Después de escribir ayer "El Gobierno debe reflexionar su política económica y exigir un esfuerzo patriótico" me encontré con las declaraciones del diseñador de moda Adolfo Domínguez que vienen a ser, por ser radicalmente contrarias a mi tesis, un ejemplo de la resistencia de grandes empresarios y fortunas por dar con una solución a la crisis que no pase por el sufrimiento de los de siempre, de los trabajadores.
No voy a explayarme con lo que ha dicho, los mejores enlaces son los que adjunto, desde el ultra Minuto Digital hasta Público. Los comentarios del diseñador son claramente elitistas, y por tanto crueles y egoístas. No está de más recordar que él empezó dirigiendo la tienda de ropa de su padre, y que con su trabajo pasó de la nada al éxito, algo muy al "american way of life", pero falaz, ya que sólo beneficia a un porcentaje minúsculo de trabajadores.
"No creo en derechos que no podamos pagar" ¿O por los que no quieren colaborar? "Reforma laboral profunda" ¿Cuál? El despido libre, como admite él, a la vez que critica al Estado del Bienestar por desindustrializar Europa pero apuesta por la expansión de las empresas en el exterior. ¿Qué mejor lugar de expansión que Asia o el norte de África, allí donde las condiciones laborales son las que sueña la clase empresarial?
Hay sin embargo cosas con las que se puede estar meridianamente de acuerdo, como la edad de jubilación (pero ojo, una cuestión que debe ser estudiada detenidamente), el fraude que se origina en la Seguridad Social (pero demasiado escaso como para ser preocupante), o reconocer que esta sociedad genera muy pocos ingenieros o científicos.
Su esperanza en que sus ilusiones reaccionarias se harán, "protesten lo que protesten", como dijo es, simplemente, recuerdos autoritarios de una era ya pasada. A la reacción de los grandes empresarios y poderes económicos del país sólo se puede contestar con la lucha sin cuartel de los trabajadores, en la que se espera que los sindicatos y los partidos cedan en sus intereses personalistas en beneficio de la razón.
Éste es el esfuerzo patriótico que exigen los grandes empresarios, pedir y no dar, lamentarse por los traslados de la industria a otros países ¡siendo ellos mismos quienes lo hacen! Pero es que piden que el esclavismo que practican en Asia o África se desarrolle aquí de nuevo, es que se siguen creyendo por encima del resto de ciudadanos como "superhombres" a los que hay que mantener en su esfera de privilegios y lujos para "motivarles" a emprender.
Creo que el elogio de la pereza que tanto critica Adolfo Domínguez no viene de los trabajadores, sino de la clase empresarial. Y es a esos perezosos a los que hay que exigir el esfuerzo patriótico, no sólo fiscal, no sólo recaudar por recaudar, sino para dedicar el máximo de inversiones posibles a la educación y a la investigación.
Me quedo con un comentario en Minuto Digital (a menos que haya sido censurado por el diario antidemócrata): "Pero ojo, que a veces esa gente que él (Adolfo Domínguez) dice a veces se motiva poniendo guillotinas en las plazas y viendo como ruedan las cabezas de los sinvergüenzas".
Definitivamente, en los grandes empresarios no se puede confiar, ni invierten, ni ayudan, y ahora, ni siquiera creen en el Estado de Derecho. Así va este país, y yo cada día más pesimista.
ResponderEliminarUn saludo.