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jueves, 26 de marzo de 2009

El suicidio del laborismo israelí

Netanyahu ha conseguido un acuerdo que le garantiza la mayoría parlamentaria en Israel. Sumando a su coalición del Likud e Israel Beitenu a los sefardíes del Shas y los laboristas, obtiene 66 diputados. En teoría.

El Shas, pequeña formación religiosa, tiene una visión totalmente clientelar de la política, dirigido a la comunidad sefardí. Ya estuvieron en el Gobierno de Olmert. Se esperan hacer con Vivienda, Interior y Religión, para favorecer a las familiar ultraortodoxas y su sistema educativo. Los laicos los llaman extorsionadores. Y con razón. Como el otro partido religioso, Unión de la Torá y el Judaísmo, pretenden crear una sociedad aparte, de los ultraortodoxos, y no sólo eso, sino condicionar al resto de la sociedad, haciendo que el Estado les de privilegios fiscales, exención del servicio militar y subvenciones a las escuelas talmúdicas. Esto, en un país aconfesional o laico, sería inconcebible… ¿o no? ¿Acaso los terrenos regalados a fundaciones religiosas y la destrucción sistemática en la Comunidad de Madrid no está haciendo el mismo flaco favor a la sociedad? Ahondar en la división de la sociedad, que no es otra cosa que impedir la igualdad de oportunidades, deparará grandes problemas en el futuro.



El Partido Laborista, o por lo menos su líder, Ehud Barak, demuestra una irresistible tentación de permanecer en el poder a toda costa. Aunque el futuro ejecutivo esté dominado por la ultraderecha, ¡habrá presencia laborista! ¿Alguien se imaginaría a Llamazares de ministro con Aznar? Sin embargo, la mitad del grupo mayoritario, siete diputados frente a seis, está en contra de esta decisión.

Definitivamente, el Partido Laborista ha perdido toda esperanza de supervivencia. Elección a elección, pierde apoyos; de primer fuerza hegemónica en Israel, ha pasado a segunda, tercera, ¡y cuarta! Es el mejor ejemplo de suicidio total, crear un Estado que coquetea con unas prácticas fascistas que hace sesenta años intentaron aniquilar a todo un pueblo. De momento, ha aniquilado al propio partido que construyó la nación moderna de Israel. El siguiente es el pueblo palestino, algo que sueña sin descaro Lieberman.

No será un Gobierno progresista, será un Gobierno reaccionario, belicoso, gracias a que los laboristas han renunciado a todo ideario. Y Ehud Barak puede pasar a la historia como el que destruyó el laborismo israelí. Tampoco será un Gobierno duradero, pues en la ultraderecha existe la división entre el control religioso de los sefardíes o la legislación civil de los nacionalistas de Lieberman, más la inexorable decadencia del laborismo. ¡Si Lieberman consiguiese esa legislación civil habría que felicitarle, máxime sabiendo sus racistas ideas, porque el laborismo no lo consiguió!

¿Dónde cabe la paz entre Israel y Palestina con este Gobierno? Ahora, al Partido Laborista, si mantiene esa conducta de ahondar en el belicismo, merece toda pérdida y desaparición. Y no estaría mal su expulsión de la Internacional Socialista, porque ya no representa a la izquierda real, sino a una pandilla de lidercillos capaces de todo por permanecer en el poder. NOTA: es interesante la reflexión de Elena Martí en elplural.com.

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