Silvio Berlusconi superó ayer la moción de confianza de su gobierno en la Cámara de Diputados italiana. Con un programa de gobierno que promete más de lo mismo (bajada de impuestos, federalismo fiscal, lucha antimafia, la cuestión meridional y la reforma de la justicia), consiguió el apoyo de 342 diputados, los del Pueblo de la Libertad berlusconiana, los seguidores de Fini agrupados en Futuro y Libertad para Italia, más siete diputados democristianos de la oposición, contra 275 del centroizquierda y del centro.
Berlusconi se salva así de verse enfrentado a las urnas a una hipotética coalición de fuerzas opositoras, circunstancia que le pondría en un serio aprieto ante los procesos judiciales que esperan que termine su inmunidad como primer ministro, aberración legal creada por su gobierno. Pero la crisis no ha terminado. Dormita, esperando a que Fini decida terminar o reanudar su alianza de intereses con Berlusconi.
Gianfranco Fini, presidente de la Cámara, líder del partido posfascista italiano, ahora se presenta como adalid de la democracia y de las leyes de la república frente a la reforma judicial, reforma que él mismo y sus correligionarios apoyaron de forma entusiasta en las anteriores legislaturas. ¿Qué ocurre? Es hora de exigir de una vez la sucesión en el centroderecha.
Fini se juega todo su capital político y su ambición en las próximas jugadas. Se arriesga mucho, pero tiene una buena mano: Berlusconi ha sido incapaz de comprar suficientes votos en la oposición para prescindir de la treintena de diputados finianos y forjar una mayoría alternativa. La Liga Norte exige ya elecciones, ansiosa por recoger los frutos de su xenofobia en el norte. La mayoría de la derecha se tambalea. La que prometía ser la legislatura más cómoda de Il Duceto se ha vuelto su mayor pesadilla.
¿Y qué ocurre en la oposición? El Partido Democrático sigue sin dar visos de poder recuperar el espacio perdido para el centroizquierda, sólo la Italia de los Valores de Di Pietro no escatima esfuerzos en denunciar a cada momento el delirio berlusconiano. En la estrategia del PD no se desestima la formación de un frente contrario a Berlusconi, que comprenda desde el centro a la izquierda pasando por Fini y sus acólitos. Pero un frente así no tiene un proyecto común. La posible división de la derecha en tres (democristianos, finianos y berlusconianos) es la llamada más fuerte a la unión del centroizquierda.
El tiempo corre para Berlusconi cada vez más deprisa: son cada vez más escándalos, más juicios pendientes, más leyes de blindaje, más contactos con la Mafia... muchas vías de agua. A día de hoy, Berlusconi sueña con esperanza en la próxima elección presidencial, en 2013, y burlarse desde la inmunidad presidencial de todo el sistema judicial y político de la República italiana. A los italianos les corresponde aplastar ese sueño delirante.
Berlusconi se salva así de verse enfrentado a las urnas a una hipotética coalición de fuerzas opositoras, circunstancia que le pondría en un serio aprieto ante los procesos judiciales que esperan que termine su inmunidad como primer ministro, aberración legal creada por su gobierno. Pero la crisis no ha terminado. Dormita, esperando a que Fini decida terminar o reanudar su alianza de intereses con Berlusconi.
Gianfranco Fini, presidente de la Cámara, líder del partido posfascista italiano, ahora se presenta como adalid de la democracia y de las leyes de la república frente a la reforma judicial, reforma que él mismo y sus correligionarios apoyaron de forma entusiasta en las anteriores legislaturas. ¿Qué ocurre? Es hora de exigir de una vez la sucesión en el centroderecha.
Fini se juega todo su capital político y su ambición en las próximas jugadas. Se arriesga mucho, pero tiene una buena mano: Berlusconi ha sido incapaz de comprar suficientes votos en la oposición para prescindir de la treintena de diputados finianos y forjar una mayoría alternativa. La Liga Norte exige ya elecciones, ansiosa por recoger los frutos de su xenofobia en el norte. La mayoría de la derecha se tambalea. La que prometía ser la legislatura más cómoda de Il Duceto se ha vuelto su mayor pesadilla.
¿Y qué ocurre en la oposición? El Partido Democrático sigue sin dar visos de poder recuperar el espacio perdido para el centroizquierda, sólo la Italia de los Valores de Di Pietro no escatima esfuerzos en denunciar a cada momento el delirio berlusconiano. En la estrategia del PD no se desestima la formación de un frente contrario a Berlusconi, que comprenda desde el centro a la izquierda pasando por Fini y sus acólitos. Pero un frente así no tiene un proyecto común. La posible división de la derecha en tres (democristianos, finianos y berlusconianos) es la llamada más fuerte a la unión del centroizquierda.
El tiempo corre para Berlusconi cada vez más deprisa: son cada vez más escándalos, más juicios pendientes, más leyes de blindaje, más contactos con la Mafia... muchas vías de agua. A día de hoy, Berlusconi sueña con esperanza en la próxima elección presidencial, en 2013, y burlarse desde la inmunidad presidencial de todo el sistema judicial y político de la República italiana. A los italianos les corresponde aplastar ese sueño delirante.