Donde Chile ha triunfado como Estado independiente, democrático y con una estructurada sociedad civil, allí ha fracasado Haití. Pero también ha hecho patente de nuevo el fracaso de la comunidad internacional de Estados, no así de la solidaridad mundial.
El terremoto no sólo ha provocado miles de muertes, miles de afectados, daños en edificios e infraestructuras, sino que ha derrumbado al propio Estado haitiano. En agosto del año pasado enlacé el Índice de Estados fallidos, elaborado por Fondo por la Paz. Haití ocupaba el puesto 12 de Estados fallidos.
La desaparición del Estado ha abierto la veda para el crimen. A los muertos provocados por el terremoto hay que sumarles los provocados por el pillaje y el acaparamiento de suministros. ¿Cuánto es por la desesperación de la gente normal, acosada por la miseria, y cuánto de los elementos más despreciables de la sociedad?
Ni siquiera el terremoto afecta a todos por igual, divide a países desarrollados de países subdesarrollados, a los ricos de los pobres. Los barrios de la clase alta apenas han sufrido daños, y sus miembros dan muestras de solidaridad, lo que les honra. No es comparable el daño que causó el Katrina en Estados Unidos, un país que puede afrontar una reconstrucción, que lo que ha ocurrido en Haití.
¿Y cómo se va a restaurar el orden? ¿Militarizando el país con soldados estadounidenses? No dudo de las buenas intenciones de Obama, sí dudo de las intenciones de otros y cuál es el rédito que quieren obtener de todo esto. Los Estados pueden volver a levantarse, pero también puede todo seguir igual, y que Haití permanezca como el país más pobre de América durante mucho tiempo. La desigualdad social no la crea el orden natural, la crea el hombre robando a sus semejantes. Cambiar las cosas es algo cada vez más apremiante.
La ayuda internacional demuestra la preocupación de la ciudadanía mundial por el sufrimiento de las personas. Que los Gobiernos se peleen por el control de aeropuertos a ver quién gana más, que se desperdicien las ayudas económicas y alimentarias y que los bancos se beneficien por intereses por las donaciones ciudadanas dan una imagen muy negativa a la opinión pública.
La eliminación del terrorismo de escala internacional, que tanto moviliza a los Gobiernos para recortar la libertad, es una necesidad imperiosa, pero también lo es acabar con la pobreza en el mundo, porque de la pobreza vienen derivadas muchas cosas. Terrorismo, dictaduras, corrupción, violación de los derechos humanos… todo ello tiene mucho que ver con la persistencia de la pobreza.
Importante: si desconfías de algunas cuentas de ayuda para Haití, RNE tiene una lista de números seguros de ONGs.
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