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viernes, 3 de julio de 2009

El pensamiento político de la socialdemocracia


La II Internacional estaba relacionada con los partidos socialdemócratas, imitando al SPD, el partido modelo. Desde sus orígenes, la Internacional tuvo la idea de transformación gradual de las estructuras de la sociedad capitalista, separándose del anarquismo y del comunismo.


Tras la Comuna de París, Marx planteó como objetivos la creación de partidos obreros para la lucha parlamentaria y sindical y para hacer la revolución, que profundizase en la conciencia de clase y fueran recogiendo mejoras sociales.


Como los partidos obreros consiguen tener más votos y avances sociales consiguen mejorar la vida de los trabajadores en el sistema. Acentúan su reformismo y su integración en el sistema. La revolución se arrincona al futuro.


Eduard Bernstein intenta adecuar los principios del SPD. Si la política que domina es la gradual, lo que hay que hacer es olvidar la revolución y revisar los presupuestos marxistas. Tras la revolución rusa de 1917 Karl Kautsky, que ha sido el continuador de la ortodoxia frente al revisionismo, se suma a Bernstein y considera que la revolución rusa no es el camino, que sólo se puede hacer por vía democrática.


Estos partidos se dividen entre revolucionarios y reformistas. El SPD reproduce en su seno los grandes debates del movimiento obrero entre las corrientes de Bernstein y de Kautsky.


Esas dos corrientes estaban presentes mucho antes que ellos. En 1875 se fundó el SPD como fusión del partido socialista de Lassalle, reformista y estatalista, y el partido marxista de Wilhelm Liebknecht y August Bebel. En el congreso de Gotha se hizo un ideario común, que Marx atacó en “Crítica del programa de Gotha”, porque defendía un proceso gradual y reformas dentro del Estado. En el congreso de Erfurt de 1891, se dio un nuevo programa, divido en máximo o teórico, elaborado por Kautsky, y otro mínimo o práctico, de Bernstein.


La socialdemocracia es la teoría más pragmática, la transformación desde el interior del capitalismo. Defendía la extensión del sufragio universal masculino y femenino, la libertad de prensa, la de reunión, abogados gratuitos, abolición de la pena de muerte, educación infantil, milicia popular, democracia social, sistema de sanidad, seguros sociales, jornada de 8 horas y prohibición del trabajo infantil, entre otros. El debate es qué corriente debe dominar.

domingo, 5 de abril de 2009

El pensamiento político de Lenin: Introducción (I)


El marxismo-leninismo ha sido visto como la revisión adulterada del marxismo o la fiel aplicación en una realidad determinada. La ortodoxia estalinista, en “Los principios del leninismo”, escrito por el mismo Stalin, es el marxismo en la época del imperialismo de la revolución soviética. Algunos ven en el bolchevismo la aplicación marxista a la realidad rusa, y los socialdemócratas como la no aplicación, la negación del marxismo.


La obra de Marx y Engels es abierta, plantea lugares vacíos, ambiguos, y da visiones contradictorias. El marxismo-leninismo es para Lenin el marxismo que él ve. Sus seguidores lo consideran un credo, un instrumento para hacer la revolución y la acción. Lenin convierte el marxismo en un dogma que no admite discusión, es una fe, con la fuerza que ello conlleva de adhesión militante.


Lenin siempre justifica todo paso como lo que hubiera hecho Marx, y cuando critica lo hace en base a que no se ajusta a los criterios de Marx. Lenin lo ve como una teoría para la acción, un conjunto de pautas para estudiar cada posibilidad para que la acción tenga éxito.


La práctica se adelanta a la teoría que la argumenta, siempre justificado en Marx. Si el marxismo es dogma, la revolución es un imperativo moral. Para hacerla hay que distanciarse del modelo de la socialdemocracia rusa y occidental. Es el distanciamiento del revisionismo y del reformismo, porque se alejan de la revolución: hay que volver a los orígenes y a la teoría revolucionaria.


En un mundo de lucha de clases no puede haber neutrales, siempre hay posición burguesa y posición proletaria. Lenin no cree en la objetividad científica, es un intelectual militante, uno actúa siempre en función de su clase.


La visión contradictoria es el marxismo como credo. Lenin justifica todo en axiomas, el materialismo dialéctico es incuestionable, no hay neutralidad entre clase obrera y burguesa.


La ideología es para Marx el engaño de la realidad. Para Lenin queda vinculado a la clase obrera y burguesa. Para Antonio Gramsci, Lenin es un intelectual orgánico, todo se ve desde una perspectiva ideológica de clase.

martes, 31 de marzo de 2009

El pensamiento político de Karl Marx y Friedrich Engels (y VI): El Estado socialista y la sociedad comunista


El modelo más cercano de dictadura del proletario es la Comuna de París de 1871, como nueva forma de Estado, donde hay una autodeterminación de los productores, un gobierno de clase obrera frente al Estado centralizado francés. Engels, tras la muerte de Marx, afirma que la socialdemocracia alemana ha cogido miedo a la dictadura del proletariado y presenta en la Comuna el mejor ejemplo de dictadura del proletariado. Marx ve que la Comuna pasa de democracia representativa a democracia directa, con sufragio universal y con delegados responsables y revocables.

Marx asimila la Comuna como administración, asume la función legislativa, pero no es un cuerpo político, como opresión, sino cuerpo de trabajo. En lugar de ejército y policía surge la milicia popular, el pueblo controla el orden. La burocracia burguesa es sustituida por agentes responsables y elegidos.

Otro grado es la gran descentralización. Marx ve como se puede poner fin a la alienación política y poder emancipar económicamente a los trabajadores. Held identifica el modelo marxista con el modelo de Rousseau, con su papel de legislador fundador, que para Held es el partido obrero.

Para Vallespín el peligro de estos modelos es el dominio de un partido o persona que se arrogue la voluntad general. Marx y Engels nunca dan como ejemplo el modelo que hicieron Lenin y Stalin.

Marx y Engels creen que tras la revolución se abre un proceso de socializar los medios de producción, una transición a la sociedad comunista. La transición es en dos fases: una, en la que seguirán las desigualdades, donde cada cual da según su trabajo, que con el tiempo desaparecen por la socialización y el fin de la división del trabajo y del trabajo manual del intelectual; hasta que se pudiera pasar a la otra fase, donde se de a cada cual según sus necesidades.

No se preocupan de quién debe gobernar y cómo. Viendo las críticas al hegelianismo, a las clases y a la burguesía, ven el futuro donde la esfera personal coincide con la colectiva, exista el nuevo hombre y donde domine la libertad positiva. Cada individuo trabajará para trabajarse a sí mismo como persona, la libre realización de cada uno, la ayuda mutua, el hedonismo muere por el altruismo. Sólo queda la sociedad civil, desaparece el falso ciudadano y la realidad jurídica. Su fin de la historia es así alternativo al liberalismo: sin clases y sin Estado, sin dominación.

martes, 24 de marzo de 2009

El pensamiento político de Karl Marx y Friedrich Engels (V): Dictadura del proletariado y revolución


La lucha de clases es el motor del cambio, que hace pasar el poder de clase en clase, hasta que llega al proletariado. Se diferencia la revolución proletaria de la burguesa en que es la definitiva, la última, la que determinará a la sociedad civil con la defunción del Estado y de las clases.


En lo demás es igual. Debe de contar con unas condiciones objetivas y subjetivas. Las objetivas son las que permiten decir a Marx y Engels mostrar que el modo capitalista es un modo histórico, con principio y fin, con sus características y leyes de origen que al final le llevan a la destrucción.


Lo mismo con la burguesía, que cumple su papel de clase revolucionaria contra el feudalismo, y su papel de clase dirigente en el capitalismo, hasta su propia degeneración, que se revela con las crisis periódicas, que dan unos resultados que se suman en el tiempo: procesos de monopolización, reducción de manos y concentración del capital y la ampliación y pobreza del proletariado. No pueden dejar de producir una sociedad de clases.


Esto favorece las condiciones subjetivas: el desarrollo de la conciencia de clase para terminar con su situación. El guía que debe llevar la revolución y preparar al proletario es el partido obrero. Los comunistas son la vanguardia del proletariado. Son guías en sentido práctico, por ser el grupo más resuelto y adelantado en la lucha; y en sentido teórico, porque sabe más que el resto, es consciente de las condiciones que llevan a la revolución. De eso Lenin construye la teoría del partido bolchevique.


Con estas dos condiciones se hace la revolución y el proletariado se convierte en clase dominante, sustituye la dictadura burguesa por la proletaria y el Estado no se elimina inmediatamente.


Esa dictadura es un gobierno excepcional para una situación transitoria, cuando está en peligro el Estado, en un sentido clásico. El proletariado no se limita a oprimir, sino a sustituir las condiciones del modo de producción capitalista por la socialista, llegando así a suprimir a las clases sociales y al Estado.


La revolución es democrática, porque es a favor de la inmensa mayoría, que es el proletariado, y detrás de la dictadura está la mayoría contra la minoría. Y será más democrática conforme se eliminen las clases, y acabando con el conflicto, y de ahí al Estado.

martes, 17 de marzo de 2009

El pensamiento político de Karl Marx y Friedrich Engels (IV): El Estado burgués (La dictadura de la burguesía)


El Estado burgués ha conseguido grandes avances en el sistema político, en la producción y en los instrumentos de dominación. En el Antiguo Régimen había una correspondencia entre sistema social y sistema político, y eso se asentaba en estamentos y privilegios, en la desigualdad frente a la ley.


En el Estado burgués se cambia, se rompe con esa equivalencia. Sigue siendo desigualdad por el dominio de los opresores, incluso había más explotación. El sistema político plantea que existe la igualdad, pero Marx ve que es más bien la dicción de igualdad. El gran avance es conseguir introducir no la opresión, sino la ocultación, el engaño, el vivir de las apariencias.


El objetivo es el mismo que el Estado feudal, oprimir a los dominados. Los Estados liberales hablan de igualdad, pero sus derechos tienden a favorecer a los opresores, porque priman los individuales y no los colectivos. El enfrentamiento (conflicto-negociación) entre individuos y la negociación burgués-obrero es parcial y basado en el engaño. El Estado es gendarme para oprimir al proletariado, mantener el orden y los poderes son los comités de negocios de la burguesía. Es un Estado injusto porque protege a la propiedad, el inicio de todos los males. Marx declara, en definitiva, que cualquier forma de gobierno es un mecanismo de engaño.


Engels, hablando de Napoleón III en “La familia, la propiedad privada y el Estado”, recoge una cierta autonomía del Estado, y que si bien el Estado es dominación de la clase opresora, siempre había situaciones de crisis donde el Estado funcionaba de forma autónoma, de mediador entre clases que se hallan en igualdad, como el bonapartismo en Francia y el gobierno de Bismarck en Alemania. Es una forma de Estado con margen ante las clases enfrentadas.


Marx dedica “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” a hablar del gobierno de Napoleón III en Francia. Él lo ve distinto. Napoleón no es el árbitro de nada, está al servicio de la clase dominante, cuando en situaciones de crisis busca mecanismos para controlar el poder económico, cediendo el poder político un salvador, de forma temporal, para conservar el poder hasta que la crisis se supere. El poder se asienta en el cuerpo parasitario que es la burocracia. Siempre que haya Estado, habrá dictadura, siempre que haya Estado, habrá despotismo. En el “18 Brumario” se asienta la definición de dictadura fascista posterior, las cesiones puntuales de poder de la clase dominante para controlar a la clase oprimida.


Para Bobbio, Marx y Engels terminaban con el iusnaturalismo y el estado de naturaleza. Para Marx y Engels el Estado es dictadura siempre. Por eso hablan de dictadura del proletariado, y cuando hablan de dictadura se refieren al Estado burgués. Ese Estado se presenta como basado en la igualdad, rompiendo con la dominación anterior. Marx lo quiere desvelar, da lo mismo cualquier forma de gobierno, sea burguesa, democrática u obrera, siempre es dominación.

jueves, 12 de marzo de 2009

El pensamiento político de Karl Marx y Friedrich Engels (III): El materialismo histórico (El Estado como superestructura)


A la hora de construir el Estado como superestructura con la dialéctica, Marx quiere superar a Hegel. Pone su acento en la producción real y lucha por la vida que es clave para entender las relaciones sociales.

El materialismo histórico busca la causa que más ha influido en los hechos sociales: el desarrollo económico, los modos de producción e intercambio y las relaciones agregadas, que son las luchas de clases.

Marx y Engels parten del hombre frente a la naturaleza. Los hombres luchan contra ella para que satisfaga sus necesidades. Es una lucha individual al principio, pero progresivamente es una lucha social, estableciendo relaciones con otros hombres. Al contrario que lo que sostiene Rousseau, el hombre es sociable, no es nada sin otros hombres. El instrumento que relaciona a los hombres es el trabajo productivo, que permite que los hombres se socialicen y la sociedad se humanice. Cada individuo trabaja en lo que permite su perfeccionamiento.

Ese trabajo acaba no produciendo, se convierte en un elemento distorsionador por la alienación, porque ciertas ideas, objetivándose, acaban sometiendo al individuo y se hace ajeno a lo que produce. Esto se da cuando se divide el trabajo y el hombre es un grano del proceso productivo, se hace ajeno del producto y de sus resultados, con la apropiación de los excedentes productivos por parte de otros individuos ajenos.

Se produce la desigualdad y un enfrentamiento irreversible entre los hombres, con sumisión de unos frente a otros, que controlan los excedentes y hacen que el resto no desarrollen su personalidad y no pueden decidir su destino más que como esclavos. Dejan de ser dueños de sí.

En los procesos de producción la alienación se basa en que uno controla la producción y el otro no. Es correlativo el desarrollo de las fuerzas productivas al desarrollo económico, y les corresponde un determinado medio de producción. A cada modo de producción le corresponde un desarrollo propio y unas relaciones de producción propias: comunitario, esclavista, feudal, capitalista y socialista.

Marx y Engels consideran que los modos de producción son históricos, que se suceden en el tiempo y cada uno sucede al anterior.

No hay nada perpetuo. El cambio es revolucionario cuando hay un desajuste en las relaciones de producción con el desarrollo económico y las fuerzas productivas. El enfrentamiento da a un nuevo desarrollo económico frente a los anacrónicos. Se establece un nuevo modelo económico y social que afecta a otros ámbitos como el político o el cultural.

La historia es la sucesión de los distintos modos de producción. Éste es el elemento para entender el Estado como superestructura.

El comunismo es el fin último, porque es la teoría que establece Marx, si no, no tendría sentido. Es volver al estado de la naturaleza, destruyendo no se sabe cómo al Estado, eliminando las clases y la división del trabajo. Es una teoría utópica y sin más contradicción con el anarquismo que los medios.

La historia de toda sociedad es la lucha de clases, que se enfrenta a lo largo de la historia de forma abierta o sosegada, hasta que uno triunfa y establece un nuevo modelo.

Marx y Engels refieren a las clases en el “Manifiesto comunista”, pero no qué es la clase para ellos. Son el conjunto de individuos que ocupan posición similar en la producción, control y consumo de los bienes. Unos son opresores y propietarios y otros oprimidos y dueños de su fuerza de trabajo, que produce la riqueza social.

Unos se necesitan a los otros para existir. La relación se basa en la explotación de los oprimidos por los opresores, expropiando los excedentes productivos.

En el modo esclavista los propietarios se adueñan de todo, menos algo para que puedan subsistir. En el modo capitalista los trabajadores creen que el salario es la expresión del trabajo productivo, y es un engaño, porque falta una parte, la plusvalía. Marx muestra como la clase opresora se queda con la mayor parte de lo producido por rentas, intereses y beneficios.

El paso siguiente es cuando se produce el antagonismo de clases o enfrentamiento. Debe haber dos elementos para que éste se produzca: el primero, que los opresores no se enfrenten por separado a los oprimidos por separado, todos se unen en una lucha de todos contra todos en agregación; el segundo, que entre todos los opresores y oprimidos surja una identidad o conciencia de que sean conscientes de sus intereses de grupo, que son insalvables y están enfrentados a los otros, sin posibilidad de acuerdo.

Es necesario saber la forma de lucha que se debe utilizar. Hay que tener conciencia de clase, clase para sí y clase frente al resto, y haciendo frente no como sindicalismo sino como revolución porque los intereses de clase son insalvables. Las clases son un elemento fundamental, los sujetos de la historia.

Marx decía que era relativamente difícil que en lugares donde las clases tenían obstáculos, como fábricas, no podían imperar o penetrar las tesis de las clases dominantes, y sí se podía crear conciencia de clase obrera

El control de la producción es igual al dominio político y a tener como su ideología las ideas dominantes de su clase burguesa. Esas ideas presentan un mundo armónico, aconflictivo. Plantean legitimar lo existente y detener la historia. Si los oprimidos asumen las ideas de los opresores se forma una falsa conciencia de clase y aburguesamiento ideológico.

Los burgueses quieren integrar a los oprimidos por el engaño y convencerles que su mundo es mejor. El instrumento que expresa las ideas dominantes para construir ese mundo es el Estado, que lo utiliza con sentimiento de agregación y opresión. El Estado es representante de la sociedad en su conjunto para los burgueses cuando sólo representa a los intereses dominantes para mantener el orden social.

El fin del Estado es garantizar la propiedad de la clase dominante. La definición de dominio sobre la superestructura es que toda la realidad jurídico-política depende de la económica. Muerto Marx, Engels limó esa visión y dijo que no implicaba que el elemento económico definía la superestructura. Afirmaba posibilidades a expensas de otras, pero siempre la consideraba como base, la estructura que sustenta la superestructura política. Retoman a Rousseau y lo corrigen. Los iusnaturalistas siguen a Locke en su estado de la naturaleza, que es bueno pero hay que dar el paso necesario al Estado.

Marx y Engels ven en el Estado la guerra de todos contra todos, el homo homini lupus de Hobbes, la máxima expresión de violencia, un conjunto de instituciones políticas que concentran la máxima expresión disponible e imponible de violencia, organización y represión.

Como Rousseau, quieren volver al estado de naturaleza. El fin de la historia es una sociedad sin Estado, donde desaparecen las clases enfrentadas y por tanto desaparece el Estado. Marx ve en el Estado la opresión, y si el Estado es burgués es una dictadura burguesa y si es obrero es una dictadura del proletariado, porque es la opresión de una clase sobre la otra, pero siempre es explotación y dictadura. Aunque ambas son dictaduras, la del proletariado es transitoria hacia una sociedad sin Estado.

lunes, 9 de marzo de 2009

La lucha al Estado democrático (IV)


Confieso que no me entusiasma el ideal de vida que nos presentan aquellos que creen que el estado normal del hombre es luchar sin fin para salir de apuros, que esa refriega en la que todos pisan, se dan codazos y se aplastan, típica de la sociedad actual, sea el destino más deseable de la humanidad”.


John Stuart Mill


El socialismo, entonces, se alzó como la doctrina que pretendía acabar con las injusticias del Estado liberal. El socialismo sólo se puede entender con el liberalismo, como derivación del liberalismo y mejora del liberalismo. La superación. El paso siguiente.


Marx dijo que el proletariado haría la revolución en nombre de la inmensa mayoría, que la dictadura del proletariado sería la alternativa a la dictadura de la burguesía, como paso previo a la sociedad sin clases y sin Estado. El Estado era el aparato de represión de la burguesía dominante contra el proletariado dominado.


Los partidos obreros, más que a la revolución violenta, jugaron la carta del reformismo parlamentario. Y se consiguieron mejoras, o se llegó pacíficamente al gobierno, como en Suecia a inicios de los años treinta. En ese juego adoptaron implícitamente el revisionismo de Berstein o las tácticas de Kautsky, al tiempo que se mantenía el lenguaje revolucionario. Esta doble práctica posibilitó la labor de la socialdemocracia para la democratización del sistema al tiempo que la idea de revolución y sociedad socialista permanecían como el futuro categórico.


¿Qué pretendían aquí? Bernstein sostenía que la revolución, aunque no se debía renunciar a ella, sin embargo sí debía alejarse, “por si acaso”, debió pensar, mientras la socialdemocracia se metía de lleno en la lucha por la democratización y la cuestión social. Kautsky, en cambio, nunca abandonó la idea de revolución. Esta siempre seguía allí, llegaría cuando las condiciones subjetivas estuvieran maduras. Mientras, la labor socialdemócrata sería la lucha parlamentaria y la educación de las clases trabajadoras. ¿No convergen en algún punto estos dos próceres del socialismo, que una vez lideraron corrientes divergentes pero unidas?


El socialismo, tal como lo veían, tal como lo veía Pablo Iglesias, era la superación del liberalismo, partiendo de él, conociéndolo (Quienes contraponen liberalismo y socialismo, o no conocen el primero o no saben los verdaderos objetivos del segundo). Los partidos socialdemócratas cumplían esa misión hacia la democracia y hacia la libertad.


Hasta la gran fractura…

lunes, 2 de marzo de 2009

El Estado liberal (III)


“(…) un Estado burocrático dominado por una oligarquía que se renueva por cooptación”.


Estado, gobierno y sociedad”, Bobbio


Si la revolución liberal inició un ciclo, demoliendo el Antiguo Régimen, permitiendo el desarrollo de la crítica, la libre conciencia y ampliándose a capas más grandes de la sociedad, ¿qué ha pasado? ¿Se ha truncado ese desarrollo? ¿Fue la revolución liberal la ruptura con las cadenas de la opresión, el inicio a un camino de libertad?


Porque ha habido una clara regresión, o un estancamiento, en ese proceso emancipador. El liberalismo acabó la dominación del rey y del estamento privilegiado, pero la burguesía, al ser elevada a clase dominante, acabó por fundirse y aliarse con los viejos dominantes. Había poder suficiente para todos. ¿Poder? ¿Negocio? Marx declaró que la burguesía perdió su ardor revolucionario. Una vez construida su obra, el Estado liberal, se tornó en clase conservadora.


Como clase revolucionaria fue sustituida por el proletariado. El socialismo utópico, anarquista, democrático o marxista fueron sus doctrinas. Todas, en común, tenían como ideal ahondar en la libertad, para que tuviera un carácter universal y llevara consigo la igualdad, no sólo jurídica, sino real. Porque el liberalismo proclamaba la libertad individual para que cada uno se marcase su camino. Pero, ¿quién es libre dependiendo económicamente de otro sujeto? Se proclamaba el fin de la vieja, autoritaria y limitadora, solidaridad gremial, por una lucha individual, una ley de la selva, una hobbesiana lucha de todos contra todos por alcanzar lo máximo: la felicidad es igual a riqueza, a la propiedad, y con ello el reconocimiento social.


Así, simplemente, suena perfecto. Pero, ¿tiene sus contrapartidas? Sí. Es una lucha, y toda lucha tiene vencedores y vencidos. ¿Cómo podrían llegar los más pobres a ser los más ricos? ¿Con toda una vida trabajando con salarios de miseria y 80 horas de trabajo semanal? No, porque sólo a costa de un gran sacrificio, y quizás de varias generaciones si no hubiera un golpe de suerte, se llegaría a poco, muy poco. Otros optaron por la inmigración, y a algunos les fue bien, porque en América había riquezas sin explotar y mucha demanda de mano de obra.


Si se llegase a ese éxito económico, equivale a convertirse en un igual de los dominantes, un burgués; cambiar de bando en la lucha, de luchar por ganar a luchar por conservar. El sistema se mantendría así eternamente, pero siempre alguien arriba y alguien abajo. La igualdad burguesa era así una gran mentira, un engaño para legitimar el poder y el Estado burgués.

sábado, 28 de febrero de 2009

El pensamiento político de Karl Marx y Friedrich Engels (II): Crítica al pensamiento hegeliano (“El gran engaño”)


Marx asume la dialéctica hegeliana, pero no la aplicación, sólo el modo de pensamiento. Es el materialismo dialéctico.


Esa crítica parte de un rechazo de darle valor al Estado de Hegel diferente a los individuos. Hegel invierte la relación entre predicado y sujeto, según Marx. En vez de individuos sujetos reales del Estado son simples de un sujeto universal, que es el Estado. En vez de ser el componente imprescindible, no son más que postulados de la idea que Hegel tiene del Estado. Son momentos y etapas necesarias para el desarrollo del Estado. Hegel mantiene una construcción del Estado a priori, de arriba abajo, al Estado se subordinan siempre los individuos.


El segundo distanciamiento de Marx respecto a Hegel es el objetivo del Estado. Con él se resuelven los antagonismos existentes para Hegel. Marx dice que es la perpetuación de los antagonismos y contradicciones de la sociedad, es la expresión de los intereses dominantes. La realidad es la sociedad civil y el Estado es el gran engaño, la expresión de egoísmo y el enfrentamiento de los individuos.


Marx se plantea desvelar ese engaño. Es una abstracción para ocultar los problemas y a través de la ideología se crea esa abstracción. Por eso la abstracción de los problemas se resuelve no con el Estado, sino con la extinción del Estado, y buscando la eliminación de esos problemas de la sociedad con soluciones materiales.


Marx se opone al fin de la historia. El presente es la meta, según Hegel, y no admite cambios porque se ha llegado a su fin. Es una crítica a la Ilustración y al liberalismo, porque hace de la realidad algo racional. Los economistas clásicos consideran el capitalismo algo definitivo, el fin de la historia. Por eso son leyes naturales y no históricas. Marx dice que todo tiene un origen y un fin, y Hegel busca el legitimar el presente prohibiendo el cambio.


jueves, 26 de febrero de 2009

El pensamiento político de Karl Marx y Friedrich Engels (I): Aproximación al marxismo


Norberto Bobbio define el marxismo como “el conjunto de las ideas o conceptos: junto a tesis, teorías; junto a la metodología política y científica, la concepción del mundo, hombre y vida a él asociada; se suele extraer unas proposiciones básicas con las que se construye la doctrina marxista”.

El marxismo es conocer y transformar el mundo, y consiguió una adhesión propia de una fe, algo similar a las religiones. El marxismo tiene una influencia, junto al nacionalismo, más importante en los movimientos sociales del mundo contemporáneo.

Los clásicos del marxismo, como Lenin y Kautsky, consideran que esta doctrina bebe de tres líneas: el idealismo alemán, destacando a Hegel y los hegelianos de izquierda; la escuela de economía clásica inglesa, con Adam Smith y David Ricardo; y en tercer lugar el socialismo francés de Saint-Simon y Fourier.

Con esto, Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) extrajeron la quintaesencia del socialismo. Pero junto a esos, hay más: el tiempo del Romanticismo y su crítica social del ámbito político, económico o literario, como Charles Dickens; otra del movimiento obrero coetáneo de las ligas secretas parisinas; la idea de revolución y de dictadura del proletariado de Louis Auguste Blanqui; el movimiento de tejedores alemanes y el movimiento cartista británico.

Marx y Engels, como el resto de autores, cometen contradicciones, porque el objetivo de su obra no es único, es temática, dispersa, y de objetivos dispares. Unas obras dan una visión de un mundo alternativo, otras son debates o enfrentamientos con otro pensador por una controversia (“La miseria de la filosofía”), o dan aportaciones al movimiento obrero (“El manifiesto comunista” para la Liga de los Comunistas).


Se agrava a la hora de la teoría marxista del Estado, porque Marx y Engels no escribieron sobre el Estado: se recurre a una obra diseminada en cuarenta obras políticas, filosóficas y económicas. Por eso no puede haber rigidez a la hora de construir la teoría del Estado, porque Marx escribe a lo largo del tiempo, y hay que tener ser abiertos y flexibles al estudiar sus planteamientos.


Gouldner distingue entre un Marx joven y un Marx adulto. El primero es liberal democrático, filósofo, dialéctico abierto. El maduro es positivista, económico, con dialéctica formada, socialista. La ortodoxia marxista rechazará al primer Marx por el Marx de “El Capital”. McLellan dice que esto es falaz, que conviven los dos Marx. La línea de progresión lineal no ocurre en ningún pensador y tampoco en Marx, sostiene.

Otro problema es separar el pensamiento de Marx con el pensamiento de Engels. Tras la muerte de Marx, Engels se acerca a posiciones socialdemócratas.

miércoles, 11 de febrero de 2009

La tragedia y la farsa de Italia

Mussolini y Berlusconi, dos caras de la misma moneda


Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa.”

Karl Marx, El 18 de Brumario de Luis Bonaparte

En 1851 Marx escribía un libro muy acertado sobre los hechos acaecidos en Francia que llevaron de aquella primavera de los pueblos al despotismo “bajo la autoridad de un individuo sin autoridad”.

Estos días, aquellas líneas del padre del materialismo histórico vuelven a tomar todo su valor. En 1922 Benito Mussolini consigue el Gobierno, pese a que su Partido Nacional Fascista fuese el partido más minoritario de la Cámara. Con una gran estrategia, se había ganado a los conservadores y a los liberales: él era la salvación frente al comunismo. Entonces, no obtiene problemas para implantar su ley electoral, la ley Acerbo, que establece que la lista más votada obtiene los dos tercios de la cámara de diputados. Hechas las elecciones en 1924, el conocido Listone de fascistas y políticos burgueses obtiene 356 diputados de 535. Silenciado Matteotti con su vil asesinato, la dictadura fascista ya no tenía oposición.

En 2006, intentando un último esfuerzo para frenar la victoria de la izquierda italiana, coaligada en l’Unione, el liguista ministro de reformas Roberto Calderoni promulga la conocida como porcata, la ley electoral que da automáticamente una mayoría o premio de 340 diputados a la lista más votada. La izquierda consiguió por la mínima la victoria y, con ello, la mayoría parlamentaria. En el Senado el premio fue por regiones, y el equilibrio era más inestable. La izquierda quiso entonces cambiar la ley electoral, para abandonar las intenciones partidistas con las que fue promulgada. Pero con la deserción de la UDEUR de Mastella, por corrupción, de la mayoría gubernamental, la gobernabilidad se hizo imposible y se volvió a elecciones en 2008, con el desenlace conocido por todos: la vuelta de Berlusconi. No habrá reforma electoral. Volvió el Listone.

Así, es muy terrible constatar que la historia, aun con diferentes actores y circunstancias, se repite. Italia vuelve a ver su democracia en peligro, imprevisible o predecible, según se mire.

¿Agita Berlusconi el peligro del comunismo para cargar contra la izquierda? Sí. ¿Somete a tensión las instituciones del Estado para someterlas a sus intereses? Sí. ¿Alberga pretensiones de concentrar el poder político lo máximo posible en su persona? Sí. ¿Manipula o hace propaganda a favor suyo desde la casi totalidad de los medios de comunicación, que controla? Sí.

Mussolini, Berlusconi, qué más da el sujeto, la acción es la misma. Quedará por ver si la oposición repite el error de la marcha al Aventino, y entonces el dominio berlusconiano quedará asentado. Es previsible, o impredecible. Me inclino por equivocarme profundamente.

martes, 10 de febrero de 2009

Un apunte sobre Pablo Casado

Como se señala en Desde mi Barrio y Reflexiones Progresistas, Pablo Casado se vuelve a pronunciar. Sí, sí, después de llamar carcas a la mitad de Madrid, ahora dice: "A los jóvenes nos tratan como a discapacitados, ¿para qué necesitamos becas?, ¿para qué nos subvencionan? dejen a los jóvenes que sean emprendedores".

Quitando a un lado su tarjeta oro de su padre. Yo voy a verlo desde la perspectiva histórica.

Ojalá haya un día donde la riqueza ganada sea tal para las clases más humildes, que por sólo el salario digno de verdad puedan valerse por sí mismas todas las familias trabajadoras. Por tanto las becas no serían necesarias.

Ahora bien, el pensamiento de este personaje no es únicamente egoísmo, elitismo, o cualquier otro ismo. Es conciencia de clase. Es necesidad de perdurar su dominio, lo que Marx llamó dictadura de la burguesía. Su definición de lo que es ser emprendedor es la ley de la selva capitalista, el ser esclavo y oprimido frente a los de su calaña, que no clase, la calaña dominante. Sólo unos pocos, en una interpretación darwinista de la sociedad, pueden ganar y pasar a ser considerados de la clase superior. Pero las desigualdades se siguen manteniendo, se mantiene el sistema inhumano. Se mantiene su dictadura.

Entonces, el Estado de Bienestar, que se debe defender con uñas y dientes, es el aparato de emancipación de las clases humildes, para que todos se libren de esa esclavitud de facto. Eso es igualdad, igualdad de oportunidades, democracia real. Socialismo en estado puro. Sí, socialismo. Y lo que Pablo Casado tiene es miedo al socialismo, a la democracia, a la igualdad. Miedo, en suma, al fin del dominio de los de su calaña.

domingo, 25 de enero de 2009

Reflexión acerca del Estado español

Estado español. “Nuestro Estado”. Según todas las enciclopedias, tratados, etc, aquí, en la península ibérica, quitando a Portugal, hay otro país que se llama España, no Estado español.


Eso viene del franquismo, cuando en España había una dictadura, opresora hacia todos los españoles, y no era una república, era oficialmente un reino pero sin rey (incluso se hablaba así a veces en la República). Pero, ¡anda!, ya no hay opresión de ese Estado. Así, quienes hablan ahora del Estado español son los nacionalistas y la extrema izquierda. ¡Paradójicamente, haciendo uso de algo franquista! A los nacionalistas es lógico que pensar en algo llamado “España” les de alergia. A la extrema izquierda es mucho más incoherente. O quizás más ignorante, porque esa extrema izquierda ha pasado de tener en su visión de emancipación a las clases más pobres a emancipar un concepto de nación tan excluyente o diminuto como puede ser Cataluña, Cantabria o una indeterminada Castilla comunera. Eso sí que es mezclar churras con merinas, historia sin conexión con la realidad.


No hay mayor traición a las clases humildes que querer hacer de un territorio una tarta cortada a cachitos, porque al final siempre se beneficiaría una minoría selecta, sea esta una minoría pseudorevolucionaria leninista o una minoría de ricos. En un mundo irreversiblemente globalizado, donde lo local no se puede mover sin lo global, hay quien quiere echar a andar hacia atrás a la historia y volver a lo más cerrado. Sin unidad e integración no hay avance ni progreso. Por eso, de lo local hay que ir a lo regional, a lo nacional, y de allí a la unión europea. Unión de verdad. Y posteriormente, a escala global. Cosa que por otra parte también ha defendido el socialismo desde sus comienzos. Marx proclamaba “¡proletarios de todos los países, uníos!”, no “¡separaos, naciones inventadas!”.


No es sino una resistencia a reconocer la realidad (eso es muy reaccionario) y a alimentar un falso e ilógico odio hacia España. ¿Para qué odiar a España? España ya no es una dictadura. ¿Se odia a la democracia española? ¿Se odia a su territorio? ¿Se odia a los españoles? ¿Se odia a la Costa da morte o a la Costa Brava? ¿Se odian a las Canarias o a Gernika? Se odia a la realidad.

Pero por negarla no deja de existir.

jueves, 9 de octubre de 2008

Sobre la dictadura del proletariado


La dictadura del proletariado ha sido uno de los conceptos más pervertidos desde su teorización por Karl Marx. Degradado por la práctica y la traición del leninismo, despreciado y estigmatizado por la derecha, comparándolo con cualquier cosa semejante al autoritarismo y totalitarismo conservador y fascista, dictadura del proletariado nos suena a cualquier cosa menos a un verdadero socialismo, un socialismo como tiene que ser: perfecto.

No por ello voy a decir que defiendo el concepto dictadura del proletariado. Dictadura ha sido siempre algo excepcional, pero también algo negativo. En la República romana los dictadores, los dictadores legales, estaban sujetos a un período de seis meses y sólo porque la situación (guerras, conflictos sociales…) lo requería. En las postrimerías de la República la ley se degradó y dictadores como Sila o César ejercieron su dictadura de forma ilegal, contraria a la tradición romana. En la Edad Media los "dictadores" eran los condottieri italianos, que controlaban ciudades Estado no por la voluntad de sus ciudadanos, sino por la de las armas (como los Medicis). En la época contemporánea los dictadores han venido siguiendo esa situación de negatividad: la dictadura misma era una negación de los valores liberales impuestos al albor de las revoluciones liberal burguesas. Donde antes se había combatido por la libertad del individuo, por la igualdad jurídica y la propiedad privada, se combatía en nombre de un Imperio francés, de una regresión conservadora de la revolución. Luego, tenemos las dictaduras autoritarias de derechas y los horribles totalitarismos fascista y nazi, la negación total del liberalismo y sus conquistas.

En el otro lado, está la dictadura del proletariado. Marx veía en la dictadura del proletariado un proceso temporal, la conquista del Estado por parte del proletariado revolucionario, con un mandato muy expreso: conquistar el Estado para destruir ese Estado. La dictadura del proletariado es el momento del Estado socialista, donde el proletariado se sirve de los aparatos de represión que otrora ejercieron los burgueses contra ellos para eliminar a esa clase burguesa, para cambiar las estructuras socioeconómicas existentes y encumbrar a una nueva sociedad, la sociedad sin clases, la sociedad comunista. En ello, desaparecería todo por lo que el Estado es necesario y entonces sólo tendría que dejar de existir, daría lugar a la más perfecta democracia. Es como una regresión al estado natural que describía Locke en "Dos tratados sobre el gobierno civil", pero sin el egoísmo personal y la arbitrariedad que obligan a la existencia del aparato estatal.

Kautsky lo ve de una manera parecida, pero muy distinta. Condicionado por la situación del Partido Socialdemócrata Alemán a fines del siglo XIX, a caballo entre el revisionismo de Bernstein y el marxismo ortodoxo de Luxemburgo, y con la espada de Damocles de las leyes antisocialistas alemanas pendientes de ellos, teorizó un nuevo concepto: el partido no hace la revolución, ésta viene de por sí; además, la revolución es la llegada al poder del partido, por la vía electoral. La dictadura del proletariado era un estado de cosas que surgía de la democracia cuando el proletariado se había convertido en clase predominante, pero no es una forma de gobierno que niega los derechos políticos y civiles a la oposición, por la sencilla razón de que una clase no puede gobernar. La dictadura del proletariado exige que la clase obrera llegue al poder por la mayoría parlamentaria, y que el partido de la clase obrera transforme el Estado a través del parlamento. El régimen no debe suprimir los derechos políticos y civiles, y estaría obligado, por elecciones, a verificar su mayoría de forma periódica. Así, Kautsky identifica socialismo con la democracia.

La práctica corrompió la teoría. El primer Estado en establecer la dictadura del proletariado fue la Rusia de Lenin. Lenin pervirtió esa tesis de Marx y dio un sentido totalitario a la dictadura: la dictadura es del partido, formado por una élite obrera, que gobierno no por el proletariado, sino sobre él, y sobre el resto de clases. El Estado es socialista, pero se queda anclado en el tiempo en ese estadio intermedio, con un objetivo: controlar el poder, no destruirlo. El partido traiciona los postulados marxistas y se convierte en la personificación misma del Estado, en el empleador absoluto de la represión de la opinión disidente y de todo derecho político y civil, bajo el argumento de lucha contra el mundo capitalista y de la construcción socialista, que exige todos los esfuerzos, sacrificios y penurias para conseguirlo. Trotsky ya denunció en 1904 que los métodos de Lenin conducen a que la organización del partido sustituya al partido mismo, el Comité Central a la organización del partido y, por último, un dictador al Comité Central.

Sigue habiendo un dictador, un control unificado, un poder arbitrario y un abuso despótico. Stalin no es producto de Stalin, Stalin es el producto de lo que ocasionó Lenin. De Stalin, tenemos un Tito, tenemos un Fidel Castro, un Mao, un Kim Yong Il… no es esa la dictadura del proletariado que dijera Marx. Es la dictadura, a secas, la dictadura de una persona, la dictadura de un partido, sobre su población, para el control del poder hasta la eternidad y sin avanzar un ápice a la sociedad comunista. El discurso socialista se convierte en el discurso legitimador del poder. Con algo muy relevante: que es mentira.

Luego, ¿serían estos países socialistas? En mi opinión, no.

Marx quiere destruir el Estado, Kautsky no ve necesidad en destruir el Estado, de momento. El Estado ha demostrado no ser lo que Marx veía con preocupación: el control de la clase burguesa sobre la clase obrera. El Estado ha sido integrador, se ha abierto a las diferentes clases, ha encauzado el camino a la democracia. Camino por el que ha discurrido por las aportaciones del liberalismo democrático y la socialdemocracia. No podemos entender socialismo sin entender el liberalismo: el socialismo nace de él, se nutre de las mismas fuentes, es una ideología nieta de la Ilustración, el estadio posterior al liberalismo.

La visión de Marx no era la de una dictadura sanguinaria y represora. Él, en mi opinión, lo veía como un momento limitado en el tiempo, un gobierno elegido libremente por la clase mayoría, esto es, la trabajadora, cuyo objetivo es establecer los mecanismos que conduzcan a la sociedad comunista en un medio o largo plazo, y mientras defender la revolución contra las clases anteriormente dominantes, la burguesía, si se resiste a los cambios. No es represión, sería defensa contra la reacción, y no tendría por qué ir acompañada de la violencia, a menos que fuera la burguesía la que recurriera a ella. De ningún modo puede ser una dictadura contra su propia clase social, ni podría establecerse como guardián de la ortodoxia revolucionaria frente a otras visiones revolucionarias, porque ello supondría la ruptura de la confianza dada por la clase trabajadora, y ésta, en su derecho, tiene la posibilidad de deponerlo y restaurar el proceso verdaderamente revolucionario con un gobierno que siga las premisas marxistas.

El socialismo, el comunismo, o esa dictadura del proletariado, no pueden renunciar a ni uno de los postulados de la Ilustración: libertad del individuo, igualdad jurídica y propiedad. Esa trilogía unida a las creencias propias: derechos sociales, igualdad de oportunidades y el sometimiento de la propiedad al interés general.

No debería llamarse dictadura del proletariado en tanto que es simplemente la democracia: el sometimiento de la vida en común de la sociedad a las normas dictadas por la mayoría con el respeto de la minoría, limitados por un contrato común basado en las aportaciones del socialismo. Eso será el socialismo, la democracia más perfecta.

La institucionalización de los partidos socialistas como partidos de gobierno y oposición ha derivado en una burocratización de sus estructuras, y un acomodamiento al sistema actual, donde una minoría controla un partido de masas, con un propósito en sus gobiernos: reformas mínimas, sin irse del sistema. No hay que irse del sistema, simplemente hay que cambiarlo, sin miedos, acabando con las antiguas minorías dominantes para un bien común: la no dominación. La no dominación de un monarca en la antigüedad, de una aristocracia o plutocracia política en la modernidad. Aunque sea esa misma minoría la que lo permita y, al igual que el harakiri de las Cortes del franquismo, se de la misma eutanasia para pasar al necesario estadio socialista.

miércoles, 28 de mayo de 2008

El movimiento lo es todo


En primer lugar perdón al compañero Miguel por no poder subir este post ayer que fue cuando lo prometí, pero las obligaciones universitarias en esta época de exámenes quitan mucho tiempo.

Como dije hace poco, mi carnet sigue en la estantería. Pero la experiencia vivida el domingo pasado me hace poco menos que obligado mencionarlo aquí. Como siempre, no pongo en duda ni mi ideología ni mi compromiso con las organizaciones socialistas. Ni mucho menos con mi obligación de mantenerme en la coherencia.

El domingo pasado asistí en calidad de delegado por mi agrupación al Comité Regional de las Juventudes Socialistas de Madrid (ahora por publicar en la universidad no puedo añadir, pero en casa incluiré en un nuevo post las enmiendas que yo elaboré). La verdad, es que aquello pareció la caza de brujas de tiempos pasados, y el ejercicio de la incoherencia.

No entraré en menudencias, como diría un senador por Galicia, como la mala maquetación de las enmiendas, frente a convocatorias anteriores (dificulta mucho el trabajo no ver enmiendas ni páginas numeradas. No me extenderé de que las dos comisiones formadas usaran métodos de aprobación de enmiendas distintos (que me digan por qué en una se deben defender y en la otra se pasan directamente a votación). No me explayaré en la caída de apoyos de la actual ejecutiva.

Cuando entré en las Juventudes pensé, iluso de mí, que no estarían contaminadas por la misma lacra que atañe a los partidos políticos: el trepismo. Cuan equivocado estaba, aquí se combina el trepismo con las ideas trasnochadas, muy acordes si fueran del espíritu del Partido Comunista pero ilógicas, irreales e irrelevantes en el seno del socialismo, máxime sabiendo a ciencia cierta que esas ideas son aparcadas por conseguir cuotas de poder. Me inclino ante tanta coherencia ideológica. Pero su nivel de coherencia es igual que su nivel de aportación. Parece ser que el marxismo más ortodoxo es ducho en criticar incansablemente lo que con tanta dedicación muchos compañeros han propuesto en las enmiendas, pero por el contrario opuesto a la presentación de otras tantas propuestas. Ni una. Eso sí, los jóvenes somos una clase en sí misma e independiente de las otras según algunos.

No me preocupa en absoluto que algunas enmiendas, de claro contenido internacionalista, realista y socialdemócrata, no pasen esos filtros. Hay otros. Y más que nada que esos contenidos los asuma la cúspide del Partido. Discrepo de Alberto en que el “infantilismo de la izquierda” de ellos, que es cierto, se cure. Porque, la verdad, no creo que esas ideas sean tan firmes para que las dejen en la cuneta por algo que puede más que la ideología: que no lo llamaría poder, lo llamaría sacar tajada. Se saca tajada aquí en el socialismo y allá en el conservadurismo, para perjuicio de esas ideologías.

El socialismo no es una ciencia, porque no es exacto, no es inmutable como que dos más dos son cuatro aquí y dentro de cinco mil años. El socialismo es una idea, una filosofía. Que es muy buena, sí. Que es la mejor, en mi opinión sí, y respeto de quien discrepe, porque hay que dudar de todo. Y como hay que dudar de todo, hay que dudar del socialismo.

Por eso, el socialismo es evolucionista, debe adaptarse a la sociedad de la misma manera que la sociedad se adapta al socialismo. No creo que sea igual la sociedad sueca ni el Partido Socialdemócrata sueco de 1932, cuando alcanzó el poder, sean los mismos que la sociedad sueca y los socialdemócratas de 2006, cuando dejó el poder. La sociedad evolucionó, el partido evolucionó, adaptándose los dos en una necesaria simbiosis. Los partidos que no se adaptan a la realidad son los comunistas, que siguen creyendo que la sociedad de 1848, año del Manifiesto Comunista, es igual que la sociedad del siglo XXI.

Como sostuvo Bernstein, el objetivo final no es nada y en cambio el movimiento lo es todo. El final de la sociedad capitalista en una utópica y armoniosa sociedad comunista es, como mencioné en otro post, esperar la llegada del Mesías. La mentalidad en esperar una utopía no es ni pan para hoy, es hambre de todos los días. En cambio, lo que sí es factible, lo que sí es necesario, es el movimiento. Cambiar y transformar la sociedad, y, como dijo Felipe González, en el ritmo que la propia sociedad quiera. Al final, quien tenía razón era Bernstein y no Lenin; y será entonces cuando la continuación y el final será la sociedad socialista, la sociedad de la democracia, de lo público, de los derechos humanos.

lunes, 5 de mayo de 2008

Karl Marx 1818-1883


Hoy 5 de Mayo, hace 190 años, nació en Tréveris, en una familia burguesa de origen judío, el que estaba llamado a ser el padre del socialismo científico y el pensador filosófico más importante para millones de personas.

Karl Marx, como en broma decía, “en cuanto a mí, no soy marxista”. Para empezar, no era proletario, era burgués, y desde el principio fue un liberal radical, un demócrata, poco a poco derivando a la aceptación de que sólo la emancipación de la clase oprimida, el proletariado, podía ser posible a través de una revolución que fuera la expropiadora de los expropiadores y acabara debilitando el Estado hasta hacerlo desaparecer y sólo entonces es cuando el hombre, por fin, sería libre y viviría en la sociedad comunista.

¿Qué queda hoy del legado de Marx? Sus ideas influyeron en los partidos socialistas del mundo, acabaron por hacer temer a los burgueses del peligro de la revolución y de echarles a los brazos del fascismo y del autoritarismo. La derrota fascista en la II Guerra Mundial elevó al primer país socialista a la categoría de superpotencia y alumbrador de la ideología marxista sobre casi la mitad del planeta.

Pero una ideología impuesta por medio del terror, no por el convencimiento, por perversión de Lenin del pensamiento de Marx: de ser el hombre explotado por el hombre, se pasó a la explotación del hombre por el Estado. Una maquinaría estatal despiadada contra el individuo y su conciencia para fortalecer un Estado portador de una ideología que, paradójicamente, en su fin último estaba el debilitamiento del propio Estado para su desaparición.

La caída de la URSS y del bloque socialista llevó a la izquierda mundial a una crisis que aún arrastra: la utopía había caído, la verdad del totalitarismo soviético hizo hundirse a la izquierda del socialismo, un hundimiento del que todavía no sabe salir a flote. Y a la socialdemocracia, que abrazó sus postulados pero los adaptó según las circunstancias de los cambios del mundo, todos siguiendo a Bernstein, también entró en una crisis de fe al derrumbarse el único modelo económico alternativo al capitalismo neoliberal más despiadado.

Las únicas islas de sistemas socialistas, como Corea del Norte, no es más que una dictadura de un estilo orwelliano; Cuba quiere mantener los logros revolucionarios e intentar liberarse de la herencia castrista para abrirse; China no es más que una dictadura neoliberal justificada bajo un nacionalismo furibundo que por un pretendido socialismo.

Del marxismo, de su evolución e interpretación, sólo queda la socialdemocracia, democrática, partidaria de la libertad, sensible a la injusticia y portavoz de los humildes. Y en crisis.

Hay que leer e interpretar a Marx para relanzar la nueva socialdemocracia.
"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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