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lunes, 20 de abril de 2009

La socialdemocracia mañana (y VIII)


Hoy, hay crisis. Mañana, el futuro mañana, puede ser la oportunidad. Con esta serie de ocho capítulos, he pretendido llegar desde el inicio de la lucha por la libertad hasta su truncamiento. Ni siquiera la lucha por la libertad es inmune a la misma condición y limitaciones humanas, a las buenas y a las malas personas, a las honradas y a las miserables. Es difícil haber bien el mal, pero mucho más difícil hacer el bien sin pasar múltiples.


¿Es posible enmendar los errores y retomar la senda de la libertad? El socialismo primero, y el comunismo después, intentaron crear un nuevo hombre. El comunismo, en su intento, erró y lo que creó fue una sociedad apática, adormecida y un aparato estatal terrible y totalitario. El nuevo hombre no se puede imponer, no se puede crear de la nada. La libertad, y las conciencias, se van creando poco a poco, porque sólo tendremos libertad cuando toda la sociedad tome conciencia de los milenios de sumisión a una minoría interesada, y reclame sus derechos inalienables.


La verdad, esa toma de conciencia es difícil, porque la sociedad de hoy sigue siendo una sociedad bastante adormecida, de panem et circenses. Pero como demuestra la Historia, nada es eterno, y la sociedad de hoy no será la sociedad del mañana, y está por ver cómo será ese cambio de mentalidad y de sociedad, cercana o futura, pero sin duda imparable.


En estas condiciones, los cambios en la sociedad no serán únicamente de mentalidad, sino de las instituciones con las cuales convive, se gobierna y se relaciona. En ello hay que meter a los partidos políticos. Y cuando las constituciones recogen el funcionamiento democrático de los partidos, no hay que reprimir la mueca de ironía. Con esta serie de capítulos he intentado transmitir que los partidos, por lo menos los partidos obreros, nacieron realmente democráticos, formados por gentes humildes y con un elemento de cohesión muy importante: luchar por una libertad que no existía. Muchos derechos han sido reconocidos ya, pero inmediatamente han quedado arrinconados por una serie de condiciones que impiden su total realización y el pensamiento totalmente libre. No deja de haber dependencias económicas, dependencias personales… muchas de estas cosas serían fácilmente resueltas si se confiase en el buen hacer del individuo que tiene ideas propias, no es un simple loro, en el mérito de cada uno y en la buena voluntad… pero, claro, no sólo hay que creer en el otro, también hay que predicar con el ejemplo. Y ser buena persona en un mar adverso es muy difícil.


Por eso mismo, la libertad debe comenzar desde uno mismo: desde lo más pequeño, la persona y el partido, a lo más grande, la sociedad. ¿Cómo se gobierna una sociedad democrática con partidos oligárquicos y piramidales? Si los funcionarios deben demostrar su capacidad para ocupar puestos, las personas que ansían ayudar a la sociedad deben demostrar sus méritos. Sin tratos de favor, sin clientelas, sin rencores y sin puñaladas. Sinceramente, cada vez que la política demuestra una cara ruin se traiciona a la sociedad, a uno mismo y a todos los que nos antecedieron y que lucharon sinceramente por la libertad. Realmente, no estamos a la altura de nuestros antepasados, muchos tuvieron que dar su sangre para disfrutar del mundo que tenemos ahora. Nosotros estamos adormecidos. La libertad esta dormida, y si la socialdemocracia quiere sobrevivir tiene que recuperar no viejas ideas, sino enfrentarse a los nuevos retos con algo que no es ni de ayer ni de mañana, sino de siempre, que es la libertad, que es el no privilegio, que es la no discriminación, que es la no imposición, que es no sufrimiento. Es la realidad, la igualdad y el raciocinio.


En suma, que la lucha de millones de personas no haya sido en vano.

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