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miércoles, 4 de mayo de 2011

Elecciones generales en Canadá: la definitiva victoria conservadora y el sorpasso socialdemócrata

Canadá ha dado fin a un largo período de siete años sin mayoría absoluta de un partido. Sin duda, para Stephen Harper, primer ministro conservador de Canadá desde 2006, las elecciones le han dado su gran victoria, mucho más que llegar a ser el primer partido canadiense tras la larga hegemonía liberal: la ansiada mayoría absoluta que le libera del bloqueo opositor que ha sufrido en el Parlamento durante estos cinco años.

Stephen Harper, primer ministro conservador de Canadá

El sistema electoral del "first-past-the-post"
ha jugado un importante papel en el resultado electoral, permitiendo la mayoría absoluta a un partido conservador que durante cinco años ha sumado un discreto aumento electoral (del 36,3% de 2006, 37,6% de 2008 hasta el actual 39,6%). Pese a que Duverger ya dictaminó que los sistemas electorales determinan los sistemas de partido, y si a un sistema mayoritario le corresponde un sistema bipartidista, esto es una verdad a medias. Con cien años de retraso, la que fuera colonia británica sigue los pasos de su antigua metrópoli, pulverizando al Partido Liberal y consagrando el ascenso del socialdemócrata Nuevo Partido Democrático, NDP.

Jack Layton, líder de los socialdemócratas del NDP

Bajo el liderazgo de su líder Jack Layton, los socialdemócratas
han doblado sus votos del 15,7% de 2004 al 30,6% actual. Si los conservadores ganan hoy, los socialdemócratas se preparan para el mañana, si el resultado no es circunstancial y consiguen consolidar el espléndido crecimiento. Es el partido que más crece, y lo hace a costa de sus competidores en el centro izquierda: liberales, verdes y nacionalistas quebequeses.

Los liberales, que durante la mayor parte del siglo XX fueron el partido hegemónico de Canadá, han visto cómo en siete años han pasado de primera a tercera fuerza política del país, perdidos sus bastiones del Quebec por el nacionalismo y posteriormente los urbanos angloparlantes por la socialdemocracia. De tan gran magnitud ha sido su derrota que incluso su líder, Michael Ignatieff, ha perdido el escaño. El Partido Verde, pese a la bajada de votos, consigue un éxito parcial al poder llevar un representante propio al Parlamento por primera vez.

El nacionalismo quebequés en búsqueda de un Estado propio. En todas las elecciones a las que ha concurrido el Bloque Quebequés desde 1993 ha captado entre el 49 y el 38% del voto en Quebec, ocupando la mayoría de los 75 escaños de la región francófona. Conocidas son los diversos referendos por la independencia, que siempre han captado la atención de nacionalismos que ansían sus objetivos políticos por las vías democráticas. Esta vez los nacionalistas extranjeros no han mencionado el resultado electoral del BQ. ha sido un ejemplo para otros movimientos nacionalistas.

El Bloque Quebequés ha sido arrollado por los socialdemócratas
de una forma brutal: un partido como el NDP que en Quebec recogía el 12% de los votos ha visto de repente aumentado su número de votos hasta el 43%, con 58 escaños, más de la mitad del nuevo grupo parlamentario democráta en los Comunes. Por el contrario el BQ queda relegado al 23% de los votos y apenas 4 diputados y, al igual que el líder liberal, el líder nacionalista Gilles Duceppe se ha quedado sin escaño.

¿Qué podemos sacar como conclusiones de las elecciones canadienses? El sorpasso, el cambio de fuerzas dentro de la izquierda es, junto con la mayoría absoluta conservadora, lo más relevante. Por supuesto, que esta situación se consolide o cambie dependerá de la evolución futura. Es muy recomendable leer los análisis en el número de Vanguardia Dossier de enero/marzo dedicado a Canadá. Podemos extraer que el hundimiento del nacionalismo quebequés no es su fin, sino la respuesta al bloqueo político del BQ en el parlamento federal, que curiosamente no ha ido a favor ni de conservadores ni de liberales en Quebec (ambos pierden votos quebequeses), sino del NDP.

No es el fin, repito, del nacionalismo, pero sí es un gran traspiés impuesto por la ciudadanía que contendrá, hasta nueva orden, las demandas de nuevos referendos y de reformas en las relaciones entre el Estado federal y las provincias, cuestiones que la ciudadanía ha considerado irrelevantes frente a temas más serios como la crisis económica, el medio ambiente, el trabajo o el futuro del Estado del bienestar, temas donde conservadores y socialdemócratas han conseguido atraer, cada uno desde una óptica distinta, al electorado.

Es, sin duda, envidiable la capacidad del electorado canadiense por no aferrarse férreamente a sus partidos. En los noventa destrozaron al viejo Partido Conservador Progresista, en los 2000 hundieron a los liberales y en la década de 2010 han encumbrado al NDP sobre los derrotados liberales y nacionalistas para dirigir la oposición a los conservadores. Deberíamos tomar nota en otras latitudes para buscar un sistema con partidos más democráticos y sujetos a los cambios de opinión de la ciudadanía.

No hay que olvidar que el resultado electoral, para el progresismo, no es el más óptimo debido a la victoria conservadora. Harper, en la estela del neoliberalismo que no quiere aprender la lección de la crisis económica, quiere proseguir su política de bajada de impuestos a las clases ricas y a las empresas, con la consiguiente merma del Estado de bienestar. He aquí la razón del éxito del NDP en la izquierda, la de un partido socialdemócrata centrado en la profundización del bienestar, los derechos de los trabajadores (cosas tan relevantes como incrementar el salario mínimo, los transportes públicos y la mejora de la sanidad y de la asistencia social) y de las minorías sociales, con un largo etcétera que no es momento de detallar.

"O Canada!..."

sábado, 17 de enero de 2009

Homofobia sanguínea

Reino Unido, Francia, China, Argentina y Andorra, entre otros muchos, prohiben a los homosexuales donar sangre. En Canadá no pueden donar órganos los homosexuales que hayan tenido relaciones sexuales durante los últimos cinco años. En Andorra, su Tribunal Constitucional lo ha permitido. En los otros países, muchas son prohibiciones recogidas en normativas; en el Reino Unido no está en la ley, pero las autoridades sanitarias no aceptan donaciones.

¿En qué se basan estas medidas? Para China el homosexual supone un alto riesgo de contagiar el SIDA. ¿Entonces? No es la sangre, sino la condición sexual, lo que hace poder ser donante o no. Siempre, o por lo menos en España, se realizan todo tipo de pruebas a la sangre donada para garantizar su calidad. La sangre de un heterosexual, de un homosexual, de un chino o de un sueco no tienen más diferencias que los tipos sanguíneos. La única diferencia es si una persona tiene una enfermedad contagiosa, pero la condición sexual no es lo que lo indica, es la sangre.

Con toda la sangre que es necesaria en muchos sitios, fijémonos en Palestina, donde escasea de todo, y aquí nos permitimos ser puritanos con la sangre. Homofobia sanguínea.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Le Chemin Rouge: écrits de l’Arbre Social-démocrate


El Árbol Socialdemócrata se expande lingüísticamente con miras a la Francofonía. No porque yo domine especialmente la lengua de Voltaire, sino que es gracias a la persona que más quiero en el mundo; que de paso le sirve para mejorar la traducción castellano-francés, y así el mundo francófono puede leer directamente en su lengua natural los temas que más les pueden afectar y que yo he recogido: como los asuntos del Québec, Sarkozy, Ségolène Royal, las elecciones francesas, el pasado Congreso del PS francés, etcétera. Todo desde la óptica española, desde mi limitado acceso a la información, más que la prensa, escrita y digital, la información que dispongo en inglés, la tan socorrida wikipedia...

Le Chemin Rouge es el nombre de este proyecto, casi lo denominaría un “ejercicio” de prácticas, de mejoramiento del francés. Nous sommes arrivés!

domingo, 2 de noviembre de 2008

No hay que tener miedo a las consultas


La libertad es la mayor fortaleza que puede tener la democracia actual. La posibilidad de consulta directa a la ciudadanía, en los temas relevantes a su futuro y a su configuración política, incluso en los temas más locales y controvertidos, sería beneficioso para la regeneración democrática, de no ser solo la democracia representativa, a también incluir la participativa.

Los modelos configurados por las grandes figuras intelectuales, como la participación de una nación, el Poder Soberano, de facultad absoluta, en una democracia directa según el concepto de Rousseau; y el ejercicio del poder soberano de la nación a través de los representantes elegidos, en los que se delega la soberanía, de De Tocqueville.

La nación ha sido objeto de muchas teorías y definiciones a lo largo de la historia. Dejo a un lado el período antes de la Edad Moderna y la Ilustración, cuando los reinos, que no naciones, eran patrimonio absoluto del rey y podían ser perfectamente divididos entre sus hijos como patrimonio, y su ejemplo más claro es el Imperio Carolingio, en Europa en general, y Navarra, en España en particular.

En la Revolución Francesa y Americana, la nación se consideró como la voluntad de unión política, asentada en los individuos; la nación es dueña de sí misma y por tanto soberana. En contrapartida al concepto revolucionario francés, los pensadores alemanes definieron su concepto de nación no como una simple unión de individuos, sino como poseedora de unos rasgos comunes que la definen frente a otras, como la etnia, lengua, religión, tradición, historia y un territorio común. El concepto racional frente al irracional.

En este período, breve en el conjunto total de la historia humana, la idea de nación actual bebe de las dos anteriores, más de la alemana, en mi opinión. La nación en Estados Unidos es claramente el primer concepto, la unión política de los individuos, de procedencia, lengua y costumbres diversas. En el resto del mundo, prácticamente es la alemana, con lo que ello ha conllevado. En esa idea subyace otra: la superioridad. Cada nación se ha considerado superior a las otras: el nacionalismo alemán del siglo XIX y XX, el paneslavismo ruso decimonónico y el nacionalismo ruso sobre el resto de nacionalidades soviéticas, el nacionalismo húngaro en su ámbito en Austria-Hungría, el nacionalismo turco y los nacionalismos en España. Y etcétera…

La nación es, ante todo, una ficción. Sieyès decía que era anterior al Estado, y si es como voluntad de unión política podemos decir que sí, que es anterior al Estado y que existe, pero como idea alemana no. Fue primero el Estado que esa idea de nación, fue primero las reparticiones de las monarquías que las identidades nacionales. Fue primero Sancho el Grande que "Euskal Herria".

La nación, como creación del pensamiento, es ante todo humano y no dado por ningún dios, no hay por tanto pueblo elegido ni pueblo superior. Como idea humana, está sujeta a la misma mortalidad del ser humano: surge, se desarrolla, y se muere. Igual que las lenguas, igual que las costumbres, igual que sus integrantes. No está libre de las vicisitudes de la historia, de sus desastres y de sus acontecimientos. Así, la defensa reaccionaria de cualquier nación no es sino miedo a esta realidad.

Así, la idea más perfecta de nación es la voluntad de unión política. Poniendo como ejemplo a España, con el liberalismo la nación española pretendió una centralización, ya desde los primeros Borbones, basada en Castilla hacia el resto de regiones, ignoradas sus diferencias. El franquismo siguió ese trabajo, pero volviendo más atrás, a los Reyes Católicos y a los Austrias, para cerrarse al mundo y marcar de forma muy exclusiva lo que era español: lo castellano. La democracia ha traído el reconocimiento de las diferencias regionales dentro de la nación: sería volver a la idea de nación como voluntad política. Ahora ya no puede argumentarse la opresión de ninguna lengua, ninguna costumbre, ninguna diferencia, el pueblo es libre. Libre de vivir, libre de decidir, libre de pensar.
Esa libertad entra en contradicción con los postulados de los nacionalismos existentes: "la nación siempre ha sido así, siempre ha existido, España siempre nos ha oprimido y lo sigue haciendo, el progreso pasa por la independencia". ¿Por qué? Es mentira, el progreso no viene automáticamente por esas premisas, el progreso viene por la libertad, la libertad está por tanto por encima de la nación. Si el nacionalismo sigue manteniendo ese discurso, es por razones menos peregrinas: el miedo. Miedo a perder su hegemonía ideológica, y, más importante, miedo a perder el poder. Esas cúpulas que dirigen esos partidos nacionalistas, ellos que argumentan portar con la verdad absoluta, tienen miedo de perder su posición. Con ello cabe preguntarse si el nacionalismo es para el progreso de los ciudadanos en su conjunto, o para el progreso material de una minoría. Y eso vale para periféricos como centralistas.

A partir de ahí, entro en un tema importante: las consultas ciudadanas. Se tiene mucha preocupación para no permitir este tipo de consultas, cumpliendo la ley, por otra parte. Entra en la lógica del nacionalismo, por ejemplo del vasco, ir planteando planes y planes de soberanismo cada vez más imposibles y exigentes. ¿Por qué? Porque el nacionalismo en cuanto gobierno ya no tiene nada que ofrecer a su sociedad, y su mantenimiento en el poder pasa por el engaño masivo a la ciudadanía, prometiendo la soberanía, pero sabiendo que siempre la respuesta es "no", para jugar su papel de victimismo y con ello eternizarse en el poder sin ideas para gobernar. Ante esto la ciudadanía, y sobre todo los apoyos sociales del nacionalismo, debe conocer esta realidad, y actuar en consecuencia. Creo que ya va viendo la dinámica a la que juega el nacionalismo, y a éste le queda cada vez menos margen de maniobra. Y del centralista también, abusador de los símbolos nacionales en momentos electorales, y desdeñándolos en momentos de calma electoral. Son un coñazo, según uno de esos nacionalistas mentirosos.

Con estas ideas, no debemos tener miedo a esas consultas que se plantean. Sabiendo la realidad con la que juega ese nacionalismo, sería un golpe muy duro para él aceptar su farol y derrotarle con su arma. La consulta debe ser muy clara, tanto su formulación como su resultado. En el caso de Montenegro, en 2006, se exigía una participación masiva y una mayoría clara: votó el 86% de los electores y hubo un 55,5% de votos por la independencia. En mi opinión, un resultado que está por debajo de los dos tercios es tan fácilmente volátil que podría cambiar de un momento para otro. En Canadá, por ejemplo, el movimiento por la independencia de Quebec oscila entre el 40-49%, insuficiente. Y en las últimas elecciones regionales los independentistas fueron muy vapuleados: cansancio de tanta retórica independentista. El resultado más claro e inapelable sería la unanimidad, pero como esto difícilmente sería así (pero que demostraría que la totalidad de esos individuos se consideran parte integrante de una nación que debe ser soberana), lo más ideal son los dos tercios, que es una mayoría clara, y una participación mínima de tres cuartos de los electores. ¿Una elección con el 50% afirmativo sobre un 50% de electores sería aceptable para este caso? Significaría que el 25% está de acuerdo, pero el 75% restante no se pronuncia por diversas razones. Una de las muchas razones por las que la gente vota menos es el cansancio de la lucha partidista por problemas de identidad y no por los problemas reales: no se participa más en la farsa política.

Los que más están en contra de las consultas no ven que lo que están haciendo es coartar la libertad de expresión de los ciudadanos, de esos individuos integrantes de la nación que dicen que es única e indivisible. Si es así esa nación permanecerá igual. La derrota del nacionalismo y sus mentiras pasa por su derrota a manos de los ciudadanos en esas consultas. Una vez derrotados, es de recibo que se pongan a gobernar de verdad y dejen sus mentiras a un lado.
Y por último, esa derrota serviría para construir la idea de nación que se quiere, una nación unida por la libre voluntad de sus individuos.

miércoles, 15 de octubre de 2008

El NDP sube


Canadá ha celebrado elecciones generales, dos años y medio después de que el Partido Conservador arrebatara el gobierno a los liberales tras 13 años de gobiernos. Los conservadores han vuelto a ganar, con 143 escaños sobre los 124 anteriores, los liberales han pasado de 103 a 76, el Bloque Quebequés ha perdido uno y se queda en 50, y el Nuevo Partido Democrático, la socialdemocracia canadiense, mejora sus resultados con el 18,2% de los votos y 8 diputados más, hasta 37.

Es curioso la pervivencia en Canadá del sistema británico de partidos anteriores a los años veinte, cuando el laborismo superó en votos a los liberales y los relegó a tercer partido. En Canadá ha existido, desde su independencia dentro de la Commonwealth británica, una alternancia conservadores-liberales, y un tercer partido socialista ha oscilado siempre entre un 6-20% de los votos. A pesar de todo, el NDP se ha consolidado como gran fuerza a la izquierda del espectro político, y el Bloque Quebequés continúa un pequeño declive, desde que en 2004 alcanzara 54 diputados y el 48% del voto quebequés, hasta ahora con 50 diputados y el 38% del mismo voto. Hay que recordar que en Quebec el Partido Quebequés, soberanista, quedó como tercer partido frente los liberales federalistas y a los conservadores, así que parece que la pretensión de independencia de Quebec tendrá que esperar mucho más.
"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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En nuestros conflictos políticos, la República tiene que ser una solución de término medio, transaccional y la válvula de seguridad contra sus desaciertos es el sufragio universal. Lo que se pierde en unas elecciones, puede recuperarse en otras. Nada duradero se funda sobre la desesperación y la violencia. La República no puede fundarse sobre ningún extremismo. Por el solo hecho de ser extremismo, tendría en contra a las cuatro quintas partes del país.

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