Estos días hemos sido testigos de actos de verdadero bochorno y vergüenza colectiva. Dolors Nadal, María San Gil y Rosa Díez han sido abucheadas en diversos actos de sus partidos por militantes de extrema izquierda. Independentistas catalanes, independentistas gallegos y no sabría calificar a los jóvenes de la Complutense que insultaron a Rosa Díez más que de completos fascistas.
Como muchas veces he dicho, los extremos se tocan, “antifascistas” y los verdaderos fascistas pierden las pocas diferencias para alcanzar las mismas características: odiar, insultar, vejar, reprimir, silenciar, crispar…
España es un país democrático, muchos defendemos hasta la saciedad su mantenimiento, que es el mantenimiento de la libertad.
Nadal, San Gil, Díez…por mucho que sus planteamientos nos puedan parecer anticuados, erróneos, conservadores, taimados, y existen también los que le parecen que tienen razón; ellas, como todos sin excepción, tienen derecho a manifestar su opinión y hacer llegar la de su partido, como si viniera Le Pen a hablar en un mitin de xenofobia o Aquilino Polaino de homofobia, nuestra obligación es respetar la libertad de expresión. Si no nos gusta lo que dicen, nos callamos y punto, somos libres de ni escuchar, ni de asentir, ni de ir.
Los que impiden esa libertad son fascistas. Vistan como se vistan, ni quieren “liberar” Galicia, ni piden socialismo los jóvenes de Esquerra (raro y penoso que un partido nacido como burgués, liberal, progresista y federalista en 1931 se haya denigrado en radical, populista, independentista, ilógico y cercano a la izquierda extraparlamentaria, pero es seguro que los orígenes de ERC sus jóvenes los desconocen, sino, se habrían ido a otro sitio).
Ralla la hipocresía que los que defiendan con uñas y dientes a estas tres señoras sin embargo se congratulen de que otras personas, por el mero hecho de ser de partidos que no son el que prefieren (prefieren a Ciutadans, UPyD o PP, tres caras para una misma moneda). Que prefieren un partido más que a otro, es legítimo, es perfecto. Que callen a unos actos y ataquen a otros, es hipocresía y poca vergüenza.
Lo mismo podríamos decir de Díez o San Gil, aquí voy a dar una de cal y otra de arena. Porque como denuncian y recuerdan blogs como, entre otros, A torre da derrora, A sueldo de Moscú o el de José Luis Prieto, en 2003 ocurrió algo.
Y es que en 2003 en Andoain, María San Gil, Rosa Díez y Gotzone Mora insultaron con idéntica pasión que estos fascistas a Josu Jon Imaz. ¡Otro demócrata! Eso que tanto PSE, como el PP y el PNV y un miembro de Batasuna condenaron el asesinato de Joseba Pagazaurtundua. ¡Qué habría pasado si el PNV no lo hubiera condenado! Al PNV, partido que no defiendo y considero en una órbita ilógica, lo insultaron, ¿a santo de qué? Ese día esas tres mujeres se convirtieron en fascistas por un día, lo mismo que esos tres grupos de radicales.
Es decir, que es muy fácil pedir respeto para uno mismo, pero no para dar ejemplo de ello. ¡Cristo predicó con el ejemplo! Por eso no puedo recibir a bien nada de lo que digan estas personas, su sentido de la realidad es tan retorcido que me inspiran mucha lástima, y espero que lleguen un día a recapacitar sus actos, no lo que piensen.
Por eso digo, una de cal y una de arena. Por muy heroínas que se consideren, no están por encima del resto de ciudadanos, y, como el resto, también están obligadas, por decencia y sentido de la moral y ética, a dar ejemplo y mostrar un mínimo de educación y ejercicio democrático.
Como muchas veces he dicho, los extremos se tocan, “antifascistas” y los verdaderos fascistas pierden las pocas diferencias para alcanzar las mismas características: odiar, insultar, vejar, reprimir, silenciar, crispar…
España es un país democrático, muchos defendemos hasta la saciedad su mantenimiento, que es el mantenimiento de la libertad.
Nadal, San Gil, Díez…por mucho que sus planteamientos nos puedan parecer anticuados, erróneos, conservadores, taimados, y existen también los que le parecen que tienen razón; ellas, como todos sin excepción, tienen derecho a manifestar su opinión y hacer llegar la de su partido, como si viniera Le Pen a hablar en un mitin de xenofobia o Aquilino Polaino de homofobia, nuestra obligación es respetar la libertad de expresión. Si no nos gusta lo que dicen, nos callamos y punto, somos libres de ni escuchar, ni de asentir, ni de ir.
Los que impiden esa libertad son fascistas. Vistan como se vistan, ni quieren “liberar” Galicia, ni piden socialismo los jóvenes de Esquerra (raro y penoso que un partido nacido como burgués, liberal, progresista y federalista en 1931 se haya denigrado en radical, populista, independentista, ilógico y cercano a la izquierda extraparlamentaria, pero es seguro que los orígenes de ERC sus jóvenes los desconocen, sino, se habrían ido a otro sitio).
Ralla la hipocresía que los que defiendan con uñas y dientes a estas tres señoras sin embargo se congratulen de que otras personas, por el mero hecho de ser de partidos que no son el que prefieren (prefieren a Ciutadans, UPyD o PP, tres caras para una misma moneda). Que prefieren un partido más que a otro, es legítimo, es perfecto. Que callen a unos actos y ataquen a otros, es hipocresía y poca vergüenza.
Lo mismo podríamos decir de Díez o San Gil, aquí voy a dar una de cal y otra de arena. Porque como denuncian y recuerdan blogs como, entre otros, A torre da derrora, A sueldo de Moscú o el de José Luis Prieto, en 2003 ocurrió algo.
Y es que en 2003 en Andoain, María San Gil, Rosa Díez y Gotzone Mora insultaron con idéntica pasión que estos fascistas a Josu Jon Imaz. ¡Otro demócrata! Eso que tanto PSE, como el PP y el PNV y un miembro de Batasuna condenaron el asesinato de Joseba Pagazaurtundua. ¡Qué habría pasado si el PNV no lo hubiera condenado! Al PNV, partido que no defiendo y considero en una órbita ilógica, lo insultaron, ¿a santo de qué? Ese día esas tres mujeres se convirtieron en fascistas por un día, lo mismo que esos tres grupos de radicales.
Es decir, que es muy fácil pedir respeto para uno mismo, pero no para dar ejemplo de ello. ¡Cristo predicó con el ejemplo! Por eso no puedo recibir a bien nada de lo que digan estas personas, su sentido de la realidad es tan retorcido que me inspiran mucha lástima, y espero que lleguen un día a recapacitar sus actos, no lo que piensen.
Por eso digo, una de cal y una de arena. Por muy heroínas que se consideren, no están por encima del resto de ciudadanos, y, como el resto, también están obligadas, por decencia y sentido de la moral y ética, a dar ejemplo y mostrar un mínimo de educación y ejercicio democrático.
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