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jueves, 17 de enero de 2008

El rehén del Conglomerado Conservador (II)

Lamento tener que repetir título, pero no puedo ser más preciso, y reafirmar mis teorías del 19 de Diciembre: Rajoy es y será rehén del Conglomerado Conservador.

La exclusión de Ruiz-Gallardón de las listas electorales de Madrid del Partido Popular ha sido el golpe en la mesa de Esperanza Aguirre, y a través de ella del brazo mediático del Conglomerado: la COPE y el sector ideológico de la derecha más duro y crítico ante cualquier persona que muestre el más leve comportamiento de centrismo y moderación. Y digo comportamiento porque Gallardón no es centrista por convicción sino por estrategia política: los madrileños sabemos que gestos y actos no son lo mismo.

Que Rajoy quería contar con el tirón electoral que da Gallardón, no solo en Madrid sino en el resto de España por su alta valoración, es cierto. Pero, ¿lo ha incluido? Estamos viendo que no. ¿Por qué? ¿No es el líder de un partido centralista y presidencialista, y por ende, él, que es Presidente del partido, es quien manda? Esto último es mero pensamiento utópico.

Cuando en 2003 el Dedo, porque hay que ponerlo en mayúscula, de Aznar designó a Rajoy candidato a sucederle en la Moncloa, el Dedo no desapareció tras la gran derrota conservadora en 2004. Rajoy no se consolidó como líder indiscutible y el Dedo permaneció. Aznar permaneció, y todo lo que él decía todo el Partido Popular lo asumía, mal que le pareciera a Rajoy. Y en toda esta legislatura hemos asistido a la falta de impronta propia de Rajoy en el partido. Que no descarto también que pueda liderar efectivamente el partido, pero eso supondría que decir una cosa un día y al siguiente otra contraria sería síntoma de trastorno bipolar grave.

Y estos días, es el ejemplo tropecientos de la falta de mando. Que quiera que Zaplana encabece Valencia, y Camps se niegue y se ofrezca a cambio en vez de haber dicho que sí y bajado la cabeza como partido centralista presidencialista que es el conservador, ya es una derrota. Que quiera que Gallardón le acompañe en la lista de Madrid y que Aguirre le diga que no y que como Camps se ofrezca a dimitir e ir en las listas es la segunda derrota. Ni Zaplana en Valencia ni Gallardón en Madrid, Rajoy se arruga y no impone su criterio.

Que el criterio que se quiera dar de los estatutos conservadores de impedir ser alcalde y diputado a la vez no es válido: los alcaldes conservadores de Burgos, Oviedo, Don Benito, Tomelloso, Cádiz y Cartagena están en las listas, e independientemente de lo bien o mal que lo hagan no tienen la proyección nacional que tiene Gallardón. Y es de suponer que el partido conservador tiene mentalidad de ganar las elecciones (sólo de suponer, porque ni yo mismo me lo creo) y reunir en sus listas a sus afiliados de mayor notoriedad.

Que Rajoy salga el día siguiente a defenderse, a proclamar su independencia, aparte de darnos una bonita lección de separar españoles de compatriotas (¿cuáles son los compatriotas de Rajoy entonces?), es intentar convencer a las paredes. La realidad es que su autoridad se ha puesto en entredicho por Camps y Aguirre, algo que con Aznar jamás hubiera ocurrido. ¿Con qué credibilidad se presenta Rajoy ante el electorado? Suponemos que se presenta para intentar ganar. Pero, ¿qué garantías ofrece a su electorado y por extensión al resto de españoles de que él efectivamente gobernará en su Gobierno? ¿O por el contrario se vería condicionado a diversos grupos de presión? Grupos de presión de dentro y de fuera de su partido, es decir, del Conglomerado Conservador. Del sector económico de la gran empresa por la inclusión de Pizarro; de los sectores radicales de su partido por ceder ante Aguirre y Camps; del sector mediático por dejarse influir de la COPE, el Mundo, la Razón y los contertulios reaccionarios; y por último del sector reivindicativo de la derecha en la calle, tremendamente reaccionario y jaleados por el sector mediático. Aquí el menor atisbo de centro derecha ha sido barrido por la radicalidad y la regresión. El partido se resquebraja y se purga.

No sería el Gobierno de Rajoy, sería el gobierno de la regresión. Porque aunque Rajoy haya expresado su voluntad de querer respetar la legislación socialista ya nos ha vuelto a demostrar que no tiene fuerza para imponer su criterio.

Ante esto sólo queda afirmar una cosa: el Partido Socialista no cuenta con una alternativa seria con la que competir. No sólo por ofrecer su labor en la legislatura 2004-2008 sino por ausencia del competidor, sabedor de derrota y ya pensando los distintos barones del partido en apartar a Rajoy, para competir cada uno desde su parcela de poder partidario para controlar los despojos que quedan del partido conservador. Porque al igual que la UCD se resquebrajó en los años 1981-1982 por agotamiento del proyecto y el fin del liderazgo de Suárez cada barón se fue del barco que se hacía aguas por todos lados, aquí el efecto es que mientras ninguno se va porque no tenían un partido detrás como los de UCD, estos van a provocar su ruina por su lucha descarnada para hacerse con el partido, y en el momento que uno lo haga los demás dirán hasta aquí hemos llegado. Y sus votantes, igual. Y no tienen más opciones: la unidad del centroderecha ha sido su virtud y su ruina, eliminando cualquier competidor en su propio campo.

Y Gallardón, que quería y admitía querer estar en las listas, fuera cual fuera su intención y ambición final, se ha visto derrotado y puesto en ridículo por Aguirre y traicionado por Rajoy. Y ante un partido que no le quiere, sólo le queda el honor: el honor de irse y dejar que con su pan se lo coman.

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