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jueves, 4 de marzo de 2010

Discursos sin preguntas, preguntas sin respuesta


Quiero hacer mención a una situación que se viene consolidando en el tiempo, hecho gravísimo que viene erosionando el sistema democrático y subvertiendo la relación entre el poder político y los ciudadanos.


En realidad son dos situaciones, pero son a la vez las dos caras de la misma moneda. Una es la celebración de ruedas de prensa concedidas por los partidos y los políticos, pero sin aceptar preguntas de la prensa. Esto es cada vez menos frecuente y despierta la amargura de muchos periodistas, que se encuentran con que no pueden formular sus propias preguntas y se convierten en simples correas de transmisión de los discursos y mensajes de la clase política.


Otra es la proliferación de actos políticos de los partidos, mítines y conferencias que, en vez de celebrarse con motivo de algún hecho especial o de llegar hasta el ciudadano para interactuar con él, son cada vez simples macroescenarios del despliegue de la fuerza del partido. El público no es tal, los ciudadanos que acuden de forma libre son demasiado pocos, sustituidos por la convocatoria de la militancia para ejercer de mero relleno ante las cámaras, con profusión de banderas, aplausos y ovaciones. Un hecho que, desgraciadamente, convierte, nos convierte, en palmeros de oradores que no hablan al público que tienen delante, sino a las cámaras y a los telediarios del mediodía. Igualmente, la capacidad de controlar al orador mediante preguntas y respuestas es imposible.


Es triste, podría compararse a las grandes movilizaciones de los totalitarismos comunista y fascista, podría achacarse como inevitable en una sociedad de masas, podría darse a múltiples razones… pero lo cierto es que es la conversión de la política en un espectáculo comparable a la telebasura que invade los canales televisivos, donde cala el mensaje que más grite, más insulte y menos contenido tenga. No sé si Montesquieu habrá muerto, como dijo en su día Alfonso Guerra, pero lo cierto es que Goebbels sigue vivo.


Hay, no obstante, cierto mantenimiento de un control público. Hace poco veía en televisión un acto de Rajoy (también podría decirse de Zapatero) con discurso, sin preguntas, con palmeros y con prensa sin interactuar. Justo después una rueda de prensa de IU en el Congreso con apenas diez periodistas. Es obvio que a las dos situaciones las separan la falta de medios económicos de la tercera fuerza política española. Esa es la desgracia de la existencia del control público, la disponibilidad de fondos. Cuanto más dinero a más sitios se llega, pero paradójicamente más se alejan. No es de extrañar la poca afiliación o participación en un partido o asociación.


Otro ejemplo es lo que actualmente está realizando Tomás Gómez en Madrid, recorriendo barrios y asociaciones para charlar con la gente que, sin embargo, siguen siendo mayoritariamente convocados por el partido, con minoritarias excepciones de representantes del comercio y “espontáneos” que añaden una pequeña variedad al debate, que al final acaba siendo más un discurso ya preparado de antemano que una respuesta precisa al ciudadano que eleva su pregunta. Pero, como en el caso de IU, es poco mediático y con poco recorrido, pues no sobrepasa el ámbito del partido. Por otra parte, es muy loable esta vuelta a las viejas asambleas de barrio o a este sano ejemplo estadounidense, cuyos políticos se enfrentan a verdaderos debates en las asambleas locales con sus votantes.

1 comentario:

  1. Es evidente que los partidos políticos actúan por y para mayor gloria de ellos mismos. Es extraño que aún siga habiendo algunos que realmente se preocupen por la gente a la que dicen dirigirse y le informe de todas sus propuestas sin pararse únicamente a criticar a la oposición.

    Con este ejemplo temo lo que pueda salir de las organizaciones que les siguen.

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