Páginas

jueves, 30 de septiembre de 2010

Un poco más de Berlusconi

Silvio Berlusconi superó ayer la moción de confianza de su gobierno en la Cámara de Diputados italiana. Con un programa de gobierno que promete más de lo mismo (bajada de impuestos, federalismo fiscal, lucha antimafia, la cuestión meridional y la reforma de la justicia), consiguió el apoyo de 342 diputados, los del Pueblo de la Libertad berlusconiana, los seguidores de Fini agrupados en Futuro y Libertad para Italia, más siete diputados democristianos de la oposición, contra 275 del centroizquierda y del centro.

Berlusconi se salva así de verse enfrentado a las urnas a una hipotética coalición de fuerzas opositoras, circunstancia que le pondría en un serio aprieto ante los procesos judiciales que esperan que termine su inmunidad como primer ministro, aberración legal creada por su gobierno. Pero la crisis no ha terminado. Dormita, esperando a que Fini decida terminar o reanudar su alianza de intereses con Berlusconi.

Gianfranco Fini, presidente de la Cámara, líder del partido posfascista italiano, ahora se presenta como adalid de la democracia y de las leyes de la república frente a la reforma judicial, reforma que él mismo y sus correligionarios apoyaron de forma entusiasta en las anteriores legislaturas. ¿Qué ocurre? Es hora de exigir de una vez la sucesión en el centroderecha.

Fini se juega todo su capital político y su ambición en las próximas jugadas. Se arriesga mucho, pero tiene una buena mano: Berlusconi ha sido incapaz de comprar suficientes votos en la oposición para prescindir de la treintena de diputados finianos y forjar una mayoría alternativa. La Liga Norte exige ya elecciones, ansiosa por recoger los frutos de su xenofobia en el norte. La mayoría de la derecha se tambalea. La que prometía ser la legislatura más cómoda de Il Duceto se ha vuelto su mayor pesadilla.

¿Y qué ocurre en la oposición? El Partido Democrático sigue sin dar visos de poder recuperar el espacio perdido para el centroizquierda, sólo la Italia de los Valores de Di Pietro no escatima esfuerzos en denunciar a cada momento el delirio berlusconiano. En la estrategia del PD no se desestima la formación de un frente contrario a Berlusconi, que comprenda desde el centro a la izquierda pasando por Fini y sus acólitos. Pero un frente así no tiene un proyecto común. La posible división de la derecha en tres (democristianos, finianos y berlusconianos) es la llamada más fuerte a la unión del centroizquierda.

El tiempo corre para Berlusconi cada vez más deprisa: son cada vez más escándalos, más juicios pendientes, más leyes de blindaje, más contactos con la Mafia... muchas vías de agua. A día de hoy, Berlusconi sueña con esperanza en la próxima elección presidencial, en 2013, y burlarse desde la inmunidad presidencial de todo el sistema judicial y político de la República italiana. A los italianos les corresponde aplastar ese sueño delirante.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

El laborismo británico según Ed Miliband


"We were wrong", dijo el nuevo líder del Partido Laborista británico, Ed Miliband. En la guerra de Irak de Tony Blair, en la gestión económica de Gordon Brown... el New Labour pasa a las páginas de la Historia. "Adiós y muy buenas", declaraba Tony Wood, director adjunto de la New Left Review.

Todo quedaba en familia. David contra Ed. Hay quien dice que en estas primarias laboristas se dirimía la última batalla entre la Tercera Vía blairista y las esencias izquierdistas del laborismo. Permitidme mi escepticismo. Ed Miliband anuncia el liderazgo de una nueva generación en el seno del laborismo, una generación que ha nacido en las postrimerías del mandato de Blair y en la agonia del de Brown. Los dos hermanos tienen una prolífica trayectoria dentro del Partido Laborista y en el Gobierno británico. La generación Miliband es heredera directa de Tony Blair, una generación que ha aprendido de los errores de la anterior.

¿Posneolaborismo? ¿Nuevo Viejo Laborismo? No me atrevo a sacarme de la manga un concepto. Aunque es un estratégico giro dialéctico,
el laborismo se renueva. Quien quiera ver un partido izquierdista, dirigido por "Red Ed", se equivoca: no se renuncia ni al centro ni a la izquierda. Clases medias y sindicatos-clases trabajadoras. David y Ed. Las dos caras de la misma moneda.

El inicio del liderazgo del pequeño de los Miliband comienza con ilusión. Los sondeos ya venían pronosticando la recuperación laborista y el hundimiento de los Lib-Dem por su apoyo a los tories. Ahora, el laborismo está en cabeza. No nos engañemos, estos sondeos no significan nada a principio de legislatura.
Ed necesita a David: juntos pueden ser un tándem ganador. Se especula que David deje en un futuro próximo la ejecutiva laborista y la oferta de ser ministro de Exteriores o Hacienda en el shadow cabinet (gobierno en la sombra) del laborismo. Mi esperanza es que permanezca.

Las otrora poderosas trade unions, los sindicatos británicos, han apostado por Ed. Pletóricos por su éxito, han declarado la época del Nuevo Laborismo como nefasta. Ed sabe que necesita el poder sindical para recuperar los espacios perdidos por el laborismo, aquellas clases trabajadoras que, a falta de alternativas, se refugian en la abstención. Pero al mismo tiempo no puede verse controlado por los sindicatos y acabar con uno de los logros de Blair: la independencia del partido respecto a los sindicatos, que por cierto fueron los que dieron vida al Labour hace un siglo.

La herencia de la Tercera Vía permanece. Vicenç Navarro hace un buen análisis de la decadencia del blairismo, pero la esencia de
los argumentos de Giddens permanecen válidos: la renovación de una socialdemocracia cuyo mundo ha cambiado y debe adaptarse a los cambios. A fin de cuentas, ¿cuál es la razón de ser de la socialdemocracia? El bienestar y la emancipación económica y social de los ciudadanos más desfavorecidos. Ése debe ser el objetivo del Labour de Miliband.

En un plano personal, la trayectoria política de Tony Blair me fascina. El programa de 1997 no era la revolución,
era revolucionario: grandes reformas para Gran Bretaña. Muchas se consiguieron, otras se aparcaron y algunas no recibieron suficiente entusiasmo. Sus decisiones concretas, las más polémicas, no me gustaron. Tampoco la corrupción de final de su mandato. Aunque, evidentemente, por no ser británico no puedo votar en sus elecciones, apoyé al Partido Liberal Demócrata de Nick Clegg: "I agree with Nick". No lamento mi apoyo. El laborismo necesitaba la derrota para poder regenerarse, no valía una oportunidad más. Si Ed Miliband lo consigue, habrá valido la pena. "We are the optimists".

martes, 28 de septiembre de 2010

Elecciones parlamentarias en Venezuela: la oposición contraataca

Resultados:

Chavismo: 5.399.390 votos (El Nacional)/5.422.040 votos (Panorama)
-PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela): 98 diputados
Oposición: 5.628.488 votos (El Nacional)/ 5.650.552 votos (Panorama)
-MUD (Mesa de Unidad Democrática): 5.320.175 votos, 65 diputados
-PPT (Patria Para Todos, centroizquierda): 330.377 votos, 2 diputados


De nuevo, las elecciones parlamentarias de Venezuela son competitivas. En las anteriores elecciones de 2005 la oposición optó por no presentarse, un gran error, permitiendo así que el poder legislativo quedara como mera comparse del ejecutivo y, con ello, entusiasta consentidor de las reformas más polémicas de Chávez en su empeño de perpetuarse en la presidencia. El actual sistema político de Venezuela está definitivamente aceptado por todos, y será fructífero si los dos bandos respetan las reglas del juego democrático, que sabemos que les cuesta mucho.

Estas son las elecciones, quizás, más transparentes de la época chavista. El chavismo demuestra su apoyo popular, aunque menguante. La oposición vuelve al parlamento y con ella la minoría necesaria para que futuras leyes orgánicas pasen por consenso, o el bloqueo parlamentario.

La nueva ley electoral no deja de ser irónica, realizada al gusto de la mayoría para favorecer en número de diputados aquellas regiones afines, las menos pobladas. Una forma de garantizar sla mayoría chavista más parecida a las porcatas de Berlusconi que a las, por ejemplo, reivindicaciones de una ley electoral más justa que exige Izquierda Unida. Así, unos resultados ajustados, donde el Partido Socialista de Chávez es la primera fuerza más votada, pero sin superar al resto de la oposición, le dan una diferencia de hasta casi cien diputados.

¿Qué sucederá? De momento sabemos que a Chávez no le han hecho mucha gracia los resultados electorales. Ya ha emplazado a la oposición a que se atreva a convocar un nuevo referéndum revocatorio. Un comportamiento más típico de chulito de barrio que de mandatario político. El clima político, sujeto al agravamiento de las condiciones de vida por la crisis económica, puede radicalizarse. Una cosa es clara: los resultados electorales muestran que los venezolanos quieren democracia y no autocracia. Hay dos bloques, relativamente empatados, que no pueden imponerse, ni menos aplastar, a la otra parte.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Por qué la izquierda no merece ganar Cataluña


El 28 de noviembre los catalanes están convocados a renovar su parlamento autonómico. Sin duda, serán unas elecciones tan importantes como las primeras de 1980, las primeras ganadas por el nacionalismo moderado de Jordi Pujol o las de 2003, cuando nació el primer gobierno tripartito de izquierda catalana. Las futuras claves serán la participación electoral, el reajuste de mayorías y la fuerza de nuevas formaciones políticas tan ideológicamente dispares como Ciudadanos, UPyD, la extrema derecha de Plataforma por Cataluña o el independentismo de Reagrupament o del partido de Laporta, en un momento en que las relaciones entre Cataluña y el conjunto de España no son las mejores.

Son elecciones que huelen a fin de época del tripartito de izquierda. En su haber cuenta el nuevo Estatut, recibido con indiferencia por los catalanes, pero cuyo recorte por el Tribunal Constitucional ha servido para proclamar que hay que cortar lazos con el resto de España. En un aspecto más positivo, el tripartito cuenta con la extensión de las infraestructuras, como la extensión del metro de Barcelona (sin olvidar el desastre del Carmel) y, según el sociólogo Vicenç Navarro, el aumento del gasto social muy por encima de la gestión de anteriores gobierno de CiU.

Señala Navarro, por otra parte, que el autogobierno es una vía necesaria para aumentar el bienestar de los ciudadanos, aunque no la única: se necesita el compromiso por la política social, no por la identitaria. El hándicap del tripartito ha sido su excesiva preocupación por la cuestión nacional, que ha tapado su labor social.

No quiero olvidar la polémica del traspaso de competencias en la gestión del aeropuerto de El Prat y Rodalies (Cercanías en Cataluña). A mi juicio, la cesión de las Rodalies rompe la unidad en los ferrocarriles innecesariamente. Cataluña ya cuenta con un sistema propio de ferrocarriles (los Ferrocariles de la Generalitat, FGC) muy importante que debe desarrollar. Rodalies sólo supone un nuevo trozo de pastel a repartirse, para nada hay una preocupación en mejorar el servicio a los usuarios.

Los catalanes no se merecen sufrir la actual clase política. Nunca los catalanes, y el resto de españoles, nos hemos empachado tanto de nacionalismo como en la última década. Para frases sobre el nacionalismo, las de wikiquote. El PSC, desde Maragall a Montilla, ha arriesgado sus bases y su ideología jugándolo todo a la "defensa nacional" de Cataluña. Que Cataluña sea o no una nación es un asunto de debate, pero lo que me importa como progresista (y supongo que debería importar al resto de progresistas) es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. La reacción al recorte del Estatuto ha sido una peligrosa cortina de humo que ha dañado, espero que momentáneamente, las relaciones entre Cataluña y el resto de España, y ha dado relevancia política a las propuestas soberanistas de ERC en su mejor momento, dado que las encuestas les pronostican un bajón electoral.

No serán, sin embargo, ni ERC, ni su secesión Reagrupament, ni siquiera el "berlusconiano" partido de Laporta, los beneficiados. Será CiU. ¿Eso significa la llegada al gobierno catalán de una CiU radicalizada? En absoluto. Como el PNV y el resto de las derechas españolas, su radicalismo es más verbal y ceñido a su presencia en los escaños de la oposición que a una convicción de que a Cataluña le conviene cortar sus lazos (no sólo históricos, sino culturales, sociales y económicos) con España. Lo que quiere el nacionalismo de CiU es muy sencillo: poder, dinero e influencia. Poder para acceder los contratos que adjudican los gobiernos, dinero para alimentar su clientela, e influencia para colocarla. Sería ingenuo decir que el tripartito no ha hecho lo mismo.

¿Sociovergencia, apoyo del PP o frente nacionalista? La sociovergencia ha sido muy cacareada desde 2003: ni está ni se la espera. Al menos con Pujol, CiU caminó muy bien entre PSOE y PP en los noventa, y sin duda volverá a hacerlo. Si de verdad Artur Mas piensa que Rajoy ocupará La Moncloa en 2012, un pacto con el PP beneficiaría a los dos partidos de derecha. El frente nacionalista no tiene la más mínima oportunidad sin un Aznar gobernando, ni CiU tiene bases en los círculos de negocios catalanes que le exijan un suicidio para sus carteras.

Al PSC le conviene perder estas elecciones. No me da placer la perspectiva de su derrota, pero mantengo la esperanza de que el socialismo catalán recupere la sensatez de antaño y no siga en un juego donde tiene todas las de perder: sus ayuntamientos, sus ideas y sus bases.

Como colofón, me quedo con una "espléndida" frase de Duran i Lleida: "cuantos menos partidos ocupen la Generalitat, mejor". Al margen de la nula cultura de coalición en España que revela, es perfecta. El mejor gobierno es que no lo ocupe ningún partido.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

La democracia en el mundo árabe


Ayer tuve el honor de asistir a la conferencia "Expectativas para la democracia en el mundo árabe" en la Casa Árabe de Madrid, pronunciada por Khair El Din Hasib. Hasib es doctor en Economía por Cambridge, máster en Economía por la London School of Economics, ex gobernador del Banco Central de Irak y actualmente director del Centro de Estudios para la Unidad Árabe.

La conferencia versaba en torno a las preguntas de qué significa la democracia en el mundo árabe, por qué el mundo árabe no ha seguido el camino de democratización de otras regiones como América Latina o Asia y cuáles son sus factores internos y externos. Lo que voy a pasar a relatar es un resumen de las notas que tomé.

Para el doctor Hasib, la democracia es el mejor modelo de gobierno posible, que no deja de poseer defectos, pero también está abierta a mejoras en su funcionamiento. Así, la democracia se convierte en patrimonio de la humanidad. Tras la I Guerra Mundial, los aliados no cumplieron sus promesas de mantener unido e independiente el mundo árabe liberado del dominio del Imperio Otomano, y por el contrario se lo repartieron entre las grandes potencias vencedoras (Gran Bretaña, Francia e Italia). Con ello, el mundo árabe pasó del dominio otomano a la del imperialismo occidental.

Los países árabes, fragmentados, llegado el momento de su independencia, no tuvieron oportunidad de evolución a la democracia. Hasib lo atribuye a la existencia de élites formadas en la época otomana, que fueron las que gobernaron los países tras su independencia entre los años 20 y 60 del siglo XX. Los tímidos intentos que se hicieron para celebrar elecciones no son comparables a un modelo democrático.

Sobre qué quiere decir democracia en el mundo árabe, el Centro de Estudios para la Unidad Árabe plantea hacer una "Hoja de ruta" sobre la disposición de estos países para la democracia. El proyecto de renacimiento del mundo árabe consiste para Hasib en varios elementos: unidad, democracia, justicia social, desarrollo económico independiente, independencia nacional y civilización, uniendo en un mismo proyecto las corrientes políticas del panarabismo, socialismo, nacionalismo e islamismo.

La democracia árabe debe contemplar un modelo de gobierno que reconozca la libertad (de expresión, reunión, asociación...), pluralidad política, representatividad local y nacional, libertad de elegir y ser elegido, votar y supervisar a los gobiernos, soberanía popular, separación de poderes, independencia judicial, alternancia política, un sistema socioeconómico justo e igualdad de derechos y oportunidades, plasmados en una constitución.

Mientras que en la última década del siglo XX países de América Latina, Europa Oriental, Asia o África han pasado de dictaduras a democracias, en el mundo árabe no ha ocurrido lo mismo, sino que se han mantenido la existencia de golpes militares y dictaduras. Sólo el régimen de Náser en su momento, según Hasib, consiguió incluir ciertos elementos de democracia, pero el resto de regímenes sólo querían mantenerse en el poder, impidiendo cualquier evolución a la democracia. Aunque fue a partir de la década de 1970 cuando empezaron a celebrarse elecciones parlamentarias, el poder aprendió cómo engañar mediante la falsificación electoral, vacíando de contenido y resultados las elecciones legislativas. Estas elecciones en el mundo árabe no tienen por qué llevar a reformas, según revistas árabes como "Contemporary Arab Affairs".

Lo que ocurrió, a juicio de Hasib, es que mientras que en América Latina el gobierno y la oposición reconocieron que eran incapaces de vencer a la otra parte, llegaron a acuerdos de transición a la democracia y de integración de ambas partes en un nuevo sistema político. En cambio, en el mundo árabe ninguna de las dos partes, gobierno y oposición, quieren negociar nada. No existe mentalidad pactista, reflejando el subdesarrollo político, social y cultural de las élites políticas e intelectuales árabes en gobierno y oposición. Mientras, estallan focos de desesperación popular, revueltas del pan y desconfianza a soluciones pacíficas.

La democracia sólo se aprende ejerciendo, en palabras de Hasib. Hay que excluir el recurso a la violencia, hay que empezar ejerciendo democracia interna en el seno de los partidos árabes, renuncias por ambas partes y la concreción de un "bloque histórico" que concerte unos objetivos de cara a la fase de transición a la democracia. Hace falta una cultura de democracia y de derechos humanos, que los niños árabes aprendan esos valores en las escuelas, además de que lo aprendan las autoridades y la sociedad. Hay que dinamizar y apoyar a los movimientos de derechos humanos y crear una opinión pública democrática.

En Occidente se confunde Islam con terrorismo, pero el Islam no es incompatible con la democracia y los derechos humanos. Existen paises como Túnez, Líbano, Marruecos, Egipto o Yemen donde los partidos islamistas han aceptado el juego político. Para Hasib, que los islamistas vayan a aprovecharlo para conquistar el poder y excluir a los demás es falso. Lo que hay que juzgar es su comportamiento y no las intenciones.


En la ronda de preguntas, el doctor Hasib defendió un modelo de democracia social, no un sistema capitalista, pero determinando que es al pueblo árabe a quien le incumbe escoger su sistema de gobierno. En Palestina, por ejemplo, las últimas elecciones fueron un proceso limpio que dio como resultado la victoria de Hamás. Occidente no quiso reconocer su victoria y practicó un doble criterio de reprochar la falta de democracia en el mundo árabe pero no aceptándola cuando no le interesa.

Sobre el conflicto del Sáhara Occidental, no se atrevió a pronunciarse claramente, argumentando que los países de pequeña población son económicamente inviables en la época de la globalización y por eso deben darse uniones políticas y económicas supraestatales, a semejanza de la Unión Europea. La desgracia de los árabes es situarse en una zona estratégica para la economía mundial. A las potencias occidentales les interesa que se mantengan disgregados y no se democraticen para que el precio del petróleo no cambie. El temor de Occidente es que el pueblo árabe exija un precio justo por el crudo para poder desarrollarse económicamente.

Sobre los islamistas, el doctor Hasib argumenta que éstos reconocieron que no existía un paradigma de Estado islámico, al existir tan pocos fragmentos sobre éste en los textos islámicos, por lo que el pueblo está capacitado para elegir lo que le conviene en cada momento. Lo mismo ocurriría con la Sharia, la ley islámica, al no poder darse una aplicación literal sino una interpretación de los principios que la inspiran.


En una opinión más personal, yo juzgo una visión demasiado optimista y tímida de la realidad árabe. Se quieren evitar unas críticas más concretas de las élites árabes en pos de la búsqueda de consensos panárabes, pero no es lo mismo la situación de la monarquía saudí que el régimen sirio o la monarquía marroquí. Asismismo, no se juzga con el mismo prisma la situación del Sáhara Occidental, ocupado ilegalmente por Marruecos, que el de Palestina, con un conflicto con una potencia no árabe como es Israel. Incluso la misma crítica a las élites dirigentes adolece de objetividad: el doctor Hasib ve en las élites educadas en la época otomana el primer obstáculo a la democratización en el mundo árabe, pero no hay que olvidar que las élites posteriores de los años 60 para adelante se han educado, como él mismo, en universidades occidentales.

La relación con Occidente siempre es difícil. Por un lado se achaca a su hegemonía política y económica los problemas que adolece el mundo árabe, por otro es fuente de inspiración para llegar a un modelo político democrático y al Estado de derecho que posibilite un "renacimiento" árabe. Sin obviar que en Occidente se educan los hijos de la élite. El "bloque histórico" que preconiza Hasib es un concepto típicamente gramsciano (y occidental), cuya filosofía política fue muy influyente en el socialismo árabe. Pero el bloque histórico debe ser verdaderamente ambicioso.

En un hándicap, realmente, que esas pretensiones tan loables como es conseguir la democracia en el mundo árabe deban moderarse en la búsqueda de consenso con las élites gobernantes para llegar a una transición, a la vez de buscar el máximo de apoyos posibles con la incorporación de los islamistas. No sólo hay que juzgar el comportamiento, sino saber cuáles son las intenciones de cada grupo. Para que la democracia sea efectiva, todos tienen que reconocer al adversario, a la vez que construir un modelo de pesos y contrapesos que evite la conquista del poder por un grupo en exclusiva. A pesar de la necesaria crítica, deseo con todo corazón que el mundo árabe alcance la libertad y la democracia.

martes, 21 de septiembre de 2010

Análisis de las elecciones generales de Suecia

Resultados:
Participación: 82,1% (+1,7%)
Partido Socialdemócrata: 30,9% (-4,4%) y 113 diputados (-17)
Partido Moderado: 30% (+3,9%) y 107 diputados (+10)
Partido Verde: 7,2% (+2%) y 25 diputados (+6)
Partido Liberal: 7,1% (-0,4%) y 24 diputados (-4)
Partido de Centro: 6,6% (-1,3%) y 22 diputados (-7)
Demócratas de Suecia (extrema derecha): 5,7% (+2,8%) y 20 diputados (+20)
Partido Demócrata Cristiano: 5,6% (-1%) y 19 diputados (-5)
Partido de la Izquierda: 5,6% (-0,3%) y 19 diputados (-3)

Alianza para Suecia (Moderados, Liberales, Centro y Democristianos): 49,3% (+1,2%) y 172 diputados (-6)
Alianza rojiverde (Socialdemócratas, Verdes e Izquierda): 43,7% (2,7%) y 157 diputados (-14)

Las recientes elecciones suecas nos enseñan varias cosas. A diferencia de lo que escribe la prensa, sin memoria, no es la primera vez que el "bloque burgués" repita victoria en las elecciones legislativas, ya ganó en 1976 y repitió victoria en 1979, para perder en 1982. Sin embargo, el gobierno de centroderecha de Fredrik Reinfeldt ha tenido mucha suerte en el último año de legislatura: la recuperación económica dio la vuelta a todas las encuestas que desde 2007 devolvían el apoyo a la coalición rojiverde.

Su victoria, empero, no ha sido total, ya que la entrada de la extrema derecha de Demócratas de Suecia en el Riksdag le ha arrebatado la mayoría absoluta a su coalición de cuatro partidos. El devenir de los acontecimientos dirá qué ocurrirá en la nueva legislatura. El primer ministro prometió no pactar con la extrema derecha; en cambio, tiende la mano al Partido Verde para ampliar su mayoría. Pero, de momento, los ecologistas le niegan todo apoyo por su política de extensión de la energía nuclear y el miedo que tienen a que la derecha recupere su obsesión por desmantelar el Estado de bienestar, la gran herencia de la socialdemocracia sueca.

Hay quien apuesta por una gran coalición, imposible ya que debe pasar por los socialdemócratas, aún primer partido más votado. Y sería a ellos, como minoría más grande, a quien competería encabezar un gobierno... La solución pasará, de mantener su integridad de aislar a la extrema derecha, por acuerdos puntuales con la oposición rojiverde. Ello impediría cualquier desmantelamiento serio del Estado de bienestar, dejando en manos de los socialdemócratas, si se recuperan, la posibilidad de darle fin a la colaboración y finiquitar prematuramente esta nueva legislatura conservadora.

No es el estreno parlamentario de la extrema derecha sueca lo que debería alarmarnos, sino los motivos que han hecho posible este resultado. Como en otros países, como Francia, Italia, Alemania... la crisis económica ha dado nuevas energías a aquellos dispuestos a centrar los problemas del paro, la inseguridad y los recortes sociales del Estado en los inmigrantes, como extranjeros y como delincuentes. No han sido los dirigentes extremistas los que han hecho posible este trabajo, sino los gobiernos: el gobierno francés, como el italiano, intenta entrener a su opinión pública de otros temas, y el gobierno sueco, al igual que otros tantos, han hecho mucho daño lanzando desde sus altas instancias el mensaje de que inmigración=delincuencia.

Hay que decirlo de una vez: el peligro no es la inmigración, sino los gobiernos que no saben hacer sus políticas.

El Partido Socialdemócrata ha cosechado unos resultados muy malos, en comparación con su pasada y exitosa historia electoral. Parece que incluso la poderosa socialdemocracia sueca, modelo para el resto de partidos socialistas, no es inmune a la ola derechista que arrincona a la izquierda a la minoría y la oposición. No obstante, hay que recordar que el bloque burgués gobernante mantiene su mayoría en tanto que no reduzca el Estado de bienestar. "La nación durmiente", ése es el título de un libro crítico con el modelo sueco, escrito por el que era entonces líder de las juventudes conservadoras, el hoy primer ministro Reinfeldt. No es la nación, sino las verdaderas intenciones de la derecha las que duermen.

Pero dejando a un lado su ideología por el pragmatismo, Reinfeldt no hecho de Suecia una nación alineada con postulados económicos neoliberales, sino que ha convertido a su Partido Moderado en una versión edulcorada del Partido Socialdemócrata. Basta conocer uno de sus lemas de campaña "Hay un nuevo partido de los trabajadores", que parece haber hecho tanto éxito como para que aquí otro partido de derechas copie el mismo lema. La socialdemocracia, en horas bajas o en su cénit, sigue siendo influyente y su herencia intocable. Ése es el éxito histórico de la socialdemocracia.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Supersarko se desinfla

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, atraviesa un período de dificultades en su mandato. La reforma de las pensiones y el cambio en la edad de jubilación, el escándalo Bettencourt, los escándalos de sus ministros y el debate del velo islámico han hecho mella en su popularidad. De "Supersarko", que empezó su presidencia en 2007 en medio de un gran apoyo popular y con un gran proyecto de renovación de las ideas del conservadurismo liberal, no queda casi nada. Ahora, el presidente francés recurre a que las cortinas de humo distraigan a la opinión pública de la república francesa.

La expulsión de gitanos es una medida completamente xenófoba, que vulnera los sacros principios del republicanismo francés. "Libertad, igualdad y fraternidad" no se cumple aquí y Francia, como tantos otros países de la Unión Europea, no sabe, o no quiere, tener una política de integración y de educación que no distinga unos ciudadanos de otros. El "problema" de la inmigración o de las minorías étnicas se ha creado en el momento que las administraciones europeas no saben qué hacer. Ahora, los gobiernos, sobre todo los conservadores, alientan los sentimientos contrarios a las minorías, a las que se quiere presentar como delincuentes, vagos e inadaptados, por no decir enemigos de nuestros valores occidentales.

En esta campaña de desprestigio contra nuestros conciudadanos, a los progresistas no nos queda más remedio que alentar programas de integración y de educación, reconocer que nuestros países hace mucho que dejaron de ser étnica y culturalmente homogéneos y que debemos adaptarnos a la realidad. No somos "amigos" de los terroristas, sino amigos de la libertad, de la verdadera libertad.

Hay base para que las fuerzas progresistas reconquisten la iniciativa política. Sin embargo, no se ha visto ninguna dirección en este sentido en la última cumbre de la Unión Europea. Ningún jefe de gobierno, ni siquiera Zapatero, se atrevió a criticar las medidas contra los gitanos del presidente francés. Pesa más la hipocresía de la política comunitaria que la defensa de los derechos de los ciudadanos. Cada vez es más evidente que los obstáculos de la izquierda en el camino al poder no vienen de fuera, sino de dentro, de la falta de ideas, de valentía y de estadistas.

A diferencia de la sumisión vergonzosa de los líderes europeos, en Francia, pese a todos los intentos de Sarkozy por recuperar su popularidad, los ciudadanos no confían en él. La izquierda tiene cada vez más posibilidades de conquistar el Elíseo en 2012, con Dominique Strauss-Khan, si al final se postula como candidato socialista. La victorias de la izquierda en las elecciones regionales no es sino un espejismo hasta que el PS concrete un nuevo programa de gobierno para Francia, tan ilusionante y reformista como el que presentó Ségolène Royal en su momento. De no ser así, se caerá en el mismo discurso del miedo de la derecha, que sólo puede dar fuerzas a la estancada extrema derecha.

martes, 7 de septiembre de 2010

La tregua propuesta por ETA

Parecería que el alto el fuego ("ofensivo", se cuidan al elegir las palabras) de ETA responde, por una parte, a la realidad con la que se enfrentan los terroristas, con varios jefes capturados en pocos meses y cúpulas dirigentes desmanteladas, con la organización en manos de miembros jóvenes, de poca experiencia; y a la presión de la izquierda abertzale, incapaz de seguir justificando la lucha terrorista, ansiosa por poder presentarse a las elecciones municipales y mantener su espacio político, y por la presión de los antiguos etarras encarcelados, la mayoría pidiendo el fin del terrorismo.

Esta noticia debería ser un motivo para la esperanza de la libertad, la seguridad y la paz no sólo en Euskadi, sino en el resto de España. Lamentablemente, ETA arrastra en su historia otras treguas, otras negociaciones, que no han sido sinceras. El Gobierno ha hecho bien en mantener la cautela y en exigir no sólo la tregua, sino el fin de toda actividad terrorista. ETA aún tiene mucho que aprender del proceso de paz de Irlanda del norte, del IRA y del Sinn Féin para aceptar que sólo el fin del terrorismo puede llevar a una solución aceptada por todos. ¿Hasta dónde llega la voluntad de la izquierda abertzale y de ETA?

No se puede engañar a todos todo el tiempo. La izquierda abertzale no deja de ser una minoría, que para nada tiene tras de sí a la mayoría de la sociedad vasca, nacionalista o no nacionalista, que prefirió apoyar a una organización terrorista muy alejada de ese idealismo en el cual basa su "lucha". Es una anomalía que en un Estado de derecho un partido no pueda presentarse a las elecciones y ser apoyado por sus votantes, pero es también una anomalía que dicho partido apoye a una organización terrorista. La oportunidad para redimirse y aceptar el juego democrático de mayorías y respeto a las minorías se está agotando. Ellos lo saben y saben cuáles deben ser sus pasos.