El jueves el ejército nigerino dio un golpe de Estado, derrocó al presidente Tandja Mamadou y dio el poder a una junta militar denominada “Consejo Supremo para la Restauración de la Democracia” (CSDR). En líneas generales, eso es lo que la prensa transmite a la opinión pública. Pero, ¿por qué se ha dado el golpe? ¿Qué intereses representaba el presidente derrocado y cuáles el ejército golpista?
A primera vista, el golpe parece recordar el ocurrido el año pasado en Honduras, así como los de Mauritania en 2005 y 2008 o el de Guinea-Conakry en 2008, o incluso el del ejército tailandés de 2006. Leo en la prensa venezolana la condena al golpe por el gobierno de Chávez. Bolivia se suma a la condena. Juventud Rebelde, el órgano de las Juventudes Comunistas de Cuba, también condena el golpe. ¿Era entonces el gobierno derrocado de Mamadou un gobierno populista o de izquierdas? Nada más lejos de eso.
Realmente es muy difícil tildar a ningún gobierno del Sahel africano de progresista o conservador. Los regímenes del Sahel (Mauritania, Senegal, Malí, Guinea, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Camerún, Sudán y Chad) no son democráticos o, por lo menos, poseen una fachada democrática. Los partidos gobernantes son hegemónicos y representan a una oligarquía variada de militares, tecnócratas y empresarios dependientes de los recursos del Estado. Un dato lo avala: muchos de los militares del CSRD ya participaron en el golpe de 1999, que permitió “elecciones libres”.
Como en el caso hondureño, el presidente Mamadou buscaba una reforma constitucional para una nueva reelección (gobernaba desde 1999), y parece que ésta es la causa principal del golpe: la alteración del equilibrio de poder en el seno de la oligarquía dominante, al igual que ocurrió, por ejemplo, en Argelia cuando el presidente intenta liberarse de la tutela militar. El presidente derrocado disolvió el parlamento y el tribunal constitucional, contrarios a apoyar su reforma presidencialista.
Y en el terreno económico, ¿qué ofrece Níger al mercado internacional? Uranio, muy importante para las centrales nucleares de la vieja potencia colonial, Francia. Ése es su valor estratégico. La garantía de que el equilibrio de la élite sea restaurado calma a la comunidad internacional, legitimando internacionalmente el golpe, menos para los países de gobiernos populistas, las únicas condenas enérgicas por una razón claro: el Estado tiene bajo control grandes recursos estratégicos (gas boliviano, petróleo venezolano), y temen reacciones similares.
El ejército, sea mauritano, nigerino, hondureño o tailandés, no está interviniendo por una “devolución” de la democracia. Esa argumentación es una justificación para legitimar el dominio de una oligarquía que no sabe ni puede competir por el poder.
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