martes, 13 de abril de 2010

La república del pasado y la república del futuro


Mañana será 14 de abril, fecha de la proclamación oficial del último experimento republicano español. De haber sido el definitivo y no haber sido truncado por los acontecimientos históricos, mañana sería fiesta nacional de España. Por suerte tampoco lo es ya tampoco el 18 de julio.


El sentimiento republicano en España, a día de hoy, aún no es el sentimiento mayoritario. Tampoco lo es el monárquico. Si antiguamente había un franquismo sociológico, hoy hay un juancarlismo sociológico, sin revestir a ninguno de los dos una consideración negativa o positiva. La figura del actual rey, consolidada por su actuación visible aquel 23 de febrero de 1981, se va erosionando con el tiempo, pero conservando buena parte del intenso apoyo.


No somos una república coronada, ni una monarquía republicana, ni el rey es republicano. Vivimos en una monarquía parlamentaria con un rey como jefe de Estado, un Estado que lo es de Derecho y democrático. Poco a poco, sin embargo, las nuevas generaciones se van inclinando por la forma republicana de Estado.


Observando la situación política y social, hay que preguntarse cómo llegará la nueva república. Primeramente hay que tener en cuenta qué tipo de república pueden querer los españoles. Voy a referirme a las organizaciones más destacadas, y este término es muy generoso porque su conocimiento mediático se reduce a las manifestaciones con presencia de la izquierda.


Las organizaciones sociales y políticas más destacadas que preconizan la república son las próximas al Partido Comunista y a Izquierda Unida, así como fuerzas políticas regionalistas y nacionalistas. Sin embargo, su tipo de república es el régimen menos preferido por los españoles, además que reviste de un discurso de protesta de la situación actual, sin llegar a ser una proposición seria. En esa amalgama de república confluyen la reivindicación de la II República, la autodeterminación de las nacionalidades, la democracia participativa, el control popular de la economía y la construcción de un régimen socializante imitando los extintos modelos del bloque socialista, además de ser excesivamente sectarios. Ellos son los únicos puros, la verdadera izquierda y la voz del pueblo.


Un abismo de propuestas, independientemente de que sean legítimas, acertadas o no, que explican por qué aún hoy la mayoría sigue identificando república con un previsible caos. Las experiencias de las dos repúblicas españolas no ayudan. Y sin embargo el potencial republicano en la sociedad es inmenso, pero la gente, por encima de todo, quiere tranquilidad. Hay que dar una alternativa para esa tranquilidad que posibilite un rumbo inexorable a la república.


Un obstáculo claro para la III República es la II República. Y es que reivindicar este período de la historia se confunde con exigir decidir libremente nuestro futuro republicano. La III República no debe ser nunca la II República. Parece mentira que dediquen buenas palabras a esas “repúblicas burguesas”, como las llamaban en su día los anarquistas, comunistas y buena parte de los socialistas. El único período aceptable para ellos fue, sin embargo, 1936, fecha nefasta para todos los demás.


Un aspecto destacado son las ideas que deben inspirar a la nueva república. El republicanismo es la única ideología válida. No es únicamente propio de las repúblicas, muchas monarquías parlamentarias tienen gobiernos y partidos imbuidos de esta ideología. En general los países más desarrollados, monarquías o repúblicas, siguen sus principios. Son Estados Unidos, Suecia, Alemania, Francia, Reino Unido, un largo etcétera. Básicamente el republicanismo es una ideología que defiende radicalmente la democracia y los derechos del ciudadano, sobre todo la igualdad y la solidaridad, además de exigir un gobierno transparente y eficiente. La corrupción y los errores políticos se castigan muy fuertemente. El republicanismo no es la ideología de las organizaciones pro-república, por desgracia tampoco lo es aún de la clase política actual.


La república la tenemos que hacer entre todos, apelando a la totalidad del pueblo. Los poderes políticos y económicos siempre temen y temerán este hecho. Es quizás el principal escollo a salvar. Una gran masa social que reclame la república llevaría o, bien al amoldamiento del poder, o a la elevación de una tensión de la que no habría marcha atrás.


Los grandes cambios políticos no se hacen de la noche a la mañana y sin las condiciones necesarias para ello. Visto lo visto, la economía se recuperará, y el factor revolucionante de la crisis no se ha dado ni se dará. Sólo queda exigir la regeneración de la política y un nuevo contrato social. Contrato que sólo puede ser la república. Tiene que llegar la hora de los ciudadanos.

1 comentario:

betulo dijo...

¿EL REPUBLICANISMO UNA IDEOLOGÍA...? ¡Vamos hombre!

Donde no hay distinción hay confusión; así cuando una línea es común a diferentes opciones solucionadoras de los problemas del bien común, no se puede hablar de IDEOLOGÍA, las ideologías son los métodos a aplicar para solucionar esos problemas; y el republicanismo está diferentes opciones políticas.

Es curioso que entre la lista de países más desarrollados, Japón falta y es el 2º, excepto Alemania, son monarquías; pues EE.UU y Francia, con sus repúblicas presidencialistas, son más monárquicas que los propios países monárquicos.

"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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En nuestros conflictos políticos, la República tiene que ser una solución de término medio, transaccional y la válvula de seguridad contra sus desaciertos es el sufragio universal. Lo que se pierde en unas elecciones, puede recuperarse en otras. Nada duradero se funda sobre la desesperación y la violencia. La República no puede fundarse sobre ningún extremismo. Por el solo hecho de ser extremismo, tendría en contra a las cuatro quintas partes del país.

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