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viernes, 2 de septiembre de 2011

Cirkus Columbia: la vida ante la tormenta



En nuestro actual amplio repertorio de cine comercial podemos ir a ver la última de Pedro Almodóvar, las adaptaciones al cine de héroes de Marvel o seguir calmando nuestro morbo imaginando una de las miles formas de destrucción de la humanidad como es El origen del planeta de los simios (recomendable, por cierto), además de las clásicas películas románticas o comedias ligeras que el cine estadounidense tiene a bien proporcionar al resto del mundo occidental para divertirnos. No digo que algunas de estas películas no nos impidan llevar a reflexionar, al contrario. Parece ser algo aceptado que Estados Unidos nos lleva al espectáculo y Europa a la instrospección, pero tampoco olvidemos excelentes películas independientes americanas como Land of Plenty de Win Wenders. El cine independiente europeo es muy potente pero, ay, me temo que sus películas no han recibido aún todo el reconocimiento debido ni han sido las favoritas de las salas de cine para ocupar largas temporadas en las carteleras. Por ello, cada vez que se estrena una de ellas hay que ir a correr a los pequeños cines para admirarlas.

Hace unos meses fui a ver Cirkus Columbia. La película, basada en la novela de Ivica Đikić, es el cuarto filme dirigido por Danis Tanović, director de cine bosnio. Como en su opera prima, Tanović retoma la Guerra de los Balcanes como marco para esta maravillosa película. El fin de la Yugoslavia comunista, el surgimiento de nuevos Estados independientes y el inicio de las tensiones nacionales no son protagonistas de la película, pero están irremediablemente flotando sobre el ambiente y asfixiando poco a poco la tranquila vida de un pueblo bosnio. La llegada de un antiguo exiliado, llevando consigo una novia guapa, mucho dinero y aún más rencor contra su antigua mujer no hará sino contribuir a la tensión reinante donde serbios y bosnios han dejado de verse como vecinos y compatriotas para pasar a ser extraños y enemigos.



Quizás en la película quede algo de esa nostalgia por un pasado que, poco a poco, se va idealizando, del mismo modo que muchas historias recogen esa Yugoslavia donde serbios, bosnios, croatas, macedonios y eslovenos, y entre ellos ortodoxos, católicos y musulmanes, no se odiaban y compartían sus vidas. Para otra magnífica visión de la Guerra de Bosnia, recomiendo el cómic de Gorazde: Zona protegida de Jose Sacco. ¿Qué ocurrió para que esto sucediera? parece ser la pregunta que enlaza todas estas visiones. A mi modo de verlo, la respuesta más posible es la nefasta existencia del nacionalismo étnico, la imperiosa necesidad humana para buscar un grupo donde tener seguridad y perder su individualidad: crear un nosotros. Ese nosotros va unido sin solución de continuidad a la creación de un ellos, un grupo distinto y ajeno que es culpado de todos los problemas que afectan al nosotros. En esas condiciones, el conflicto es inevitable.

Sí, es difícil dejar de tener a veces una nostalgia romántica por un experimento transnacional tan progresista en su momento, el fruto de un nacionalismo libertario e integrador para unir a los diferentes pueblos eslavos del sur tras verse libres de los grandes imperios turco y austrohúngaro.

En la película, la vida diaria, la amistad, el despertar sexual, todo ello se rompe a medida que avanza la hisstoria, se complica y trae consecuencias muy negativas. Quizás el mejor mensaje que nos puede transmitir es que nuestra mayor riqueza es la tranquilidad de la vida cotidiana, algo que no valoramos cuando lo tenemos. Lo importante es mantener ese pequeño tesoro, propio de cada uno y que vale más que, como canta La Oreja de Van Gogh "la nación más grande que se invente jamás".

Otra crítica recomendable de Cirkus Columbia:

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