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sábado, 9 de enero de 2010

La familia “tradicional”: qué es y qué enmascara


Es muy común de los sectores conservadores engañar y enmascarar sus odios irracionales para intentar darle un barniz “ético” o “legítimo” a sus reclamaciones. El recorte de libertad se exige como “supeditación de ésta a la seguridad”, la prohibición del matrimonio del mismo sexo y su derecho a formar una familia bajo una “defensa de la familia tradicional”. ¿Y eso qué es?


La familia tradicional tiene, para empezar, menos de tradición de lo que muchos piensan. No es sino la típica y normal familia nuclear, extendida en la cultura occidental. Pero este tipo de familia es algo que sólo empezó a formarse en el siglo XIX y a alcanzar el arquetipo ideal de familia: padre trabajador, madre ama de casa (y ahora admitida también la mujer trabajadora) y un mínimo de dos hijos. Sin someterse a una entidad colectiva superior, bajo la autoridad de un patriarca, ni a una casa común, que es la familia patriarcal.


Hay que aclarar que la familia nuclear supuso un paulatino cambio del modelo autoritario al actual. Antiguamente los matrimonios se concertaban por el paterfamilias, con vistas a ventajas y vínculos económicos. La política matrimonial de las dinastías europeas durante siglos es el mejor ejemplo. Los matrimonios en el estamento nobiliario o en la clase burguesa siguieron los mismos cánones. La independencia que trajo la familia nuclear permitió romper esa cadena e introducir un nuevo concepto: casarse por decisión propia y libre. Libertad. Se suponía que amor.


Sin embargo, muchas veces esto no es así. Con libertad si, pero el amor se supedita o se engaña frente a intereses económicos. Es paradójico que se llame “prensa del corazón” a la basura que trata lo que son, simplemente, relaciones económicas. El amor es muy frágil, pero la perspectiva de divorcios millonarios, acuerdos matrimoniales y exclusivas de bodas y bautizos lo entierran definitivamente.


Y llegamos a ese sector de opinión conservadora de la familia. Los que defienden toda la mentira anterior. Se habla de amor y observancia de los derechos de los niños como excusa para negar una familia al “diferente”. Se habla de respetar la libertad de educación de la familia como negación de una educación racional, a la vez que la familia desdeña cada vez más la educación de los hijos, con todas las consecuencias que genera. Hablan en nombre de Cristo, pero niegan su mensaje universal y lo derivan al fanatismo.


Ese “amor” y “respeto” es, simplemente, todo lo contrario. No existiría un Aquilino Polaino si no hubiese familias integristas que ciñen su amor a que sus hijos salgan como ellos. Muchos casos de suicidios de adolescentes gays vienen por el rechazo de su familia. Consiguen que se odien a sí mismos y se vean como “enfermos”. ¿Cómo puede llamarse amor a lo que predican? El amor no tiene condiciones, los intereses sí los tienen.


La familia “tradicional” es pura fachada, privada de amor y respeto hacia los semejantes.

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