Para dar una muestra de la normalidad que puede ser el debate en torno a la república me voy a remitir a Australia. En 1999, con gobierno conservador, se rechazó la eliminación total de los vínculos con Reino Unido, que hubiera supuesto la proclamación de la república, por poco más del 55% de los votos. Y no ha pasado nada, no es un debate que desgarre al país y lo galvanice en posturas irreconciliables.
En cambio, la derrota de esa propuesta no ha sido motivo para dejarla aparcada. Ahora el nuevo gobierno laborista ha convocado una convención para debatir asuntos tales como la eliminación de los estados federales, una nueva distribución de impuestos, las relaciones con los indígenas, y unos cuantos delegados han llevado el debate de la instauración de la república. Y sea lo que sea, como si gana esa propuesta o si es rechazada de nuevo, no habrá pasado nada, ni habrá sido una derrota ni nada. Y el gobierno laborista, como el conservador en 1999, no tendrá nada de que preocuparse por proponer el debate, ni que lo tilden de rompepatrias, de enemigo de la nación, de irresponsable o de utópico.
¿Acaso la sociedad española no ha llegado ya a la maduración de su sistema democrático? Hemos salvado el peligro de la reacción golpista, nos hemos dotado de un sistema representativo libremente elegido y de una constitución democrática. ¿Por qué no deberíamos llevar el debate sobre la república? No sólo desde círculos diminutos de la sociedad, sino también desde los poderes constituidos.
Ayer dije que la república no la traerán las minorías, sino el acuerdo global de toda la sociedad, de una amplia base para garantizar la supervivencia del sistema republicano. ¿Podría el gobierno plantearse el debate en torno a la república? ¿Podría este debate estar maduro cuando el rey muera o renuncie? ¿Podría España tomar ejemplo de los países anglosajones y muy especialmente de la Commonweath a la hora de definir sus instituciones, de forma pacífica y acordada? Mi respuesta es que sí. Y si la hora de la república aún no ha llegado, seguiremos esperando. Y no pasará nada: la democracia es una conquista que nadie nos arrebatará.
En cambio, la derrota de esa propuesta no ha sido motivo para dejarla aparcada. Ahora el nuevo gobierno laborista ha convocado una convención para debatir asuntos tales como la eliminación de los estados federales, una nueva distribución de impuestos, las relaciones con los indígenas, y unos cuantos delegados han llevado el debate de la instauración de la república. Y sea lo que sea, como si gana esa propuesta o si es rechazada de nuevo, no habrá pasado nada, ni habrá sido una derrota ni nada. Y el gobierno laborista, como el conservador en 1999, no tendrá nada de que preocuparse por proponer el debate, ni que lo tilden de rompepatrias, de enemigo de la nación, de irresponsable o de utópico.
¿Acaso la sociedad española no ha llegado ya a la maduración de su sistema democrático? Hemos salvado el peligro de la reacción golpista, nos hemos dotado de un sistema representativo libremente elegido y de una constitución democrática. ¿Por qué no deberíamos llevar el debate sobre la república? No sólo desde círculos diminutos de la sociedad, sino también desde los poderes constituidos.
Ayer dije que la república no la traerán las minorías, sino el acuerdo global de toda la sociedad, de una amplia base para garantizar la supervivencia del sistema republicano. ¿Podría el gobierno plantearse el debate en torno a la república? ¿Podría este debate estar maduro cuando el rey muera o renuncie? ¿Podría España tomar ejemplo de los países anglosajones y muy especialmente de la Commonweath a la hora de definir sus instituciones, de forma pacífica y acordada? Mi respuesta es que sí. Y si la hora de la república aún no ha llegado, seguiremos esperando. Y no pasará nada: la democracia es una conquista que nadie nos arrebatará.
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