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domingo, 19 de abril de 2009

Por qué la república


El pasado 18 de abril Madrid vivió una edición más de las manifestaciones por la república. En la manifestación “unitaria” había, desde partidos históricos como el PCE, Izquierda Republicana, colectivos republicanos y jóvenes, muchos de ellos “castellanistas” y de las organizaciones más radicales, como el Colectivo de Jóvenes Comunistas, del leninista PCPE. En lo “unitario”, más bien parece todo muy “minoritario”. Así fue la manifestación de este año, minoritaria, una sombra de lo que fue el año pasado o el anterior.


Yo no acudí a este año, ya que las Juventudes Socialistas de Latina y las de Carabanchel organizaron un acto conjunto el mismo día 14 de abril (con la lectura del manifiesto que subí al blog ese día), al que asistí. Sí presencié la manifestación de cerca, tras visitar el Museo Arqueológico Nacional para proseguir en mis trabajos de clase, y el Museo del Prado para ver la exposición de Francis Bacon. Pude observar la mala educación de una señora, que no dudó en enviar a un sitio, no muy recomendable para nadie, a los manifestantes.


¿Dónde está la unidad? ¿En la minoría más absoluta? ¿Qué nuevo régimen democrático vendrá de una minoría que en muchos casos no puede calificarse de democrática, sino más bien de estalinista? Esa república reivindicada, con su “autodeterminación” de las naciones y su confederalismo, es una república que nunca debería llegar. Esa no es la república que quiere ni muchos de los republicanos, ni muchos de los que se confiesan indiferentes entre la monarquía y la república.


Unitarios de verdad. La unidad sólo puede venir entre el PSOE e IU, las dos fuerzas de izquierda con fuerza de verdad, pero sin que falten el resto de fuerzas políticas, republicanas en buen grado o accidentalistas en el modelo de régimen. Dirán los que se creen “la única izquierda” que el Partido Socialista es un partido del régimen. Poca historia saben y poca realidad conocen. La república debe venir con un amplio apoyo, que aún no existe, y en un momento histórico propicio, que aún no ha venido. Cuando eso ocurra, sin duda muchas fuerzas políticas se pondrán del lado de la ciudadanía por la república. Las Juventudes Socialistas se proclaman republicanas, pero ¿ese republicanismo es sincero? ¿Se seguirá manteniendo esa reivindicación en el propio Partido? ¿Es una forma de ser “más papistas que el Papa”, como son muchas organizaciones juveniles de los partidos políticos?


Cultura cívica. La educación en unos valores cívicos republicanos debería desembocar, primero, en una ciudadanía celosa de sus derechos conquistados, segundo, en una búsqueda de la racionalidad en el sistema político, cosa que sólo puede encontrarse en una república democrática.


Lealtad con la historia. Muchas reivindicaciones por la república parecen querer no la III república, sino la II república. Eso es un error histórico, porque trasladar la II república a la actualidad es un anacronismo y la vuelta a los errores por la que los españoles llegaron a las manos, y al derramamiento de sangre, en más de una ocasión. Entonces, sólo con el reconocimiento de los errores cometidos por unos y otros podremos llevar a cabo un régimen más racional y democrático. No se puede recuperar lo perdido por unos, ni mantener lo imposible por otros, los tiempos han cambiado para todos.


Racionalidad. El reinado de Juan Carlos I, auspiciado por la dictadura franquista, ha conseguido crear un régimen tan legítimo y democrático como el de Portugal, que con un golpe de Estado derrocó a la vieja dictadura salazarista y mediante la ruptura creó la democracia portuguesa. Unos por reforma y otros por ruptura, pero han sido caminos convergentes: en la democracia. Hay que reconocer al rey su trabajo realizado, conjuntamente con los grandes personajes y partidos de la Transición, para que 1976-1982 no fuera un 1936-1939. Si es verdad que sólo se han creado “juancarlistas” en vez de monárquicos, lo racional sería la apertura de un proceso constituyente tras el actual reinado. Aunque la Constitución contemple la sucesión en la monarquía, no hay un verdadero contenido democrático ni legitimidad en el paso de un rey a otro. La sucesión real pertenece a otro tiempo histórico, al de los súbditos, no al de los ciudadanos.


Reforma. El actual sistema camina a su desvirtuación y parálisis. La Constitución no contempla un presidencialismo; por tanto, la concreción de qué sistema quieren los españoles, si presidencial o más parlamentario, es un debate necesario. Y junto a ello, cuál será la forma de elección de las tres grandes instituciones del Estado: Jefatura, Gobierno y Parlamento.


A ello hay que añadirle problemas de índole más directa: el problema del empleo, urbanismo, la sanidad y la educación, cuatro grandes preocupaciones de la ciudadanía. Competencias, contenidos, resultados… no terminamos de salir del debate de qué educación queremos, no nos cansamos de ver cada año corrupciones por el urbanismo, no nos rebelamos por la degradación de la sanidad pública en algunas regiones españolas…


Solidaridad. ¿Por qué las grandes diferencias regionales? España ha creado un federalismo de facto que no se refleja adecuadamente en su ordenamiento constitucional, algo que también hay que plantearse. Pero el federalismo no es la diferencia, es la descentralización de las decisiones, una condición obligada para la participación ciudadana en la toma de decisiones y para dar mejor respuesta a los problemas que cotidianamente surgen. Los ciudadanos tienen derecho a las mismas condiciones sanitarias, educativas, urbanísticas y de empleo en todo el país, otra cosa bien distinta es la forma de administrarlas según las condiciones de cada lugar. Todo nacionalismo o localismo, como forma de apartarse del resto y situarse por encima de los demás, es completamente egoísta e irracional, crítica que vale tanto para el nacionalismo político como para el liberalismo que permite las tan elevadas desigualdades sociales.



La cuestión por la república es algo más que la discusión sobre la forma de elección del Jefe del Estado. Es un problema de racionalidad, democracia participativa y reformulación de las instituciones para responder a la España del siglo XXI. Cuando todos esos problemas se planteen, porque no se puede esperar mucho, habrá que plantearse la cuestión de la república: la república es necesaria para resolver los problemas de los ciudadanos.

1 comentario:

  1. Comparto la mayor parte de las apreciaciones de tu post. Yo he decidido no celebrar nunca el 14 de abril.

    Dejemos la Segunda República a los historiadores y despojémonos de clichés heredados. España necesita la tercera y no la segunda. ¿Para cuando un aggiornamento del republicanismo español?

    Un saludo

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