Hoy ha sido día de elecciones, nacionales para Japón, y regionales para Alemania. En el País del Sol Naciente, el elevado desgaste que venía sufriendo desde la retirada de Koizumi, el Partido Liberal Democrático, de centroderecha, ha ocasionado su pérdida del control del Congreso y pasará a la oposición. El PLD ha gobernado de forma ininterrumpida de 1955 a 1993, y de 1996 a 2009, cifras que sólo se pueden comparar a la larga era socialdemócrata sueca o la hegemonía del PRI o de la extinta Democracia Cristiana de Italia. Su sucesor, el Partido Democrático, con más de 300 diputados sobre 480, se proclama reformista, liberal y centrista. Realmente, tiene más semejanzas con el Partido Demócrata estadounidense que los grandes partidos socialdemócratas. Progresista, sí. Pero, al igual que ha ocurrido con la derecha sueca, la izquierda italiana o el PAN mexicano, la posibilidad de la vuelta del viejo partido hegemónico es muy grande.
El PLD japonés siempre ha representado los intereses de las grandes finanzas, la administración y el empresariado japonés. El Partido Democrático tiene, pues, la necesidad de regenerar el sistema político japonés o de buscar la perpetuidad con las mismas élites. No hay que olvidar que Yukio Hatoyama, el primer ministro electo de Japón, proviene de las filas del PLD. Pero también Romano Prodi venía de las filas democristianas.
Por otra parte, los Länder alemanes de Turingia, Sarre y Sajonia renovaban sus parlamentos regionales. La Unión Cristianodemócrata ha perdido apoyos, como la mayoría absoluta en los dos primeros Estados, y en el tercero un leve desgaste. Turingia y Sarre fueron conquistados por la derecha en los años de mayor desgaste del Gobierno de Schröder, como respuesta a su gestión. Ahora, las fuerzas de la izquierda (SPD, Verdes y La Izquierda) suman más apoyos que la CDU y los liberales. Sólo la resolución de la rivalidad entre socialdemócratas e izquierdistas pueden permitir nuevos Gobiernos progresistas. En Sajonia, la CDU no tiene problemas de mantenerse en el Länder.
El SPD, por su parte, apenas recoge las pérdidas democristianas. Aumenta moderadamente, pero son los tres partidos menores (liberales, ecologistas e izquierdistas), los que ganan a costa de los grandes partidos. La CDU se mantiene en niveles de apoyo muy bajos en los sondeos, del 35%, pero el SPD se mantiene 15 puntos por debajo. ¿Nuevo ciclo de multipartidismo fragmentado o crisis momentánea del bipartidismo? Lo cierto es que a la economía, con problemas desde la reunificación, no valen ni los grandes apoyos a la socialdemocracia o a la democracia cristiana. La gran coalición es un lastre, y parece que la suma de CDU-FDP en los sondeos nacionales será la que se lleve la victoria, y con ello la vuelta al programa neoliberal que enarbolan los liberales, y que ya llevaba Angela Merkel en 2005. Eso lleva a dos escenarios: el desastre de esa política económica para las clases humildes, no digamos ya para Alemania del Este, o el descrédito de la derecha. Para el SPD, la vuelta al poder como principal partido aún está lejos. Primero la credibilidad, el programa y la estabilidad (no es creíble un partido que ha cambiado cinco veces de liderazgo en cuatro años). Lo segundo, la victoria. Y esa sencilla regla parece que es muy difícil de aceptar.