En primer lugar perdón al compañero Miguel por no poder subir este post ayer que fue cuando lo prometí, pero las obligaciones universitarias en esta época de exámenes quitan mucho tiempo.
Como dije hace poco, mi carnet sigue en la estantería. Pero la experiencia vivida el domingo pasado me hace poco menos que obligado mencionarlo aquí. Como siempre, no pongo en duda ni mi ideología ni mi compromiso con las organizaciones socialistas. Ni mucho menos con mi obligación de mantenerme en la coherencia.
El domingo pasado asistí en calidad de delegado por mi agrupación al Comité Regional de las Juventudes Socialistas de Madrid (ahora por publicar en la universidad no puedo añadir, pero en casa incluiré en un nuevo post las enmiendas que yo elaboré). La verdad, es que aquello pareció la caza de brujas de tiempos pasados, y el ejercicio de la incoherencia.
No entraré en menudencias, como diría un senador por Galicia, como la mala maquetación de las enmiendas, frente a convocatorias anteriores (dificulta mucho el trabajo no ver enmiendas ni páginas numeradas. No me extenderé de que las dos comisiones formadas usaran métodos de aprobación de enmiendas distintos (que me digan por qué en una se deben defender y en la otra se pasan directamente a votación). No me explayaré en la caída de apoyos de la actual ejecutiva.
Cuando entré en las Juventudes pensé, iluso de mí, que no estarían contaminadas por la misma lacra que atañe a los partidos políticos: el trepismo. Cuan equivocado estaba, aquí se combina el trepismo con las ideas trasnochadas, muy acordes si fueran del espíritu del Partido Comunista pero ilógicas, irreales e irrelevantes en el seno del socialismo, máxime sabiendo a ciencia cierta que esas ideas son aparcadas por conseguir cuotas de poder. Me inclino ante tanta coherencia ideológica. Pero su nivel de coherencia es igual que su nivel de aportación. Parece ser que el marxismo más ortodoxo es ducho en criticar incansablemente lo que con tanta dedicación muchos compañeros han propuesto en las enmiendas, pero por el contrario opuesto a la presentación de otras tantas propuestas. Ni una. Eso sí, los jóvenes somos una clase en sí misma e independiente de las otras según algunos.
No me preocupa en absoluto que algunas enmiendas, de claro contenido internacionalista, realista y socialdemócrata, no pasen esos filtros. Hay otros. Y más que nada que esos contenidos los asuma la cúspide del Partido. Discrepo de Alberto en que el “infantilismo de la izquierda” de ellos, que es cierto, se cure. Porque, la verdad, no creo que esas ideas sean tan firmes para que las dejen en la cuneta por algo que puede más que la ideología: que no lo llamaría poder, lo llamaría sacar tajada. Se saca tajada aquí en el socialismo y allá en el conservadurismo, para perjuicio de esas ideologías.
El socialismo no es una ciencia, porque no es exacto, no es inmutable como que dos más dos son cuatro aquí y dentro de cinco mil años. El socialismo es una idea, una filosofía. Que es muy buena, sí. Que es la mejor, en mi opinión sí, y respeto de quien discrepe, porque hay que dudar de todo. Y como hay que dudar de todo, hay que dudar del socialismo.
Por eso, el socialismo es evolucionista, debe adaptarse a la sociedad de la misma manera que la sociedad se adapta al socialismo. No creo que sea igual la sociedad sueca ni el Partido Socialdemócrata sueco de 1932, cuando alcanzó el poder, sean los mismos que la sociedad sueca y los socialdemócratas de 2006, cuando dejó el poder. La sociedad evolucionó, el partido evolucionó, adaptándose los dos en una necesaria simbiosis. Los partidos que no se adaptan a la realidad son los comunistas, que siguen creyendo que la sociedad de 1848, año del Manifiesto Comunista, es igual que la sociedad del siglo XXI.
Como sostuvo Bernstein, el objetivo final no es nada y en cambio el movimiento lo es todo. El final de la sociedad capitalista en una utópica y armoniosa sociedad comunista es, como mencioné en otro post, esperar la llegada del Mesías. La mentalidad en esperar una utopía no es ni pan para hoy, es hambre de todos los días. En cambio, lo que sí es factible, lo que sí es necesario, es el movimiento. Cambiar y transformar la sociedad, y, como dijo Felipe González, en el ritmo que la propia sociedad quiera. Al final, quien tenía razón era Bernstein y no Lenin; y será entonces cuando la continuación y el final será la sociedad socialista, la sociedad de la democracia, de lo público, de los derechos humanos.
Como dije hace poco, mi carnet sigue en la estantería. Pero la experiencia vivida el domingo pasado me hace poco menos que obligado mencionarlo aquí. Como siempre, no pongo en duda ni mi ideología ni mi compromiso con las organizaciones socialistas. Ni mucho menos con mi obligación de mantenerme en la coherencia.
El domingo pasado asistí en calidad de delegado por mi agrupación al Comité Regional de las Juventudes Socialistas de Madrid (ahora por publicar en la universidad no puedo añadir, pero en casa incluiré en un nuevo post las enmiendas que yo elaboré). La verdad, es que aquello pareció la caza de brujas de tiempos pasados, y el ejercicio de la incoherencia.
No entraré en menudencias, como diría un senador por Galicia, como la mala maquetación de las enmiendas, frente a convocatorias anteriores (dificulta mucho el trabajo no ver enmiendas ni páginas numeradas. No me extenderé de que las dos comisiones formadas usaran métodos de aprobación de enmiendas distintos (que me digan por qué en una se deben defender y en la otra se pasan directamente a votación). No me explayaré en la caída de apoyos de la actual ejecutiva.
Cuando entré en las Juventudes pensé, iluso de mí, que no estarían contaminadas por la misma lacra que atañe a los partidos políticos: el trepismo. Cuan equivocado estaba, aquí se combina el trepismo con las ideas trasnochadas, muy acordes si fueran del espíritu del Partido Comunista pero ilógicas, irreales e irrelevantes en el seno del socialismo, máxime sabiendo a ciencia cierta que esas ideas son aparcadas por conseguir cuotas de poder. Me inclino ante tanta coherencia ideológica. Pero su nivel de coherencia es igual que su nivel de aportación. Parece ser que el marxismo más ortodoxo es ducho en criticar incansablemente lo que con tanta dedicación muchos compañeros han propuesto en las enmiendas, pero por el contrario opuesto a la presentación de otras tantas propuestas. Ni una. Eso sí, los jóvenes somos una clase en sí misma e independiente de las otras según algunos.
No me preocupa en absoluto que algunas enmiendas, de claro contenido internacionalista, realista y socialdemócrata, no pasen esos filtros. Hay otros. Y más que nada que esos contenidos los asuma la cúspide del Partido. Discrepo de Alberto en que el “infantilismo de la izquierda” de ellos, que es cierto, se cure. Porque, la verdad, no creo que esas ideas sean tan firmes para que las dejen en la cuneta por algo que puede más que la ideología: que no lo llamaría poder, lo llamaría sacar tajada. Se saca tajada aquí en el socialismo y allá en el conservadurismo, para perjuicio de esas ideologías.
El socialismo no es una ciencia, porque no es exacto, no es inmutable como que dos más dos son cuatro aquí y dentro de cinco mil años. El socialismo es una idea, una filosofía. Que es muy buena, sí. Que es la mejor, en mi opinión sí, y respeto de quien discrepe, porque hay que dudar de todo. Y como hay que dudar de todo, hay que dudar del socialismo.
Por eso, el socialismo es evolucionista, debe adaptarse a la sociedad de la misma manera que la sociedad se adapta al socialismo. No creo que sea igual la sociedad sueca ni el Partido Socialdemócrata sueco de 1932, cuando alcanzó el poder, sean los mismos que la sociedad sueca y los socialdemócratas de 2006, cuando dejó el poder. La sociedad evolucionó, el partido evolucionó, adaptándose los dos en una necesaria simbiosis. Los partidos que no se adaptan a la realidad son los comunistas, que siguen creyendo que la sociedad de 1848, año del Manifiesto Comunista, es igual que la sociedad del siglo XXI.
Como sostuvo Bernstein, el objetivo final no es nada y en cambio el movimiento lo es todo. El final de la sociedad capitalista en una utópica y armoniosa sociedad comunista es, como mencioné en otro post, esperar la llegada del Mesías. La mentalidad en esperar una utopía no es ni pan para hoy, es hambre de todos los días. En cambio, lo que sí es factible, lo que sí es necesario, es el movimiento. Cambiar y transformar la sociedad, y, como dijo Felipe González, en el ritmo que la propia sociedad quiera. Al final, quien tenía razón era Bernstein y no Lenin; y será entonces cuando la continuación y el final será la sociedad socialista, la sociedad de la democracia, de lo público, de los derechos humanos.
Hola compañero:
ResponderEliminarel verdadero problema de los partidos de izquierda radica en el personalismo que genera luchas intestinas superfluas y el debate constante desde hace un siglo entre marxismo genuino que todavía algunos aducen y el socialismo democrático, el marxismo es una ideología anacrónica, Marx se equivocó en el principio de pauperización, y a la hora de vaticinar que el proceso productivo capitalista conduciría ineludiblemente al socialismo...
Yo tuve una sensación similar al entrar en JS, la concepción de Partido político como instrumento del pueblo y divulgador del ideario socialista se eclipsa algunas vees por la de defensor de unos intereses particulares del aparato. Pero bueno, hay que ser siempre optimistas...
Hasta luego, muy bueno tú artículo