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jueves, 21 de enero de 2010

La Concertación chilena se resquebraja

Fernando Meza, líder del PRSD


Mientras los empresarios chilenos lanzan una propuesta para bajar el salario mínimo a los jóvenes, la derrotada Concertación está empezando a sufrir los efectos del resultado electoral: el oportunismo, la huida en busca de nuevos réditos, lo que dice mucho de la clase política. Un apunte: habrá que ver que hará Piñera con su canal, Chilevisión, si sigue los pasos berlusconianos de concentración de la información.


El Partido Radical Socialdemócrata chileno, perteneciente a la Internacional Socialista, ha llegado a un acuerdo con los partidos de la alianza derechista, Renovación Nacional y Unión Demócrata Independiente, para repartirse el control de la mesa del Congreso.


Este hecho ha generado un alud de críticas de sus aliados de la Concertación, PS, DC y Partido por la Democracia, que señalaban el pacto como una traición y la muerte de la actual coalición de centro izquierda, exigiendo a la presidenta en funciones, Michelle Bachelet, que expulse del Gobierno a los miembros radicales. El miedo ha debido ser muy grande en el Partido Radical, ya que su presidente Fernando Meza, quien firmó el acuerdo, declaró posteriormente su “desconocimiento” y abandonó a sus correligionarios parlamentarios radicales, que también firmaron.


El PRSD revive las prácticas del viejo partido madre, el Partido Radical, tan sobresaliente en el siglo XX como tan proclive a ir con la derecha o la izquierda según se acomodaran a sus intereses. El resultado de su vaivén político se tradujo en convertirse en un residuo electoral al robarle el centro la Democracia Cristiana. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.


A la espera de conocer qué sucederá finalmente, si el PRSD se echa atrás o mantiene su huida a la derecha, cabe reflexionar sobre la integridad ética y la valentía de la clase política. Un partido que fue elegido en las listas de una coalición que no era la triunfante cambia su política y se pasa de bando, hechos que los electores no se esperaban.


Los representantes públicos no tienen un mandato imperativo, pero como se supone que son personas, también se supone que poseen una moral y una conciencia que les guía, además de una coherencia. Unir ética con clase política es, desgraciadamente, una feliz utopía.


El ciudadano, al que no le queda más que confiar en sus representantes para resolver los problemas del país y defiendan sus intereses, se ve trágicamente desamparado. La clase política demuestra ser marxista (pero de Groucho) para cambiar sus principios si no son del agrado de los que ahora tienen la sartén por el mango. Y el ejemplo de los radicales chilenos no es único, en todas partes son capaces de todo por mantener sus sillones. ¡Ay, que inevitable es pensar en lo que ocurre en las latitudes madrileñas y españolas! Sí, realmente tiene razón Ominami, y hay que redefinir la futura Concertación de izquierda.


La clase política está, como digo, para resolver nuestros problemas. Si vamos a tener que resolverlos nosotros, la clase política pierde su razón para existir.

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