La batalla por el poder, en la Comunidad de Madrid, no se decide ya entre Gobierno y oposición. Caja Madrid, Gürtel, espionaje… son actos de la misma farsa: el liderazgo conservador. En este circo se pueden observar dos puntos: 1) en el seno de los conservadores se duda de una victoria nacional en 2012 y, por ende, de la continuidad de Rajoy; 2) el escaso papel de la oposición, con acuerdos con Aguirre en el control de la Caja, revela que no se tiene una idea de alternativa en 2011. Esto lleva como conclusión un tercer punto: la alternativa política en Madrid se desplaza al interior del PP regional.
Viendo esto como la lucha interna del PP podemos entender el pulso entre Rajoy y Aguirre, con sus respectivos candidatos (Luis de Guindos o Rodrigo Rato frente al aguirrista Ignacio González). La guerra es abierta y, seguramente, definitiva: quien gane habrá demostrado ser el verdadero líder conservador. Aguirre, según Público, parece ceder, viendo que su imposición sería pírrica: conviene no desgastarse mucho de cara a 2012.
Otro punto más del circo es la reciente intención Aguirre de abrir un expediente y/o expulsar a Manuel Cobo, mano derecha de Gallardón. Una venganza guardada durante años. Los periódicos conservadores exigen que no se permitan esta “exhibición pública de críticas extremas”. ¿Cuál es la diferencia, prensa conservadora, entre personas como Manuel Cobo o Gotzone Mora y Rosa Díez? La diferencia es la hipocresía de las líneas editoriales. Ser militante de un partido no comporta ceder ni un ápice de libertad personal.
Si Manuel Cobo, o en su día las antes citadas, critican a personalidades del partido, es su derecho, aunque no guste. Por otra parte, las críticas no han ido contra el partido, sino que resaltan una realidad de los partidos, y acusan a Aguirre de no ser sinceramente liberal. La verdad duele. ¿Cuán libres son los militantes de los partidos políticos para expresar sus opiniones? Ni en uno o en otro lado se es libre de las fuerzas que persiguen cortar la crítica interna.
Una vez más, en esta guerra de influencias y dominio de las instituciones públicas, la ciudadanía tiene poco que decir. A unos no les importa esta guerra si sus intereses están asegurados, aunque la consecuencia sea el quiebre del sistema democrático; a otros les llevará a una nueva apatía, al no haber alternativa real a estas prácticas.
Se puede comprender por qué los ciudadanos ven a la política no como algo propio, sino como algo alejado y repulsivo: un partido de Gobierno en guerra interna y una oposición sin ilusión ni convicción. También IU-Madrid persiste en su empeño de suicidio electoral, intentando quitar a Inés Sabanés, su candidata con más fuerza electoral. No habrá mayor victoria conservadora que la causada por los errores de las fuerzas progresistas. "¡Qué pena de izquierda!", leo en un comentario en Público...