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martes, 23 de noviembre de 2010

Sáhara Occidental: una lección de política y relaciones internacionales


Marruecos lleva ocupando, de forma ilegítima y sin reconocimiento internacional, al Sáhara Occidental, antigua colonia española, desde 1976. La región pertenece a la Lista de Naciones Unidas de territorios no autónomos, a la espera de un referéndum de autodeterminación que determine su estatus. En el Sáhara Occidental operan diversos intereses: Marruecos considera al Sáhara Occidental parte integrante de su territorio nacional. En el Sáhara, la principal riqueza de su subsuelo son las minas de fosfatos, y en las costas (en disputa con las aguas territoriales en Canarias) el petróleo. Detrás de Marruecos están los intereses de Francia, la antigua y principal metrópoli colonial, y los de Estados Unidos, deseoso de contar en la región con un fiel aliado contra el islamismo; fiel aliado del "paladín de la democracia" en la era Bush, Estados Unidos, aunque sea a costa de negar la democracia, vulnerar los derechos humanos, la libertad de prensa y propiciar un sistema político corrupto.

¿Cuáles son los intereses de España en la zona?
Empresas españolas mantienen el control de parte de las minas de fosfatos del Sáhara Occidental. Las costas de Marruecos y del Sáhara son de vital importancia para la marina pesquera española, además del contencioso sobre las aguas entre las Islas Canarias y el Sáhara, potencialmente ricas en petróleo. España, a ojos de la legalidad internacional, aún es la potencia administrador Occidental, aunque nuestro país haya renunciado a sus derechos sobre la zona en 1976. España, con la dictadura a del Sáharafranquista, se comprometió a la descolonización del Sáhara Occidental y a convocar un referéndum de autodeterminación para que sus habitantes decidieran su estatus. En los años setenta, los ciudadanos saharauis eran aproximadamente 75.000. Hoy, habitan en el Sáhara Occidental más de 250.000 personas. ¿Tanto ha crecido su población por la natalidad? No. Aproximadamente 85.000 son los integrantes y descendientes registrados en el último censo español, de 1974, y el resto son marroquíes asentados en la zona para hacer efectivo el control del territorio por la monarquía alauita.

El Sáhara está a la espera del referéndum de autodeterminación. ¿Quiénes podrían votar? ¿Todos los habitantes? ¿Los saharauis? ¿Los marroquíes? En el Tíbet y en Xinjiang, en China, el gobierno comunista ha desarrollado políticas de colonización de dichos territorios por ciudadanos chinos pertenecientes a la etnia han, la mayoritaria en China, dejando a los ciudadanos de etnia tibetata y uigures en minoría. ¿Para qué? Para llegado un momento que dichos territorios hubieran de decidir su estatus respecto a China, hubiera una mayoría de ciudadanos afines al régimen chino. Cualquier persona tiene derecho a asentarse y prosperar en el territorio que quiera, pero cuando son llevados a cabo grandes movimientos de población por los gobiernos es inmoral. No se puede negar a las personas sus derechos. Pero, en el caso de Marruecos y el Sáhara (también de China y sus territorios "autónomos"), son el simple instrumento de las políticas expansionistas de la clase dirigente.

¿Es posible albergar esperanzas de que Marruecos llegue a permitir al Sáhara Occidental que decida libremente su estatus? Desgraciadamente, no. Marruecos ha realizado un apagón informativo respecto al Sáhara, impidiendo la entrada de periodistas independientes a la vez que permitiendo la de los más afines. Ha desarrollado en los últimos meses una constante propaganda contraria, además de falsa, a España en sus medios de comunicación oficiales. Marruecos ha vulnerado los derechos humanos en el Sáhara Occidental.

¿Qué puede hacer España en el caso del Sáhara Occidental? Desgraciadamente, el camino emprendido en las últimas semanas no es el correcto. España parte en clara desventaja diplomática, con los intereses de Francia y Estados Unidos en contra de los españoles. España ha renunciado a proteger los intereses del pueblo saharaui además de los propios intereses nacionales en política exterior. España se ha bajado los pantalones dejando que la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, sea ninguneada por el régimen marroquí por ser mujer, algo que no debería haber sido aceptado en ningún momento. España ha presionado a la Unión Europea para no condenar las acciones de Marruecos en el "campamento esperanza" de Tinduf: como consecuencia de ello, el Parlamento Europeo se limitó a condenar la violencia en el Sáhara pero no condenó a Marruecos.

¿Qué lección podemos extraer?
España no puede pretender ser considerado un país serio si no hace valer sus intereses, que no son puramente intereses económicos o políticos; son intereses por la democracia y el respeto de los derechos humanos en el Sáhara Occidental. ¿Qué gobierno puede argumentar, sin sonrojarse de vergüenza, que los saharauis no pueden decidir su futuro? Si Marruecos fuera una democracia y un país que reconozca la multiplicidad de culturas (árabe, beréber y saharaui) que alberga en su seno, ¡no habría mayor problema! Pero Marruecos no es una democracia, es una monarquía autoritaria, con un sistema político corrupto y creado para beneficiar a una minoría elitista a expensas de su ciudadanía. Ni los saharauis, ni los marroquíes, tienen derecho a ser sometidos a un régimen tan aberrante.

España debe actuar
. España debe hacer valer su autoridad. Según el derecho internacional y la ONU, el Sáhara aún es responsabilidad de España. No hay impedimento legal que prohíba a España actuar en el Sáhara, militarmente si es necesario, para mantener el orden y llevar a cabo el referéndum de autodeterminación. Eso simplemente significa cumplir las resoluciones de la ONU de descolonización y las leyes internacionales. Parece mentira que en pleno siglo XXI, cincuenta años después de la gran ola descolonizadora en África, aún tengamos materias pendientes en este aspecto.

martes, 19 de octubre de 2010

Viviane Reding claudica


En un momento en que Sarkozy se enfrenta a las huelgas más duras de su presidencia, tiene una pequeña victoria. Una victoria que no es sino una derrota de los ideales que deben regir la Unión Europea. Una vez más, los países grandes de la Unión mantienen su impunidad. No tienen miedo a recomendaciones, a amenazas, a sanciones.

La comisaria europea de Justicia, Viviane Reding, se significó el mes pasado por su oposición a las expulsiones de gitanos decretadas por el presidente francés, Nicolas Sarkozy. Ahora, las amenazas de sanciones contra Francia quedarán en nada, al tener "suficientes garantías" de que las normativas francesas se adaptarán a la legislación comunitaria. Con esta claudicación, la comisaria Reding se come todo lo dicho anteriormente ("Estoy personalmente convencida de que la Comisión no tendrá otra salida que abrir procedimientos de infracción contra Francia"). Se encontró sola en la Comisión Europea hace un mes y se encontró sola frente a la claudicación de los líderes de los países comunitarios ante Francia.

Es una derrota porque la Unión vuelve a manifestar que en su seno no hay reglas iguales para todos. Algunos países, como Francia o Alemania en su momento, pueden no tener sanciones por sus déficits. Grecia no, que pudo haber sido expulsada por la situación económica creada por su anterior gobierno conservador. Portugal es sometida a duros recortes para paliar su déficit y a España se la riñe por sus cuentas públicas, agravadas por la deuda de las autonomías y municipios. Polonia y Reino Unido no tienen por qué cumplir con la Carta de Derechos Fundamentales de la UE. Pero Serbia pierde puntos para entrar en la Unión por las manifestaciones homófobas de hace pocos días. Polonia y Lituania, mientras, mantienen o desarrollan legislaciones claramente homófobas. Berlusconi convierte a Italia en una república bananera y los líderes europeos le ríen las gracias al ducetto.

Quienes vuelven a perder son, obviamente, los ciudadanos. No los gobiernos, no las mercancías ni los flujos monetarios, que tienen todas las ventajas para hacer y deshacer, pedir o intentar llevar a cabo reformas laborales y económicas lesivas para los de siempre. Sigue habiendo chivos expiatorios: gitanos en Francia, musulmanes (y entre ellos meten a los turcos) en Alemania. En otras palabras, el diferente. Hace un siglo eran los judíos, los parias de entonces.

No aprendemos. Nos engañan, nos manipulan y nos hacen cada vez más difícil nuestras vidas para que ellos puedan tener más fáciles las suyas. Dejemos de mirar culpables donde no los hay. Levantemos la vista.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Supersarko se desinfla

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, atraviesa un período de dificultades en su mandato. La reforma de las pensiones y el cambio en la edad de jubilación, el escándalo Bettencourt, los escándalos de sus ministros y el debate del velo islámico han hecho mella en su popularidad. De "Supersarko", que empezó su presidencia en 2007 en medio de un gran apoyo popular y con un gran proyecto de renovación de las ideas del conservadurismo liberal, no queda casi nada. Ahora, el presidente francés recurre a que las cortinas de humo distraigan a la opinión pública de la república francesa.

La expulsión de gitanos es una medida completamente xenófoba, que vulnera los sacros principios del republicanismo francés. "Libertad, igualdad y fraternidad" no se cumple aquí y Francia, como tantos otros países de la Unión Europea, no sabe, o no quiere, tener una política de integración y de educación que no distinga unos ciudadanos de otros. El "problema" de la inmigración o de las minorías étnicas se ha creado en el momento que las administraciones europeas no saben qué hacer. Ahora, los gobiernos, sobre todo los conservadores, alientan los sentimientos contrarios a las minorías, a las que se quiere presentar como delincuentes, vagos e inadaptados, por no decir enemigos de nuestros valores occidentales.

En esta campaña de desprestigio contra nuestros conciudadanos, a los progresistas no nos queda más remedio que alentar programas de integración y de educación, reconocer que nuestros países hace mucho que dejaron de ser étnica y culturalmente homogéneos y que debemos adaptarnos a la realidad. No somos "amigos" de los terroristas, sino amigos de la libertad, de la verdadera libertad.

Hay base para que las fuerzas progresistas reconquisten la iniciativa política. Sin embargo, no se ha visto ninguna dirección en este sentido en la última cumbre de la Unión Europea. Ningún jefe de gobierno, ni siquiera Zapatero, se atrevió a criticar las medidas contra los gitanos del presidente francés. Pesa más la hipocresía de la política comunitaria que la defensa de los derechos de los ciudadanos. Cada vez es más evidente que los obstáculos de la izquierda en el camino al poder no vienen de fuera, sino de dentro, de la falta de ideas, de valentía y de estadistas.

A diferencia de la sumisión vergonzosa de los líderes europeos, en Francia, pese a todos los intentos de Sarkozy por recuperar su popularidad, los ciudadanos no confían en él. La izquierda tiene cada vez más posibilidades de conquistar el Elíseo en 2012, con Dominique Strauss-Khan, si al final se postula como candidato socialista. La victorias de la izquierda en las elecciones regionales no es sino un espejismo hasta que el PS concrete un nuevo programa de gobierno para Francia, tan ilusionante y reformista como el que presentó Ségolène Royal en su momento. De no ser así, se caerá en el mismo discurso del miedo de la derecha, que sólo puede dar fuerzas a la estancada extrema derecha.

lunes, 22 de marzo de 2010

Análisis de la segunda vuelta de las elecciones regionales francesas


Resultados finales:

Unión de izquierda (más listas por separado): 46,4%+8,01%, 54,41%

Mayoría presidencial: 35,47%

Frente Nacional: 9,17%

Abstención: 48%


Con nueva abstención récord, el 48%, pero inferior a la participación, las elecciones regionales dan definitivamente un grave castigo para el ejecutivo de centroderecha de Sarkozy. En la Francia metropolitana repiten los gobiernos regionales de la izquierda unida, ganando Córcega. 21 de 22 regiones. Cabe destacar el resultado de Midi-Pyrénées, con el 67,8% de votos para la izquierda (gracias al apoyo del centrista Movimiento Demócrata) y de Poitou-Charentes de Ségolène Royal, con el 60,6%.


Todas las opiniones, todas las noticias de prensa, parecen hablar de la resurrección de la izquierda francesa y en concreto del Partido Socialista francés. A mi juicio, en una comparativa con la variación de resultados entre los distintos tipos de elecciones francesas, es equivocado. Lo que se jugaba en estas elecciones es algo bien distinto a unas presidenciales o legislativas. Las regiones francesas, al contrario que el gobierno central o las comunas locales, no tienen apenas competencias, y el voto se presta a mostrar el castigo al gobierno.


Aquí ha pesado el voto de castigo a Sarkozy, en unos futuros comicios presidenciales se valorarán otras cosas, como la conveniencia de renovar en el cargo a Supersarko o en lo que ofrezca el campo contrario, si a Aubry o a Ségolène, lo que cambiaría bastante la situación, o la capacidad de la izquierda clásica de superar a un candidato del Frente Nacional, del centro o del emergente ecologismo.


En la derecha, la derrota electoral erosiona el control de Sarkozy. Dominque de Villepin, su eterno rival en la UMP, podría estar dispuesto a formar su propio partido para disputarle el espacio electoral. Cabrá esperar si los franceses vuelven a extasiarse con un truco más del mago o por el contrario abren los ojos. El ascenso del Frente Nacional es, no obstante, algo circunstancial, una vía de escape de la derecha descontenta con Sarkozy, y sin mucho recorrido exitoso para el futuro, a menos de un agravamiento de la crisis económica en período electoral o de una candidatura de izquierda poco ilusionante.


En la izquierda, se antoja necesaria una competición limpia y digna por la nominación a las presidenciales, de las que no sólo debe salir un candidato, sino todo un programa ambicioso y una unidad férrea para ser una seria alternativa a Sarkozy. Los castillos en el aire no son creíbles para los franceses, ellos votan seriedad, y la izquierda deben ofrecerles seguridad y renovación democrática, la misma que en su día ofreció Ségolène en 2007. Si hay que marcar una opción para la izquierda francesa, ésa no es Martine Aubry, que dirige el PS merced al frente antiSego en el anterior congreso del partido. Es Ségolène Royal, la que sí ha mostrado tener un programa serio.


No valdrá de nada exigir cerrar filas en torno a lo que nadie cree y no es digno o sincero. La izquierda debe ser capaz de dar un programa y una nueva moral que regenere la democracia, algo difícil en unos mundillos caracterizados por el arribismo, las rencillas y los juegos de equilibrio. Un caso más así y no estarán lejos de obtener los resultados del corrupto socialismo italiano.

lunes, 15 de marzo de 2010

Análisis de la primera vuelta de las elecciones regionales francesas

Resultado general:

PS y aliados: 29,1%

UMP-Nuevo Centro: 26%

Europa Ecología: 12,2%

Frente Nacional: 11,4%

Frente de Izquierdas (comunistas y aliados): 5,8%

Movimiento Demócrata: 4,2%

NPA y Lucha Obrera: 3,4%


La abstención, del 52%, no es motivo para restar importancia al resultado general. No se hizo lo mismo con las europeas del año pasado (donde votó menos gente, un 40%), con la victoria de la derecha, no se va a hacer lo mismo con esta, esto como advertencia a los medios de comunicación de la derecha y de las excusas del Gobierno francés.


La lección básica que habría que sacar a las elecciones regionales es ésta: es un castigo total al Gobierno de Supersarko y la manifestación de la indiferencia generalizada de la ciudadanía a toda la clase política.


Pero esto no es sólo en Francia, ya se vio en toda Europa el año pasado, se volverá a ver en las generales británicas y aquí en España en las catalanas, las municipales y puede que las generales. Más que ganar el PS, no le quedaba otra opción. Que Martine Aubry haya salido fortalecida es algo relativo. El PS reduce su cuota de votos al no ir en alianza con el resto de la izquierda. Si no ganó las presidenciales tras el éxito rotundo del 2004, con una mayor estabilidad interna, dudo que consiga lo mismo en las presidenciales de 2012. Si al PS no le queda más opción que ganar las regionales, a Sarkozy no le queda más opción que acabar reelegido, por ausencia de un candidato serio definido en el otro campo. Los más fuertes, Ségolène Royal y Bertrand Delanoë, no tienen los suficientes apoyos en el cainita Parti Socialiste.


A la debilidad del PS no se le suma una fortaleza de la izquierda. La izquierda anticapitalista pierde la mitad de sus votos y la suma del PCF con el nuevo Partido de Izquierda no añade espacio al reducido campo del comunismo francés. Es Europa Ecología, desde su notable resultado en las europeas, la que vuelve a quedar en buena posición dentro de la izquierda, y las alianzas de la segunda vuelta, donde la izquierda podrá volver a ganar todas las regiones metropolitanas y ultramarinas menos Alsacia, le otorgarán una gran influencia en los nuevos gobiernos de la izquierda.


¿Esto supone el fin del reinado de Sarkozy? Mitterrand aguantó cohabitaciones con Chirac, derrotas estrepitosas de la izquierda en las legislativas y europeas y gobernó desde 1981 a 1995. No hay nada que bloquee el camino de Sarko al segundo mandato. La crisis, como en otros países, remitirá antes de las presidenciales. Políticamente, continúa su cooptación de figuras influyentes de la izquierda en su Gobierno mientras el PS aún tiene que mostrar si la última alianza entre Aubry y Ségolène para superar las distancias que desgarran al partido es efectiva, y cuál será su cabeza de cartel. ¿Aubry? ¿Sego? ¿Un tercer candidato?...


Los ciudadanos siguen contemplando el espectáculo político, sólo que desde el salón de su casa. Si se quieren matar, que no nos manchen, es lo que opinan.


Enlaces de interés:

Elecciones regionales de 2004

Elecciones regionales de 2010

Libération: las elecciones

Libération: los resultados

martes, 2 de febrero de 2010

Populismo de derechas

Hay teóricos (los estructural-funcionalistas) que sostienen que el fenómeno del populismo sólo puede darse en aquellos países con menor grado de desarrollo y débil consolidación democrática. Pero yo no creo que esto sea así. Esos parámetros son válidos para el populismo de izquierdas, aquel que incorpora a las masas empobrecidas al sistema. Pero, ¿acaso no hay un populismo de derechas, un populismo para ricos?


El populismo crea la idea de un “pueblo” como una totalidad de individuos enfrentados a los que no son el “pueblo”, en el caso del populismo de izquierdas el pueblo es la masa empobrecida, discriminada de la participación política, contra las viejas élites, celosas de sus privilegios. En el populismo de derechas la situación se invierte: el pueblo está formado por individuos dotados de un buen nivel de vida (gracias al desarrollo del Estado de bienestar socialdemócrata) pero que se niegan a abrirlo a las nuevas capas sociales, sobre todo inmigrantes, parados, incluso jóvenes, a los que se tilda de “vagos” para negarles las ayudas del bienestar. A los inmigrantes incluso se les cataloga como enemigos de la sociedad por el “peligro que suponen” sus costumbres y cultura.


El populismo de derechas no deja de ser un ideario de derecha, profundamente elitista, ya que las instituciones deben estar controladas por un número reducido de clientelas controladas. Pero, fiel al ideal liberal de que el individuo debe crearse su propio camino sobre el resto para ser ciudadano, crea la ilusión de hacer partícipes de la vida pública a esos mismos ciudadanos que han adquirido un buen nivel de vida. El populismo de derechas hace que quieran identificarse con la élite, situándose, como pueblo, por encima de esos “peligros” que he citado anteriormente. Para crear esta idea es muy importante la figura del líder.


El líder debe tener el carisma weberiano. Es él quien representa a la totalidad de ese “pueblo”, y el partido no es más que un instrumento para el dominio. El líder se identifica con el pueblo, adopta un aire campechano, lejos de cualquier ideal culto, pero sin dejar de tener un aire elitista. El “pueblo”, a su vez, ve en él su modelo, con el que quieren identificarse, cercano pero superior, y así crean esa motivación de formar parte de la élite, por encima de los elementos nefastos de la sociedad.


El control se asegura por la distribución de los cargos públicos como premios por la fidelidad, y no por las capacidades de los individuos. Así, se tenderá a apartar a los “disidentes” y a mantener coaliciones de personalidades por las prebendas del poder público, que no son sólo puestos bien retribuidos, sino la influencia que generan. La corrupción es inevitable, pero no es censurada, ya que se esgrime que los beneficios que genera esa administración son mayores que lo que han robado, aspectos circunstanciales inherentes al poder. La corrupción se presenta como un mal inevitable, pero justificado, y como modelo para la sociedad, que ve el éxito que han tenido y quieren emularlos.


¿Y la oposición? La oposición existe, pero es incapaz de tomar el poder. Primero, porque se halla dividida; segundo, porque su programa alternativo, casi siempre moralista y republicanista, no convence porque no presenta los “beneficios” del gobierno populista; tercero, sus líderes no gozan del carisma del líder populista, no son capaces de aunar voluntades; y cuarto y último, parte de la oposición está comprada por el poder o animada por éste a dividir las fuerzas opositoras. Si por casualidad consiguen llegar al poder, son desestabilizados de tal forma que no puedan o no se atrevan a llevar a cabo reformas tendentes a acabar con este populismo de derechas. Los recursos son amplios: compra de votos, disgregar la coalición gobernante, desprestigiarlos, ¡acusarlos de corrupción!...


Con estas premisas se entiende el populismo que han creado Berlusconi en Italia, Sarkozy en Francia (con menores resultados), y en España los caudillos regionales de Madrid y Valencia. Con esto se entiende el trágico papel que han asumido el PS francés, el PD italiano, el PSOE madrileño o valenciano, las “traiciones” de los centristas franceses, del italiano Mastella, de los Tamayo y Sáez, las triquiñuelas que se esconden en las leyes-escudo de Berlusconi, la caza de enemigos de Sarkozy como Villepin, las tejemanejes de Caja Madrid o los trajes de Camps… y, sobre todo, por qué por estos motivos la sociedad no ha acabado con su voto con los corruptos, con los ladrones, con los populistas que han asesinado a la democracia política y a la libertad.

lunes, 1 de febrero de 2010

El rival de Sarkozy, el rival de Aguirre

Al presidente de la república francesa no le salen todas las cosas bien. Su popularidad está muy baja, pero tiene a su favor la falta de candidatos fuertes a su izquierda… pero ya no en la derecha. Dominique de Villepin, ese aristócrata de la derecha pija, enmarcado con el aura de rechazar en la ONU la guerra de Irak, ha salido indemne del proceso Clearstream (otra cosa es que realmente sea inocente, no se puede estar seguro de que la justicia sea tan dura con los poderosos como lo es contra los débiles) y está en disposición de plantarle cara: de momento, un sondeo le da un 8% de votos en las próximas presidenciales de 2011.


La relación Sarkozy-Villepin es muy parecida a la que en España tienen Aguirre y Gallardón. Ambos son de derechas, ambos su mayor rival está en el propio partido, uno con una cara más amable, más culto, mejor hablado; otro es más populista, con un lenguaje chabacano y unas ansias de poder y de prácticas maquiavélicas que ya no esconde.


Aquí Aguirre no nos producirá el “morbo” de ver a Gallardón sentado en un banquillo, ella es más de purgas estalinistas contra los “disidentes” de su partido. A Aguirre le va más las prácticas de la mafia, poniendo en puestos de los consejos de administración a unos quitándolos a otros (el misterioso hijop…), a ver a quién de los suyos ponen en comisiones de control y, cómo no, espiando al rival, todo en un juego donde no se toca a la oposición, porque no se puede tocar a lo que no existe.

"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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