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martes, 25 de septiembre de 2012

La Comunidad de Madrid o aguirrismo sin Aguirre


Mientras escribo estas líneas contemplo en la pequeña pantalla -sintonizado el canal de propaganda, antes servicio público, llamado Telemadrid- la investidura de Ignacio González como nuevo presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid.

Es muy cierto que la dimisión de Esperanza Aguirre ha pillado a todos, incluso a sus más próximos, con sorpresa. Una semana antes, en el debate del estado de la región, Aguirre parecía mostrar ganas de seguir gobernando como siempre lo ha hecho: para beneficio de unos pocos, con la desazón de unos muchos y con el asentimiento silencioso y vergonzante de otros muchos más, tal es la desgracia de la Comunidad de Madrid. Sin duda, no conoceremos las causas reales de su dimisión hasta dentro de mucho, lejos de los bulos lanzados que, de ser reales, no los considero suficientes para que esta "dama de hierro" a la madrileña de un portazo no solo a Mariano Rajoy sino a su coto de influencia política. Me aventuro a imaginar que las razones son más económicas y de cara a la historia: la continua degradación económica de España y de Madrid no pueden empañar el aura de "liberal exitosa" de Esperanza Aguirre que sí ensució, entre otras cosas, el recuerdo de su referente británico, Margaret Thatcher.

No notaremos mucho la diferencia en el gobierno del día a día y a largo plazo, porque lo que se va a ensayar es un aguirrismo sin Esperanza Aguirre, es decir: el mantenimiento de los regalos fiscales a los más ricos; el desmantelamiento del Estado de bienestar a cargo de la Comunidad (sanidad, educación, dependencia y transporte público, principalmente), troceado y regalado a los grupos económicos e ideológicos afines; el uso del nacionalismo español y centralista como herramienta política que complementa y retroalimenta al nacionalismo periférico. 

El modelo económico basado en la construcción y recalificación de suelo público, llenando los bolsillos de algunos ricos de dinero gracias a lo que era propiedad y derecho de todos, y también los bolsillos de algunos cargos públicos de comisiones y regalos por los "servicios prestados", ha terminado porque la coyuntura obliga a ello. Pero eso no pone punto final al proyecto de enriquecimiento del neoliberalismo -o neoconservadurismo para otros- que representa la clientela política de Esperanza Aguirre, enriquecimiento para unos pocos y deterioro de los servicios públicos y las condiciones laborales para la inmensa mayoría, ahora con la mirada cambiada del ladrillo al casino, campo en el que el beneficio para la sociedad es limitado y discutible. Lo que no es discutible es que será el negocio para un grupo muy pequeño y la desesperación para la mayoría: esa es la base del neoliberalismo y, con esos mismos parámetros, de momento está teniendo éxito, para desgracia de la mayoría. Otro ejemplo es el credo liberal de que bajar los impuestos beneficia a la mayoría de la población, lo que no es verdad: los más ricos se han beneficiado de esas bajadas y los más humildes, trabajadores y clase media, la han sufrido porque la han compensado con la subida de las precios de las tasas, universitarias y de transporte: está claro que alguien con ingresos elevados no sufre igual que alguien con menos que una matrícula suba de 1.000 a 3.000 euros -y si no, tiene la universidad privada, donde le regalarán el título mientras pague religiosamente-; está claro que alguien con ingresos elevados no sufre igual que alguien con menos que el precio del billete del transporte público suba de forma brutal desde que gobierna Aguirre - subida que no se corresponde con el nivel de vida y menos en un momento de elevado paro-, simplemente porque ese ciudadano de ingresos elevados usa mucho menos el metro y el autobús que las clases medias y trabajadoras. El liberalismo aguirriano, como vemos, solo beneficia a una selecta minoría con la aquiesciencia de la mayoría.

Ignacio González no goza ni del carisma ni la influencia que posee Esperanza Aguirre. Tampoco de su fortaleza política. Es muy seguro que, al menos en sus primeros momentos de gobierno, la influencia de Aguirre sobre el quehacer del nuevo gobierno de González será de una sombra muy alargada -el "efecto" de que Esperanza Aguirre llegue a la Asamblea de Madrid conduciendo su propio coche pero llevando de copiloto a Ignacio González ya es bastante esclarecedor-. Pero, fuera de la Comunidad de Madrid, no corren buenos tiempos para los afines a Esperanza Aguirre: pesa el pulso que Aguirre pareció lanzar a Rajoy en 2008 y el protagonismo desmedido que, si bien proporciona una buena distracción frente a la crisis -fútbol, nacionalismo, "meteduras de pata"- en otras ocasiones puede ser embarazoso, como presuponer que el gobierno nacional cambiará las leyes laborales y antitabaco al gusto de Aguirre y Adelson, en una total intención de invasión de competencias o marcar el camino a otros. Ignacio González tendrá que intentar acercarse a Rajoy para garantizar su lugar en el seno del Partido Popular o confiar en lo que disponga su referencia, Esperanza Aguirre.

Las mayorías absolutas de Esperanza Aguirre se han basado en la construcción de una imagen pública de cercanía, campechanía con el ciudadano madrileño medio, así como en la publicidad que sin descanso ha vendido una idea de eficacia en la Comunidad de Madrid y de trabajo por el bienestar, cuestiones lejos de la realidad y, aunque fácilmente cuantificables, han generado un mito instalado en el imaginario colectivo de los madrileños que es difícil romper. En buena parte el capital político del Partido Popular madrileño se ha basado en ello y en la explotación de su figura pública. 

Sin Esperanza Aguirre, es posible imaginar un escenario más abierto para la competencia de otros partidos y en la configuración de un mensaje alternativo que perdió su oportunidad en 2003. No obstante, el escenario político ha cambiado y ya no hay una oposición clara y más o menos homogénea al neoliberalismo y al conservadurismo del Partido Popular madrileño. A la opción clara del centro izquierda representado en el PSM y apoyado por una IU que se instalaba en la colaboración de las fuerzas de izquierda y en la participación en los gobiernos como método de influencia y demostración de su capacidad de gestión se ha pasado a una oposición muy dividida y aislada. Por un lado, un PSM muy debilitado e inmerso en sus luchas internas aún ocupa el liderazgo de la oposición, pero sin un mensaje alternativo claro -más allá de una defensa del Estado de bienestar, del sector público sin romper el mensaje conservador de que "sector público" se relaciona con "poder sindical" y que todo ello, en conjunto, es malo y perjudicial para el madrileño (sería paradójico, pero la mayoría de la ciudadanía en Madrid se lo cree)- y no tiene al lado aliados potenciales más que interesados. IU juega a la carta de la representación de la "única y verdadera izquierda" pero no goza de la impresión de saber poder gobernar para el conjunto de la ciudadanía, también inmersa cada pocos años en luchas intestinas de reconfiguración del poder entre los sectores del Partido Comunista y la izquierda más abierta. UPyD, la nueva fuerza parlamentaria en Madrid, bascula entre el apoyo casi gratuito al PP madrileño -Getafe, Alcalá de Henares- y la reivindicación de mensajes regeneradores muy interesantes pero más retóricos que cargados de otras cuestiones, como demostrar que pueden ser un partido para gobernar más que un partido para protestar, como le pasa a Izquierda Unida.

Es de esperar que el cambio de Esperanza Aguirre a Ignacio González sea una oportunidad que aproveche la izquierda política de Madrid para configurar un programa alternativo y reconstruya los lazos perdidos con la sociedad y los medios de opinión pública como paso necesario para la cohesión y la construcción de una nueva mayoría. En democracia, la alternancia es sana pero también la existencia de una potencial alternancia.

domingo, 23 de septiembre de 2012

El Partido y los intelectuales

Os enlazo en esta entrada un artículo que he realizado como colaboración en el blog Cafeteoría, una reflexión desde una perspectiva gramsciana del papel del Partido en la sociedad como guía del bloque que debe conquistar la hegemonía y su relación con los intelectuales, que son los que deben dar cohesión ideológica al movimiento, teniendo como base la situación actual, de hegemonía del discurso neoliberal y, en España, de una crisis política que tiene diferentes facetas, una de las cuales es el movimiento del 15 M, como posible cantera de la nueva intelectualidad joven y su dificultad y rebeldía para integrarse dentro de las estructuras políticas existentes.

Que lo disfrutéis, así como os recomiendo seguir con detalle todo lo publicado en Cafeteoría.

miércoles, 18 de abril de 2012

La nación como proyecto político: Argentina y España


Nunca me he sentido cómodo hablando de mí mismo y, por eso, me va a resultar tan incómodo hacerme una reseña de mí mismo, aunque accedí por petición externa. Vamos a intentarlo.

La nación fue creada por el nacionalismo. No al revés. Las naciones no son entes abstractos inmemoriales como algunos contemporáneos quieren creer. La nación se creó al calor de las revoluciones burguesas y los fundamentos ideológicos de la Ilustración. Declaraciones como la de independencia de Estados Unidos o la de derechos del hombre y del ciudadano de la Francia revolucionaria fueron el punto de partida del concepto de nación. La burguesía declaraba su independencia y se arrogaba para sí la representación de la nación, una comunidad política que enterraba al súbdito y daba nacimiento al ciudadano. La nación era, y es, el proyecto político del nuevo grupo dirigente de la sociedad.

En el solar del Imperio español, la invasión napoleónica de la metrópoli provocó un vacío de poder. El orden tradicional del Antiguo Régimen dio paso, sin muchos sobresaltos, a procesos políticos en la península y las colonias que alumbraron, lentamente y con ciertas dificultades, en nuevos regímenes liberales y democráticos.

En mi trabajo, me preocupo por realizar una vista a los procesos políticos que arrancan con las declaraciones de autonomía e independencia de una de las colonias españolas, el Río de la Plata, actual República Argentina, y la promulgación de la Constitución de Cádiz, que este año vive su Bicentenario. Con el repaso de los estudios de ciertos autores, declaraciones y constituciones de la época, me propongo demostrar el carácter de la nación como proyecto político de las élites dirigentes de los dos países.

Obviamente, los procesos de Argentina y España son de muy distinta naturaleza. El proceso, no obstante, es convergente, en el sentido de que los dos países han tenido una larga trayectoria, llena de altibajos, donde han basculado el liberalismo clásico a la democracia, pasando por largos períodos autoritarios. En ese sentido, el proceso ha sido dinámico: la interacción de las élites dirigentes con nuevos grupos sociales, cómo se fueron resolviendo y cómo se reelaboró el discurso acerca de la nación y sus integrantes. Del la "civilización y barbarie" de Argentina, a la "criollización" de los nuevos grupos sociales inmigrantes; en España, la discusión fundamental ha sido acerca del "fracaso" de la construcción del Estado nacional y las causas del surgimiento del nacionalismo periférico (debilidad o excesiva centralización estatal). Las lecturas son muchas. Que el lector escoja cuidadosamente.

Documentos de trabajo, nº 37, abril de 2012, Instituto de Estudios Latinoamericanos (IELAT)
Bouzas Herrera, Javier: "Una aproximación a la creación de la nación como proyecto político en Argentina y España en los siglos XIX y XX. Un estudio comparativo"

sábado, 24 de marzo de 2012

Ante las elecciones asturianas y andaluzas


El domingo los andaluces y los asturianos están llamados a renovar sus respectivos parlamentos autonómicos. Estas dos elecciones autonómicas, tras las generales del 20-N, suponen una primera valoración de parte de la ciudadanía española bajo la hégida de un gobierno conservador embarcado en una contrarreforma sistemática del Estado de bienestar, auspiciado por los vientos neoliberales que circulan por la mayoría de gobiernos europeos.

Los andaluces acuden a una convocatoria ordinaria, marcada por el desgaste del PSOE andaluz tras treinta años de gobierno, al que se une el desgaste que sufre el PSOE nacional por su parte de la gestión de la situación económica y laboral. A todo ello se une también los escándalos de corrupción de los ERE, mina de oro para la prensa conservadora -que los ha destacado incluso por encima de otros de otras afinidades políticas, como el Gürtel o el caso Palma Arena-, unida ante la muy cercana posibilidad de acabar con la hegemonía del PSOE en Andalucía.

En democracia, los excesos nunca son buenos. En Suecia, los socialdemócratas han gobernado en la mayoría de los últimos setenta años, sin perjuicio de su excelente salud democrática, y han perdido el poder cuando no han sabido responder correctamente a los problemas de la ciudadanía, y se mantienen en la oposición por no saber ofrecer una alternativa atractiva. En España, ojalá hubiera funcionado algo parecido de este modo. Con frecuencia, en España los gobiernos prolongados de un solo partido han ido unidos a un impresionante despliegue de corrupción, clientelismo y despilfarro. Independientemente de qué partidos sean. Ha ocurrido en Cataluña, ocurre en Valencia y ocurre también en Andalucía. En este sentido, es cierto que el PSOE andaluz ha generado unas prácticas nada sanas para una democracia seria, inexcusables y penosas. Por cierto que parece que existen dos tipos de corrupción que son castigadas de forma distinta por la ciudadanía: una más visible, que es el robo de dinero público; otra más comprensible, que es el tráfico de influencias, aunque también haya malversación de fondos públicos. También temo que distintas partes de nuestra sociedad se enfrentan a la corrupción de distinta forma: los más progresistas tienden a castigar sin compasión a su partido de referencia, y es bueno que así sea; pero los de tendencia conservadora tienden a comprender y premiar a los suyos, y esto sí que es alarmante. No olvidemos que la política refleja la sociedad donde se desarrolla. A lo mejor hay que debatir seriamente sobre la calidad de nuestra sociedad.

Pese a la clara afinidad ideológica, las prácticas del PSOE andaluz no hacen sino apenarme por la situación, porque actos así merecen el castigo ciudadano, que seguramente tendrá, pero que la perspectiva de la oposición mayoritaria como minoritaria no hace sino agravar. Porque el recambio democrático, con mayoría absoluta o sin ella, no va a suponer sino un quítate tú para ponerme yo, o peor, un nuevo puntal para el neoconservadurismo que nos gobierna para seguir desmantelando sin compasión ni oposición el Estado de bienestar. Y aún mucho peor, que es la gran concentración de poder nacional, autonómico y local que goza y va a seguir gozando el Partido Popular, con los peligros que entraña siempre toda concentración del poder en manos de un solo partido. No puedo sino desear la victoria de la izquierda que representa el PSOE, pero un PSOE renovado, limpio y reconciliado con los ciudadanos. Si eso no puede ser ahora, quizás unos años de oposición no le vengan mal. La desgracia para los andaluces será eso, que ellos mismos pueden acabar con una mala situación para empezar otra peor. ¡Ah, si un pacto con IU resolviera la situación! Imposible cuando están embarcados en una lucha sistemática por la desunión de la izquierda y elevan a práctica política una inquina contra los socialistas que tiene mucho de los males unidos al sentimiento de inferioridad. Ninguna solución ni postura es fácil, y esta no se escapa a esa lógica: se me hace difícil pensar que el domingo los andaluces resuelvan realmente sus problemas.

En Asturias, las condiciones son distintas. En primer lugar, estas elecciones son una repetición de las del año pasado, una demostración del fracaso de mayo de 2011, que acaban repentinamente con la legislatura pero van a dar paso a una legislatura breve, hasta mayo de 2015. El nuevo gobierno que salga de las urnas, si es estable, tendrá menos tiempo para arreglar la situación económica que vive el Principado. Los asturianos coinciden, en gran mayoría, en atribuir la responsabilidad del desgobierno al Foro de Álvarez-Cascos y al PP, que pese a contar con mayoría de las derechas en el parlamento autonómico, sus rencillas les han impedido llegar a acuerdos estables, como sería lo lógico dadas sus grandes coincidencias ideológicas. Las diferencias son personales; el PP no perdona a Cascos su fuga para colmar su ambición por presidir Asturias y Cascos ha demostrado que no sabe el funcionamiento de un sistema parlamentario: si no tienes mayoría hay que llegar a pactos. Él no ha sabido llegar a pactos, pues él demuestra que no sabe gobernar en nuestro sistema democrático.

Ante el desgobierno de la derecha, se debería abrir una esperanza para la izquierda, expulsada del poder en mayo de 2011. En Asturias, PSOE e IU sí han gobernado juntos y la estabilidad, más o menos, ha funcionado. Por ello, estas nuevas elecciones serían idóneas para iniciar la recuperación de los socialistas que, si no ganaran en Asturias y Andalucía, se verían fuera de todos los gobiernos autonómicos, menos Euskadi, y en Canarias y Navarra, donde participan como socios menores. Asturias necesita ser una nueva Covadonga donde los socialistas tuvieran su referencia para recuperarse en la oposición a nivel nacional y en el resto de autonomías y frenar la dañina concentración de poder en manos de la derecha.

A diferencia de Andalucía, donde se tiene más presente la necesidad de cambio político, el freno a la corrupción última de los ERE y la situación económica, en Asturias la economía ha pasado a segundo plano, en beneficio de la búsqueda de la estabilidad. El CIS parecía dar un poco de esperanza a los socialistas, en tanto que ellos no son vistos como culpables del bloqueo político que ha sufrido la región en 2011 y generan más simpatía que los partidos de la derecha asturiana. Lo paradójico es que unas elecciones donde prima la búsqueda de la estabilidad puedan dar lugar, si las encuestas se acercan al resultado que conoceremos el domingo, a una asamblea con más fragmentación política. Los socialistas volverían a ganar por votos, y ahora por escaños, las nuevas elecciones, pero PP y Foro podrían tener mayoría absoluta o acercarse más a ella que los partidos de izquierda. Si UPyD consigue entrar en la asamblea tendría la llave del gobierno, pudiendo optar entre un bloque Foro-PP, si llegasen a un acuerdo, o a una alianza PSOE-IU, si estos también acercan posturas. En cualquier caso, las elecciones serán muy reñidas y habrá muchas esperanzas en juego. Personalmente, no me gustan las posturas de UPyD como tampoco las de IU, renuentes a entrar en gobiernos. IU por una inmediata estrategia de desgastar todo lo posible a los socialistas, aun provocando la entrega del poder a la derecha. UPyD por su hipócrita crítica hacia el comportamiento de los partidos nacionalistas como partidos bisagra, cuando lo que quiere hacer en Andalucía y Asturias es exactamente lo mismo: condicionar gobiernos sin mojarse en la gestión del poder. Si no hay mayorías absolutas, el poder debe compartirse todo lo posible, con mayorías estables y con la implicación de todos los partidos que sostengan dichas mayorías.

Si el PSOE puede gobernar en Andalucía o Asturias, y no tiene mayoría absoluta, debe hacer todo lo posible por integrar a otros partidos en el ejercicio de gobierno. En Andalucía, por supuesto, debería hacer todos los esfuerzos posibles por renovarse y purificarse. En Asturias, IU ve la posibilidad de que la izquierda acaricie la vuelta al poder y, en ocasiones, habla de la posibilidad de entrar en el gobierno. La política no debería ser, o no es solo, una lucha por el poder, sino por saber negociarlo y compartirlo. Quizás la sociedad española no esté muy sana democráticamente, pero los partidos y sus líderes, si tienen sentido de Estado, deberían tener en cuenta que ellos deben dar ejemplo.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Elecciones generales en Canadá: la definitiva victoria conservadora y el sorpasso socialdemócrata

Canadá ha dado fin a un largo período de siete años sin mayoría absoluta de un partido. Sin duda, para Stephen Harper, primer ministro conservador de Canadá desde 2006, las elecciones le han dado su gran victoria, mucho más que llegar a ser el primer partido canadiense tras la larga hegemonía liberal: la ansiada mayoría absoluta que le libera del bloqueo opositor que ha sufrido en el Parlamento durante estos cinco años.

Stephen Harper, primer ministro conservador de Canadá

El sistema electoral del "first-past-the-post"
ha jugado un importante papel en el resultado electoral, permitiendo la mayoría absoluta a un partido conservador que durante cinco años ha sumado un discreto aumento electoral (del 36,3% de 2006, 37,6% de 2008 hasta el actual 39,6%). Pese a que Duverger ya dictaminó que los sistemas electorales determinan los sistemas de partido, y si a un sistema mayoritario le corresponde un sistema bipartidista, esto es una verdad a medias. Con cien años de retraso, la que fuera colonia británica sigue los pasos de su antigua metrópoli, pulverizando al Partido Liberal y consagrando el ascenso del socialdemócrata Nuevo Partido Democrático, NDP.

Jack Layton, líder de los socialdemócratas del NDP

Bajo el liderazgo de su líder Jack Layton, los socialdemócratas
han doblado sus votos del 15,7% de 2004 al 30,6% actual. Si los conservadores ganan hoy, los socialdemócratas se preparan para el mañana, si el resultado no es circunstancial y consiguen consolidar el espléndido crecimiento. Es el partido que más crece, y lo hace a costa de sus competidores en el centro izquierda: liberales, verdes y nacionalistas quebequeses.

Los liberales, que durante la mayor parte del siglo XX fueron el partido hegemónico de Canadá, han visto cómo en siete años han pasado de primera a tercera fuerza política del país, perdidos sus bastiones del Quebec por el nacionalismo y posteriormente los urbanos angloparlantes por la socialdemocracia. De tan gran magnitud ha sido su derrota que incluso su líder, Michael Ignatieff, ha perdido el escaño. El Partido Verde, pese a la bajada de votos, consigue un éxito parcial al poder llevar un representante propio al Parlamento por primera vez.

El nacionalismo quebequés en búsqueda de un Estado propio. En todas las elecciones a las que ha concurrido el Bloque Quebequés desde 1993 ha captado entre el 49 y el 38% del voto en Quebec, ocupando la mayoría de los 75 escaños de la región francófona. Conocidas son los diversos referendos por la independencia, que siempre han captado la atención de nacionalismos que ansían sus objetivos políticos por las vías democráticas. Esta vez los nacionalistas extranjeros no han mencionado el resultado electoral del BQ. ha sido un ejemplo para otros movimientos nacionalistas.

El Bloque Quebequés ha sido arrollado por los socialdemócratas
de una forma brutal: un partido como el NDP que en Quebec recogía el 12% de los votos ha visto de repente aumentado su número de votos hasta el 43%, con 58 escaños, más de la mitad del nuevo grupo parlamentario democráta en los Comunes. Por el contrario el BQ queda relegado al 23% de los votos y apenas 4 diputados y, al igual que el líder liberal, el líder nacionalista Gilles Duceppe se ha quedado sin escaño.

¿Qué podemos sacar como conclusiones de las elecciones canadienses? El sorpasso, el cambio de fuerzas dentro de la izquierda es, junto con la mayoría absoluta conservadora, lo más relevante. Por supuesto, que esta situación se consolide o cambie dependerá de la evolución futura. Es muy recomendable leer los análisis en el número de Vanguardia Dossier de enero/marzo dedicado a Canadá. Podemos extraer que el hundimiento del nacionalismo quebequés no es su fin, sino la respuesta al bloqueo político del BQ en el parlamento federal, que curiosamente no ha ido a favor ni de conservadores ni de liberales en Quebec (ambos pierden votos quebequeses), sino del NDP.

No es el fin, repito, del nacionalismo, pero sí es un gran traspiés impuesto por la ciudadanía que contendrá, hasta nueva orden, las demandas de nuevos referendos y de reformas en las relaciones entre el Estado federal y las provincias, cuestiones que la ciudadanía ha considerado irrelevantes frente a temas más serios como la crisis económica, el medio ambiente, el trabajo o el futuro del Estado del bienestar, temas donde conservadores y socialdemócratas han conseguido atraer, cada uno desde una óptica distinta, al electorado.

Es, sin duda, envidiable la capacidad del electorado canadiense por no aferrarse férreamente a sus partidos. En los noventa destrozaron al viejo Partido Conservador Progresista, en los 2000 hundieron a los liberales y en la década de 2010 han encumbrado al NDP sobre los derrotados liberales y nacionalistas para dirigir la oposición a los conservadores. Deberíamos tomar nota en otras latitudes para buscar un sistema con partidos más democráticos y sujetos a los cambios de opinión de la ciudadanía.

No hay que olvidar que el resultado electoral, para el progresismo, no es el más óptimo debido a la victoria conservadora. Harper, en la estela del neoliberalismo que no quiere aprender la lección de la crisis económica, quiere proseguir su política de bajada de impuestos a las clases ricas y a las empresas, con la consiguiente merma del Estado de bienestar. He aquí la razón del éxito del NDP en la izquierda, la de un partido socialdemócrata centrado en la profundización del bienestar, los derechos de los trabajadores (cosas tan relevantes como incrementar el salario mínimo, los transportes públicos y la mejora de la sanidad y de la asistencia social) y de las minorías sociales, con un largo etcétera que no es momento de detallar.

"O Canada!..."

miércoles, 2 de marzo de 2011

Elecciones irlandesas de 2011: entre la "revolución democrática" y las raíces de la historia actual irlandesa

Resultados:
Las elecciones generales de la república de Irlanda han sido, en palabras del líder del democristiano Fine Gael, una "revolución democrática". En efecto, sin poder presuponer que estas elecciones inauguran un nuevo ciclo electoral en Irlanda, el período del Fianna Fáil como partido hegemónico ha terminado.

Fine Gael y Fianna Fáil son dos viejos adversarios políticos desde la independencia de Irlanda. Teniendo ambos su nacimiento en la división del primitivo Sinn Féin entre partidarios y detractores del Tratado Anglo-Irlandés, los primeros aceptaron la independencia de Irlanda como Estado libre ligado al imperio británico. Ello les enfrentó en una guerra civil con los republicanos intransigentes, la facción de Eamon de Valera. La victoria de los pro-tratado, organizados como partido Cumann na nGaedheal, les dio el poder hasta inicios de los años treinta, cuando el Fianna Fáil, el partido republicano de De Valera, ganó las elecciones de 1932. A partir de ese año, y hasta las elecciones de 2007, el FF se convirtió en el partido hegemónico de Irlanda, con porcentajes de voto situados entre el 39 y el 50%, controlando el gobierno durante 67 de esos 79 años.

En las elecciones del pasado 25 de febrero, los resultados del FF no tienen precedentes: 17% de votos frente al 41% y 20 por los anteriores 77. Aun cuando en el período electoral concluido no estaba en el poder, el FF no bajó del 40% de los votos ni de la condición de primer o segundo partido. Ahora, no sólo ha sido sobrepasado por su eterno rival, el FG, sino por el tercer partido clásico del sistema irlandés, los laboristas.

Sin ninguna duda, estas elecciones han sido un verdadero castigo para el partido dominante por la gestión de la crisis económica, la necesidad del rescate por la Unión Europea y las draconianas medidas de recorte en el gasto estatal. El tigre celta se ha comido al padre (el liberal Irish Times tituló uno de sus artículos "Un electorado enojado votó con frialdad por liquidar al Fianna Fáil"), aunque es muy pronto para proclamar el fin de las lealtades clientelares o la conversión del Partido Laborista en segundo partido del país.

En todas las elecciones todos los partidos se proclaman vencedores. Menos en el caso del FF y del Partido Verde, derrotados en todos los niveles (los ecologistas han quedado fuera del parlamento), el resto del arco parlamentario tiene motivos para alegrase: el Fine Gael vuelve al liderazgo del gobierno tras 14 años de oposición, con Enda Kenny y se mantiene dentro de su media de apoyo electoral; el Partido Laborista pasa a ser segunda fuerza y a potencial socio de coalición del nuevo gobierno; los candidatos independientes, sin filiación política o agrupados en el cartel electoral de New Vision, también han aumentado, siendo otra posible fuente de apoyos para el Fine Gael en caso de que los laboristas no entren en el gobierno; el Sinn Féin de Gerry Adams engrosa su grupo parlamentario sumando 10 a sus escasos 4 diputados anteriores, saliendo del crecimiento moderado que experimentaba desde que se presentó a inicios de los años 80, con resultados mediocres; también vuelve a entrar la izquierda más obrerista, unida bajo el cartel electoral de la United Left, agrupando a pequeños partidos de izquierda: el Partido Socialista, el Grupo de Acción de Trabajadores y Desempleados y la Alianza de las personas antes que el lucro, con 5 escaños.

Los buenos resultados de la izquierda unida y del Sinn Féin, junto a los de los laboristas, permiten decir que un tercio de los electores han acudido a opciones de izquierda ante la crisis. Que estas condiciones se mantengan, dependerán de muchos factores: que estos resultados no sean circunstanciales, el papel que juegue el Sinn Féin en las instituciones de las dos partes de la isla y la posición que adopte el Partido Laborista, tanto si entra en el gobierno -exigiendo la renegociación del rescate por la UE y de las instituciones financieras internacionales además del mantenimiento de prestaciones sociales o del impulso de reformas económicas y fiscales- como si permanece en la oposición, por diferencias con el Fine Gael en la forma de resolución de la crisis o por encabezar la oposición y una posible apuesta como potencial partido de alternancia para liderar el ejecutivo. Pero esto es sólo una hipótesis.

¿Cuál es la diferencia sustancial entre el Fine Gael y el Fianna Fáil? Todos los diarios no irlandeses coinciden en etiquetarlos como partidos de centro derecha: el FG situado en el espectro democristiano y el FF en el liberal. La realidad es muy complicada: ambos partidos han desarrollado tanto políticas neoliberales a su paso por el gobierno como políticas socialdemócratas (sobre todo cuando han gobernando en coalición con los laboristas), sin poder etiquetar a uno más a la izquierda o a la derecha que el otro. El FG es miembro del Partido Popular Europeo, el FF, del Partido Liberal Europeo (pero anteriormente del grupo euroescéptico Unión por la Europa de las Naciones), lo que supondría pensar que el FF pasó de la derecha del FG a su izquierda.

Las diferencias, como he dicho antes, vienen desde la independencia, por rivalidad, más que por grandes diferencias ideológicas; con ello también se explica la escasa movilidad del voto y la existencia de fuertes baluartes rurales de los dos partidos. La situación puede cambiar en el mundo urbano: en Dublín, de 47 diputados, los laboristas han conseguido 18 por 17 del FG y sólo 1 del FF, repartidos el resto entre independientes, Sinn Féin y la izquierda. Estas elecciones han derribado el poder rural del Fianna Fáil.


Hay quienes se preguntan, yo incluido, si un voto de castigo de tal envergadura puede reproducirse en el caso español. Obviamente, hay que considerar que España no es Irlanda: no estamos en las mismas condiciones económicas que Irlanda pero tampoco con mejores expectativas, el desempleo en España es mucho más elevado, la banca no estaba tan expuesta al riesgo como la irlandesa y la existencia del empleo sumergido paliaba la situación. Eso como diferencias socio-económicas. En lo político, el sistema electoral y el de partidos impiden el caso irlandés: el voto español está más concentrado en dos grandes partidos -cada uno es la inetivable alternativa al otro- y la ley electoral aplicada en España, con provincias poco pobladas, conlleva un sistema mayoritario donde sólo los partidos de fuerte implantación estatal y/o regional pueden competir con éxito.

En Irlanda, el sistema del voto transferible con distritos de 3 a 5 escaños, a diferencia de España, permite no sólo una proporción votos/escaños aceptable, sino también la existencia de más opciones políticas estatales y la posibilidad de castigar a los candidatos no deseados mediante una sencilla combinación de preferencias en el voto.

En consecuencia, en España el descontento con la actuación del gobierno Zapatero es muy grande, pero también lo es con la oposición conservadora. Esto ha llevado a considerar a la clase política como el tercer problema del país, a tener una muy poca confianza en el gobierno y también en su recambio político. Unido a la imposibilidad de los partidos menores, como veremos abajo, de ser alternativas a los grandes partidos, la respuesta más lógica a la desconfianza hacia el PSOE y al PP puede ser una elevada abstención.

Terceras opciones -IU, UPyD, nuevas formaciones como Equo, y descartados los regionalistas/nacionalistas por su misma naturaleza- son devastadas por el "voto útil", con la única opción de arañar parte del pastel dando sus votos en momentos de ausencia de mayorías absolutas. Cada país tiene una cultura política determinada; la española evidencia una ausencia de cultura de coalición gubernamental a nivel nacional, con la añadidura de la mala experiencia a nivel regional y local.

En una visión más europea, la evolución de la crisis económica va dando diferentes respuestas ciudadanas: en Grecia, la crisis tumbó un gobierno conservador encumbrando uno nuevo socialista, que fue el que tuvo que hacer las reformas más drásticas; en Hungría, la falta de respuestas del ejecutivo llevó al hundimiento del Partido Socialista y una abultada victoria de los conservadores; en Reino Unido, los laboristas dejaron el gobierno y tanto conservadores como liberales obtuvieron muy buenos resultados, tanto que los liberales volvieron a un gobierno de coalición, hecho que no había vuelto a suceder desde los años 30 y los gobiernos de unidad nacional de la II Guerra Mundial; en Alemania, el Partido Liberal ganó una muy buena tercera posición a expensas de democristianos y socialdemócratas.

Uno tras otro, la mayoría de países prácticamente enterraron a la izquierda a mínimos resultados de apoyo. Sin embargo, frente al ansia conservadora por ver destruida a su competencia socialista, no está tan claro. En Alemania, los liberales se hunden en los sondeos y en las elecciones regionales los socialdemócratas recuperan posiciones, dejando a Merkel sin mayoría en el Bundesrat; en el Reino Unido, los laboristas encabezan una renovada oposición con visos de recuperar el gobierno regional de Escocia y los liberaldemócratas encajan el descontento hacia las medidas del gobierno de coalición con Cameron. Como hemos visto, en Irlanda el partido dominante ha dejado de serlo y se han registrado resultados históricos para la izquierda. Puede concluirse que en las democracias sanas, la ineficacia y la falta de alternativas se castigan con severidad.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Irlanda o cuando el tigre deja de rugir


Irlanda se suma a Grecia en la lista de países que necesitan el rescate financiero de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional. La situación se ha ido haciendo cada vez más insoportable para el gobierno irlandés, liderado por Brian Cowen y compuesto por el partido liberal Fianna Fáil y Los Verdes, hasta el punto de que estos últimos abandonan un barco que hace aguas: el Fianna Fáil, partido hegemónico de Irlanda, está por detrás de democristianos y laboristas en los sondeos. Las elecciones están a la vuelta de la esquina (quizás enero de 2011) y se atisba el fin de una era.

Conviene no olvidar que el "tigre celta" merece su apodo por el modo del capitalismo allí empleado. Irlanda era el país más pobre de la Comunidad Económica Europea cuando ingresó en 1973. Hoy, es el segundo más rico tras Luxemburgo. Hay quienes dirían que el ejemplo irlandés es uno de los modelos a seguir para lograr una economía próspera y una sociedad avanzada, combinando de modo ejemplar las políticas económicas más liberales y desregularizadas con una fuerte presencia del catolicismo en la vida de la República.

¿Cómo fue posible? Bajo la larga hegemonía del Fianna Fáil, Irlanda evolucionó del proteccionismo y de la economía agrícola a la liberalización de la economía y la apuesta decidida por una economía abierta, basada en las exportaciones de bienes y servicios (maquinaria, software, farmacéuticas...), unida a una política fiscal tendente a la reducción de impuestos y adelgazamiento del Estado. Los incentivos fiscales en Irlanda (impuesto de sociedades del 12,5%) son muy atractivas para las empresas; algunas muy importantes han hecho de Irlanda su sede mundial. Para una visión más exacta de este relato, merece leer el artículo de Bitdrain en su blog.

Sí, Irlanda, con su política liberal hizo que su economía levantara el vuelo; pero, cual Ícaro, se ha acercado mucho al sol de la crisis mundial y la cera de sus alas se ha derretido. Es el "socialismo para ricos", la doctrina preconizada por el FMI para salvar las grandes entidades financieras de los riesgos que ellos mismos tomaron. En este punto, cabría preguntarse cuál es la justificación racional de un neoliberalismo que defiende la iniciativa privada sin cortapisas, a costa de beneficiar abusivamente a una minoría, pero que carga a las espaldas de la mayoría los riesgos que esta libre iniciativa conlleva, para seguir beneficiando justamente a esa minoría social, económica y política que lidera los designios de cada nación.

Independientemente de las ideologías, el dilema es grave: dejar caer a las entidades financieras para que el mercado se "reajuste" solo, si nos atenemos a la filosofía neoliberal que ha impregnado sus actuaciones en los últimos tiempos, y con ello atenernos a una crisis económica sin precedentes, afectando a toda la economía mundial de modo irreversible; o rescatar las entidades financieras a costa de políticas de gasto público, aumento de la presión fiscal y recortes sociales, un "sacrificio" en toda regla, pero que rompe radicalmente el ideal del laissez-faire pero también el de la justicia social de la socialdemocracia. La alternativa progresista debería haber sido aceptar la salvación de la economía a cambio de la aceptación del fracaso teórico y práctico del neoliberalismo y reconocer la necesidad de que el Estado mantenga un papel vital en el control de la economía.

¿Cómo va a encarar Irlanda su rescate? El ejecutivo irlandés ha pedido un crédito de 80.000 millones de euros, que estará posiblemente al 5% de interés. Además, el gobierno irlandés deberá poner en práctica un plan de recortes: 6.000 millones de euros el año próximo y un total de 15.000 millones para los próximos cuatro años. Los impuestos deberán subirse, los salarios del funcionariado deberán bajar, al igual que el salario mínimo (1.500 euros) y las prestaciones sociales, reestructurar el sistema financiero y a la vez advirtiendo que el 12,5% de impuesto de sociedades no se va a tocar. Hay prestaciones sociales que deben ser revisadas. En Irlanda, y en otros países, las prestaciones sociales han sido más una rémora que una verdadera ayuda. Para ello, lo que dice Bitdrain: "Un país que ya de por sí tiene un derroche social inexplicable, donde hay quienes se dedican a no trabajar porque así pueden parasitar del sistema. Una pareja no casada con dos hijos y sin trabajo puede llegar a poseer una casa pagada por el Estado y unos 30.000 euros anuales. Las grandes corporaciones viven su propia odisea. Hay zonas donde no se paga impuesto de sociedades y en el resto el máximo es tan solo un 12,5 %. Hay un consumo excesivo y de ahí se financia el propio Estado".

El caso irlandés es muy distinto del caso griego. En Grecia, fue el elevado déficit del Estado, la acumulación de la deuda pública y la falsificación de las cuentas públicas de los ejecutivos conservadores (y de los que no pueden salvarse tampoco los ejecutivos socialistas anteriores) los que hicieron asfixiante la situación económica del país heleno, provocaron la caída del ejecutivo de Nueva Democracia y el retorno del PASOK de Papandreu con un drástico plan de recortes económicos. En Irlanda, fue la nacionalización del Anglo Irish Bank, la creación de un "banco malo" y la transferencia del riesgo privado a la administración pública. La caída de la actividad económica llevó consigo la bajada de los ingresos por comercio, en los que se basa la hacienda irlandesa: déficit creciente, paro creciente hasta llegar a un punto en que la situación era insostenible.

Hay, por tanto (y de momento), dos modelos por los que dos países han llegado a necesitar ayuda internacional para evitar la bancarrota estatal. Uno de amplia presencia del Estado, otro de excesiva ausencia del Estado. Italia, Portugal y España, si llegara el caso, se circunscribirían en el modelo heleno, pero con matices. La presencia del Estado en la economía no es en sí dañina; sí, en cambio, cuando es una presencia nociva, al acampar a sus anchas el compadreo, el favoritismo y las concesiones son otorgadas a dedo por la administración, buscando siempre el beneficio de los "amigos". Es decir, corrupción. Ése ha sido el caso de Grecia, el de Italia y el de Portugal. España no se encuentra alejada de esta condición; ha recibido ayudas para evitar caer en la bancarrota. Sin embargo, su característica es la existencia de cuentas saneadas en la banca privada y pública, al no caer en la compra de hipotecas "subprime".

En este caso, que España llegue a esta situación vendrá de la duración de la crisis económica y de la capacidad de resistencia de las arcas públicas, a la espera de la subida de los ingresos si la actividad económica se recupera. Hay posibilidades de salir con éxito; no obstante, no se puede obviar la persistencia del paro estructural, la economía sumergida, el nocivo peso de la construcción en la actividad económica, además de la carga que supone la existencia de millones de parados. Tampoco hay que olvidar la marginación constante de la inversión en educación y en I+D+i, factores que diferencian a los países innovadores de los remolques de cola. Somos el país del "que inventen ellos", como bien criticó en su momento Unamuno.

martes, 16 de noviembre de 2010

Reflexiones tras las elecciones estadounidenses: té para todos


En primer lugar, es necesario dar las gracias aquí a Dion Baillargeon por sus excelentes aportaciones, que sin duda han ampliado nuestro conocimiento acerca de los procesos políticos en Estados Unidos y de sus instituciones representativas.

En líneas generales, no ha habido excesivas sorpresas: los republicanos ganan la Cámara de Representantes, los electores manifiestan su miedo hacia las reformas de Obama y el Tea Party se hace un hueco en las Cámaras y en las quinielas para saber quiénes serán los presidenciables del Grand Old Party. Gracias al análisis de Dion podemos ver más allá de nuestras limitaciones, las que nos impone la prensa española y las que nos imponemos nosotros mismos a la hora de no preocuparnos de lo que ocurre más allá de nuestras fronteras.

Suscribo al completo el análisis de Dion, por lo que mi reflexión tendrá un componente más de crítica y algo más cercano a lo que a nosotros nos incumbe. Si en Estados Unidos "todos quieren té", como dice Dion, para España yo diría "té para todos". Muchos en España recibieron la victoria de Obama como el triunfo del progresismo más cercano a la izquierda europea (eran demasiado optimistas) y le dedicaron una gran cobertura informativa, o incluso llegaron a calificarlo de "acontecimiento planetario". Hay que decir que en estas elecciones de mitad de mandato, dos años después, no ha habido un esfuerzo similar.

En un país de grandes checks & balances y de gran opinión pública es más difícil imponer reformas radicales. Obama sabía desde el principio que sería un gran reto llevar a cabo su programa reformista y que el verdadero desarrollo de una legislación progresista debe conllevar un período de tiempo más amplio que dos o cuatro años. Obama se juega mucho con una legislación que implica mayor gasto público, auténtica pesadilla para buena parte de la sociedad norteamericana. Esta derrota no es, sin embargo, el posible preludio de una derrota en 2012.

Ya se ha confirmado la victoria de la candidata al Senado por Alaska, la no tea partier Lisa Murkowski, una derrota personal de Sarah Palin, alma mater del movimiento Tea Party. La propia Palin ha vuelto a sonar como presidenciable del Partido Republicano en las próximas elecciones presidenciales. Suscribiendo la tesis de Dion, el Tea Party es muy perjudicial para el partido del elefante. La reacción conservadora, si la hay, no pasará por su versión más ultra.

Los medios de comunicación han jugado un papel muy relevante en estos dos años para despertar las conciencias más conservadoras de los valores de Estados Unidos. Dos años de auténtica guerra mediática han hecho del tímido proyecto sanitario de Obama- que no puede llamarse aún de sistema sanitario como existe en Europa- la antesala del socialismo en Norteamérica. Ha sido esta invasión del gobierno en la vida de los ciudadanos la que ha impulsado el Tea Party.

El fenómeno del Tea Party gana algunas simpatías en los sectores más neoliberales del centroderecha. Sus planteamientos coinciden en buena parte con los del té: mínima intervención del Estado, impuestos bajos a las rentas altas, legislación antiabortista, defensora de los valores tradicionales en sexualidad y familia... estos planteamientos no son inocentes y no van dirigidos al beneficio de toda la sociedad, sino al dominio sempiterno de quienes ya sabemos. A lo mejor hace falta un Coffee Party, un movimiento transversal que intente recuperar los valores progresistas de la sociedad. Ya son muchos años de reacción conservadora. ¿Para cuándo la rebeldía progresista?

viernes, 11 de junio de 2010

Elecciones en los Países Bajos


Resultados:
VVD (liberales de derecha): 20,4% y 31 diputados (+9)
PvdA (socialdemócratas): 19,6% y 30 diputados (-3)
PVV (extrema derecha): 15,5% y 24 diputados (+15)
CDA (democristianos): 13,7% y 21 diputados (-20)
SP (socialistas de izquierda): 9,9% y 15 diputados (-10)
D'66 (liberales de izquierda): 6,9% y 10 diputados (+7)
GL (verdes): 6,6% y 10 diputados (+3)
CU (calvinistas): 3,3% y 5 diputados (-1)
SGP (protestantes): 1,8% y 2 diputados (=)
PvdD (defensores de los derechos de los animales): 1,3% y 2 diputados (=)

Posibles coaliciones (mayoría absoluta en 76 diputados):
VVD+PvdA+D'66+GL (coalición "púrpura): 81 diputados
VVD+PVV+CDA (coalición de centro-derecha): 76 diputados
PvdA+SP+D'66+GL (coalición de centro-izquierda): 65 diputados
VVD+PvdA+CDA (coalición de unidad nacional): 82 diputados
VVD+PVV+D'66 (coalición liberal): 65 diputados

El resultado de las elecciones neerlandesas va a dar mucho juego en las negociaciones para formar un gobierno de coalición. De primeras, hay que fijarse en los sondeos electorales de la campaña electoral, mostrando la
caída paulatina de la democracia cristiana de primer a tercer lugar, y el desinfle de la opción anti-islámica del Partido por la Libertad de Wilders, que en algunos momentos se situó en primer lugar. Aunque la sorpresa ha sido que tal desinfle no era tan acusado, al quedar por encima de las predicciones de los sondeos y sobrepasar a la CDA, cuyo resultado ha sido el peor en toda su historia y perder su condición de principal fuerza política. La etapa de Jan Peter Balkenende, primer ministro democristiano (2002-2010), ha tocado a su fin.

En su lugar,
el liderazgo del gobierno corresponderá sin lugar a dudas a Mark Rutte, dirigente del partido liberal VVD que, por primera vez, accederá a la jefatura del gobierno. Una coalición alternativa liderada por el socialdemócrata PvdA, que juntara al Partido Socialista (SP), Demócratas'66 e Izquierda Verde, no tiene los apoyos suficientes en los Estados Generales.

Existen muchas opciones para lograr un ejecutivo más o menos estable. La preferida por los liberales, VVD+PVV+CDA, reuniría a toda la derecha, tendría mayoría ajustada en el Parlamento,
tendría pocos miramientos en cuestiones de inmigración o estrechez hacia el Islam, programa estrella de Wilders, y podría plantearse sin muchos problemas recortes sociales para reducir el déficit y austeridad económica. Una alianza con los partidos progresistas, PvdA y D'66, aceptaría igualmente recortes presupuestarios pero manteniendo el desvelo por la cuestión social, necesitando además el apoyo de la Izquierda Verde, que entraría por ver primera en el ejecutivo neerlandés. Una coalición semejante ya funcionó de 1994 a 2002 con el socialdemócrata Wim Kok, con PvdA, VVD y D'66, la coalición "púrpura", precisamente la que aprobó los matrimonios del mismo sexo. Una última coalición bastante probable es la "unidad nacional", con liberales, socialdemócratas y democristianos, libres de partidos extremistas como el de Wilders para acometer las reformas económicas.

Quiero centrarme en una posible coalición, la de centro-derecha.
Implicaría la participación obligada del Partido por la Libertad en el gobierno. Siempre ha sido un duro debate la participación o exclusión de estos partidos en los gobiernos nacionales: el partido democristiano austríaco fue muy criticado por incluir en su gobierno al FPÖ de Haider, en Bélgica los partidos flamencos practican el "cordón sanitario" contra el ultraderechista Interés Flamenco. La extrema derecha austríaca, actualmente, se halla dividida, la flamenca en decadencia. Sin duda la participación del PVV podría repetir la situación de 2002-2003, cuando el primer gobierno Balkenende incluyó a la Lista Pim Fortuyn (LPF) en su gobierno, que cayó por los conflictos de este partido, y en las siguientes elecciones el partido desapareció. Es decir, la participación del PVV, heredero del "fortuynismo", podría demostrar su inconsistencia como partido de gobierno, la de su programa y de la insensatez que provocaría violentar la convivencia social entre neerlandeses. Ello, a costa de sacrificar un gobierno, una legislatura y provocar nuevas elecciones.

Finalmente, quiero destacar los resultados de otros partidos neerlandeses. No es agradable seguir viendo el
paulatino descenso de la socialdemocracia del PvdA, lejos de mejores resultados electorales de los años 50-90 (entre 30 y 55 escaños), y su incapacidad, junto la de la socialdemocracia europea, de saber conjugar política social con buena imagen de gestor económico. Si hay que destacar, es que el ascenso del PVV no proviene de los votos socialdemócratas, como ocurrió con Pim Fortuyn, sino de la caída de los democristianos y, muy probablemente, del Partido Socialista. Éste, que en 2006 logró una espectacular tercera posición, queda relegado a quinto partido, sin duda tiene mucho que ver con su nula capacidad de influencia para formar parte de un gobierno estable. El otro partido que más crece, los social-liberales de D'66, son la apuesta de los progresistas que sí tienen más facilidad para participar en el gobierno y mantener el Estado del bienestar. Por otro lado, la Izquierda Verde (GL), recupera el nivel de diputados de finales de los años 90, con un electorado que viene en su mayor parte del Partido Socialista.

¿
Cuál es exactamente el ideario del Partido por la Libertad? Geert Wilders, su líder, es un antiguo miembro del partido liberal VVD, y su partido recoge las aspiraciones del asesinado Pim Fortuyn: no es conservador, sino que tiene ideas liberales llevadas al extremo, mantener la economía de mercado capitalista, poner freno a la inmigración, sobre todo de los países musulmanes, y una idea de ser neerlandés como europeo, cristiano, contrapuesto a lo que no reuna esas condiciones. Esa idea de mantener una democracia a la defensiva es destruir la democracia, además de expresar una profunda intolerancia y un evidente racismo, disfrazado de cuestión religiosa. ¿Pero acaso no es su modo de lucha de civilizaciones de Samuel P. Huntington? Perdemos lo que nos caracteriza, el respeto a los derechos civiles, como puede ser la libertad de expresión o el derecho a las minorías. No podemos reaccionar negándolos, sino difundiéndolos, porque por encima de las culturas son universales, ya que aseguran la convivencia pacífica.

El programa del PVV se centra en la frustración y en la búsqueda del chivo expiatorio como fuente de todos los males, costumbres no ajenas a la historia europea. Pero esos odios no son programa de gobierno. El mantenimiento o auge de la extrema derecha se debe a que el miedo que provoca (ya tuvo Europa a Hitler) y al aislamiento en la oposición, un excelente medio para desgastar al gobierno y al resto de fuerzas políticas y seguir conquistando apoyos. Una hipotética participación ministerial podría revelar a la opinión pública la esterilidad del odio como programa político, unido a que el resto de la sociedad y los medios de comunicación encabecen una crítica constante a su ejercicio de gobierno, si la hubiera, y consigan retirarle todos los apoyos.

Por último, os pongo el enlace del blog de Andrés Boto, que también trata estas elecciones.

jueves, 6 de mayo de 2010

Britain votes/Gran Bretaña vota


Hoy es un día que marcará un hito en la historia británica. ¿Resurgirá el laborismo por miedo a Cameron? ¿Nueva era conservadora? ¿Podría ser Cameron una versión renovada de Thatcher? ¿Qué queda del “efecto Clegg”? ¿Hung parliament or strong parliament?


Me quedo con las portadas de tres diarios británicos de hoy. Los menos serios, los amarillistas Daily Express y Daily Mirror, con su “Día D: David Cameron es nuestra ÚNICA esperanza, Clegg podría mantener a Brown en el poder, un parlamento colgado sería un desastre” de los proconservadores,

y el “¿Nuestro primer ministro? ¿En serio? No dejes que vengan los conservadores, vota LABORISTA” del Daily Mirror, con una foto de un joven y elitista David Cameron.

Frente a la apelación al miedo de los dos, el serio The Herald: “Todos los votos cuentan”.

Gran Bretaña vota.

"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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Bienvenidos al Árbol Socialdemócrata, un sencillo blog que pretende dar su pequeña aportación a los ideales del socialismo democrático y de la libertad.

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En nuestros conflictos políticos, la República tiene que ser una solución de término medio, transaccional y la válvula de seguridad contra sus desaciertos es el sufragio universal. Lo que se pierde en unas elecciones, puede recuperarse en otras. Nada duradero se funda sobre la desesperación y la violencia. La República no puede fundarse sobre ningún extremismo. Por el solo hecho de ser extremismo, tendría en contra a las cuatro quintas partes del país.

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