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miércoles, 28 de marzo de 2012

El Ayuntamiento de Madrid roba las fiestas de los barrios y en Aluche nos las usurpa


Aluche es un barrio madrileño, situado al sudoeste de la capital, en el Distrito de Latina (256.000 hab.), uno de los más populosos de la villa y Corte, con 78.000 vecinos. Tradicionalmente, ha sido un barrio residencial de clases trabajadoras y medias. Siempre ha sido un barrio receptor de inmigrantes: primero del interior de España, con una gran presencia de extremeños, castellano-leoneses y castellano-manchegos; luego de fuera de España, sobre todo de América Latina.

Cuando España empezaba a salir de la longa noite de pedra que fue la dictadura franquista, en 1976, en plena efervescencia del movimiento vecinal, el movimiento vecinal de Aluche (al principio las asociaciones de vecinos de Aluche y Puerto Chico) comenzó a desarrollar las fiestas del barrio. En 1979, con la constitución de los ayuntamientos democráticos, el Ayuntamiento de Madrid, en ese momento gobernado por el socialista Enrique Tierno Galván, se incorporó a la Comisión de Fiestas encargada de organizarlas, conjuntamente con el resto de asociaciones vecinales y partidos políticos.

Desde entonces y aunque el Ayuntamiento de Madrid pasara a manos de la derecha en 1991, las Fiestas de Aluche no han dejado de crecer en tamaño y popularidad, y aunque el resto de barrios de Latina tenían sus fiestas (como Lucero, Batán, Las Águilas, Los Cármenes, etcétera), ninguna ha alcanzado tanta notoriedad como las de Aluche. Su situación, por otra parte, es excelente: el Parque Aluche, uno de los pulmones del distrito, bien comunicado y con unos espacios e infraestructuras considerables para su desarrollo.

Pero desde que la crisis económica ha afectado a las administraciones municipales, y con más fuerza a Madrid por la mala gestión del ya ex alcalde Gallardón, la deuda y la falta de fondos municipales ahogan al Ayuntamiento de la capital. En la frenética carrera en la que han caído las administraciones para recortar gastos, que han ahogado el crecimiento más que conseguir cuentas saneadas, el Ayuntamiento que actualmente dirige Ana Botella decidió recortar drásticamente el dinero destinado a las fiestas de los barrios, un 61,2%. Muchos distritos de la capital se han quedado sin fiestas. Otros, como en Latina, su junta de distrito decidió dejar de destinar dinero a las fiestas de los barrios. No obstante, se celebrarían unas fiestas, llamadas "del distrito", cuya localización y fechas son las mismas que las de las fiestas de Aluche... esta medida ha contado con el apoyo de los grupos del PP y de UPyD.

El Ayuntamiento y la junta de distrito de Latina han hecho mal al acabar con esas maneras con las fiestas de los barrios, sin hablar con las asociaciones. Porque, lo que dice la junta, es que si esas asociaciones quieren hacer fiestas, que se las paguen. Muchas no pueden. En el caso de Aluche, la más populosa y la de las asociaciones más fuertes, ni siquiera puede plantearse celebrar las fiestas pagadas con su propio bolsillo (que tampoco podría). El problema, como he dicho arriba, es que se han usurpado las fechas y zonas donde siempre han celebrado.

Una de las intenciones del equipo de gobierno es la privatización de las fiestas, un punto más del programa ideológico de la derecha por hacer negocio con la política. Es un robo descarado a unas fiestas que han sido iniciativa de las asociaciones de vecinos, con unas casetas llevadas directamente por los vecinos (menos algunas, como la del PP, subcontratada, ellos no se manchan). Ha sido esa iniciativa vecinal la que ha dotado a estas fiestas de los barrios de arraigo popular. No deja de ser paradoja con el supuesto liberalismo del que quiere hacer gala el PP: porque si ellos defienden que la sociedad civil se organice, están ahogando a la sociedad civil de Aluche y del resto de barrios de Latina. El cierre del grifo a las fiestas de barrio y la creación ex novo de unas fiestas de distrito cambia las reglas del juego: ahora es la administración quien decide quién participa y quién no. Y ya hay algunos que se están quedando fuera.

A los vecinos de Aluche nos queda protestar, movilizarnos. Todos los barrios de Latina tienen derecho a celebrar sus tradicionales fiestas populares, organizadas por los vecinos. Pero los vecinos de Aluche lo tenemos más difícil, al sentirnos expulsados, con unas fiestas usurpadas. Esasas fiestas del distrito quieren usurpar también el prestigio de las fiestas de Aluche. No pueden hacerlo. Porque no es solo el sitio y la fecha, sino su origen: el movimiento vecinal. Todo junto son las fiestas de Aluche, unas fiestas que nos han gustado muchos años, que nos han molestado muchas veces con el ruido en época de exámenes, pero que son nuestras, de los vecinos. Aluche no va a callar ni a claudicar. Lucharemos por nuestras señas de identidad.

Enlaces de interés:
Comunicado conjunto de las asociaciones vecinales
Historia de Aluche
Madrid recorta un 61,16% el gasto en fiestas de barrio

jueves, 15 de marzo de 2012

Réplica a la izquierda mundial de Wallerstein

Este escrito es una réplica al artículo de Immanuel Wallerstein “La izquierda mundial después de 2011”, enlazado aquí. Su artículo gira en torno a dos cuestiones. La primera, el desarrollo de los nuevos movimientos sociales surgidos con el desarrollo de la última crisis mundial del capitalismo y también de los sucesos conocidos como la “Primavera Árabe”, aunque apenas se centra en ellos. La segunda, y más importante, es su reflexión acerca del papel que le toca a la izquierda en el nuevo contexto mundial y su actual división entre pragmáticos y utópicos, caracterizaciones dentro de las cuales existen aún más divisiones y el relato principal es su impotencia para unirse y disputar la hegemonía al centroderecha.

Surge en la escena política mundial una nueva oleada de movimientos sociales (jóvenes con perspectivas muy precarias, indignados), que se suman a los tradicionales de movimientos ecologistas, feministas o altermundistas. Estos nuevos movimientos recogen el tradicional debate de los movimientos socialistas y de liberación nacional acerca del poder del Estado como medio de transformación social. En muchas ocasiones, no se trata de conquistar el Estado o superarlo, como podría ser el discurso de la extrema izquierda, sino que se trata de que cumpla el papel formal que recogen sus leyes fundamentales o inspiraciones teóricas: una distribución más equitativa de la riqueza, la lucha contra la corrupción y el acercamiento de la política a los ciudadanos, muy alejada y dominada por unos pequeños grupos elitistas que compiten por el poder. Se trataría, en suma, de democratizar la democracia, el cumplimiento mínimo de la democracia liberal como imperio de la ley y de la socialdemocracia plasmada en el Estado de bienestar. Este argumento se vincularía con el discurso tradicional de la izquierda de transformación social, donde el Estado aún tiene algo que decir, si bien limitado por el desarrollo de la globalización económica y la emergencia de nuevos poderes supranacionales, sean estos alejados del control democrático, como las empresas multinacionales, o impulsados por los gobiernos nacionales, como la Unión Europea.

El caso de la Primavera Árabe es distinto. En primer lugar, no es una, sino varias Primaveras. El caso de Túnez ha sido tomado como paradigma de revolución árabe: movimientos populares contra la dictadura y resistencia de las fuerzas de represión (policía y ejército) para acabar con las revueltas y acabar finalmente apoyándolas y obligando al régimen a abrir un proceso democrático. Algo parecido sucedió en Egipto, y en otros países, los que tienen monarquías pseudoconstitucionales como Marruecos o Jordania, consiguieron llegar a una especie de consenso y canalizar las protestas. Los casos de Libia o Siria son distintos, pues a las protestas no ha seguido la caída de la dictadura sino la resistencia y la represión indiscriminada, con el resultado que sabemos en un caso, y en el otro se permanece a la espera. La principal crítica realizada a las revoluciones árabes es el peligro de los movimientos islamistas, crítica no solo realizada por los gobiernos occidentales –con el argumento de la seguridad de los intereses occidentales en la región y el equilibrio de poder en zonas geoestratégicas– sino también por la extrema izquierda, asistiendo a insólitos apoyos a dictadores como Gaddafi o Bashar al-Asad bajo argumentos donde se mezclan la laicidad frente al islamismo radical, la independencia nacional o factores de progreso económico. Este miedo se vería confirmado por las victorias electorales en Túnez y Egipto de partidos islamistas y la introducción de la agenda islámica (confesionalidad del Estado, inspiración religiosa de la ley, la posición respecto a minorías religiosas, el estatus de la mujer…) en los debates constitucionales. Se tiende a olvidar el papel que ha jugado el movimiento islamista, radical o moderado, como movimiento político de oposición a los regímenes autoritarios del mundo árabo-musulmán, y como movimiento social, desplegando fundaciones de asistencia social, sanitaria y educativa a las clases populares, cuestión capital en Estados con una estructura asistencial muy débil. Ese papel es parecido a la labor asistencial de la Iglesia Católica en Occidente. Hay que recordar que comprendemos la evolución del mundo árabo-musulmán desde nuestra perspectiva occidental, de ahí la incomprensión hacia si se embarcan o no en un proyecto de democracia que tendrá una gran inspiración en el Islam (democracia islámica) o de ver la faceta social de los movimientos islamistas.

Wallerstein da a los partidos un papel esencialmente estatal. Mas, si no nos podemos sustraer a las dinámicas globalizadoras, los partidos, sobre todo las fuerzas de izquierda y centroizquierda, se verían aún más limitados en su potencial capacidad transformadora de la realidad. Ese defecto de los partidos, su estrechez nacional, ha venido a ser beneficioso para el desarrollo de los nuevos movimientos sociales, que sí han o pueden alcanzar una dimensión supraestatal y centrar sus críticas y luchas contra los actores internacionales como empresas multinacionales, los foros económicos como el de Davos, organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial y cumbres europeas. En estos foros es donde tienen cabida muchas decisiones que acaban afectando a la acción de los Estados y que quedan muy alejadas de cualquier control democrático. Por su parte, parte de la izquierda mundial, partidos de izquierda, movimientos sociales progresistas y otros grupos altermundistas han dado lugar a diferentes respuestas, como el Foro de Sao Paulo, el Foro Social Europeo o el Foro Social Mundial, como alternativa al discurso neoliberal.

La alusión de Wallerstein a los profundos desacuerdos en el seno de la izquierda mundial y a los pocos progresos en cuanto a superar las divisiones no es otra cosa que el clásico dilema de la izquierda en cuanto a reformistas y revolucionarios, entre los defensores de llegar al poder y los de oponerse radicalmente a él. La cuestión no es entre blanco y negro, por cuanto existen multitud de matices: dejando a un lado el movimiento anarquista, totalmente contrario a la participación dentro del Estado y la concurrencia electoral, otros movimientos socialistas defendieron la participación electoral y la reforma a la vez que la revolución cuando se cumpliesen las condiciones objetivas para tal fin. En esta izquierda política, la diferencia principal es dar un valor retórico o dotar de contenido real a la revolución, cuestión que la práctica cotidiana del poder o la expectativa de llegar a él relegaba a meras alusiones cosméticas en los discursos políticos, no solo en la socialdemocracia, sino en el comunismo, aunque se presentara como oposición al reformismo socialdemócrata: la construcción del Estado soviético en el antiguo imperio de los zares no cumplió totalmente con las expectativas de una sociedad realmente socialista ni con una real libertad para el ser humano. En su lugar, la tesis estalinista de “socialismo en un solo país” tuvo más fundamentos de pragmatismo que de espera real a la revolución mundial y más nacionalistas que internacionalistas; además, la posterior expansión de sistemas socialistas en buena parte del planeta reprodujeron las contradicciones intrínsecas del Estado soviético de pobreza material, totalitarismo y represión, sin que las contrapartidas objetivas de relativa igualdad económica y ciertos niveles de asistencia social lo compensaran o se convirtieran realmente en una alternativa al sistema-mundo capitalista, sobre todo cuando la socialdemocracia lograba establecer en la Europa occidental un Estado de bienestar como consenso interclasista, manteniendo y gestionando el capitalismo a la vez que aprovechándolo para aumentar el nivel de vida, económica, social e intelectual de las clases trabajadoras. El fin del consenso del Estado de bienestar no se rompió por la caída de las dictaduras socialistas; su razón de ser como alternativa había dejado de existir mucho antes: la extrema izquierda abrazó el trotskismo y el maoísmo contra una Unión Soviética a la que veían como imperialista y alejada de cualquier ideal socialista, y los principales partidos comunistas europeos, como el francés o el italiano, que tenían un gran poder regional o local y las expectativas de llegar de forma democrática al poder –lo mismo esperó en su momento el PCE al inicio de la transición de la dictadura a la democracia y bajo el liderazgo de Carrillo–, se embarcaron en el eurocomunismo, que se puede interpretar como una revisión democrática del comunismo y vuelta a las esencias de la socialdemocracia revolucionaria de discurso y reformista de práctica de principios de siglo XX o como una constatación de la moderación que obliga la posibilidad de poder y de la que no puede sustraerse nadie, excepto los movimientos marginales y radicales. El fin del consenso del Estado de bienestar provocó la revisión neoliberal, el vaciado sustancial de los programas sociales y el combate sistemático contra el sindicalismo y los valores progresistas. De ahí una de las críticas a la socialdemocracia por haberse desideologizado en el poder y no ser capaz de elaborar un nuevo discurso que renueve los apoyos al centroizquierda contra el embate neoliberal, esa acusación cuasi-ritual de la extrema izquierda de acusar a la socialdemocracia de ser una derecha camuflada –que recuerda a la acusación de “socialfascista” de la época de entreguerras.

Wallerstein parece pretender algo iluso como es la superación de las divisiones y la unión de las izquierdas, si bien es algo que muchos querrían –quisiéramos–. Si bien el debate acerca de las tesis desarrollistas o del crecimiento frente a la antidesarrollista –mejor podría denominarse del decrecimiento, como sostiene Carlos Taibo– es un debate muy interesante por cuanto se proponen discursos alternativos o superadores del actual sistema-mundo capitalista, no es, sin duda, el principal escollo que separa a la izquierda “mundial”. Es un apelativo que, al contrario que Wallerstein, personalmente me es difícil de otorgar a la izquierda por cuanto, pese a la existencia de Foros Sociales mundiales o la de Internacionales de partidos, el esquema nacional sigue imperando y constriñendo las alternativas contrarias al capitalismo, sea radicalmente a cualquier capitalismo o al del sesgo más descarnadamente neoliberal. El principal obstáculo es la posibilidad de unión electoral entre las diferentes opciones de izquierda. Si Wallerstein pide “aceptar de buena fe las credenciales de izquierda del otro”, esto es difícil, y conecta con todo lo anterior, acerca del debate entre reformistas y revolucionarios, que es también un debate entre los que tienen más facilidades para gobernar y los que no las tienen; es decir, las acusaciones de derechismo vienen de sectores que difícilmente llegarán a tener una gran representación electoral o ganar unas elecciones y, por tanto, están alejadas de cualquier experiencia de gobierno y la toma de decisiones que conlleva, más cercana al pragmatismo que al idealismo, sujeto por la realidad existente y los equilibrios de poder. Por el otro lado, la experiencia de poder puede generar en una excesiva moderación o identificación con el orden existente y defraudar las expectativas de los ciudadanos, en la idea que el radicalismo no ayuda y no cambia las relaciones de poder existente, y puede crear el efecto contrario, esto es, la reacción y reagrupamiento de las fuerzas del centroderecha. Entre los que acusan de derechismo a la socialdemocracia también se encuadran aquellos que desconfían de las elecciones para transformar la sociedad –en ello tiene mucho que ver su escasa relevancia electoral y peso social–, planteamientos que se alejan de principios democráticos y están más cercanos del dogmatismo, autoritarismo y anquilosamiento que sufre la extrema izquierda.

Finalizando, Wallerstein no propone elementos de unión entre las izquierdas, aparte de una declaración mutua de buenas intenciones. Si hay que propiciar el cambio social, hay que mirar con perspectiva histórica y criterio las experiencias previas de los viejos movimientos socialistas, de los nuevos movimientos sociales y de las nuevas condiciones del sistema-mundo. En cierto modo de respuesta y conclusión, si el sistema-mundo capitalista ha roto con una cierta vía de progreso en la democratización, inclusión de las masas en un sistema democrático y de cierta igualdad política y económica, las respuestas a ello han de ser fuerzas unidas bajo unos mínimos de respeto del principio democrático y construcción de un nuevo bloque histórico que conquiste la hegemonía, como requisito previo para el cambio social.

jueves, 2 de febrero de 2012

La contrarreforma educativa de los conservadores

Ayer, el nuevo ministro de Educación, José Ignacio Wert, anunciaba en sede parlamentaria los cambios que el nuevo ejecutivo de Rajoy iba a realizar en la educación nacional. Resumidamente, las medidas son las siguientes:

- Sustitución de Educación para la ciudadanía por una asignatura de Educación Cívica y Constitucional.

- Reducción de la ESO a tres años y ampliación del Bachillerato y la FP de grado medio a tres años.

- Reforma en el acceso a la carrera docente y creación del Estatuto del docente.

- Fomento del bilingüísmo castellano-inglés.

Las dos primeras son las más polémicas, básicamente el núcleo de los cambios en la educación, por lo que la medida, más que reforma, es contrarreforma. Es comprensible el alto grado de indignación que tienen docentes, estudiantes de profesorado y expertos en la materia. Aunque no se va a realizar una nueva ley educativa que sustituya a la actual LOE de 2006, esta reforma en sí desvirtúa completamente el espíritu de la ley. La reforma, en definitiva, supone una nueva ley de partido que en nada va a mejorar la situación de la educación pública; no es, tampoco, la intención del gobierno conservador que, en sintonía con lo que vienen predicando desde la era Aznar, apuesta por la educación concertada. La comunidad de Madrid es un triste ejemplo de la degradación de la escuela pública a favor de un sistema completamente descontextualizado del momento de su creación.

La sustitución de Educación para la Ciudadanía, que no eliminación, supone un reconocimiento implícito de que era necesaria una asignatura que fomentase los valores democráticos y occidentales de nuestra sociedad, aunque esta cuestión ya venía siendo suplida, en buena parte, por la asignatura de Ciencias Sociales e Historia, así como de Filosofía. La queja sustancial de la derecha era el "adoctrinamiento" de la asignatura. Según el decreto de enseñanzas mínimas de la ESO, EpC tiene

"la preocupación por promover una ciudadanía democrática (...), el aprendizaje de los valores democráticos y de la participación democrática con el fin de preparar a las personas para la ciudadanía activa, en sintonía con la Recomendación (2002) 12 del Consejo de Ministros del Consejo de Europa".

¿Dónde está el problema? La EpC tiene como objetivos, siguiendo con el decreto,

"favorecer el desarrollo de personas libres e íntegras a través de la consolidación de la autoestima, la dignidad personal, la libertad y la responsabilidad y la formación de futuros ciudadanos con criterio propio, respetuosos, participativos y solidarios, que conozcan sus derechos, asuman sus deberes y desarrollen hábitos cívicos para que puedan ejercer la ciudadanía de forma eficaz y responsable. Esta nueva materia se propone que la juventud aprenda a convivir en una sociedad plural y globalizada en la que la ciudadanía, además de los aspectos civiles, políticos y sociales que ha ido incorporando en etapas históricas anteriores, incluya como referente la universalidad de los derechos humanos que, reconociendo las diferencias, procuran la cohesión social (...) se incluyen, entre otros contenidos, los relativos a las relaciones humanas y a la educación afectivo-emocional, los derechos, deberes y libertades que garantizan los regímenes democráticos, las teorías éticas y los derechos humanos como referencia universal para la conducta humana, los relativos a la superación de conflictos, la igualdad entre hombres y mujeres, las características de las sociedades actuales, la tolerancia y la aceptación de las minorías y de las culturas diversas".

Lo único claro es que no se tiene nada claro. ¿Qué significa para el gobierno "adoctrinamiento"? La asignatura es necesariamente "dogmática", entendida como transmisora de los valores que tiene nuestra sociedad, y en tales valores se educan a los estudiantes como ciudadanos de una sociedad. Todos los regímenes han tenido una asignatura así, los no democráticos y los democráticos, con la diferencia de que en los regímenes democráticos estos valores son necesariamente los propios de una ciudadanía crítica, participativa, democrática, tal y como se enseña en el resto de Europa. Las palabras son muy importantes: "Educación PARA la ciudadanía" tiene más valor, a mi entender, que "Educación cívica y constitucional", en el sentido que el título expresa una voluntad no solo de transmisión de valores, sino de comprenderlos, cuestionarlos y debatirlos; no es "esto es lo que hay", sino "por qué lo hay".

¿Cuál es realmente el problema? No de la asignatura en sí, sino de otros poderes fácticos, en estrecha conexión con la derecha política y social de nuestro país: la Iglesia católica y adláteres. Es el viejo problema de nuestro país, la misma piedra contra la que chocamos una y otra vez: una educación que no esté separada e independiente de la sombra de la Iglesia no podrá formar verdaderos ciudadanos. No se trata de fabricar ateos o anticristianos, eso es muy difícil (y lo rechazo frontalmente), porque nuestra sociedad tiene unos valores que deben mucho a la cultura clásica y la cristiana. Como digo, y repito, se trata de libertad, libertad de verdad, libertad de criterio y lealtad constitucional, una esfera totalmente separada de la fe.

La reducción de la secundaria obligatoria plantea un nuevo problema, que creo que la derecha no ha meditado seriamente al elaborar su propuesta electoral en educación. Es incongruente acortar en un año la educación obligatoria, y a la vez obligar a un año de Bachillerato o FP, que es lo que muchos estudiantes se enfrentarían si no repiten curso. ¿Y si no quieren cursarlos? ¿Por qué cursarlos, si no se les va a dar un título? Será un año perdido. La idea de ampliar el Bachillerato y la FP no me parece mal, pero creo que se comete un error ampliándolo por el principio, y no por el final: habría que plantearse seriamente cuándo un estudiante adolescente está preparado para decidir qué itinerario desea tomar. La LOE acertaba al plantear 4º de ESO como un curso preparatorio para esos itinerarios. Una buena idea hubiera sido mantener los cuatro cursos de ESO y ampliar el Bachillerato y la FP tres años, hasta los 19 años del estudiante. Añadir un año más de estudio permitiría ayudar al alumno a adquirir la madurez suficiente como para decidir qué camino desea tomar: hay muchos alumnnos de primer curso de universidad, entre 18-19 años, que abandonan la carrera y se cambian a otra.

Si, como cacarea la derecha mediática, lo que se quiere es buscar "el esfuerzo y la calidad" en la educación, la solución no es poner patas arriba el sistema educativo de nuevo, o privilegiar, una vez más, a la enseñanza concertada. Tampoco lo es hablar de la "competencia" entre diversas escuelas, porque la realidad no sería la competencia: lo que los conservadores esconden tras esas palabras es la creación de centros para "buenos" y "malos" alumnos, segregados por nota y por condición social, algo que va radicalmente en contra del espíritu de cualquier ley educativa que se precie.

Calidad es tener una clase docente bien preparada y apoyada por la administración, calidad es tener un sistema educativo consensuado para ser longevo en el tiempo, lo suficiente como para no someter al profesorado a infinitos cambios que afectan a la educación de los jóvenes. Estas cuestiones, como se ve, son incapaces de ser planteadas seriamente por la derecha. Compete a la izquierda seguir apostando por un modelo educativo que busque la calidad, y también el esfuerzo, sí, pero porque hay detrás de los estudiantes un sistema educativo público que les motiva, forma y educa.

Habrá que esperar a que el ministro de Educación concrete las contrarreformas, y si se buscará el consenso político o el encuentro con la comunidad educativa, cosa que dudo, porque lo propuesto va radicalmente en contra del camino iniciado anteriormente. Tampoco se plantean serias respuestas a los problemas de los docentes, que es la carga de trabajo y la falta de plazas para atender las aulas masificadas. El "rigor" presupuestario, además de estrangular totalmente la economía, volverá a crear más "generaciones perdidas", que quizás tengan trabajo en el futuro, sí, pero de peor calidad, y además con peor formación, tanto técnica como intelectualmente, el fin de la ciudadanía y de todo lo que ese concepto supone.

La izquierda tiene que tener muy claro lo que supone el desafío de la derecha y responder claramente con una propuesta bien formada.






sábado, 5 de noviembre de 2011

Una vez más... recuerden, recuerden...


Escribir cada año una referencia más de V de Vendetta, cómic y película, empieza a consolidarse como una costumbre en este blog. Últimamente los quehaceres de los estudios me absorben tanto, y escribo tan poco... qué ironía, un socialdemócrata que apenas tiene tiempo para escribir algo acerca del socialismo democrático, del Partido Socialista o de su candidato a las elecciones encuentra un resquicio para homenajear a un personaje de ficción que, además, es anarquista.

El año pasado hice una semblanza un poco más psicológica y personal de V, víctima y a la vez villano -pero, si alguien tuviera en sus manos su poder, ¿quién no lucharía contra un poder tiránico aun derramando sangre, sangre culpable?-, las anteriores fueron reflexiones personales y cuestiones más de actualidad. ¿Qué podríamos decir este año? Siguen existiendo motivos para luchar por nuestra libertad, pues vivimos en un mundo que se convierte en nuestra pesadilla: que, en nombre de nuestra libertad, se nos ha coartado, instalándonos de nuevo el miedo en la sociedad occidental al "enemigo", comunista en su momento y, una vez caído el muro de Berlín, en este nuevo siglo el enemigo es el musulmán, el inmigrante, el extraño, en definitiva; en nombre del progreso, del empleo y de la felicidad, se nos arrebatan las tres, echan la culpa de la crisis económica al común y nos quieren seguir engañando ofreciéndonos el consumo irresponsable mientras nos arrebatan las bases de la verdadera felicidad.

Justicia, igualdad y libertad, como dijo V, son algo más que palabras, son metas alcanzables. Se nos está arrancando la condición de ciudadano, poco a poco, hasta que la palabra pierda todo su significado, porque justicia, igualdad y libertad son también responsabilidad, pensamiento y solidaridad, sin las cuales no puede existir sociedad humana, que es el reino de la ley, que procede de nuestra participación y consentimiento, sin opresión. Que nadie nos engañe, la libertad no está en los mercados ni en naciones, está en la gente, como ciudadanos y no como consumistas.

En dos semanas elegimos un nuevo parlamento en nuestro país. Somos tan conscientes de qué poco pueden cambiar las cosas... porque sabemos que elegir un reducto tan pequeño de soberanía no arregla las cosas, no sin unión -europea, mínimo-, y plantarle cara a esa clase tan difusa que domina los mercados financieros. Sí, existe la lucha de clases, es estúpido negarla, y seguirá existiendo mientras unos pocos sigan queriendo dominar a la mayoría. Este país necesita algo más que un parlamento, necesita esperanza.

jueves, 20 de octubre de 2011

Con la mirada más allá del 20 de noviembre


El 20 de noviembre, salvo sorpresas, parece ser el último acto de un cambio político que se inició el pasado mes de mayo. En términos democráticos y generales esto es sano en la medida que el poder desgasta y se hace necesario en nuestra sociedad un cierto nivel de alternancia política, o turnismo para los críticos, que en poco tiene que identificarse con el canovista. Sin embargo, el nuevo ciclo político puede ser el contrapunto del predominio del signo contrario de 1982. Pudiera haber sorpresas, pero 2011 parece ser muy distinto a 1993 o 1996. Parece; ojalá haya cambios en este mes que falta.

Las elecciones generales de 2011 será la convocatoria electoral menos entusiasta de la democracia. La ilusión por el cambio político o la continuidad, simplemente, no existe, a diferencia de 1982, 1996 o 2004. Coincide con el mayor momento de desconfianza hacia la clase política, ya sea a través del movimiento de los indignados o por la apatía general. La prolongación y el deterioro de la crisis económica en España no sólo ha privado de un fin tranquilo a la presidencia de Zapatero y de una posibilidad a Rubalcaba de presentarse como otra vía alternativa a la seguida por entonces, sino que incluso empieza a calar la idea de que un gobierno conservador tampoco será capaz de sacar a España del agujero donde ha caído. Y es que ni Rajoy tiene la varita mágica de la que brotará el maná, por eso su campaña es la que es, la vía tranquila, esperar a que alguien llame a su puerta y le entregue la cartera de presidente del gobierno. Sin embargo, aunque es el anhelo que le ha tenido esperando ocho años, pese a perder una mayoría absoluta y las siguientes elecciones, este regalo será envenenado. Sea para él o para Rubalcaba. Rajoy puede tenerlo muy fácil: el electorado socialista está indignado, el conservador está activado, motivado por la obsesión por el desquite hacia Zapatero. Nunca le han perdonado que ganara dos elecciones.

No hay ilusión por las elecciones porque estas no resolverán los problemas de España. España por sí sola no puede salir de la crisis, porque la crisis es más profunda, no es solo circunstancial, es estructural, y la crisis financiera y económica reciente solo nos ha roto el espejismo en el que nos quiso meter Aznar a ladrillazos, del mismo espejismo que hemos vivido siete años y en el que, teniendo la oportunidad, no se supo cambiar a tiempo nuestro modelo productivo. Sea por electoralismo o por otra cuestión, la forma del Estado siempre vuelve al debate, la crisis también se está llevando por delante la credibilidad de las autonomías y de los municipios y su vía de financiación, los servicios públicos son los primeros en ser sacrificados y vilipendiados como un lastre para los presupuestos de las administraciones.

¿Y que es acaso la única vía? ¿Quién nos está dando esta vía? ¿No son acaso los intereses de la patronal y de las finanzas internacionales, revestidos de la ideología neoliberal, los que están detrás de esto? Y no quieren acabar con la crisis, no, no. Lo que quieren es acabar con los logros de la socialdemocracia. Los sindicatos no tienen un poder excesivo; tienen su propia crisis, sí, pero son un instrumento esencial para los trabajadores, y una rémora para los que quieren minimizar todo lo posible los derechos laborales. Los servicios públicos no están obsoletos, el Estado no ha abusado de los recursos que disponía. Simplemente, ha perdido esos recursos: a menos recaudación, menos recursos puede gastar. ¿Por qué los ha perdido? Porque las instituciones financieras no invierten, y de ahí se crea un proceso en cadena que va desde los bancos, a las administraciones y acaba en el ciudadano, endeudado por hipotecas, agobiado por los pagos atrasados si tiene una pequeña empresa o temeroso de perder su empleo si trabaja a cuenta ajena. Esto tiene que ver mucho con las impresiones, y la crisis no es solo una realidad, es una percepción, porque detrás del dinero no están máquinas, están personas, sean las que tengan el poder económico como las que no lo tengan.

España sufre mucho esta crisis porque nuestro modelo productivo está obsoleto. No se educa al emprendedor, sea en la investigación o en la empresa. Se potencia la gran superficie, la gran empresa, se ahoga al pequeño empresario, se crean licenciados sin futuro, se recurre en gran medida a las administraciones para repartir contratos: las empresas vinculadas a la administración están sufriendo los apuros económicos de municipios y autonomías. Y sí, en España, como en Europa, como en el mundo, los flujos financieros están descontrolados. Por eso la crisis no la ha podido resolver Zapatero, ni lo podrá hacer Rubalcaba o Rajoy. Ellos solos no. Europa necesita resolverla unida. Más unida: no se pueden tener 27 sistemas fiscales distintos. También los distintos gobiernos mundiales, pero eso ya es más difícil. Mientras halla competencia desleal entre las autonomías en España, entre los países en Europa, no se podrá resolver uno de los puntos principales de la crisis: el descontrol de los flujos financieros. El mercado. España necesita no unas nuevas elecciones sino una reformulación tanto política como nacional.

El nuevo parlamento puede ser uno de los más variados de la democracia: el desgaste socialista puede potenciar a IU, UPyD, CiU, además de abrir la puerta a nuevas formaciones como la abertzale Amaiur y a los ecologistas de Equo. Pero el nuevo parlamento no será el más fraccionado, porque se anuncia una gran mayoría para el partido conservador. Con estos aspectos, una oposición fraccionada, gracias a un partido socialista débil, será un regalo para un gobierno conservador. También la perspectiva de mayoría absoluta puede ser un peligro para el mismo partido conservador: que la ciudadanía obtenga una impresión de miedo ante tanto poder concentrado en un solo partido, sin ningún contrapeso importante.

En términos generales, la concentración de poder en tan pocas manos sólo puede recordarnos a una máxima: el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Un nuevo predominio no será sano para nuestra sociedad y nuestra democracia. Una caída de la socialdemocracia española, más allá de los intereses del Partido Socialista, será una desgracia no solo para la izquierda española, de la que es su mayor representante, sino también para España. Precisamente cuando en Europa central Francia y Alemania empiezan a advertir que la receta neoliberal no ha solucionado nada, y que incluso caminan a nuevas recesiones.

lunes, 20 de junio de 2011

Una España cada vez más indignada


No deja de ser una ironía que ayer, mientras cientos de miles de españoles se manifestaban pacíficamente por todo el país, el partido que dice identificarse con sus proclamas -aunque en verdad les caiga un jarro de agua fría, literalmente- decidiera, democráticamente, eso sí, propiciar con una abstención que Extremadura vaya a ser gobernada durante cuatro años por el partido que, paradójicamente, representa en España los intereses patronales, económicos y especulativos que han provocado la crisis. Que se me permita la ironía:

Sí, sí, ya sabemos. El PSOE ha dado un giro difícil de explicar aplicando medidas que dificultan la vida de millones de ciudadanos, muchos de ellos desempleados, y no la de los que controlan los resortes de la economía, los de siempre. Con ello nos sacrifica y, como pudiera parecer por los resultados del 22-M, parece que se sacrifican también ellos. Todo por la patria. Por ello, dejarles gobernar es igual que dejar a los otros, a la derecha.

Izquierda Unida, que argumenta haber escuchado a las bases y respetar su decisión -¡para una vez que uno lo hace!, déficit que tanto criticamos-, puede proclamarse la izquierda real, que es lo mismo que única. Es decir, el PSOE -sus militantes, sus electores, sus líderes- no es y no son de izquierda. El mesianismo izquierdista, el único camino posible, redentor y verdadero, la patada, en definitiva, a las partes nobles de los otros millones de electores; ésa es la democrática decisión de las bases de IU, que da también la patada a otra democrática decisión de Cayo Lara de jurar día y noche de no dar gobiernos a la derecha. Como dice Fernández Vara, presidente -aún- de Extremadura, no hay que ensañarse con IU. Lejos de tal intención, hay que respetar la decisión democrática del hermano pequeño de la izquierda, lo que no impide que nos preguntemos por qué e intentemos hallar posibles respuestas.

Dice IU, allá donde ha vacíado de contenido las palabras de Lara, que la decisión de no formar gobiernos de izquierda se debe al ninguneo socialista hacia IU o, peor, a la corrupción allí donde el PSOE pareció haberse enquistado. Son palabras muy fuertes. Sin duda, habrá un resquicio de verdad (sin negar que pueda ser total, la corrupción responde a la naturaleza humana): puede que políticos bajo las siglas del PSOE hayan metido la manita o hayan adjudicado terrenos a dedito y otras irregularidades. Hay que reconocerlo porque es peor ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio; si mal no recuerdo, hubo un candidato de IU imputado, y siguió siendo candidato el día después de que IU nos iluminara el camino de la virtud con su décalogo contra la corrupción: parece que todo lo que anuncia Cayo Lara se convierte en humo inmediatamente al día siguiente. Sobre el ninguneo, si han sido extraparlamentarios, será por decisión de los electores, obviamente. Claro que insultar a un amplio electorado que les abandonó y no les vota en masa a ellos, la única voz de los trabajadores -un retorcido análisis marxista y/o mesiánico- son palabras aún mayores. No pasarse es algo que aún les honra.

Sí, sí, algunos podrán decir que el que escribe y suscribe estas líneas es un borreguito militante más de los socialistas. Salvador Giner, en el prólogo a la edición española de Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt, dice: "(el ciudadano) tampoco se confunde con el militante, a quien absorbe la militancia hasta agotar su criterio independiente y la distancia necesaria que debe poseer el buen ciudadano frente a toda obediencia ciega". Sin negarle, por supuesto, validez a dicho argumento, no se me podría acusar de borrego, sino de tonto, porque me identifico cada vez más con esa generación, mi generación, que, como dijo Sampedro, no está perdida, sino amargada pero presente.

No es mi intención enarbolar la bandera de los "cien años de honradez" y presentar lo ocurrido como una oscura conjura para destruir al PSOE. Por supuesto, en la decisión -democrática- de las bases de IU pesan años de adoctrinamiento y rencor contra un adversario en la izquierda que recibe más votos: solo así se entiende el errático discurso del quiero y no puedo de los líderes de IU. Tampoco denunciaré al 15-M como otra conjura más contra el PSOE, ese PSOE que se sacrifica por salvar la patria, ese PSOE que nadie entiende el servicio que presta. No, si me acusarán de perroflauta como siga escribiendo...

¡Ah, debo pecar de idealista! Entre todos los insultos que pudiera recibir -tonto, borreguito, perroflauta...-, me quedaría con idealista. Sí, pertenece al mundo de las ideas que, el 23 de mayo, los dos partidos de izquierdas hubieran dicho: "vamos a negociar allí donde tenemos mayorías", que los de IU hubieran dicho todo aquello del "ninguneo y corrupción" que tanto repiten y el PSOE hubiera respondido "bueno, tenderemos puentes e intentaremos consensuar un programa". Entonces ambos hubieran dicho "sí, hay acuerdo" o "no, no hay acuerdo". Directamente IU cerró las puertas y los del PSOE se quedaron esperando, con un palmo de narices, si se me permite. Debieron haber frecuentado más las marisquerías.

Mientras el teatro -o la farsa- de los políticos prosigue con su enésimo acto, los ciudadanos, que también hacen política, se manifiestan por las calles de España. Pacíficamente, a los de Barcelona aún les duele el cuerpo de los porrazos de Felip Puig. Me indignan las malas decisiones y prácticas de ciertos políticos, pero me indigna más que sigan ninguneando a los ciudadanos y se insista en catalogarles de "antisistema" o fuera del sistema democrático. ¡Justo cuando lo que quieren es regenerar el sistema y la democracia, devolverles su significado y su misión! Marcelino Iglesias dice que la democracia necesita partidos; sí, cierto, pero necesita antes ciudadanos que se vean representados por ellos. Los partidos son sólo medios, no fines. También me indigna la consigna de relacionar indignados con abstencionistas, unos "cientos de miles" frente a esos "22 millones" de electores, como recuerda La Razón.

¡Qué mala época le está tocando vivir al PSOE! Pero peor aún para los ciudadanos, que son los que se están viendo sin empleo, sin pensiones, sin Estado del bienestar. No olvidemos, para alejarnos un poco del idealismo y volver a la realidad, que es la Unión Europea controlada por los mercados financieros la que está imponiendo un modo de salir de la crisis que pasa por la destrucción del Estado, la desprotección del trabajador y la consolidación de una economía no basa en la libertad de mercado, sino en la ley de la selva. No olvidemos que frente a eso los partidos socialdemócratas han pecado de ingenuos y han podido/querido afrontar juntos una solución alternativa; pero sí, sigo pensando que el PSOE puede y debe escuchar con más interés que ningún otro partido.

miércoles, 8 de junio de 2011

El movimiento 15-M: Sol, sombras y victoria


El movimiento de los indignados del 15 de mayo da un nuevo paso y levanta las acampadas de las plazas españolas. Ya empezó en Sevilla, en Barcelona lo decidieron hace pocos días y ayer en la Puerta del Sol, en Madrid, los acampados lograron hacer valer sus argumentos frente a una pequeña minoría. Lejos de ser una derrota, levantar la acampada puede ser una victoria. La acampada no es el fin de los indignados, sino la plasmación física y concreta de un amplio sentimiento de enfado que recorre nuestra sociedad. La encuesta de Metroscopia revela un gran apoyo ciudadano a los planteamientos de los indignados: el 66% tiene simpatía al movimiento, el 81% creen que tienen razón y el 84% que tratan de los problemas que afectan a la sociedad. Además, el 51% de los encuestados sostienen que los partidos políticos sólo buscan sus propios intereses y no representan a los ciudadanos.

No hay que ser reduccionistas. Los acampados en España son muy pocos, muchos son personas honradas y con ideales, los menos con intenciones más sectarias. Intentar desprestigiarlos buscando a los aprovechados es copiar y seguirle el juego a la derecha mediática, la que le asusta que la gente hable y no rebuzne las consignas fabricadas. Pero hay millones de ciudadanos que siguen haciendo su vida cotidiana, trabajan, estudian, buscan empleo y hacen su vida social. Pero están enfadados y siguen convencidos de que los partidos siguen sin escuchar.

El problema al que se enfrenta el movimiento es la memoria. La importancia mediática de la indignación cesará, y en una sociedad de consumo y de la televisión, todo lo que no está presente en los medios ya no existe (¿alguien se acuerda aún de los terremotos de Haití y Chile, de las represiones en Birmania o de los cambios políticos de Túnez?). El movimiento acertará si mantiene su actividad periódicamente en la red y en los barrios. Lo importante es mantenerse en el ideario colectivo, hacerse oír, no aprovecharse como algunos para dar la nota. La democracia directa es un ideal muy bello y ya lo teorizó Rousseau, pero también él recordó en su Contrato Social que es imposible. Podemos aspirar, a lo máximo, acercarnos todo lo que podamos. Viendo las asambleas de Sol, buscando la unanimidad, tampoco se consigue la democracia. Las decisiones no pueden eternizarse. ¿Es democrático insistir en sumarse al consenso? ¡Tanto les ha costado decidir irse, y al final habrá una minoría que desea quedarse sin razones! Que la mayoría no respete a la minoría no es democrático, pero tampoco lo es que una minoría bloquee la decisión de la mayoría. Tengo la impresión de que, si se queda una minoría, la más radical, ya no será representativa del movimiento y será desalojada. Por desgracia, esa minoría se equivoca creyendo que la acampada es la única manera de mostrar la indignación; la desvirtúa.

Sin quererlo, revelan que son necesarias normas, quórums y acuerdos. A la democracia, cuando se le añade un adjetivo, deja de ser realmente una democracia. La democracia directa y la representativa son ideales difíciles de realizar. La virtud de una democracia donde el sufragio es secreto es plasmar la existencia de unas reglas de juego: se puede no estar en la mayoría resultante, pero no te pueden obligar ni señalar por inclinarte a determinadas opciones. La existencia de unas normas permiten garantizar que, pese a los resultados, se respetarán los derechos de todos. Qué ironía: esto también es un ideal. Con razón nunca podemos ni debemos estar conformes con nuestro sistema político.

El movimiento de los indignados acierta al señalar a la clase política como uno de los obstáculos para resolver los problemas de los ciudadanos. Sobrepasarlos es, sin embargo, imposible. El acuerdo es deseable: recordar a los políticos a quién representan y la imperiosa necesidad de poner coto a los abusos, a la corrupción y a las decisiones que escapan del conocimiento de los ciudadanos. Hay que establecer mecanismos de participación ciudadana y leyes más duras contra los que incumplan la ley. No solo a los políticos, sino a todos porque aunque todos somos iguales, algunos son más iguales que otros, y no es lo mismo un Dominique Strauss-Kahn, un Francisco Camps o los grandes evasores de impuestos que un ciudadano corriente que quebranta la ley o que le quitan la casa porque no puede pagar sus deudas. La ley, se muestra, no funciona igual para todos.

Los indignados nos enseñan una valiosa lección, que puede resumirse en esta frase del capítulo de los Simpsons Mr. Lisa goes to Washington: "el precio de la libertad es mantenernos siempre vigilantes".

lunes, 23 de mayo de 2011

Elecciones municipales y autonómicas: ahora toca escuchar a los ciudadanos



Existe tal número de resultados, datos, explicaciones y opiniones que condensar en una única entrada al blog una opinión sobre las elecciones del 22-M que prefiero ir poco a poco. Hoy haré una valoración personal sobre las municipales y autonómicas a nivel general. Otros días, según el tiempo me lo permita, me iré parando en algunas autonomías, con especial interés en Madrid, mi tierra.

En líneas generales, la victoria electoral corresponde inequívocamente al Partido Popular. Contabilizando el número total de votos y concejales, entre 2007 y 2011:


*reconociendo que la contabilización nacional no permite apreciar completamente los cambios habidos en ciertas regiones. Ese aspecto ya lo iré cubriendo.

Una cuestión que está rondando en las cabezas de muchos es, ¿qué incidencia ha tenido realmente el movimiento del 15 de mayo? ¿La subida de la participación? ¿El notable incremento de los votos blancos y nulos? ¿El fraccionamiento del voto? No hay una única respuesta para todo ello. La participación siempre es menor que en unas elecciones generales, lo que no deja de ser un suspenso para la política municipal, supuestamente la más cercana a los ciudadanos. El fraccionamiento del voto es relativo: en las elecciones municipales los partidos locales, independientes y regionales consiguen mejores resultados que en otras convocatorias. Partidos alternativos a nivel nacional como IU o UPyD suben, pero no tanto por separado: IU tiene la mitad de sus concejales en Andalucía, donde no ha conseguido mantener el poder municipal como Córdoba ni mitigar la caída del voto socialista; UPyD obtiene muy pocos concejales, su mayor fuente de votos son las grandes ciudades de Madrid.

Lo cierto es que buena parte de los resultados se explican observando la caída del PSOE: ha perdido votos a su derecha, yendo a los conservadores como medio de castigo o confiando en que estos podrán resolver la crisis económica mejor que los socialistas; ha perdido votos a su izquierda, y no sólo han ido a Izquierda Unida, sino que también el voto progresista se ha ido a UPyD, sobre todo en Madrid, obteniendo más electores de ese espectro que por antiguos votantes del PP; ha perdido votos a partidos locales, basta ver un pequeño muestreo de algunos municipios españoles para ver un bloque de derecha bastante consistente frente a un fraccionamiento de partidos, donde el PSOE en muchas ocasiones no destaca, sino que se camufla.

Cabe destacar otro aspecto importante, que el PSOE ha perdido electores que han votado nulo o blanco. En el cómputo general de votos nulos, su crecimiento real ha sido mayor, no olvidemos que en 2007 ANV no pudo presentarse en muchos municipios vasconavarros y el voto nulo fue de más de un 2% en Navarra y de un 8% en Euskadi. Con Bildu como representante de la izquierda abertzale, el voto nulo ha vuelto a niveles normales del 1,37%: en el resto de España el crecimiento del voto nulo ha sido mayor. Por poner un caso cercano pero no representativo: en mi mesa electoral, de 505 votantes más del 5% de votantes han apostado por el voto blanco o nulo, y no por errores, sino nulos realmente, de papeletas tachadas con un gran "NULO", exposiciones de por qué votan en nulo, alusiones al "15-M"... y destaco que parte de los nulos eran papeletas del PSOE con el NULO escrito encima de la lista de candidatos. Debo añadir que, compensando la caída socialista, en mi mesa IU y UPyD casi empataban en votos, con un 9% cada uno, y con el PP sin aumentar o perder sustancialmente sus votos. Repito que no es representativo, pero por desconocimiento de lo sucedido en las miles de mesas electorales de España.

En resumen a ello, creo que los indignados sí que han echo mella en el resultado electoral. La indignación, recuerdo, no nace en el 15 de mayo, sino que esta es su plasmación física. Claro que ha habido movilización de la derecha por una campaña interminable de acoso y derribo de Zapatero, pero también ha existido al mismo tiempo un enfado creciente de la ciudadanía de izquierda ante un PSOE que no han visto a la altura de las circunstancias ni ha reaccionado en la manera que ellos querrían. Si el 15-M fue la plasmación física, el 22-M fue la plasmación electoral. No nos engañemos, puede que parte de los concentrados en las plazas de España sean grupos que han dado desde siempre la espalda al sistema y no creen en él, ¿pero de verdad pensamos que los que se han movilizado hasta Sol para concentrarse, aquellos que no pueden sustraerse de sus tareas cotidianas y no tienen más tiempo que una tarde o una noche para acudir son antisistema? No, queridos lectores. En Sol y en las demás plazas de España había gente que creía en la política (y como decía una pancarta "creo en la política, desconfío del político"), gente que votó ayer, que pudieron votar a IU, también al PSOE, incluso UPyD, o a cualquier partido por diferentes motivos, pero también que iban a votar en blanco y en nulo. O directamente, no votar, algo que tampoco se escapa de la escasa movilización de unas elecciones municipales.

Dentro de los indignados, muchos son potenciales votantes más cercanos al PSOE. Si el Partido Socialista ha perdido buena parte de su poder municipal y autonómico, es al Partido Socialista al que le corresponde tomar nota. Dije que tras las elecciones los partidos y en concreto el Socialista debían escuchar a los ciudadanos. Mantengo lo dicho y me ratifico en manifestar que el PSOE debe tener en consideración que hay aspectos que se deben cambiar, y no de un modo genérico y vacío como los que dicen siempre "algo mal habremos hecho". ¿Pero qué? No hace falta descubrir el Mediterráneo para señalar algunos puntos: han estado toda la semana denunciándolos en la Puerta del Sol. Corrupción, alejamiento político-ciudadano, falta de representatividad, ausencia de mejores mecanismos de participación, ética en la política, subordinación de nuestros representantes ante poderes económicos con otros intereses...

El PSOE no está exento de caer en estos males. Es preocupante, cierto, que al PP no le afecte la corrupción: la pregunta que hay que hacerse es si a cierto votante conservador no le importa lo que hagan con el dinero público mientras a él no le afecte directamente en su nivel de vida, si mantiene una postura crítica y razonada ante lo que haga el partido con el que más simpatiza, si se cree lo que sueltan ciertos medios de comunicación... podríamos llevarlo a otras preguntas como si la derecha carece de alternativas moderadas con las que competir, o si la sociedad española está realmente mal si parte de sus ciudadanos han perdido, si lo tuvieron, un espíritu cívico. Un problema grave del PSOE es que parte del mismo pretenda que lo mismo funcione para ellos. Ayer también hubo elecciones en Bremen, uno de los bastiones del SPD: la derecha alemana, la CDU y los liberales, pierden votos, hasta tal punto que el FDP sale de su parlamento regional. Incluso en regiones conservadores como Baviera o Baden la democracia cristiana puede caer estrepitosamente. La CDU no ha dejado de perder votos desde que Merkel es su candidata a canciller. Sabemos que todo poder es un mal, pero es el mal menor: por eso debe existir pero controlado, premiando o castigando según lo prometido o lo realizado. En Holanda los democristianos dejaron paso a los liberales como primera fuerza. En Flandes los democristianos, el primer partido de toda la vida, cayeron frente a un nuevo partido como protesta de los ciudadanos. ¿Por qué hay sociedades que no tienen miedo a cambiar democráticamente su mapa político? Pensemos seriamente si el modelo de la sociedad española es el más indicado para la salud democrática del país.

Viendo la otra cara de la moneda, esto es, la rotunda victoria conservadora, nos anuncia muchos o renovados gobiernos de la derecha: autonomías como Castilla-La Mancha o la definitiva desaparición del cinturón rojo madrileño, que pasarán a nuevas manos. Esas manos ahora van a tener la oportunidad de enseñarnos cómo, con su varita mágica, podrán "salvar a España". Veremos qué medidas tomarán, que recortes harán, veremos si serán un foco de tensión contra el gobierno de la nación. Si son capaces de sacarse el conejo de la chistera, aplaudiré. Ya no valdrá engañar a los españoles: ellos tienen mucha responsabilidad en la escasa salud democrática de España, en la existencia de un paro juvenil tan alto y en el desempleo y la economía sumergida que existe. Su éxito deparará en una gran responsabilidad y control. La oposición no deberá estar ociosa. No olvidemos que, en porcentajes y número de votos, autonomías tan controladas por los conservadores como Madrid o Valencia el PP pierde votos. Estaremos atentos.

Y ahora, a escuchar y a reflexionar...

viernes, 20 de mayo de 2011

El movimiento 15 de mayo: En respuesta a los comentarios de esta semana

Respondiendo a los últimos comentarios, tenéis mucha razón, comparto vuestros comentarios al 120%. Hay muchos motivos por los que indignarse, que son los que han movido a miles de personas a protestar por toda España. Sin duda, millones de ciudadanos, votantes o abstencionistas, de izquierdas o de derechas, están muy de acuerdo con las propuestas de regeneración democrática y coinciden en señalar como problemas a la partitocracia y los intereses económicos de una élite que ha degenerado nuestra democracia. La primera reacción de la clase política y de casi todos los medios de comunicación ha sido el miedo. Esto me alegra bastante: "el pueblo no debería temer a sus gobernantes, son los gobernantes los que deberían temer al pueblo". Con esta reacción, podríamos reafirmarnos en que no hay una verdadera democracia o, al menos, que está adulterada.

Es una ironía que los que pedían la "rebelión cívica", ahora, cuando se desarrolla una de verdad, la ataquen y la manipulen. El editorial de ABC parecía retrotaernos a hace cien años cuando los regímenes burgueses reprimían con violencia las manifestaciones de los obreros, de los oprimidos: el editorial de ABC exige represión, exige que la policía actúe y no "filosofe". Todo eso es demagogia. Como bien decía el ministro de Interior, Rubalcaba, "la policía está para resolver problemas y no para crearlos". Una ciudadanía que actúa por consignas opuestas a las de los "cauces normales", esto es, los partidos y los medios de comunicación, es una ciudadanía muy peligrosa para los que se llenan la boca de "democracia", "libertad"... palabras abstractas para los demagogos, pero de auténtico contenido para los ciudadanos.

Creo que este movimiento, como dicen sus portavoces, no es para destruir el sistema ni la política; es para darle auténtico significado. El 23 de mayo seguirán existiendo los partidos, los políticos y el sistema, pero si no toman nota y aceptan las principales reivindicaciones de los ciudadanos -lógicas, por otra parte- se habrá producido un divorcio, de esos que acaban tirándose los trastos a la cabeza. Esto no es Túnez ni Egipto, ¡ni comparación! Pero la solución a la crisis económica, a la social y a la política pasa por resolver los problemas de los ciudadanos, no por contentarnos en resolvérselos a los bancos y a los flujos financieros que, como bien decía un comentario a este blog:

"Yo perdí mi pequeña empresa por la crisis y ni siquiera pude cobrar paro. ¿Por qué han de rescatar bancos con mis impuestos y mi dinero que me reclama la Administración por vía ejecutiva, a consecuencia de lo anterior????? ¿Por qué los bancos manejan el país a su antojo y cada año tienen más beneficios???? ¿Hablamos de hipotecas??? ¿¿Sueldos?? ¿¿Ayudas y apoyos al autónomo o pequeña empresa que genera el 80% de empleo??? ¿¿sube la luz, gas, IVA, gasolina, se congelan pensiones, sueldos, paro juvenil??"

Hay que mejorar la democracia, hay que superar el capitalismo, no mantener las cosas como estaban en 2006, antes de la crisis. Los bancos y la economía globalizaba ayudan al progreso de una minoría de países del planeta, están sacando del subdesarrollo a los países emergentes. Son cosas que existen. Pero ayudan más a una pequeña minoría que a una gran mayoría: grandes primas, acuerdos opacos, beneficios millonarios... mientras otros se ahogan en sus hipotecas.

La canciller de Alemania nos pide "descansar menos y trabajar más, como en Alemania". Pero, señora Merkel, dos preguntas: ¿eso incluye que adoptemos el modelo del bienestar alemán, mucho mejor que el mediterráneo, que usted dice que es "muy extenso"? Y, usted es la canciller de Alemania, ¿con qué autoridad se erige usted para darnos órdenes, si quiera consejos más bien "imperativos"? Alemania es un país muy importante de la Unión, pero Alemania no dirige la Unión, sino que existe un Parlamento y una Comisión que tienen más autoridad, aunque sea en la teoría. Ésa es la Europa que no yo no quiero, la Europa de los países.

Otro de los comentarios a este blog me ha gustado mucho: "[hay que] seguir con este movimiento para intentar llevarlo a toda la Unión Europea (hoy en día si no cuentas con este espacio estás perdido)". Tiene toda la razón. Europa, la Unión Europea, no es un problema, debe ser la solución. Todos los ciudadanos europeos deberíamos unirnos para exigir medidas comunitarias, para exigir responsabilidades a toda la burocracia que parasita en las instituciones de Europa. Sí, estoy de acuerdo con Merkel en que deberíamos aúnar las diferentes leyes sobre jubilación, vacaciones, etcétera de los países comunitarios, pero en un sentido radicalmente opuesto, quiero que sea para mejor, y eso pasa por la convergencia social, económica y política de toda la Unión. La Europa que yo quiero es en la que ya no haya Estados independientes y soberanos, sino un único Estado, una única soberanía y una única ciudadanía crítica y exigente, con unas instituciones responsables y democráticas.

El mismo comentarista añadía: "(...) que la política recupere la fuerza que debe tener para oponerse a los mercados". Es esencial este aspecto. Es el motivo principal de indignación. Los elegidos no protegen ni defienden los intereses de los electores, sino que han demostrado perder toda autoridad frente a las élites económicas. El domingo hay que votar, un voto que signifique "te doy un voto para que me defiendas". La política tiene que tener fuerza, pero no para el beneficio de los elegidos ni sus clientelas, sino para enfrentarse a esas minorías neoliberales y espetarles "ahora las condiciones las pone la ciudadanía: vamos a resolver sus problemas y a redefinir nuestro modelo de sociedad".

Sinceramente, creo que no hay crisis de valores en Europa, esa crisis de la que alertan populistas, demagogos, la Iglesia y medios de comunicación extremistas. La crisis la tienen ellos, porque la sociedad se aleja de ellos. La sociedad tiene valores, pero también tiene miedo de un porvenir incierto, está fragmentada e incomunicada. El movimiento del 15 de mayo, en sus modestas posibilidades, intenta romper eso. Ha tenido un cierto éxito: en la campaña electoral hemos dejado de hablar de Bildu, del terrorismo... a la derecha, que no ha hecho una verdadera campaña electoral, que no ha hablado ni en positivo ni de su programa y nos vende humo, prometiendo acabar con los males de España mediante su varita mágica, se le ha esfumado la confianza en una victoria electoral. Ahora, esto es ya una verdadera campaña política: hablamos de la regeneración de la democracia, de la corrupción, de la insatisfacción con los políticos... todos los medios de comunicación empiezan y terminan el día hablando de las protestas, las redes sociales hierven, las personas debaten sobre todo lo que está ocurriendo... la ciudadanía puede dormir, pero la ciudadanía puede ser cítica y muy poderosa. Ojalá esto permanezca, aunque sé que es muy difícil.

Para relajarnos un poco, os dejo una bonita canción argentina que ayer recomendó Jaime Urrutia en La Ventana de la SER, "La marcha de la bronca" de 1970, del dúo Pedro y Pablo, los cantantes Miguel Cantillo y Jorge Durietz.


"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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