Páginas

lunes, 6 de junio de 2011

Elecciones legislativas en Portugal: un vistazo a nuestros hermanos lusos


Desde hace mucho tiempo, España ha vivido dándole la espalda a Portugal. Los asuntos que ocurran en el país vecino no han llamado nuestra atención. Económicamente, esto no ha sido así, basta pasearse, en la capital de la república, por las calles aleadañas a la Plaza del Comercio para ver que buena parte de los bancos que hay en las calles son españoles, o caminar un poco más allá hasta llegar al Corte Inglés lisboeta.

Ayer Portugal celebró elecciones legislativas, y esta vez sí que los medios españoles han dado un papel mayor -quizás aún insuficiente- al evento democrático. Tal vez, pensando con malicia, no sea porque nos hayamos dado cuenta que tenemos un país hermano con el que compartimos tantas cosas. Tal vez sea por la crisis. Sí, me temo que es por la crisis. Hoy, Portugal tiene que enfrentarse al modo de hacer frente a su crisis económica, la reestructuración de la deuda y del sector público, a las directrices de la Unión Europea y su partido gobernante, el socialista, ha perdido las elecciones.

Obviamente, el resultado electoral tiene muchas lecturas. Para buena parte de la derecha europea, la derrota del gobierno de José Sócrates es por ser socialista, por eso de que la izquierda ya no se lleva. Es una opinión bastante simple. Otra lectura es pensar que la derrota del gobierno lo es por la crisis económica.

Esa lectura puede sustentarse en circunstancias similares en Europa: en Grecia e Irlanda, países que han necesitado el rescate europeo, sus gobiernos perdieron las elecciones. En Grecia, no lo olvidemos, fue la derecha de Karamanlis la que perdió las elecciones por ocultar los problemas reales de la deuda helena. En Irlanda, la derrota del partido Fianna Fáil fue a más y perdió su hegemónico primer puesto a un histórico tercer lugar, por detrás de los laboristas. Hay más ejemplos: en Francia, en Italia, en España, en Alemania... sean de izquierda o derecha, los partidos gobernantes han ido perdiendo elecciones cantonales, municipales y regionales. La lectura más idónea es que la crisis pasa factura al gobierno de turno.

En todos los casos, la alternativa no es ni mucho menos revolucionaria; en ocasiones la oposición no tiene ideas renovadoras para resolver la crisis. Ya lo hemos visto al ver la campaña del Partido Social Demócrata, los conservadores lusos, que carece de ideas o las oculta; en esto se parece a su primo hermano, el Partido Popular español. Nos lleva a otra evidencia: los partidos no pueden representar ahora a la sociedad, sino a los intereses financieros. Otro motivo más para la indignación

Siendo claros, la crisis no empezó en Portugal en 2008. Desde 2001, el PIB de nuestro pequeño vecino creció muy poco, al revés que el paro, que no ha parado de crecer desde entonces. Las expectativas de empleo de los jóvenes portugueses les llevan a ser considerados una "generación perdida"; no hay que ocultar que, antes que los españoles, ellos son los "primeros indignados". A ello se le suma la situación del sector público, situación no muy halagüeña tras saber que los recortes empezados por Sócrates -confirmados y que previsiblemente serán aumentados por Passos Coelho, el nuevo primer ministro electo- obligan a un adelgazamiento del mismo, sobre todo en administración y transportes. Adelgazamiento es un buen eufemismo para ocultar su significado de más paro, pero que no nos explica por qué. Huelga decir que la crisis económica lusa, que podemos iniciar desde antes de la mundial y basarla en la no resolución de los problemas por las privatizaciones de Aníbal Cavaco Silva (primer ministro de 1985 a 1995), ha visto gobiernos de diverso color, y cada uno ha sufrido los castigos correspondientes: al conservador Cavaco Silva en 1995, al socialista Guterres en 2002, al conservador Santana Lopes en 2005 y finalmente ahora al socialista Sócrates. Para ello, basta observar los gráficos de número de votos y porcentaje de votos de 1991 a 2011 que os adjunto:


A estos gráficos hay que añadir este otro del nivel de participación:
La interpretación de estos tres gráficos nos permite observar:
a) la paulatina caída de la participación, que viene de más allá de los últimos veinte años, viene de la desilución tras la Revolución de los Claveles. La crisis económica y la desconfianza hacia la clase política portuguesa para resolver los problemas no hace sino mantener a la baja la participación electoral.
b) la abstención perjudica a todos los partidos, en el caso de 2011, al PS y al Bloco de Esquerda, que también ha recibido su castigo electoral. Sólo el CDS-PP ha conseguido mantener y obtener un rédito electoral considerable, aunque con altivajos.
c) El electorado de PS y PSD es muy volátil, de un millón de votantes en el caso socialista y de millón y medio en el caso de los conservadores. Estos votantes oscilan según la situación entre uno y otro, algo bastante esperanzador ahora para el PSD, tras la severa derrota de 2005, y en el futuro para el PS.
d) el estancamiento del Partido Comunista; las tablas, sin embargo, no muestran que su base electoral, radicada en el sur del país, se ha visto reducida en estas elecciones y en algunos distritos ha caído de su tradicional posición de segundo a la de tercer partido.

En definitiva, el suelo electoral de los partidos portugueses es mucho más bajo al de los partidos españoles, por poner un ejemplo que nos suene. Pese a que tienen muchos menos partidos representados en el parlamento que España, los partidos portugueses tienen unos cambios electorales bruscos. El CDS, pese a sus buenos niveles como tercer partido, llegó a estar en la legislatura 2005-2009 con una intención de voto del 2%. El PSD, como vemos, pasó del 50,6% de votos al 34% en 1995, y en 2005 no llegaba al 29%. El PS también tiene una volatibilidad parecida: del 29% al 43% de 1991-1995 o el desgaste del 45% al 28% de 2005-2011. Son unos cambios electorales muy bruscos a los que aquí no estamos tan acostumbrados.

¿Qué puede significar o en qué nos puede ayudar estos datos? La derecha ultramontana se empeña en seguir viendo las derrotas de la izquierda como señales de su desaparición. Lo cierto es que, pese a que los partidos puedan cosechar resultados terribles, la izquierda existe, permanece y permanecerá, como todo. Está sujeta a las condiciones en las que se envuelve -circunstancias ajenas como la economía o el comportamiento del contrario a propias como el programa, el liderazgo o la convicción que de a los votantes- por lo que, presumiblemente, dentro de algunos años el ciclo cambiará. Lo mismo vale para los conservadores portugueses. ¿Acaso en Irlanda han decretado el fin del Fianna Fáil por su humillante derrota? Los laboristas irlandeses no se confían. Lo mismo puede ocurrir en Canadá desde que los socialdemócratas han superado por primera vez a los liberales. Los españoles, para las pocas veces que atendemos la historia, nos fijamos demasiado en el ejemplo de la UCD, pero aquéllo no era un partido sino una coalición muy débil, y quererlo extraer a partidos de historia ya o casi centeneria, enraizados en sus sociedades, como el Fianna Fáil, el PSOE, etcétera, es no prestar atención.

A Portugal sólo nos queda desearle buena suerte, mientras observamos los pasos de Passos Coelho y algunos seguimos el sueño iberista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario