Este domingo los ciudadanos asturianos y andaluces, en el libre ejercicio democrático de su voto, han renovado sus parlamentos autonómicos. Se puede volver a repetir que la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana. No obstante, los ciudadanos de estas dos regiones españolas han repartido premios y castigos para todos, y por supuesto que hay derrotados, aunque no lo reconozcan. Por mi parte, estoy muy sorprendido con los resultados, no esperaba una salida así.
El Partido Socialista celebra su consolidación como primer partido asturiano en un parlamento más fragmentado, y Javier Fernández tiene serias opciones de encabezar el gobierno si el voto del extranjero da un escaño más a los socialistas en detrimento de Foro, y si UPyD se retrata, optanto por un bloque de izquierdas o de derechas con su voto positivo o neutral. En Andalucía, Griñán ha conseguido hacer frente a unas encuestas que todos creímos que auguraban el cierre de un extenso capítulo de gobierno socialista. En lugar de la brutal derrota con la que soñaba la prensa de derechas -que apostó bien fuerte para movilizar al electorado conservador y desmovilizar al progresista sacando a relucir por encima de todo la corrupción de los ERE; ABC ha perdido las elecciones andaluzas-, el PP ha ganado en votos las elecciones andaluzas, sí, pero con una distancia de poco más de 40.000 votos y un escaso punto porcentual, una distancia muy raquítica comparada con elecciones cercanas como las municipales o las generales. Comparadas con las de 2008, es cierto que la caída socialista es impresionante: los años de gobierno, la corrupción y el agotamiento de un modelo clientelar pasan factura, y se espera que, de llegar a un acuerdo con IU -que debería entrar en el gobierno andaluz-, debe hacer una profunda limpieza interna e institucional si no quiere verse dentro de cuatro años con una derrota total. Los ciudadanos no deben aceptar bromas.
Es cierto que Griñán ha protagonizado una resurrección milagrosa que no solo rompe los planes de Javier Arenas de asaltar, por fin, el gobierno de la junta de Andalucía. De renovar el gobierno con IU, Griñán se convierte en el presidente autonómico socialista con más poder institucional, una gran plataforma para hacer oposición a las contrarreformas neoliberales de Mariano Rajoy con un modelo alternativo socialdemócrata. Es de esperar que la derecha nacional haga todo lo posible por seguir marginando a Andalucía y castigando la libre elección de sus votantes: la derecha mediática ya ha arrancado la típica retahíla de insultos; la máscara demócrata quema mucho ante fachadas tan autoritarias. Pero Griñán también rompe los planes del equipo de Rubalcaba, en concreto los de Manuel Chaves y Gaspar Zarrías, de eliminar un sucesor incómodo y que apostó por Carme Chacón en el 38º Congreso socialista. Aunque a Rubalcaba le perturba bastante un líder socialista poco afín con poder institucional, no hay mal que por bien no venga: lo importante es que el PSOE andaluz, y si se une también el PSOE asturiano, han conseguido conjurar un terrible peligro para la democracia, que sería la concentración excesiva de poder institucional en manos de un solo partido. Sobre todo, más terrible cuando ese mismo partido encarna un proyecto de desmantelamiento del Estado del bienestar.
El Partido Popular, aunque tiene como alegrías del domingo ganar en votos las elecciones andaluzas por primera vez en su historia y ser determinantes en Asturias si el voto del exterior no arrebata la mayoría de derecha, su situación es complicada. Pese a todos los esfuerzos propios y de su aparato mediático por desgastar al socialismo andaluz y conseguir la ansiada mayoría absoluta, Javier Arenas pierde su cuarto intento de llegar al poder. Personalmente, es una gran satisfacción ver a alguien tan autoritario fuera del poder. Al PP y su aparato mediático les ha pasado lo que a la del cuento de la lechera: soñaban demasiado y han tropezado con las urnas. Al PP le ha perdido las contrarreformas que Rajoy ha hecho y anunciado, y también las contrarreformas que aún no ha anunciado. Las formas jugaron un papel muy importante: un nuevo programa electoral poco concreto y la soberbia de rechazar el debate televisivo le han hecho perder votantes potenciales, porque realmente los andaluces sentían necesario un cambio de gobierno, pero no al gobierno que les ofrecía el PP de Arenas. En Asturias ha ocurrido algo parecido, y ni el cambio de candidata ha conseguido que el PP salga de su condición de tercera fuerza, estrenada el año pasado, con la posible humillación de tener que votar a Álvarez Cascos.
Izquierda Unida tiene más cosas que celebrar. Ha aumentado en votos y escaños en las dos comunidades, pese al aumento de la abstención. En Andalucía, la sorpresa ha sido mayúscula, y no solo se evita una mayoría de derecha sino que se aleja el peligro de un extremadurazo con el posible voto díscolo de Sánchez Gordillo, empeñado en no pactar con los socialistas: la mayoría PSOE-IU es cómoda. Estoy de acuerdo que IU de Andalucía debe influir y mucho en el nuevo gobierno de Griñán y en lo que vaya a hacer el PSOE andaluz: la corrupción existente en los ámbitos de poder de los tres partidos debe atajarse de una vez. Pero la IU andaluza debe entrar en el ejecutivo de Griñán: es necesario que se conviertan en una fuerza seria de gobierno, implicándose en el día a día del ejercicio del poder, desmontando de una vez por todas ese discurso purista que solo genera má frustración en la izquierda más utópica. En Asturias debe ocurrir lo mismo: si el voto del exterior da mayoría al centroizquierda y UPyD da su voto o abstención para que Javier Fernández sea el nuevo presidente del Principado, la IU asturiana también debe participar de la responsabilidad de gobierno.
El Foro de Álvarez-Cascos, en Asturias, hizo una apuesta arriesgada al disolver anticipadamente la asamblea del Principado. Quería ganar una cómoda mayoría a costa de culpar a socialistas y populares de no votar unos presupuestos que Cascos no quería negociar, sino imponer. Cascos no ha aprendido cómo funciona el sistema parlamentario y la apuesta está a poco de resolverse. Si la mayoría de centroderecha se consolida, el PP debe tragarse todo lo que le molesta la deserción de Cascos y apoyarle. Si PSOE e IU suman mas, el experimento de Cascos habrá acabado, de momento. Lo paradójico de estas elecciones sería que su causa, esto es, la división y falta de acuerdo entre los dos partidos de derecha, se tradujera en un acuerdo entre esas dos fuerzas políticas. Porque, para ello, lo lógico hubiera sido que ocurriera en la legislatura disuelta y ahorrar a los asturianos ser llamados a elecciones como un arbitraje para desbloquear la situación política.
UPyD, por su parte, fracasa en su intento de abrirse un espacio en el Parlamento andaluz, un alivio por cuanto era cada vez más evidente su posición de sumisión al PP andaluz para darles el gobierno si se hubiera clavado el resultado de las encuestas. En Asturias, su entrada les obligará a retratarse entre optar por dejar que gobierne la izquierda o la derecha, esperando, claro, a saber qué ocurre con el escaño que baila entre Foro y socialistas por el voto del exterior. Esa posibilidad sería un alivio para el PP asturiano, evitando la humillación de votar a Álvarez Cascos y pasarle el muerto al partido magenta.
Cuestión muy importante es el aumento de la abstención en ambas regiones. Lejos del mensaje antisistema de que los actuales partidos no representan a la sociedad, lo cierto es que hay un cansancio y desafección muy grande al comportamiento de la clase política: la abstención ha aumentado porque los ciudadanos no creen que la crisis económica se resolverá por la vía electoral, ni con el PSOE ni con el PP ni con ningún otro. También han castigado la falta de acuerdos estables en Asturias y la corrupción en Andalucía. Los partidos, realmente, son un reflejo de la sociedad que les vota. Pero es cierto que existen grandes distancias entre los intereses de sus élites dirigentes y los intereses reales de los ciudadanos, cuestión que el 15-M quería que se resolviese, y yo suscribo esa necesidad de acercar de nuevo los partidos a la ciudadanía.
El Partido Socialista celebra su consolidación como primer partido asturiano en un parlamento más fragmentado, y Javier Fernández tiene serias opciones de encabezar el gobierno si el voto del extranjero da un escaño más a los socialistas en detrimento de Foro, y si UPyD se retrata, optanto por un bloque de izquierdas o de derechas con su voto positivo o neutral. En Andalucía, Griñán ha conseguido hacer frente a unas encuestas que todos creímos que auguraban el cierre de un extenso capítulo de gobierno socialista. En lugar de la brutal derrota con la que soñaba la prensa de derechas -que apostó bien fuerte para movilizar al electorado conservador y desmovilizar al progresista sacando a relucir por encima de todo la corrupción de los ERE; ABC ha perdido las elecciones andaluzas-, el PP ha ganado en votos las elecciones andaluzas, sí, pero con una distancia de poco más de 40.000 votos y un escaso punto porcentual, una distancia muy raquítica comparada con elecciones cercanas como las municipales o las generales. Comparadas con las de 2008, es cierto que la caída socialista es impresionante: los años de gobierno, la corrupción y el agotamiento de un modelo clientelar pasan factura, y se espera que, de llegar a un acuerdo con IU -que debería entrar en el gobierno andaluz-, debe hacer una profunda limpieza interna e institucional si no quiere verse dentro de cuatro años con una derrota total. Los ciudadanos no deben aceptar bromas.
Es cierto que Griñán ha protagonizado una resurrección milagrosa que no solo rompe los planes de Javier Arenas de asaltar, por fin, el gobierno de la junta de Andalucía. De renovar el gobierno con IU, Griñán se convierte en el presidente autonómico socialista con más poder institucional, una gran plataforma para hacer oposición a las contrarreformas neoliberales de Mariano Rajoy con un modelo alternativo socialdemócrata. Es de esperar que la derecha nacional haga todo lo posible por seguir marginando a Andalucía y castigando la libre elección de sus votantes: la derecha mediática ya ha arrancado la típica retahíla de insultos; la máscara demócrata quema mucho ante fachadas tan autoritarias. Pero Griñán también rompe los planes del equipo de Rubalcaba, en concreto los de Manuel Chaves y Gaspar Zarrías, de eliminar un sucesor incómodo y que apostó por Carme Chacón en el 38º Congreso socialista. Aunque a Rubalcaba le perturba bastante un líder socialista poco afín con poder institucional, no hay mal que por bien no venga: lo importante es que el PSOE andaluz, y si se une también el PSOE asturiano, han conseguido conjurar un terrible peligro para la democracia, que sería la concentración excesiva de poder institucional en manos de un solo partido. Sobre todo, más terrible cuando ese mismo partido encarna un proyecto de desmantelamiento del Estado del bienestar.
El Partido Popular, aunque tiene como alegrías del domingo ganar en votos las elecciones andaluzas por primera vez en su historia y ser determinantes en Asturias si el voto del exterior no arrebata la mayoría de derecha, su situación es complicada. Pese a todos los esfuerzos propios y de su aparato mediático por desgastar al socialismo andaluz y conseguir la ansiada mayoría absoluta, Javier Arenas pierde su cuarto intento de llegar al poder. Personalmente, es una gran satisfacción ver a alguien tan autoritario fuera del poder. Al PP y su aparato mediático les ha pasado lo que a la del cuento de la lechera: soñaban demasiado y han tropezado con las urnas. Al PP le ha perdido las contrarreformas que Rajoy ha hecho y anunciado, y también las contrarreformas que aún no ha anunciado. Las formas jugaron un papel muy importante: un nuevo programa electoral poco concreto y la soberbia de rechazar el debate televisivo le han hecho perder votantes potenciales, porque realmente los andaluces sentían necesario un cambio de gobierno, pero no al gobierno que les ofrecía el PP de Arenas. En Asturias ha ocurrido algo parecido, y ni el cambio de candidata ha conseguido que el PP salga de su condición de tercera fuerza, estrenada el año pasado, con la posible humillación de tener que votar a Álvarez Cascos.
Izquierda Unida tiene más cosas que celebrar. Ha aumentado en votos y escaños en las dos comunidades, pese al aumento de la abstención. En Andalucía, la sorpresa ha sido mayúscula, y no solo se evita una mayoría de derecha sino que se aleja el peligro de un extremadurazo con el posible voto díscolo de Sánchez Gordillo, empeñado en no pactar con los socialistas: la mayoría PSOE-IU es cómoda. Estoy de acuerdo que IU de Andalucía debe influir y mucho en el nuevo gobierno de Griñán y en lo que vaya a hacer el PSOE andaluz: la corrupción existente en los ámbitos de poder de los tres partidos debe atajarse de una vez. Pero la IU andaluza debe entrar en el ejecutivo de Griñán: es necesario que se conviertan en una fuerza seria de gobierno, implicándose en el día a día del ejercicio del poder, desmontando de una vez por todas ese discurso purista que solo genera má frustración en la izquierda más utópica. En Asturias debe ocurrir lo mismo: si el voto del exterior da mayoría al centroizquierda y UPyD da su voto o abstención para que Javier Fernández sea el nuevo presidente del Principado, la IU asturiana también debe participar de la responsabilidad de gobierno.
*Gráfico cortesía de Iván Llera
El Foro de Álvarez-Cascos, en Asturias, hizo una apuesta arriesgada al disolver anticipadamente la asamblea del Principado. Quería ganar una cómoda mayoría a costa de culpar a socialistas y populares de no votar unos presupuestos que Cascos no quería negociar, sino imponer. Cascos no ha aprendido cómo funciona el sistema parlamentario y la apuesta está a poco de resolverse. Si la mayoría de centroderecha se consolida, el PP debe tragarse todo lo que le molesta la deserción de Cascos y apoyarle. Si PSOE e IU suman mas, el experimento de Cascos habrá acabado, de momento. Lo paradójico de estas elecciones sería que su causa, esto es, la división y falta de acuerdo entre los dos partidos de derecha, se tradujera en un acuerdo entre esas dos fuerzas políticas. Porque, para ello, lo lógico hubiera sido que ocurriera en la legislatura disuelta y ahorrar a los asturianos ser llamados a elecciones como un arbitraje para desbloquear la situación política.
UPyD, por su parte, fracasa en su intento de abrirse un espacio en el Parlamento andaluz, un alivio por cuanto era cada vez más evidente su posición de sumisión al PP andaluz para darles el gobierno si se hubiera clavado el resultado de las encuestas. En Asturias, su entrada les obligará a retratarse entre optar por dejar que gobierne la izquierda o la derecha, esperando, claro, a saber qué ocurre con el escaño que baila entre Foro y socialistas por el voto del exterior. Esa posibilidad sería un alivio para el PP asturiano, evitando la humillación de votar a Álvarez Cascos y pasarle el muerto al partido magenta.
Cuestión muy importante es el aumento de la abstención en ambas regiones. Lejos del mensaje antisistema de que los actuales partidos no representan a la sociedad, lo cierto es que hay un cansancio y desafección muy grande al comportamiento de la clase política: la abstención ha aumentado porque los ciudadanos no creen que la crisis económica se resolverá por la vía electoral, ni con el PSOE ni con el PP ni con ningún otro. También han castigado la falta de acuerdos estables en Asturias y la corrupción en Andalucía. Los partidos, realmente, son un reflejo de la sociedad que les vota. Pero es cierto que existen grandes distancias entre los intereses de sus élites dirigentes y los intereses reales de los ciudadanos, cuestión que el 15-M quería que se resolviese, y yo suscribo esa necesidad de acercar de nuevo los partidos a la ciudadanía.
Totalmente de acuerdo en tu planteamiento sobre Griñán que ha vencido no solo a Arenas, también a Rubalcaba y a Chaves, de eso no cabe duda. Ahora veremos si le gana la batalla a los díscolos de algunas provincias como Cádiz donde todavía se resisten a irse los que llevan toda la vida en los coches oficiales.
ResponderEliminarSaludos socialistas
esos coches oficiales encima son 0km, se los cambian cada dos años, es lógico que no quieren irse con todos los beneficios que tienen y van a seguir teniendo
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