la labor de Al Yazeera al ser un espacio donde "la gente normal ha podido hablar".

El sistema de la dictadura aún permanece. El partido dusturiano, mezclado con el Estado, permanece intacto y los aparatos represivos también: siguen existiendo doce mil miembros de la policía política y toda la red de informadores, la guardia presidencial y las fichas de "nombres negros", los considerados enemigos políticos del régimen, como Jendoubi. Es necesario, añadió, cambiar a los responsables políticos, todos nombrados por el clan de los Trabelsi, la familia de la mujer de Ben Ali.

Existen problemas: el riesgo de que la revolución sea confiscada por cualquiera de las fuerzas políticas, o que por la inexistencia de líderes opositores fuertes los ideólogos del régimen aprovechen la situación, así como el desencadenamiento del caos por la liberación de pequeños criminales para crear inseguridad y así justificar una intervención del ejército o de los aparatos del régimen. A estos problemas le añade el gobierno, que no considera de unidad nacional, o las tres comisiones que se han creado sobre la reforma política, la de investigación de los crímenes y la de anticorrupción. Son comisiones formadas por técnicos nombrados por el gobierno, sin responder a las demandas políticas de la población. Jendoubi se preguntó por las limitaciones de las comisiones, ya que consideró inaceptable que pretendan investigar sólo los crímenes del último mes, cuando son años y décadas las de violaciones de derechos humanos.

Europa debe dejar su papel de "fuerza hipócrita" y ayudar al desarrollo económico de Túnez para ayudar al gobierno a satisfacer las demandas de empleo de los tunecinos, en este impasse de seis meses de transición hasta la celebración de elecciones legislativas y presidenciales.

Con la caída del dictador, el mapa político tunecino se está recomponiendo. El sindicalismo de la UGTT, puntal junto con el partido dusturiano de Burguiba y Ben Ali para la cultura política de la independencia, también está afectado por la corrupción. Pero el sindicalismo y el resto de actores de la sociedad civil deben estar integrados en el nuevo régimen, incluyendo a los islamistas de En Nahda para evitar volver a los viejos tiempos de enfrentamiento entre islamistas y no islamistas, y también a los restos del viejo partido-estado, que reconstituido o con un nuevo partido, sus integrantes también tienen derecho a existir.

Sobre un tema crucial -el papel del islamista En Nahda- Jendoubi recordó que no se quieren presentar a las presidenciales, pero habrá que ver a quién apoyarán, ni intentar dominar el futuro legislativo. Tampoco se sabe cuántos votos recibirán, sólo la capacidad que tengan para llegar a acuerdos con el resto de fuerzas sociales determinará su peso. En Nahda, explicó, "quieren existir políticamente y conciliar Islam y modernidad", en línea con el reformismo tunecino, inspirándose en el modelo turco del AKP. Asimismo, los laicos deben de ser capaces de hacer frente dialécticamente al debate ideológico con los islamistas.

En Nahda no cuestiona el estatuto de las personas, defiende la democracia, la soberanía popular, la libertad de opinión y de conciencia. Todo ello, no obstante, no evita que puedan tener una "agenda oculta", pero eso lo demostrarán los hechos. Por último, Jendoubi explicó que el movimiento islamista está dividido, entre los que querían unirse a Ben Ali y los que se oponían a él, entre la vieja generación de líderes (exiliada) y la nueva (en el interior), que no quiere verse controlada por estos. Y, cuestión muy importante, En Nahda nunca ha recurrido al terrorismo ni llamado a la violencia, excluyendo de sus filas públicamente a los violentos. En pocas palabras, para que el proceso político sea un éxito según Jendoubi, "tiene que prevalecer la inteligencia".

Enlaces destacados:
Vídeos de Casa Árabe
Noticia de la conferencia en El País