Las elecciones británicas se van animando día a día. El ascenso liberal demócrata se responde con un ataque brutal de la prensa para cortarles las alas. Un candidato conservador en Escocia ha sido expulsado del partido por escribir en su página web comentarios homófobos. Un padre de un niño con espina bífida afeó a Cameron su propuesta de colegios segregados para escolares con necesidades especiales. Y Gordon Brown se llevó la guinda con su insulto, bigot (intolerante), y a micrófono abierto, a una ciudadana británica tras hablar con ella, caso que la prensa llama "bigotgate". Esto también lo refleja el blog de Marcos Merino; es agradable ver en la red que sabemos poner nuestra vista más allá de nuestras fronteras, nuestros Garzones y nuestros Tribunales Constitucionales.
Estas noticias, que para nosotros no tendrían mayor significado (tan duchos somos en olvidos colectivos y en mirar para otro lado) influyen sobremanera en la opinión de los votantes. Hoy es el último debate, en el que Nick Clegg puede conseguir una tercera victoria consecutiva. Pero es que sobre el debate pesará la metedura de pata del líder laborista, quien, y eso le honra, no se cansa de pedir perdón por activa y por pasiva. Por otra parte, Guardian/ICM publica una encuesta sin precedentes tras el patinazo de Brown: los LibDem vuelven a encabezar los sondeos con el 39% del voto, el 35% conservador, pero los laboristas se quedan con el 18%.
Los errores se pagan. Realmente el sistema británico es envidiable. No es perfecto, ni mucho menos, pero es encomiable que sus ciudadanos no sean becerros que se dejen guiar fácilmente por ciegas consignas partidistas. Cuando se destapó la corrupción por los gastos de los Comunes estalló una indignación colectiva. Políticamente, Europa aún sigue empezando por los Pirineos.
Desde el final de la II Guerra Mundial los sistemas de partidos de Europa Occidental y Nórdica se han mantenido prácticamente estables. Algunos sistemas venían consolidándose de antes, como Reino Unido; otros desarrollaron nuevos sistemas de partido, como Francia o Alemania; y otros tuvieron un desarrollo más tardío, como España y Portugal al salir de la dictadura.
En general, todos ellos se han caracterizado por poseer un multipartidismo polarizado o un bipartidismo imperfecto. Conservadores y laboristas en Reino Unido, democristianos y socialdemócratas en Alemania, gaullistas y socialistas en Francia, populares y socialistas en España, socialdemócratas y socialistas en Portugal… hasta los más multipartidistas, como Holanda, con un partido democristiano unión de tres partidos confesionales, un partido laborista y dos partidos liberales; o Bélgica, con socialistas, democristianos y liberales divididos en dos por la cuestión lingüística.
Ese sistema se ha roto, o se está rompiendo, en la mayoría de países europeos. Los liberal demócratas recuperan peso en la política británica, los socialdemócratas alemanes se hundieron a favor de liberales e izquierda, los verdes franceses comen terreno al socialismo, el Bloque de Izquierda portugués crece a costa de comunistas y socialistas… y, sobre todo, la extrema derecha mantiene su presencia, incrementándola o manteniéndola. El Partido Liberal austriaco, el Partido de la Libertad holandés, el Frente Nacional de Le Pen, la Liga Norte de Bossi, el Interés Flamenco en Bélgica, y recientemente Jobbik en Hungría.
En España, en cambio, ni a izquierda ni a derecha hay graves amenazas para los dos grandes partidos, que reúnen el 80% del voto. Pero el miedo está acercándose: Plataforma por Cataluña espera obtener resultados aceptables con su xenofobia mientras el enjuiciamiento a Garzón se intenta desviar cuestionando la legitimidad que tiene Falange de las JONS para acusar al mediático juez, y hasta pedir su ilegalización.
Los partidos tradicionales han ido perdiendo credibilidad a medida que no saben responder a sociedades cada vez más plurales. La sociedad no sólo se divide por las clases tradicionales o ideologías, sino que entran el juego la inmigración, las bajas expectativas de empleo para la juventud, el género, un mapa religioso más diverso, además de la corrupción y la eterna crisis de valores e ideas. No es extraño que surjan formaciones que cambien el sistema de partidos. Los ciudadanos tienen temor de perder o no encontrar trabajo, la inseguridad ciudadana, las nuevas relaciones culturales, o la corrupción y la eterna lucha política no por gobernar, sino por copar clientelarmente la administración pública. En una frase, “los tiempos están muy malos y las personas como yo viven malamente en este país”.
Tampoco es extraño que los partidos tradicionales reaccionen frente a los nuevos competidores, sean extremistas o transversales. Los Libdem han empezado a sufrir ataques de la prensa afín a laboristas y Tories. En Bélgica se apela al “cordón sanitario” frente a la extrema derecha flamenca. En Alemania pesa siempre sobre el ultraderechista NPD la sombra de la ilegalización, algo que en España ya tiene Batasuna, muy acertadamente porque, a diferencia de los demás, su participación política se acompaña, aún, de la sumisión al terrorismo etarra. Por otra parte, el auge de UPyD provoca auténtico temor por igual a conservadores y socialistas.
Estos nuevos partidos no pueden ser combatidos con la ilegalización o la demonización. Si los ciudadanos los votan, es por algo. Que los partidos de ultraderecha reciban votos de los barrios obreros ya dice mucho. Si partidos transversales, como los Libdem o UPyD se abren camino entre los grandes también merece una reflexión. Esto es terrible para el futuro de la socialdemocracia clásica. Sus votantes no son las clases medias-altas de los conservadores, sino las clases populares, que son las que se están decantando por nuevos partidos.
Simplemente, los partidos tradicionales se han olvidado de los ciudadanos. Huérfanos, buscan otras opciones políticas que recojan sus problemas y temores, sin descartar la abstención. Son terribles los datos de participación de Polonia: 40% en 2005. Los partidos no convencen. En vez de reflexionar, se dejan dominar por una verdadera histeria y ceguera conservadora, tienen más miedo de perder todas las ventajas que da el poder que responder a los ciudadanos. Hay que abrir los ojos, los partidos no son profetas de una verdad inmutable, sino organizaciones humanas que no tienen razón de ser sin ciudadanos. Puede existir la ciudadanía sin partidos, pero no al revés.
¿Es que se va a volver a la “normalidad” ilegalizando partidos o arrojando sobre ellos todo el aparato mediático tradicional? Si la Alemania de Weimar hubiera ilegalizado al Partido Nazi no se habría resuelto nada, las razones de su existencia seguían ahí. En su lugar, se puede provocar una fractura del sistema político con la sociedad.
La democracia sólo funciona cuando todo sigue como antes, parece pensar la élite establecida. Cabe preguntarse realmente si los partidos tradicionales se preocupan por los ciudadanos o por ellos mismos y sus aparatos político, mediático y económico. Los de siempre, en definitiva. El sistema político está para servir a la ciudadanía, no al contrario.
El pasado jueves 22 de abril Julio Anguita, ex coordinador general de IU y ex líder del Partido Comunista, acudió a un ciclo de conferencias de cultura de la república en la facultad de filosofía y letras de la Universidad Autónoma de Madrid. Su intervención fue, sin duda, la más esperada de todas, y no defraudó.
La crisis actual del sistema no sólo es de índole económica, sino que lo es también social, medioambiental, política y ética, o de valores. El sistema capitalista ha muerto de éxito al llegar a todos los rincones del planeta y, lo que sucede en crisis como esta, es que hay un exceso de producción porque la demanda ha bajado, y como el desarrollo tecnológico permite una mayor producción con menor número de trabajadores, ha ocurrido que sobra el aparato productivo.
La solución a esta crisis, sobre todo en España, que es donde nos interesa, es un debate sobre la realidad con una solución ciudadana y política, política en el sentido clásico, de participación de los ciudadanos en los asuntos de la polis.
Anguita centró su atención en varios aspectos claves en la actualidad para tener en cuenta en el camino a la nueva república. En la justicia, señaló que posee un funcionamiento corrupto cuyo origen se sitúa en proceder del franquismo, desde la aberración legal de que los rebeldes fueron los que juzgaron a los republicanos de adhesión a la rebelión. Criticó la formulación actual de la Constitución al hacer a los partidos de únicos vehículos de participación y fomentar su corrupción. También los sindicatos recibieron críticas, porque ahora son aparatos del Estado en vez de ser organizaciones de defensa de los trabajadores.
El problema de la corrupción en España es ya estructural debido a nuestra cultura de “el que no roba es gilipollas”. Eso establece las pautas de la reacción indiferente de parte de la sociedad hacia la corrupción y al desprecio de lo público, a la proliferación de la recomendación, el favoritismo, el nepotismo… los fondos públicos han tomado una nueva acepción de público, del mismo estilo que un lupanar.
Sin ética no hay política, ni república. Es la ciudadanía la que debe decidir cómo salir de la crisis global sin recurrir a economistas o líderes, deben tomar parte porque sólo se pueden conseguir las cosas con la movilización ciudadana.
La III República Española es, básicamente, la Declaración Universal de Derechos Humanos con la Carta de la Tierra. La república debe partir de un punto básico y de consenso y a partir de ahí ya se pasarán a discutir los ismos. Esta república tiene que tener como principios varias cosas:
Democracia, con una nueva ley electoral y participación ciudadana. Paz, que debe ser confiada en las Naciones Unidas tomadas en serio por la comunidad internacional. Laicidad, permitiendo el pensamiento libre de todos los ciudadanos, todas las opciones religiosas y la libertad de crítica. Cultura, con un concepto de austeridad romano contra la dominación del consumismo. Felicidad, como la entendían los padres fundadores de Estados Unidos, donde el yo somos el nosotros. Educación, como la piedra angular de la república, donde los padres y los poderes públicos tomen responsabilidad de su papel en la formación de los ciudadanos del mañana. Estado, con conocimiento histórico de lo que es y ha sido España y la necesidad de saber cómo funcionan las instituciones para ser ciudadanos.
Anguita no ve un movimiento republicano realmente existente ni coordinado, sino diversos grupos minoritarios, “que se creen depositarios del santo grial republicano” y “son expresión de la sectarización”. Toda una crítica para IU y las organizaciones afines. Para traer la república es necesario un diálogo sin apriorismos de los ismos, donde puedan entrar todos los sectores de la sociedad española para integrarlos en el proyecto republicano.
En ningún modo la III República puede ser una copia de la II República, ese experimentó acabó y la nueva república ha de ser de nueva planta, amplia y ciudadana. Los partidos deben ser cosmovisiones que luchen en el terreno de las ideas y reformulados para abandonar las malas prácticas actuales. Anguita achaca a los partidos el “mal ibérico” de no guiarnos por ideas sino por caudillos y rencillas personales, en un país donde no existe la objetividad y todos comen de lo que tiene que comer. Los medios de comunicación forman parte de ese mal, a la vez que se ha abandonado la antigua cultura obrera, con sus ateneos y sus casas del pueblo por la de la televisión, con su fútbol comercial y sus programas basura. El conocimiento es inseparable de la lucha obrera.
Este es un discurso que comparto al 99%, que va en la línea de lo que planteé hace dos semanas; la república sólo puede venir como regeneración del sistema desde abajo y por la ciudadanía. En este proyecto caben todas las ideologías.
Gumiel de Izán es una villa de la provincia de Burgos, en la comarca de la Ribera del Duero, y cercana a la autovía Madrid-Burgos. Su población, que se triplica en el verano, es de 625 habitantes.
Su origen viene de época romana, y su topónimo es objeto de estudio para conocer si es de origen romano, godo, árabe o hasta vasco. Antiguamente pasaba la vía romana Clunia-Astúrica sobre dos puentes romanos que aún se conservan sobre el río Gromejón. Gumiel es villa real desde 1326, privilegio otorgado por Alfonso XI y confirmado por Pedro I el Cruel. Esta villa perteneció, sucesivamente, a los señoríos de Avellaneda, al Marqués de Santillana, a los condes de Ureña y a los duques de Osuna. En el “Libro Becerro”, del Archivo Histórico Municipal, se compilan los documentos más importantes de la historia de Gumiel, como el privilegio de villa real.
La extensión del término municipal es de 7550 ha., dedicado mayoritariamente a la economía agraria, como la viña, y a la ganadería, con la oveja churra. Cuenta con una pequeña industria, comercios y servicios municipales y comarcales como escuela, biblioteca, centro cultural, centro de salud, centro de mayores, farmacia, correos, talleres y autobuses. Las calles de la villa son estrechas, y la arquitectura tradicional consta de plantas bajas de piedra con pisos de adobe y entramado de madera.
La iglesia de la Asunción de la Virgen María domina el centro de la villa como su edificio más caractéristico, situado en la plaza mayor. La iglesia, construida sobre una anterior, es de estilo gótico, pero de fachada y escalinata barrocas. Las piezas de la iglesia, tallas de la Virgen, esculturas de la vida de Jesús, calvario o un rey David han formado parte de la exposición Las edades del hombre. En la bóveda de crucería se observan los escudos de los antiguos señores de Gumiel, como el marqués de Santillana. En las capillas, con altares barrocos o renacentistas, cuentan con antiguos capiteles románicos de un convento cisterniense desaparecido o la pila bautismal de la desaparecida ermita de Santa Marina de Revilla. Otros templos cristianos relevantes del municipio son la ermita del Santo Cristo de Reveche, de estilo románico, o las ruinas de la ermita de San Martín, entre otras conservadas en la villa como la de San Roque y San Antonio.
El ayuntamiento, por otraparte, edita la revista Nos Interesa, con una tirada bimestral de más de 500 ejemplares, donde recogen las noticias de la villa, así como estudios sobre la historia y patrimonio artístico de Gumiel. En el plano festivo y folclórico, Gumiel celebra romerías en invierno y verano, la tradicional semana santa, la procesión de San Isidro o Santo Domingo y la del Corpus, donde el pueblo se adorna con altares y cubre el suelo con hierbas de hierbabuena y ajenjo. La fiesta de la matanza se celebra el primer domingo de marzo, donde se sacrifica al cerdo de forma tradicional, y desde 1999 celebran un mercado medieval cada primer fin de semana de julio, donde se recrea el nombramiento del pueblo como villa real.
"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".
Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano
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