No deja de haber numerosos partidos u organizaciones que sigan proclamando la revolución proletaria, sea de la corriente que sea: marxistas o anarquistas.
En el caso anarquista, la revolución es una forma más de sus ideales utópicos, e ingenuos. Y es que el anarquismo murió exactamente cuando dejó de haber verdaderos anarquistas: Proudhon, Bakunin o Kropotkin, sus ideólogos básicos. Tras ellos el anarquismo ha vivido de sus enseñanzas o ha derivado en un terrorismo marginal. Porque el anarquismo no ha planteado su modelo alternativo ni ha conseguido llevar a cabo en ningún sitio su experimento libertario con éxito. En 1936 cuando el Estado republicano se vino abajo por el golpe militar y la formación de las milicias los anarquistas intentaron llevar a cabo su “revolución social” a la par que luchar contra los rebeldes. Así les fue: derrota tras derrota y Durruti hubo de reconocer que primero estaba la disciplina y ganar la guerra que los experimentos anarquistas. Actualmente el anarquismo no deja de ser un “anti todo”. Sin proponer, más que ideas vagas e imprecisas, sólo protestando contra lo establecido. O peor, derivar a la violencia “antifascista”: el anarquismo deja de ser una ideología de liberación frente a la “opresión” para convertirse en ideología de violentos y opresores, dirimiendo sus diferencias con el otro extremo, neonazi, a base de peleas o asesinatos. ¿Diferencias entre antifascistas y neonazis? Ni una.
En el campo del marxismo, la “revolución” únicamente se ha dado donde es por todos conocido: el antiguo mundo soviético. La Unión Soviética, Cuba, China, Corea del Norte, Camboya, Vietnam… no incluiré a las democracias populares de Europa del Este por no haber vivido una revolución sino más bien la imposición de un gobierno por el dictado de Moscú. El resto vivió una guerra civil y un proceso revolucionario en serio, aunque lo derivado de esas revoluciones hayan sido la imposición de las dictaduras no del proletariado sino de un partido o una persona. La revolución soviética derivó de la abolición de la explotación del hombre por el hombre a la explotación del hombre por el Estado, la revolución cubana a la órbita soviética y al fracaso de una vía democrática frente al antiguo régimen de Batista, la revolución china a las atrocidades de Mao y a un capitalismo salvaje, Corea del Norte a la mayor penuria y miseria de sus ciudadanos y la implantación de una dinastía de dictadores y ya hablar de los jemeres rojos de Camboya… sus millones de asesinados hablan por sí solos.
Esto es la traición a la revolución, la perversión a sistemas totalitarios que necesitan el terror para mantener el poder en manos de una nomenclatura de privilegiados, en países donde supuestamente no había clases sociales. La derivación de estos regímenes manifestó su fracaso de entregar el poder efectivo al pueblo en democracia total y en la eliminación de los grupos oligárquicos. Destruyó esos grupos, sí, pero rápidamente creó unos de nuevo cuño.
A finales del siglo XIX el Partido Socialdemócrata Alemán era el partido modelo de la II Internacional Socialista. Era el partido socialista con más implantación, el más numeroso, el más organizado. Todos los otros partidos lo imitaban.
Karl Kaustky era uno de sus máximos ideólogos, y teorizaba sobre el devenir futuro del derrumbe del capitalismo y la implantación de la sociedad socialista. El programa de Kaustky mantenía los principios del marxismo de la lucha de clases, la revolución, la preparación del proletariado y la dialéctica derivada de esto, y a la par defendía la actuación reformista y parlamentaria de los diputados del partido, a cada elección más numerosos.
Para Kaustky era muy importante teorizar cómo se daría el paso del capitalismo al socialismo. Las premisas eran cómo hacer la revolución, cuándo hacer la revolución y con qué hacer la revolución. Sin embargo Kautsky desechó la idea de que el SPD fuera el provocador de la revolución: la revolución acabaría llegando por la degradación del capitalismo, y sería cuando el SPD obtuviera el poder.
Pero así, descartada la vía insurreccional, Kautsky defendía también la llegada al poder por la vía democrática. Así el SPD se hacía parlamentario, de masas, abierto a los trabajadores y basado en una férrea disciplina para la unidad de acción. Todo resumido simplemente: el SPD es un partido revolucionario que no hace revoluciones.
El partido consigue así conquistas sociales en el parlamento, su oposición parlamentaria al poder liberal le hace obtener mejores resultados con un objetivo: llegar al poder, y, desde él, transformar la sociedad desde la legalidad democrática. Así pues, el SPD es revolucionario en los fines, no en los medios. La revolución se aleja en el tiempo, es como la espera del Mesías que vendrá a liberar a los hombres.
Y esa conquista del poder es lo que para Kaustky es la dictadura del proletariado preconizada por Marx. No la dictadura autoritaria, sino el gobierno de la clase obrera, que a partir de una mayoría parlamentaria imponer su programa socialista y enfrentarse a la voluntad popular a través de las elecciones para que ésta le renueve o no el poder. Es decir, la forma democrática se mantiene, el pluralismo político se mantiene. La sociedad socialista sería la democracia más pura. Kautsky luego sería un renegado para el comunismo, por atacar la dictadura soviética al negar ésta la democracia y el pluralismo, máximas según las que no era posible el socialismo.
Más allá fue Eduard Bernstein. Lo que Kautsky no se atrevió a reconocer nunca, que la revolución nunca llegaría, lo dijo Bernstein. Él dijo lo que todos hacían pero no querían reconocer: el capitalismo no mostraba signos de degradación sino que las crisis periódicas les seguían bonanzas periódicas. Así, el revisionismo de Bernstein proclamaba un socialismo no antisistema, sino, como el Partido Socialista Belga, un partido prosistema. El partido se fundamentaría en la justicia social, la práctica reformista parlamentaria y el mantenimiento en el sistema liberal-democrático: el socialismo es la culminación de las reformas liberal democráticas.
Por mucho que el revisionismo fuera tachado de anatema y condenado por el SPD y la II Internacional, lo cierto es que se impuso y dio forma a la socialdemocracia del siglo XX frente a la socialdemocracia del XIX a caballo entre el parlamentarismo y la revolución.
Tras la I Guerra Mundial los partidos socialistas abandonaron la idea revolucionaria, merced a la deriva totalitaria de la Unión Soviética en formación. La socialdemocracia entró en crisis y se enfrentó al nuevo comunismo, minoritario en la mayoría de países. Pero la socialdemocracia aceptó por fin las tesis revisionistas y se puso a la cabeza de la defensa a ultranza del sistema democrático, y consiguió la incorporación de la mayoría de la clase obrera al sistema, cuando, a la llegada al poder, se sentaron las bases de las prestaciones sociales y del sistema del bienestar.
En Suecia el Partido Socialdemócrata llegó al poder en la década de los 30 y permaneció en él hasta nuestros días con apenas tres breves intervalos. En esos 70 años construyó y potenció el sistema del bienestar y llevar a Suecia de un país perdido del norte en un país modelo y puntero del siglo XXI.
En Italia el Partido Socialista Italiano se vio desgarrado por la división de los socialdemócratas y los comunistas, y por el acoso del fascismo creciente, que asesinó a uno de sus dirigentes, Matteoti, y la protesta de abandono del parlamento por parte de la oposición democrática fue la señal del fin de la democracia italiana en manos del fascismo, con vía libre para la reforma de la legalidad hacia la dictadura.
En Alemania el SPD fue parte de diversos gobiernos de coalición con el Partido del Centro católico y otros partidos liberales, siendo casi el puntal de la República de Weimar frente a comunistas y nacionalsocialistas, ambos cada vez más fuertes. Como todo el mundo sabe esta parte de la historia, qué decir que ante la presión y victoria nazi le siguió la pesadilla del III Reich.
En España el Partido Socialista llegó a la II República muy dividido en dos tendencias: la más socialdemócrata partidaria de ayudar a sostener y consolidar la república, y la más marxista partidaria de llegar cuanto antes a la república socialista. Lo que en otros partidos socialistas de Europa ya no defendían, una parte del PSOE aún prefería. Y así que cuando la derecha católica ganó las elecciones esa facción socialista se inquietó: ya se había consolidado la dictadura mussoliniana y Hitler acababa de llegar al poder. Y la derecha defendía el sistema corporativista italiano y admiraba a ambos fascismos. Así, queriendo evitar seguir el mismo camino que sus partidos hermanos muchos dieran el primer paso de hacer estallar la revolución. Que fracasó. Y en la guerra civil el PSOE fuera junto al Partido Comunista el apoyo casi único, por desaparición o incompetencia de los demás, de defender lo poco que quedaba de legalidad republicana para hacer frente al bando rebelde, cuyas simpatías por los fascismos estaban muy claras.
Así, la revolución demostró su incapacidad para levantar la nueva sociedad.
En el caso anarquista, la revolución es una forma más de sus ideales utópicos, e ingenuos. Y es que el anarquismo murió exactamente cuando dejó de haber verdaderos anarquistas: Proudhon, Bakunin o Kropotkin, sus ideólogos básicos. Tras ellos el anarquismo ha vivido de sus enseñanzas o ha derivado en un terrorismo marginal. Porque el anarquismo no ha planteado su modelo alternativo ni ha conseguido llevar a cabo en ningún sitio su experimento libertario con éxito. En 1936 cuando el Estado republicano se vino abajo por el golpe militar y la formación de las milicias los anarquistas intentaron llevar a cabo su “revolución social” a la par que luchar contra los rebeldes. Así les fue: derrota tras derrota y Durruti hubo de reconocer que primero estaba la disciplina y ganar la guerra que los experimentos anarquistas. Actualmente el anarquismo no deja de ser un “anti todo”. Sin proponer, más que ideas vagas e imprecisas, sólo protestando contra lo establecido. O peor, derivar a la violencia “antifascista”: el anarquismo deja de ser una ideología de liberación frente a la “opresión” para convertirse en ideología de violentos y opresores, dirimiendo sus diferencias con el otro extremo, neonazi, a base de peleas o asesinatos. ¿Diferencias entre antifascistas y neonazis? Ni una.
En el campo del marxismo, la “revolución” únicamente se ha dado donde es por todos conocido: el antiguo mundo soviético. La Unión Soviética, Cuba, China, Corea del Norte, Camboya, Vietnam… no incluiré a las democracias populares de Europa del Este por no haber vivido una revolución sino más bien la imposición de un gobierno por el dictado de Moscú. El resto vivió una guerra civil y un proceso revolucionario en serio, aunque lo derivado de esas revoluciones hayan sido la imposición de las dictaduras no del proletariado sino de un partido o una persona. La revolución soviética derivó de la abolición de la explotación del hombre por el hombre a la explotación del hombre por el Estado, la revolución cubana a la órbita soviética y al fracaso de una vía democrática frente al antiguo régimen de Batista, la revolución china a las atrocidades de Mao y a un capitalismo salvaje, Corea del Norte a la mayor penuria y miseria de sus ciudadanos y la implantación de una dinastía de dictadores y ya hablar de los jemeres rojos de Camboya… sus millones de asesinados hablan por sí solos.
Esto es la traición a la revolución, la perversión a sistemas totalitarios que necesitan el terror para mantener el poder en manos de una nomenclatura de privilegiados, en países donde supuestamente no había clases sociales. La derivación de estos regímenes manifestó su fracaso de entregar el poder efectivo al pueblo en democracia total y en la eliminación de los grupos oligárquicos. Destruyó esos grupos, sí, pero rápidamente creó unos de nuevo cuño.
A finales del siglo XIX el Partido Socialdemócrata Alemán era el partido modelo de la II Internacional Socialista. Era el partido socialista con más implantación, el más numeroso, el más organizado. Todos los otros partidos lo imitaban.
Karl Kaustky era uno de sus máximos ideólogos, y teorizaba sobre el devenir futuro del derrumbe del capitalismo y la implantación de la sociedad socialista. El programa de Kaustky mantenía los principios del marxismo de la lucha de clases, la revolución, la preparación del proletariado y la dialéctica derivada de esto, y a la par defendía la actuación reformista y parlamentaria de los diputados del partido, a cada elección más numerosos.
Para Kaustky era muy importante teorizar cómo se daría el paso del capitalismo al socialismo. Las premisas eran cómo hacer la revolución, cuándo hacer la revolución y con qué hacer la revolución. Sin embargo Kautsky desechó la idea de que el SPD fuera el provocador de la revolución: la revolución acabaría llegando por la degradación del capitalismo, y sería cuando el SPD obtuviera el poder.
Pero así, descartada la vía insurreccional, Kautsky defendía también la llegada al poder por la vía democrática. Así el SPD se hacía parlamentario, de masas, abierto a los trabajadores y basado en una férrea disciplina para la unidad de acción. Todo resumido simplemente: el SPD es un partido revolucionario que no hace revoluciones.
El partido consigue así conquistas sociales en el parlamento, su oposición parlamentaria al poder liberal le hace obtener mejores resultados con un objetivo: llegar al poder, y, desde él, transformar la sociedad desde la legalidad democrática. Así pues, el SPD es revolucionario en los fines, no en los medios. La revolución se aleja en el tiempo, es como la espera del Mesías que vendrá a liberar a los hombres.
Y esa conquista del poder es lo que para Kaustky es la dictadura del proletariado preconizada por Marx. No la dictadura autoritaria, sino el gobierno de la clase obrera, que a partir de una mayoría parlamentaria imponer su programa socialista y enfrentarse a la voluntad popular a través de las elecciones para que ésta le renueve o no el poder. Es decir, la forma democrática se mantiene, el pluralismo político se mantiene. La sociedad socialista sería la democracia más pura. Kautsky luego sería un renegado para el comunismo, por atacar la dictadura soviética al negar ésta la democracia y el pluralismo, máximas según las que no era posible el socialismo.
Más allá fue Eduard Bernstein. Lo que Kautsky no se atrevió a reconocer nunca, que la revolución nunca llegaría, lo dijo Bernstein. Él dijo lo que todos hacían pero no querían reconocer: el capitalismo no mostraba signos de degradación sino que las crisis periódicas les seguían bonanzas periódicas. Así, el revisionismo de Bernstein proclamaba un socialismo no antisistema, sino, como el Partido Socialista Belga, un partido prosistema. El partido se fundamentaría en la justicia social, la práctica reformista parlamentaria y el mantenimiento en el sistema liberal-democrático: el socialismo es la culminación de las reformas liberal democráticas.
Por mucho que el revisionismo fuera tachado de anatema y condenado por el SPD y la II Internacional, lo cierto es que se impuso y dio forma a la socialdemocracia del siglo XX frente a la socialdemocracia del XIX a caballo entre el parlamentarismo y la revolución.
Tras la I Guerra Mundial los partidos socialistas abandonaron la idea revolucionaria, merced a la deriva totalitaria de la Unión Soviética en formación. La socialdemocracia entró en crisis y se enfrentó al nuevo comunismo, minoritario en la mayoría de países. Pero la socialdemocracia aceptó por fin las tesis revisionistas y se puso a la cabeza de la defensa a ultranza del sistema democrático, y consiguió la incorporación de la mayoría de la clase obrera al sistema, cuando, a la llegada al poder, se sentaron las bases de las prestaciones sociales y del sistema del bienestar.
En Suecia el Partido Socialdemócrata llegó al poder en la década de los 30 y permaneció en él hasta nuestros días con apenas tres breves intervalos. En esos 70 años construyó y potenció el sistema del bienestar y llevar a Suecia de un país perdido del norte en un país modelo y puntero del siglo XXI.
En Italia el Partido Socialista Italiano se vio desgarrado por la división de los socialdemócratas y los comunistas, y por el acoso del fascismo creciente, que asesinó a uno de sus dirigentes, Matteoti, y la protesta de abandono del parlamento por parte de la oposición democrática fue la señal del fin de la democracia italiana en manos del fascismo, con vía libre para la reforma de la legalidad hacia la dictadura.
En Alemania el SPD fue parte de diversos gobiernos de coalición con el Partido del Centro católico y otros partidos liberales, siendo casi el puntal de la República de Weimar frente a comunistas y nacionalsocialistas, ambos cada vez más fuertes. Como todo el mundo sabe esta parte de la historia, qué decir que ante la presión y victoria nazi le siguió la pesadilla del III Reich.
En España el Partido Socialista llegó a la II República muy dividido en dos tendencias: la más socialdemócrata partidaria de ayudar a sostener y consolidar la república, y la más marxista partidaria de llegar cuanto antes a la república socialista. Lo que en otros partidos socialistas de Europa ya no defendían, una parte del PSOE aún prefería. Y así que cuando la derecha católica ganó las elecciones esa facción socialista se inquietó: ya se había consolidado la dictadura mussoliniana y Hitler acababa de llegar al poder. Y la derecha defendía el sistema corporativista italiano y admiraba a ambos fascismos. Así, queriendo evitar seguir el mismo camino que sus partidos hermanos muchos dieran el primer paso de hacer estallar la revolución. Que fracasó. Y en la guerra civil el PSOE fuera junto al Partido Comunista el apoyo casi único, por desaparición o incompetencia de los demás, de defender lo poco que quedaba de legalidad republicana para hacer frente al bando rebelde, cuyas simpatías por los fascismos estaban muy claras.
Así, la revolución demostró su incapacidad para levantar la nueva sociedad.
Varias cosas
ResponderEliminarEn primer lugar el anarquismo si que tiene una propuesta, el problema es que no quiere llevarla a cabo en el parlamento (como yo siempre he criticado).
Para seguir con los anarquistas hay mucha diferencia entre un "golpe de Estado" y una "revolución" (echale una ojeada en el wikipedia). Todos los historiadores consideran que los sucesos en Barcelona fueron revolucionarios (cosa que comparto aunque no creo que fuese la medida adecuada para las circunstancias).
Para seguir el marxismo. La revolución rusa tuvo un problema llamado Stalin. Stalin planteó un sistema revolucionario contrario a las proposiciones de Marx, Engels y de los contemporáneos Lenin y Trotsky, por lo que la revolución fue traicionada por Stalin.
Si aplicamos la lógica, veremos que si decimos que la revolución fue traicionada no puede haber sido plenamente desarrollada y, por tanto, como si no existiera en su máximo esplendor.
Respecto al socialismo... que decir en parte. El socialismo democrático planteaba, como decían los anarquistas: una revolución social desde el Parlamento. Esto fue apoyado por Marx. Ahora bien, llegaron las ideas de Berstein el cual decía que Marx se había equivocado respecto al capitalismo el cual desarrollaba y no explotaba...
Kautsky, como tu dices, sigue siendo revolucionario (no toda acción revolucionaria ha de desembocar en violencia).
El problema precisamente de eso es que, en muchos casos, no se desarrollaba ese cambio sino que seguían con las mismas instituciones... Por ello saltó Lenin el cual propuso un sistema que "hubiera funcionado" de no ser porque querían perpetuarlo hasta el fin de los tiempos y las modificaciones de Stalin (que fueron plasmadas en un informe del propio gobierno soviético en época de Carrillo).
Aquí puede que no se vea así, pero el Mesías es la revolución en otros confines de la tierra donde nos empeñamos en adaptar nuestro penoso sistema, en los casos de explotación y empresa privada (economía capitalista), a ellos cuando son explotados por los grupos de control económicos (Europa, Japón y EEUU).
Las revoluciones son revolucionarias si se hacen con cabeza
Por cierto, ¿No te consideras antifascista? Hay muchas diferencias en lo que consideras un antifascista y un nazi.
ResponderEliminarMe sorprende que consideres de los antifascistas así... gloriosamente hablas de la resistencia en la guerra civil y cuando hablas de las luchas de hoy en día hablas con otros enfoques.
Son necesarias, aunque con otros modos, para que no caigamos en el olvido que también hay que ilegalizar a FE de las JONS al igual que se ilegaliza a Batasuna, PCTV... por la responsabilidad en actos como los Abogados de Atocha y por amenazar, mucho más, a la democracia que la propia izquierda.
Yo me sigo reiterando en que el anarquismo no mantiene una sola propuesta coherente para desarrollar. Ya entrando en el terreno de la utopía y de la ingenuidad (sincera, sin ánimo de reproche en absoluto) existen “propuestas”. Las mismas que alberga Tomás Moro en “Utopía”, a ver si acaso su modelo era posible hacerlo.
ResponderEliminarEl carácter mismo del anarquismo de rechazar cualquier poder establecido, por muy democrático y parlamentario que sea, le lleva a rechazar la participación política. Es algo que es muy sensato: no les gusta el poder establecido, no participan de él. Ahora muy contrario es que quieran desobedecerlo, que es algo que en mi opinión ante el poder legal y legítimo por ética no deben, y por obligación deben.
Tengo una plena conciencia para distinguir entre golpe de Estado y revolución. Planteo una pregunta ¿puede ser algo una revolución y al mismo tiempo golpe de Estado? Sí, ¿por qué no? O más, del golpe de Estado derivar a una revolución inmediata, y la historia nos brinda múltiples ejemplos:
-los directos, como la “Revolución Gloriosa” de 1868, que es ni más ni menos que un golpe de Estado que llevó a cabo el proceso revolucionario de 1868-1873; la Revolución Rusa de Octubre de 1917, es un perfecto golpe de Estado organizado por el Partido bolchevique para derribar el gobierno provisional, y que ya sentando a un gobierno “proletario” (quizás deberíamos decir “en nombre de”) inició la Revolución y la consolidó a través de los años; y la Revolución de los Claveles de Portugal de 1974, un golpe militar apoyado rápidamente por la población y que condujo a la Revolución. Ahí esta eso.
-los indirectos, que un golpe de Estado lleve a una “revolución”, y ahí tengo muchas dudas de pensar estas cosas. Porque el golpe militar del 18 de Julio provocó como reacción una insurrección de masas para hacer frente a la rebelión y que se dedicó más a imponer su voluntad en cada uno de sus ámbitos de decisión y la práctica de sus utopías que en el verdadero problema que era la rebelión y posterior guerra civil. Y así fue lo que pasó. Y quizás no es ni revolución, por eso la pongo entre comillas aquí y en la entrada porque las revoluciones, como tú dices, se hacen con cabeza. Es más, las dirige una cabeza, y las masas actúan de comparsa, no las masas crean la revolución por sí solas.
Espero que me concretes a qué te refieres con los “sucesos de Barcelona” (Semana Trágica 1909, los atentados anarquistas, los sucesos de la guerra civil…) así que a eso no puedo opinar (prefiero tener la seguridad de saber a cuál de esas circunstancias te refieres).
La revolución rusa tiene más problemas que Stalin. Su sistema “revolucionario” contrario a Marx no es que lo imponga él, ¡es que ya Lenin planteó su dictadura del proletariado no como un gobierno del proletariado, sino un gobierno de él, por obra y gracia suya! Ya he mencionado las tesis de Kaustky sobre la dictadura del proletariado, y la repulsa que hizo de la dictadura leninista: el poder monopolizado por un partido minoritario no puede mantenerse más que a través de un terrorismo de Estado ejercido despiadadamente por un grupo prepotente y privilegiado contra la mayoría de la población. No sólo eso, Lenin contradijo las tesis de Marx, que la revolución socialista sólo se puede desarrollar en un sistema burgués, y Lenin era el único en el partido bolchevique de no dejar consolidar la democracia burguesa y tomar el poder. Es decir, la revolución no sigue la ortodoxia marxista desde antes de nacer.
Estoy de acuerdo en lo que dices, la revolución, más concretamente lo que esperaba el proletariado y cuantos apoyaban un nuevo sistema, fueron traicionados. Pero no con Stalin, sino con Lenin. El “sistema revolucionario” de Stalin no es más que la continuación de Lenin: eliminados los enemigos construir su dictadura personal y no la tan coreada dictadura del proletariado.
Dejar la descripción de las tesis de Bernstein en “el capitalismo desarrollaba y no explotaba” es demasiado simple, y equivocado. Bernstein demuestra con datos, con datos, que el capitalismo tiende a las crisis cíclicas y a recuperarse, pero la línea general es ascendente. Así, la siguiente crisis será cuando se haya recuperado con creces la anterior… y así ofrecer un balance “positivo”. Y hay datos. ¡Claro que el capitalismo explota! Esto no lo duda Bernstein, pero para evitarlo ahí está el partido socialista para desde el parlamento llevar a cabo las reformas. ¡Las reformas! Llegar al socialismo a través de la reforma. ¿Acaso el socialismo deberá renunciar a lo bueno del capitalismo? Como Kautsky defendía, el socialismo es la culminación del proceso iniciado en el liberalismo, la democracia más perfecta (cosa que Lenin no entendió: nueva traición del bolchevismo). Así pues, me reitero, el capitalismo puede producir riqueza en base a la libre iniciativa, ¿debe renunciar a eso el socialismo? No, el socialismo debe proteger al trabajador y desarrollar la obra legislativa social y laboral que potencie un sistema positivo, y ese sistema es el Estado del Bienestar.
En cuanto a considerarme antifascista, prefiero más tener una consideración positiva de mí mismo en vez de considerarme “anti-algo”. ¿Soy contrario al fascismo? Sí, completamente. Por eso me considero socialista y demócrata, ya eso lleva implícito ser contrario a una ideología totalitaria que niegue la persona, sea el comunismo soviético o el fascismo y nacionalsocialismo.
Y ante las diferencias antifascistas (en tanto que redskin que son la inmensa mayoría y otros cuantos que se puedan calificar como alternativos) y nazis, yo sostengo la siguiente teoría: los extremos se tocan. Son iguales. ¿Iguales a qué? A la necesidad de practicar la violencia para demostrar su existencia, a la estrechez de miras ideológicas y al odio al que no esté acorde con su forma de ser o pensar.
Dudo mucho que la resistencia como la de por ejemplo Madrid en la guerra civil pueda ser muy parecida a cualquier “resistencia” o lucha en esta sociedad actual. A ellos les valía la vida resistir y no tenían donde caerse muertos.
En cuanto a ilegalizar partidos políticos, no soy partidario de la censura a una determinada ideología. La virtud de la democracia es el desmontaje de las tesis de los extremos: este es un sistema basado en la voluntad ciudadana libre. Ahora bien, que cualquier partido sirva de tapadera para dar fondos o información a una organización terrorista debe ser disuelta y juzgada e impedir que lleve a cabo esas pretensiones delictivas. ¿Se debe ilegalizar a un partido por ser abertzale o fascista? No soy partidario, simplemente porque eso niega la democracia. Los abertzales no son ilegales, existe mismamente un partido abertzale y democrático pacifista, como Aralar. Si ya los propios abertzales prefieren votar por partidos que defiendan la violencia, debemos pensar en ellos no como personas censurables sino como un fracaso de inculcar los valores de la democracia, el respeto y la libertad. Lo mismo vale para unos, que para fascistas o antifascistas.
Gracias por tu comentario, compañero.