Los Estados Unidos han conseguido acabar por fin con su bestia negra, su antiguo aliado y luego enemigo Osama Bin Laden. La repentina operación ha sorprendido a todos y la celeridad con la que el ejército estadounidense se ha preocupado por hacer desaparecer el cadáver del líder terrorista, aun respetando las normas que exige el Islam, no hace sino levantar suspicacias. Habrá que esperar a que se presenten pruebas fidedignas de su muerte, lejos del morbo mediático de recurrir al photoshop.
Un mundo sin Bin Laden no es, por desgracia, más seguro. Sí cambia una cosa muy importante: Obama ha conseguido la importante baza de convertirse en el presidente estadounidense que consigue acabar con el "enémigo número 1 de América", es decir, la carta mágica para la reelección en 2012 por la vía del patriotismo y el revanchismo de los norteamericanos.
Al Qaeda, sin embargo, no pierde su símbolo. Ahora es un mártir. Tampoco cambiará mucho su estrategia: la organización de células autónomas de la organización terrorista no se verá afectada. En todo caso, esto les animará a intentar llevar a cabo nuevos atentados. Los servicios de seguridad de todos los países afectados por este terrorismo internacional deberán extremar a partir de ahora sus investigaciones y vigilancia. El discurso oficial de muchos Estados por la seguridad -con los ocasionales recortes a la libertad- no va a variar.
La muerte no ha sido la derrota de Bin Laden. Al contrario, su obra sobrevive a su desaparición. El mundo tiene miedo y cada vez se argumentan menos excusas con las que "legitimar" las políticas de seguridad y de geoestrategia para controlar los recursos económicos y energéticos y su apoyo internacional a muchos tiranos que están viendo como sus pueblos se escapan de su control.
Si, por el contrario, el terrorismo internacional de corte islamista resulta en debilitarse, será una importante baza para el cambio que está viviendo el mundo arabomusulmán. Occidente no podrá seguir manteniendo a sátrapas a los que ven como frenos a la influencia islamista, radical o moderada, y fieles aliados en sus intereses económicos y geoestratégicos. Tampoco esos mismos tiranos podrán acusar a su pueblo de tener una "agenda oculta" del islamismo radical y cercano al terrorismo, como hemos visto en Egipto, Libia y Siria. Al contrario, los partidos islamistas moderados y también los laicos podrán recuperar un discurso de democracia y progreso para el mundo musulman, bajo la exigencia de que el pueblo es el legítimo soberano que busca su libertad. Es muy importante hacer ver la diferencia que hay entre el terrorismo internacional, que tiene una visión totalitaria del panislamismo, y la de los pueblos árabes, completamente independiente de este y muy lejano a la uniformidad de intransigencia religiosa.
De una vez, tenemos que comprender que hay que ser duros con las causas de la pobreza, del subdesarrollo y de la corrupción de las élites. Sólo por la democracia y el progreso se pueden superar los extremismos. Claro que esto a muchos no les interesa.
Un mundo sin Bin Laden no es, por desgracia, más seguro. Sí cambia una cosa muy importante: Obama ha conseguido la importante baza de convertirse en el presidente estadounidense que consigue acabar con el "enémigo número 1 de América", es decir, la carta mágica para la reelección en 2012 por la vía del patriotismo y el revanchismo de los norteamericanos.
Al Qaeda, sin embargo, no pierde su símbolo. Ahora es un mártir. Tampoco cambiará mucho su estrategia: la organización de células autónomas de la organización terrorista no se verá afectada. En todo caso, esto les animará a intentar llevar a cabo nuevos atentados. Los servicios de seguridad de todos los países afectados por este terrorismo internacional deberán extremar a partir de ahora sus investigaciones y vigilancia. El discurso oficial de muchos Estados por la seguridad -con los ocasionales recortes a la libertad- no va a variar.
La muerte no ha sido la derrota de Bin Laden. Al contrario, su obra sobrevive a su desaparición. El mundo tiene miedo y cada vez se argumentan menos excusas con las que "legitimar" las políticas de seguridad y de geoestrategia para controlar los recursos económicos y energéticos y su apoyo internacional a muchos tiranos que están viendo como sus pueblos se escapan de su control.
Si, por el contrario, el terrorismo internacional de corte islamista resulta en debilitarse, será una importante baza para el cambio que está viviendo el mundo arabomusulmán. Occidente no podrá seguir manteniendo a sátrapas a los que ven como frenos a la influencia islamista, radical o moderada, y fieles aliados en sus intereses económicos y geoestratégicos. Tampoco esos mismos tiranos podrán acusar a su pueblo de tener una "agenda oculta" del islamismo radical y cercano al terrorismo, como hemos visto en Egipto, Libia y Siria. Al contrario, los partidos islamistas moderados y también los laicos podrán recuperar un discurso de democracia y progreso para el mundo musulman, bajo la exigencia de que el pueblo es el legítimo soberano que busca su libertad. Es muy importante hacer ver la diferencia que hay entre el terrorismo internacional, que tiene una visión totalitaria del panislamismo, y la de los pueblos árabes, completamente independiente de este y muy lejano a la uniformidad de intransigencia religiosa.
De una vez, tenemos que comprender que hay que ser duros con las causas de la pobreza, del subdesarrollo y de la corrupción de las élites. Sólo por la democracia y el progreso se pueden superar los extremismos. Claro que esto a muchos no les interesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario