“No es para jóvenes con familias. Tampoco para solteros”. Así ha terciado Piet Hein Donner, uno de los ministros democristianos del Gobierno en funciones de Holanda, a las dos dimisiones acaecidas en su élite política. Una, la del líder del socialdemócrata PvdA, Wouter Bos; otra, la del ministro democristiano de Transportes Camiel Eurlings. ¿Las razones que se han dado? El primero estar más cerca de sus hijas, el segundo al decir “no deseo mirar hacia atrás cuando cumpla 50 años y encontrarme solo”.
Son dignos de admiración. Hay pocos políticos dispuestos a renunciar a sus cargos o a retirarse de la vida pública. Normalmente se espera a la caída en desgracia, a la derrota electoral o al hecho biológico, máxime cuando estamos asistiendo a la consolidación de la figura del político profesional, es decir, el político que ha hecho toda su carrera en el partido, y su carrera laboral fuera de él es relativamente escasa.
Es una desgracia que se esté formando una separación cada vez más clara entre el ciudadano de a pie y la élite política, ya que lo ideal, lo que pensaban los padres de la democracia política era una nación virtuosa que participara en la vida pública. En su tiempo, los propietarios. Con la irrupción del movimiento socialista, el resto de los ciudadanos. Fracasar en esto es el fracaso del socialismo.
Creo que las razones de Bos y Eurlings hablan por sí solas. Las de Donner es la de ese viejo elitismo, cosa que explicaría muy bien la desafección creciente de los ciudadanos ante las convocatorias electorales en los últimos procesos democráticos en Europa. Un día se quedarán solos y no sabrán averiguar las causas, tan bajo es el nivel de esta élite política actual.
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