jueves, 20 de enero de 2011

Túnez y Egipto o el efecto dominó. ¿Primavera de los pueblos árabes?


Desde hace poco más de un mes asistimos con expectación los acontecimientos que se van desarrollando en Túnez. Hace un mes, nadie pensaba que la inmolación de un joven desesperado por la falta de empleo en su país iba a hacer derrumbarse a uno de los regímenes dictatoriales más estables del múndo árabe-musulmán.

Conviene recordar la situación de la que partía Túnez. Desde 1987, la república tunecina ha estado gobernada por Zine El Abidine Ben Ali hasta su derrocamiento en estas fechas. A su vez, Ben Ali derrocó al primer presidente de la república, Habib Burguiba, héroe de la independencia y líder del partido que lo ha sido todo en Túnez, como movimiento por la independencia y partido dominante desde los años 30 que, con diferentes nombres (Dustur, Neo-Dustur, Partido Nacional Dusturiano, Partido Socialista Dusturiano y, finalmente, Reagrupamiento Dusturiano Democrático) ha controlado el país. En su momento, Ben Ali fue "el hombre del cambio" y despertó tanta esperanza entre los tunecinos como la "revolución" que ahora se está desarrollando.

¿Puede hablarse de una revolución? Aún es prematuro y habrá que esperar a ver qué rumbo toman los acontecimientos. Por ello, hay que hablar de protestas generales y exitosas: el motivo no sólo ha sido solamente la falta de empleo para los licenciados universitarios, que sí que es lo que ha prendido la mecha de las protestas. A ellos se le han unido las reacciones por la respuesta que suelen dar los regímenes dictatoriales: la represión policial. Con ello, la protesta alcanzó todo el territorio de la república e incluso se extendió a otros países árabes. Esta catarsis que están experimentando los tunecinos ha servido para arrinconar al aparato del régimen y privarle de uno de sus pilares, el ejército, que goza de amplio prestigio entre la población. En cuestión de dos días, al régimen se le quemaban todos los cartuchos: el movimiento popular no se contentaba ni con la destitución del ministro del Interior, ni con vagas promesas de combatir la corrupción, ni con el anuncio de que Ben Ali no se presentaría más a las elecciones presidenciales. Las masas de la calle unieron sus voces a un solo grito: "Dégage Ben Ali!" (Lárgate, Ben Ali). La conclusión: Ben Ali hizo las maletas (repletas de dinero) y se marchó a buscar cobijo: primero en Francia, pero a Sarkozy le horrorizaba que relacionaran a la vieja metrópoli con el derrocado dictador (no tiene problema en hacerlo con dictaduras del África negra), y tuvo que acabar en Arabia Saudí, una de las peores satrapías árabes.

Hasta la fecha, no ha habido un gobierno en Túnez aceptado por las masas enfurecidas. La virtud de las protestas es su humilde origen: ni partidos, ni sindicatos ni movimientos organizados han sido sus promotores, sino la explosión de la rabia contenida en la ciudadanía tunecina por la falta de empleos justos y la escandalosa corrupción del régimen dusturiano. El mantenimiento de las protestas frente a cualquier gobierno bajo el control del aparato dusturiano, y la negativa de los minúsculos partidos opositores y del sindicato Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT) a participar, ha dado al traste con cualquier intento de transición controlado en última instancia por los restos del régimen, que quería mantener los ministerios clave (como Interior). El único acuerdo, que se hará oficial dentro de poco, ha sido la desvinculación de cualquier posible ministro del gobierno con el partido desturiano. Incluso el primer ministro, Mohamed Ganuchi, "monsieur oui oui" por su seguidismo de Ben Ali, ha renunciado al partido y a mantenerse posteriormente en el poder, siendo su único cometido dirigir la transición hasta la celebración de elecciones parlamentarias y presidenciales, que deben ser libres.

La participación del islamismo, En Nahda (Renacimiento)
ha sido testimonial, si no inexistente. Pese a sus proclamas de moderación y democracia, el nulo protagonismo del islamismo político fortalece las protestas. Ningún gobierno occidental ni árabe puede argumentar peregrinas justificaciones para torcer la voluntad popular de los tunecinos. Túnez da un ejemplo de movimiento popular, democrático y laico al mundo occidental y al árabe: es posible una alternativa democrática al autoritarismo de los regímenes árabes. Es un movimiento protagonizado por jóvenes, universitarios y desemplados, educados en un sistema laico e igualitario y usuarios de Internet. Con ello, desmonta los tópicos de la islamofobia europea, que quiere meter a todos los árabes en el mismo saco de la intolerancia, el machismo y el integrismo religioso.

¿Es Túnez la primera ficha del dominó? Los sucesos de Túnez han reavivado las esperanzas de muchos ciudadanos árabes en una "primavera de los pueblos". Ya hay un caldo de cultivo previo: en Argelia las manifestaciones tienen los mismos motivos de Túnez, en Yemen el descontento parte de la eternización del presidente Saleh en el poder y la penuria económica, en Egipto al enfado de los coptos por la discriminación y violencia terrorista que padecen se unen 30 años de estado de emergencia y la "siriaciación" del régimen como dictadura hereditaria en el hijo de Mubarak. En Egipto y en Yemen es donde ha calado el efecto dominó. Otros países, como Marruecos o Arabia Saudí, tienen todo el apoyo estadounidense para reprimir las protestas contra la corrupción y la pobreza. Libia es el coto privado de Gadafi. Pero es injusto dirigir todas las sospechas a EE.UU. de posibles involuciones y frustraciones populares. Las dictaduras árabes, coronadas o republicanas, temen esta ola de furia. Hasta Israel teme perder a su "aliado" egipcio y confía, como los países árabes, en que Mubarak reprima con dureza las protestas.

¿El mayor miedo en Egipto? La inestabilidad. Los grupos terroristas islamistas están deseando el derrumbe del régimen egipcio. En Túnez esto es más difícil por el rápido derrumbamiento del régimen dusturiano y la aceptación de la mayoría del aparato dirigente por las reformas, así como el apoyo del ejército al pueblo. En Túnez la única violencia, minoritaria y condenada a la desaparición, vendría de su "búnker". Pero la inestabilidad en Egipto sería catastrófica, con el terrorismo apuntando al turismo y a la minoría copta, por un lado, y los Hermanos Musulmanes como posibles capitalizadores de la inseguridad de la población musulmana. Ése es el argumento que sostiene a Mubarak y a sus aliados para reprimir a la población. Pero, como en Túnez, el protagonista principal de las protestas en Egipto es la juventud, y el principal argumento no es Dios ni la religión, sino empleo, justicia y libertad.

No hay, entonces, un dualismo enfrentado entre mundo occidental-mundo árabe, sino de
democracia contra autoritarismo. Ojalá la ciudadanía occidental volviera al espíritu contrario a la guerra en Irak y acudiera en masa a las calles a apoyar la ola democrática árabe.

Posdata: Vergüenza para la Internacional Socialista. Sabiendo que el partido desturiano RCD formaba parte de la Internacional, me extrañó mucho no encontrármelo en sus listas de miembros. Resulta que tres días después (17 de enero) de la huída de Ben Ali (14 de enero), la IS expulsó al RCD de sus filas, sin hacer pública la noticia hasta el 19 de enero. Tampoco hay que olvidar que, a día de hoy, el Partido Nacional Democrático de Mubarak permanece en la Internacional Socialista. ¿Compañeros incómodos cuando pierden el poder?
"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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En nuestros conflictos políticos, la República tiene que ser una solución de término medio, transaccional y la válvula de seguridad contra sus desaciertos es el sufragio universal. Lo que se pierde en unas elecciones, puede recuperarse en otras. Nada duradero se funda sobre la desesperación y la violencia. La República no puede fundarse sobre ningún extremismo. Por el solo hecho de ser extremismo, tendría en contra a las cuatro quintas partes del país.

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