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jueves, 21 de enero de 2010

El chivo expiatorio (I): el antisemitismo


Los inicios del siglo XX mantuvieron la herencia del antisemitismo, reactivada por la eclosión de los ideales del nacionalismo. En las nuevas naciones modernas, caracterizadas por una defensa de las semejanzas (raza, lengua, religión) no había espacio para las diferencias. En las naciones modernas no cabía ese pueblo sin patria, a menos que renunciase a su distinción y se integrara en un todo uniforme. Me refiero a los judíos.


Cuando había problemas en la Europa de cambio de siglo, crisis económicas, crisis alimenticias, etcétera, se culpaba a los judíos. Los judíos controlaban la economía, los judíos odiaban a los nacionales y les querían matar de hambre, decían. Esos mensajes fáciles nos hacen comprender los pogromos rusos, no sólo bajo el zarismo, sino también bajo el comunismo: los sentimientos irracionales del pueblo eran más fáciles de explotar que los ideales racionales y abstractos. Los liberales gran rusos y los bolcheviques soñaban con liberar al pueblo ruso de siglos de atraso cultural y político, pero en lugar de eso persistieron en mantenerlo controlado en base a la miseria y la ignorancia, manteniendo las bases para la posterior tiranía estalinista.


Otro tanto ocurrió en la Alemania de Weimar y del III Reich. Los judíos eran los culpables de la derrota alemana, los judíos habían humillado a Alemania en la paz de Versalles porque controlaban el sistema económico internacional.


Hoy en día los judíos, los israelíes en este caso, son el chivo expiatorio de sus vecinos regímenes autoritarios como culpables de la situación de Oriente Próximo, son su modo de desviar la atención de sus propios problemas y construir una legitimidad basada en el odio al distinto. Estoy describiendo el nacionalismo.


En Europa, actualmente, el antisemitismo se ha transformado. Es un odio amainado; Israel está en otro espacio geopolítico y se muestra de dos formas. Una es una minoría que mira con nostalgia un pasado idealizado del fascismo europeo y que niega el Holocausto; otra persiste, entre líneas, en la oposición a Israel por sus ataques a los árabes palestinos o, directamente, por la ocupación de la totalidad de la región palestina, exigiendo su destrucción (habría que ver si es en clave de deportación o de exterminio, como sueña el régimen teocrático de Irán). Las posiciones maximalistas, en clave de buenos (palestinos) y malos (israelíes), las que no son capaces de ver todas las variables del conflicto, son las que tienen ese antisemitismo de fondo. Para ellos, la solución pasa por un Estado, pero no un Estado más. El Estado árabe palestino, para ellos, sólo es posible por la negación del Estado israelí.


Mi propósito inicial era hablar del odio hacia los diferentes de hoy, los inmigrantes, pero la divagación en esta introducción ya ha hecho esta entrada muy extensa. Mañana hablaré sobre los inmigrantes.

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