“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa.”
Karl Marx, El 18 de Brumario de Luis Bonaparte
En 1851 Marx escribía un libro muy acertado sobre los hechos acaecidos en Francia que llevaron de aquella primavera de los pueblos al despotismo “bajo la autoridad de un individuo sin autoridad”.
Estos días, aquellas líneas del padre del materialismo histórico vuelven a tomar todo su valor. En 1922 Benito Mussolini consigue el Gobierno, pese a que su Partido Nacional Fascista fuese el partido más minoritario de la Cámara. Con una gran estrategia, se había ganado a los conservadores y a los liberales: él era la salvación frente al comunismo. Entonces, no obtiene problemas para implantar su ley electoral, la ley Acerbo, que establece que la lista más votada obtiene los dos tercios de la cámara de diputados. Hechas las elecciones en 1924, el conocido Listone de fascistas y políticos burgueses obtiene 356 diputados de 535. Silenciado Matteotti con su vil asesinato, la dictadura fascista ya no tenía oposición.
En 2006, intentando un último esfuerzo para frenar la victoria de la izquierda italiana, coaligada en l’Unione, el liguista ministro de reformas Roberto Calderoni promulga la conocida como porcata, la ley electoral que da automáticamente una mayoría o premio de 340 diputados a la lista más votada. La izquierda consiguió por la mínima la victoria y, con ello, la mayoría parlamentaria. En el Senado el premio fue por regiones, y el equilibrio era más inestable. La izquierda quiso entonces cambiar la ley electoral, para abandonar las intenciones partidistas con las que fue promulgada. Pero con la deserción de la UDEUR de Mastella, por corrupción, de la mayoría gubernamental, la gobernabilidad se hizo imposible y se volvió a elecciones en 2008, con el desenlace conocido por todos: la vuelta de Berlusconi. No habrá reforma electoral. Volvió el Listone.
Así, es muy terrible constatar que la historia, aun con diferentes actores y circunstancias, se repite. Italia vuelve a ver su democracia en peligro, imprevisible o predecible, según se mire.
¿Agita Berlusconi el peligro del comunismo para cargar contra la izquierda? Sí. ¿Somete a tensión las instituciones del Estado para someterlas a sus intereses? Sí. ¿Alberga pretensiones de concentrar el poder político lo máximo posible en su persona? Sí. ¿Manipula o hace propaganda a favor suyo desde la casi totalidad de los medios de comunicación, que controla? Sí.
Mussolini, Berlusconi, qué más da el sujeto, la acción es la misma. Quedará por ver si la oposición repite el error de la marcha al Aventino, y entonces el dominio berlusconiano quedará asentado. Es previsible, o impredecible. Me inclino por equivocarme profundamente.
Karl Marx, El 18 de Brumario de Luis Bonaparte
En 1851 Marx escribía un libro muy acertado sobre los hechos acaecidos en Francia que llevaron de aquella primavera de los pueblos al despotismo “bajo la autoridad de un individuo sin autoridad”.
Estos días, aquellas líneas del padre del materialismo histórico vuelven a tomar todo su valor. En 1922 Benito Mussolini consigue el Gobierno, pese a que su Partido Nacional Fascista fuese el partido más minoritario de la Cámara. Con una gran estrategia, se había ganado a los conservadores y a los liberales: él era la salvación frente al comunismo. Entonces, no obtiene problemas para implantar su ley electoral, la ley Acerbo, que establece que la lista más votada obtiene los dos tercios de la cámara de diputados. Hechas las elecciones en 1924, el conocido Listone de fascistas y políticos burgueses obtiene 356 diputados de 535. Silenciado Matteotti con su vil asesinato, la dictadura fascista ya no tenía oposición.
En 2006, intentando un último esfuerzo para frenar la victoria de la izquierda italiana, coaligada en l’Unione, el liguista ministro de reformas Roberto Calderoni promulga la conocida como porcata, la ley electoral que da automáticamente una mayoría o premio de 340 diputados a la lista más votada. La izquierda consiguió por la mínima la victoria y, con ello, la mayoría parlamentaria. En el Senado el premio fue por regiones, y el equilibrio era más inestable. La izquierda quiso entonces cambiar la ley electoral, para abandonar las intenciones partidistas con las que fue promulgada. Pero con la deserción de la UDEUR de Mastella, por corrupción, de la mayoría gubernamental, la gobernabilidad se hizo imposible y se volvió a elecciones en 2008, con el desenlace conocido por todos: la vuelta de Berlusconi. No habrá reforma electoral. Volvió el Listone.
Así, es muy terrible constatar que la historia, aun con diferentes actores y circunstancias, se repite. Italia vuelve a ver su democracia en peligro, imprevisible o predecible, según se mire.
¿Agita Berlusconi el peligro del comunismo para cargar contra la izquierda? Sí. ¿Somete a tensión las instituciones del Estado para someterlas a sus intereses? Sí. ¿Alberga pretensiones de concentrar el poder político lo máximo posible en su persona? Sí. ¿Manipula o hace propaganda a favor suyo desde la casi totalidad de los medios de comunicación, que controla? Sí.
Mussolini, Berlusconi, qué más da el sujeto, la acción es la misma. Quedará por ver si la oposición repite el error de la marcha al Aventino, y entonces el dominio berlusconiano quedará asentado. Es previsible, o impredecible. Me inclino por equivocarme profundamente.
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