Pero para ser coherente con la ortodoxia marxista, en “Qué hacer”, de 1902, y en “Un paso adelante, dos pasos atrás” de 1904, adecua las condiciones subjetivas a Rusia. Prolonga el estudio sobre los comunistas, la vanguardia del movimiento obrero. Para él, cualquier movimiento obrero por sí solo, es burgués, espontáneo, reformista y sindicalista. Necesita la teoría revolucionaria, que viene de fuera, del partido obrero, y sólo de él. Y más concretamente, de la minoría de líderes del partido. Ellos establecen las líneas generales a seguir.
El SPD alemán, para Lenin, es burgués, porque por mucho apoyo que tenga, no es un partido revolucionario. El partido bolchevique de 1912 sí lo es, porque tiene la ideología marxista y la encarnación de la conciencia proletaria y la vanguardia obrera. Si el partido, y en ellos los líderes, son los que saben, el partido debe sustituir a los trabajadores, porque sin él no se puede hacer la revolución.
Por eso el partido bolchevique no es un partido abierto ni flexible, no busca una gran afiliación. Necesita una gran disciplina, es elitista, es inflexible ideológicamente, una estructura centralizada. En su cúspide están los teóricos que señalan el camino.
Tras ello debe haber unos agentes revolucionarios, sin importar su origen social, que se adhieran sin rechistar a la ideología. Es un modo de ejército, con gran efectividad, trabajo dividido y decisiones concentradas, formando un cuerpo.
Esto es el centralismo democrático: todos los cargos están abiertos a los militantes y son electivos, con libertad para deliberar pero, una vez elegidos los cargos y las líneas a seguir, todo es indiscutible, hay una subordinación jerárquica de los cargos. La autoridad viene de arriba, la confianza viene de abajo.
Los mencheviques acusaron a Lenin de adulterar el marxismo porque la revolución no se producía, sino que se provocaba de forma deliberada. El partido, según Lenin, decide cuándo las condiciones están maduras y le da un gran papel en el desarrollo de la revolución.
En 1917, previendo la revolución, Lenin esperaba mientras escribía “El Estado y la Revolución”, notas de lecturas de Marx y Engels con las que se quería oponer a la socialdemocracia alemana. Son notas con un alto grado de utopía e ingenuidad. Destaca distintos casos, rechaza que el socialismo se logre por el parlamento. Mientras exista la propiedad privada existirá el Estado burgués. El socialismo debe venir con la revolución violenta porque la burguesía peleará por conservar el poder. Tras el triunfo revolucionario el proletariado debe sustituir el Estado burgués por el Estado obrero, con la opresión hacia los burgueses y la emancipación de los obreros. A la fuerza, es democracia, asimilando la Comuna a los Soviets.
Su argumento es que está al servicio de la mayoría. Esa democracia consigue, por eliminación de la burocracia, menos papel del Estado, por una administración de los obreros en las empresas y en la administración general. Se elimina el parlamentarismo. Las instituciones representativas serán administrativas, porque el Estado va camino de la extinción. Pero no se sabe cuándo se terminará esa transición al comunismo.
Sin embargo, este programa de extinción del Estado se olvida. La dictadura del proletariado que se establece se aleja de esta premisa, y Lenin acaba por rebatirse a sí mismo.
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