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miércoles, 2 de febrero de 2011

Conferencia "¿Hacia dónde va Túnez?" en Casa Árabe

La caída de la dictadura de Ben Ali en Túnez es, como vamos comprobando y reflejando desde multitud de foros y medios, la chispa de la oleada democratizadora que protagonizan los ciudadanos árabes. Ayer, en Casa Árabe de Madrid, con Gema Martín Muñoz (directora de Casa Árabe y experta en procesos políticos del norte de África) como moderadora, pudimos conocer las opiniones de Souhayr Belhassen, activista tunecina y presidenta de la Federación Internacional de los Derechos Humanos, y de Kamel Jendoubi, hasta hace poco exiliado tunecino y presidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos y portavoz del Comité por el Respeto de las Libertades y los Derechos Humanos en Túnez. Asimismo, la conferencia fue de las más concurridas de todas las que organiza Casa Árabe, con una presencia destacada de tunecinos entre el público y de expertos en el mundo árabe-musulmán.

Souhayr Belhassen explicó que el proceso político que está viviendo Túnez es un fenómeno tunecino y que ha servido de catalizador para el resto de los países de su entorno: "está trastocando el mundo árabe", dijo. Por fin, las reuniones de los activistas de los derechos humanos, como cualquier reunión de asociaciones civiles, se pueden celebrar sin el control del "partido-estado".

Para ella, esto ha sido posible por la tradición reformista de Túnez, precursora en el mundo árabe del primer sindicato, de la liga de derechos humanos, el código de las personas más laico y medidas avanzadas en derechos de la mujer, anticoncepción y aborto. ¿Cómo pudieron mantenerse las dictaduras de Habib Burguiba primero y la de Ben Ali después? Burguiba fue un "dictador ilustrado" y Ben Ali prometió desarrollo económico a cambio de "infantilismo político". Pero, a la larga, un régimen no puede perdurar cuando sus valores son el ostracismo, la corrupción y el nepotismo. Ello, unido a la marginación de la población del centro del país del desarrollo económico de la costa, la desesperación de la generación más joven, usuaria de Internet y sin empleo y el empobrecimiento de las clases medias, base del régimen de Ben Ali, fue una frustración contenida, que estalló con la inmolación de Mohamed Bouazizi en la ciudad de Sidi Bouzid.

Los sucesos de Túnez son, para Belhassen, una revolución moderna, mixta, laica, democratizadora y responsable. De momento, no ha experimentado ninguna deriva en la lucha social por la dignidad, la democracia y la libertad.

Más extensa fue la intervención de Kamel Jendoubi. Explicó su alegría y su orgullo de ser tunecino, sin que los represente Ben Ali, como estar "en una nube". Más polémico que Belhassen, Jendoubi recordó que el dictador Ben Ali huyó del país sólo hace unos pocos días, y que el régimen, con toda la tecnocracia y aparatos represivos de los que se sirvió para controlar al pueblo aún existen, sin tampoco olvidar que Ben Ali no contó únicamente con apoyos internos, sino también externos, como todos los gobiernos occidentales. Ahora, dijo, "todos dicen ser revolucionarios", en referencia a todos aquellos que apoyaron a Ben Ali: los medios de comunicación, y los intelectuales e ideólogos afectos al dictador derrocado.

No es, en opinión de Jendoubi, una revolución social -"aún"-, sí una revolución política, iniciada por la fractura del espacio público, causada por el intento del régimen por controlar Internet y, sobre todo, Facebook, usada por miles de jóvenes tunecinos. Es una revolución de los actores de la sociedad civil: los parados universitarios con conciencia, en contacto con los sindicalistas y con los abogados, que han nutrido a las protestas de eslóganes, de conciencia. A la existencia de Internet y Facebook, fundamentales para la difusión de noticias y concentraciones, se ha unido la labor de Al Yazeera al ser un espacio donde "la gente normal ha podido hablar".

El sistema de la dictadura aún permanece. El partido dusturiano, mezclado con el Estado, permanece intacto y los aparatos represivos también: siguen existiendo doce mil miembros de la policía política y toda la red de informadores, la guardia presidencial y las fichas de "nombres negros", los considerados enemigos políticos del régimen, como Jendoubi. Es necesario, añadió, cambiar a los responsables políticos, todos nombrados por el clan de los Trabelsi, la familia de la mujer de Ben Ali.

Existen problemas: el riesgo de que la revolución sea confiscada por cualquiera de las fuerzas políticas, o que por la inexistencia de líderes opositores fuertes los ideólogos del régimen aprovechen la situación, así como el desencadenamiento del caos por la liberación de pequeños criminales para crear inseguridad y así justificar una intervención del ejército o de los aparatos del régimen. A estos problemas le añade el gobierno, que no considera de unidad nacional, o las tres comisiones que se han creado sobre la reforma política, la de investigación de los crímenes y la de anticorrupción. Son comisiones formadas por técnicos nombrados por el gobierno, sin responder a las demandas políticas de la población. Jendoubi se preguntó por las limitaciones de las comisiones, ya que consideró inaceptable que pretendan investigar sólo los crímenes del último mes, cuando son años y décadas las de violaciones de derechos humanos.

Europa debe dejar su papel de "fuerza hipócrita" y ayudar al desarrollo económico de Túnez para ayudar al gobierno a satisfacer las demandas de empleo de los tunecinos, en este impasse de seis meses de transición hasta la celebración de elecciones legislativas y presidenciales.

Con la caída del dictador, el mapa político tunecino se está recomponiendo. El sindicalismo de la UGTT, puntal junto con el partido dusturiano de Burguiba y Ben Ali para la cultura política de la independencia, también está afectado por la corrupción. Pero el sindicalismo y el resto de actores de la sociedad civil deben estar integrados en el nuevo régimen, incluyendo a los islamistas de En Nahda para evitar volver a los viejos tiempos de enfrentamiento entre islamistas y no islamistas, y también a los restos del viejo partido-estado, que reconstituido o con un nuevo partido, sus integrantes también tienen derecho a existir.

Sobre un tema crucial -el papel del islamista En Nahda- Jendoubi recordó que no se quieren presentar a las presidenciales, pero habrá que ver a quién apoyarán, ni intentar dominar el futuro legislativo. Tampoco se sabe cuántos votos recibirán, sólo la capacidad que tengan para llegar a acuerdos con el resto de fuerzas sociales determinará su peso. En Nahda, explicó, "quieren existir políticamente y conciliar Islam y modernidad", en línea con el reformismo tunecino, inspirándose en el modelo turco del AKP. Asimismo, los laicos deben de ser capaces de hacer frente dialécticamente al debate ideológico con los islamistas.

En Nahda no cuestiona el estatuto de las personas, defiende la democracia, la soberanía popular, la libertad de opinión y de conciencia. Todo ello, no obstante, no evita que puedan tener una "agenda oculta", pero eso lo demostrarán los hechos. Por último, Jendoubi explicó que el movimiento islamista está dividido, entre los que querían unirse a Ben Ali y los que se oponían a él, entre la vieja generación de líderes (exiliada) y la nueva (en el interior), que no quiere verse controlada por estos. Y, cuestión muy importante, En Nahda nunca ha recurrido al terrorismo ni llamado a la violencia, excluyendo de sus filas públicamente a los violentos. En pocas palabras, para que el proceso político sea un éxito según Jendoubi, "tiene que prevalecer la inteligencia".

Enlaces destacados:
Vídeos de Casa Árabe
Noticia de la conferencia en El País

1 comentario:

  1. Muy interesante. Gracias por acercarnos a todos los que no estuvimos allí el testimonio de esas personas. Aún recuerdo cuando en Túnez el guía dijo algo parecido a "los tunecinos no queremos democracia, con democracia hay caos", y que Ben Alí estaría hasta que muriese. ¡Qué extrambóticas me resultan ahora esas palabras!

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