Honduras camina hacia la dictadura. Una dictadura sin salida. Los propios golpistas saben que su situación, tanto nacional como internacional, es precaria. Pero no quieren dar marcha atrás, aunque sería el acto más lógico. El golpe de Estado habría triunfado si hubiese obtenido el apoyo, directo o silencioso, de la mayoría de la población, y los Gobiernos internacionales no hubiesen puesto demasiadas quejas. Pero Honduras no es un país africano o asiático, donde esta vulneración de los derechos humanos e intereses económicos están a la orden del día. Para Estados Unidos ya no es de especial interés jugar a la baza de la desestabilización latinoamericana. Venezuela está allí como líder espiritual de los Gobiernos y movimientos de izquierda indígena y revolucionaria de América Latina. Colombia es su contrapeso, tanto ideológico como militar. Esta vez, el amigo americano no vendrá a proteger los intereses de las oligarquías latinoamericanas.
Conscientes de ello, los golpistas se encuentras aislados. El único camino, lejos de la renuncia y de la vuelta al orden constitucional, es una huida hacia delante, pasando por encima de los derechos civiles como la libertad personal, libertad de expresión, libertad de asociación y de unión, libre circulación y los derechos de los detenidos, además de cerrar medios de comunicación hostiles al golpe, como Radio Globo y el Canal 36. Se ha declarado el estado de sitio “para preservar la paz”. Así es como mueren las libertades, en nombre de una mentira. Además, el estado de sitio durará durante toda la campaña electoral, planificada desde antes del golpe de Estado.
Está muy claro que los golpistas desean legitimarse por la vía electoral para lograr el fin de la hostilidad internacional. Pero una votación ilegal no puede legitimar un Gobierno. El escándalo levantado ante este atropello ha levantado el miedo entre las filas del Congreso Nacional de Honduras, y el golpista Micheletti ha tenido que dar marcha atrás, aunque, de momento, los medios de comunicación censurados siguen cerrados.
¿Cuál es la solución a la situación hondureña? ¿La vuelta de Zelaya? ¿La intervención de la ONU, sea esta en forma diplomática o militar? Las elecciones previstas no están suspendidas pero, ¿se podrán presentar todos los candidatos? Las elecciones, si se acaban reconociendo serían, bien la posibilidad de arreglo constitucional a la crisis política, bien la legitimación de facto de los sucesos posteriores al 28 de junio, día del golpe de Estado, aunque el resultado fuese contrario a los deseados por los golpistas y totalmente limpio y transparente.
Cuando en el año 44 antes de nuestra era fue asesinado Julio César, cesaristas y magnicidas llegaron a un acuerdo de amnistía para no volver a la guerra civil. El acuerdo fue efímero y Octavio y Marco Antonio vengaron la muerte del dictador. Entonces, ¿amnistía como garantía de vuelta al orden constitucional y alejar el miedo a una guerra civil? Los poderes fácticos que están detrás del golpe, ejército y oligarquía, no habrán desaparecido y seguirán siendo los mismos mandos y élites.
La renuncia de todos los mandos involucrados en el Golpe, la formación de un Gobierno de reconciliación nacional y nuevas elecciones presidenciales y legislativas que renueven los órganos de poder, es una idea deseable aunque hipotética, si ambas partes no renuncian a sus pretensiones. ¿Alguna de estas partes piensa realmente en las necesidades de los hondureños, más que perpetuarse en el poder? Tampoco la comunidad internacional debe permanecer impasible, ceñida únicamente al no reconocimiento del Gobierno golpista. Su no acción ha ayudado más a la muerte de la libertad que todos los golpes de Estado de la Historia.