Al presidente de la república francesa no le salen todas las cosas bien. Su popularidad está muy baja, pero tiene a su favor la falta de candidatos fuertes a su izquierda… pero ya no en la derecha. Dominique de Villepin, ese aristócrata de la derecha pija, enmarcado con el aura de rechazar en la ONU la guerra de Irak, ha salido indemne del proceso Clearstream (otra cosa es que realmente sea inocente, no se puede estar seguro de que la justicia sea tan dura con los poderosos como lo es contra los débiles) y está en disposición de plantarle cara: de momento, un sondeo le da un 8% de votos en las próximas presidenciales de 2011.
La relación Sarkozy-Villepin es muy parecida a la que en España tienen Aguirre y Gallardón. Ambos son de derechas, ambos su mayor rival está en el propio partido, uno con una cara más amable, más culto, mejor hablado; otro es más populista, con un lenguaje chabacano y unas ansias de poder y de prácticas maquiavélicas que ya no esconde.
Aquí Aguirre no nos producirá el “morbo” de ver a Gallardón sentado en un banquillo, ella es más de purgas estalinistas contra los “disidentes” de su partido. A Aguirre le va más las prácticas de la mafia, poniendo en puestos de los consejos de administración a unos quitándolos a otros (el misterioso hijop…), a ver a quién de los suyos ponen en comisiones de control y, cómo no, espiando al rival, todo en un juego donde no se toca a la oposición, porque no se puede tocar a lo que no existe.
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